lunes, 29 de octubre de 2018

EN LAS QUINTAS MORADAS TERESIANAS (1)...Unión y metamorfosis

Las Moradas Quintas son las moradas de la UNIÓN, y este vocablo trae siempre, para el místico, evocaciones y está transido de misterio. Por eso Teresa comienza a escribir aquí compartiendo con sus lectores la tentación de no seguir escribiendo, no sabe qué o cómo decir, y luego se encomienda al Espíritu para hacerlo bien, reafirmando en el # 2 la vocación mística del Carmelo. Todas (todos) estamos llamados a la unión

¿Qué decimos cuando hablamos de UNIÓN? Debemos partir de lo que Teresa dijo al comenzar este itinerario: Dios está siempre presente, vive en nosotros, no se va ni siquiera cuando vivimos en pecado. Dios es omnipresente. ¿Entonces? Es que Dios está aquí, dentro y fuera de nosotros, pero no lo percibimos de esa manera, porque hay siempre un velo entre Dios y nosotros. No lo percibimos como se percibe una cosa, o un amigo, ni siquiera con la fe. Esa barrera, ese velo, solo se desmonta por su gracia, por su amor. Recordemos el pasaje de Vida, citado en la Morada anterior: llega de repente, se nos da, es pura gratuidad. En un momento de este camino Dios puede introducir al creyente en la experiencia de su presencia sin velo, dando paso a un chorro de luz, que poco a poco va convirtiéndose en experiencia estable. Experimentamos que realmente en el vivimos, nos movemos y existimos. 

Teresa nos va a explicar que aquí puede haber un más y un menos de esta UNIÓN, y empezará a hablarnos del más, para luego en el capítulo tercero hablarnos del menos. En los #s 3 y 4, texto de neto corte místico, explica de qué va esto, y entre otras cosas afirma luego: “(Dios) no imposibilita a ninguno para comprar sus riquezas; con que dé cada uno lo que tuviere, se contenta”. Y también: “¿Qué no dará quien es tan amigo de dar y puede dar todo lo que quiere?” Aquí Dios está “junto y unido con la esencia del alma” que el demonio no puede entrar ni hacer ningún daño (5). 

Ideas a resaltar aquí: La entrega total de sí a Dios (ese extraño anhelo de los místicos por salir de sí mismos, para perderse en Dios); un desplazamiento de todas las funciones y del dinamismo del espíritu (el sentir, entender, amar, vivir); y una especie de muerte sabrosa y deleitosa (por encima de toda experiencia terrenal). Es en ese torbellino de entrega, muerte y gozo donde Dios se hace presente. 

También en este primer capítulo Teresa habla de algunos teólogos a los que tuvo que someter sus muchas experiencias, y que no supieron orientarle bien (#s7 y 8), y afirma: “Quien no creyere que puede Dios mucho más y que ha tenido por bien y tiene muchas veces comunicarlo a sus criaturas, que tiene bien cerrada la puerta para recibirlas. Por eso, hermanas, nunca les acaezca, sino creed de Dios más y mucho más, y no pongan los ojos en si son ruines o buenos a quien las hace, que su Majestad lo sabe”. 

En RELACIONES (CC) 29, ella da cuenta de lo que entiende por UNIÓN, y también explica aquí en el # 9, que “esta alma que la ha hecho Dios boba del todo para imprimir mejor en ella la verdadera sabiduría; que ni ve ni oye ni entiende en el tiempo que está así, que siempre es breve, y aun harto más breve le parece a ella de lo que debe de ser… y cuando torna a sí, en ninguna manera puede dudar que estuvo en Dios y Dios en ella”. Utiliza la palabra CERTIDUMBRE tres veces para hablar de la impresión que le queda después de esa experiencia, y no hace falta buscar explicaciones: “Basta ver que es Todopoderoso el que lo hace, y si no somos parte por diligencia que hagamos para alcanzarlo, sino que es Dios el que lo hace, no lo queramos ser para entenderlo”. 

Teresa acude a los símbolos o comparaciones, tratando de abrir espacios interiores en sus lectoras para ser mejor comprendida. Lo hará principalmente a partir del capítulo segundo de estas Moradas, pero ya en este adelanta algunos, que mencionamos: el sello y la cera (9), la bodega de vino (12), y el cenáculo y el don de la paz (12). 


PASAMOS AHORA AL CAPÍTULO SEGUNDO: La palabra clave aquí es METAMORFOSIS o transformación, que es el anhelo del místico, y cuyo proceso Teresa experimenta en su propia vida. Tres momentos: 

1. Unión del hombre con Dios, que se alcanza como parte del crecimiento del cristiano y de su vida en Cristo. 

2. Que pasa a través de la muerte: muerte radical a la anterior forma de vida, arraigada en lo terreno, limitada por el lastre del mal y el pecado. 

3. Para renacer a otra manera de vivir, con horizonte nuevo, con psicología nueva, con nueva apertura a lo trascendente, y apetencia de más vida en un estado superior que la unión presagia. 

Así, UNIÓN, MUERTE MÍSTICA Y VIDA NUEVA son los tres eslabones de esa cadena. De la primera ya nos habló Teresa en el capítulo anterior, y en este hablará de las otras dos. 

Para ello utilizará la historia del GUSANO DE SEDA, elevada al rango de símbolo; transformación biológica para entender la transformación mística. Proceso que se da en varios pasos: 

1. Cómo nace el gusano casi de la nada. 

2. Cómo el gusano, ya crecido, grande y feo, empieza a tejer su propio cobijo. 

3. Cómo el gusano, convertido en crisálida, muere dentro del capullo para dar paso a una vida nueva (Dice Teresa en #4, que esta casa en la que va a morir el gusano es Cristo, porque nuestra vida está escondida en él). 

4. Cómo el capullo se rompe, y sale de él una mariposa, que no se arrastra, sino que vuela. 

LAS LECCIONES DEL SÍMBOLO DEL GUSANO DE SEDA

1. Nosotros solo podemos hacer los preparativos, es decir, tejer el capullo como el gusano, quitando y poniendo, despojándonos de la carga de egoísmo, soberbia, apego a lo desordenado, y poniendo nuestra voluntad en las manos de Dios. 

2. Teresa rechaza todo atisbo de prometeísmo humano: al hombre se le reserva el protagonismo de la preparación, pero es Dios quien protagoniza el don de sí mismo, por amor. Y esto está claramente reflejado en el símbolo de Teresa: solo cuando el gusano muere, se le concede el milagro de renacer mariposa. 

3. La muerte mística del hombre es su mayor triunfo, incluso psicológico, sobre la muerte misma. No es un elemento negativo, y por eso Teresa lo celebra: es morir para nacer de nuevo. 

4. Y aquí presenta entonces la fisonomía del hombre renacido, la típica psicología del místico; la vida nueva, que tiene como gran paradigma al propio Cristo. 

Teresa aquí se describe a sí misma de este modo: mujer de deseos, acosada por la necesidad de obrar y servir, con mirada abierta sobre el inmenso paisaje de la humanidad y del drama humano, capaz de gozar y penar a la vez, siempre en espera de más… 


OTROS SÍMBOLOS COMPLEMENTARIOS: la imagen de la abeja y la miel; la del sello y la cera; evocación primera del Cantar de los cantares, con la imagen de la interior bodega.

domingo, 28 de octubre de 2018

EN LAS CUARTAS MORADAS TERESIANAS (2): Recogimiento y Quietud

En el SEGUNDO capítulo de las Cuartas Moradas, Teresa, sin abandonar el símbolo del Castillo, ahora introduce otro: el agua, las dos fuentes. Aquí hacemos tres preguntas a Teresa: 

1. Qué tipo de oración es el que caracteriza al habitante de las cuartas moradas? 

2. Cómo influye (o cómo se desborda) esa oración sobre la vida del orante? 

3. Cuál es la iniciativa de Dios, y de su gracia, en la oración y en la vida del orante? 

ACTUALIZAMOS: Para Teresa, oración no es práctica, sino vida; oración refiere a nuestra relación con Dios. La vida es todo el arco de relaciones del hombre con Dios, con los otros, consigo mismo, con la creación, con el camino. Gracia es la iniciativa y los dones de Dios en la vida y la oración del hombre

Lo que Teresa llamaba en VIDA, oración de quietud, lo llama aquí “gustos de Dios” (Gozo de Dios). Ha pasado tiempo desde entonces, Teresa ha madurado, y ahora entiende mejor la experiencia vivida, y por eso cambia su modo de presentarla, se aclara y nos aclara mejor. La “oración de quietud” correspondía a la Segunda agua con que se regaba el huerto del alma, pero era la primera forma de oración mística, es decir cuando Dios empieza a tomar la iniciativa. Esa primera oración mística tenía su órgano de expresión en la VOLUNTAD, que es el corazón del espíritu, corazón de toda la vida del hombre. (Como una centellica de fuego, dice Teresa, que se dispone a incendiar toda la actividad humana). Y la llamaba ella “oración de quietud” porque contrastaba con el bullicio y la complejidad psicológica de la oración discursiva de la primera agua. 

Ahora, en Cuartas Moradas, el paisaje es el mismo, y el ingreso en la vida mística se hace igualmente convocando a la voluntad humana al misterio del amor de Dios. Pero introduciendo Teresa aquí un matiz nuevo, que se refleja en la distinción: “gustos/gozos”, en la que es toda la persona la que queda sensibilizada gozosamente a la presencia de Dios, bajo la acción de su gracia, y así ella refiere menos a la “voluntad”, y habla más de el hondón de la persona, el centro del alma, donde habita Dios. Y de ese hondón misterioso brotará la fuente que inunde la voluntad y alcance todas las capas y pliegues del ser humano, hasta llegar al mismo cuerpo con sus sentidos y actividades. 

Y es aquí entonces donde aparece el símbolo de las dos fuentes, del agua, que tanto gusta a Teresa cuando escribe. Aquí ella desdobla la imagen en DOS FUENTES: una simboliza la vida del alma en cuanto vinculada al esfuerzo humano, y la otra esa misma vida en su origen divino. La primera corresponde a la vida ascética y a la oración meditativa de las tres primeras moradas, y la otra a la vida mística y a la oración infusa de las moradas cuarta, y siguientes. 

La fuente primera, la que simboliza el esfuerzo del hombre por alimentar la vida del castillo, está situada fuera, extrae el agua de manantiales precarios y lejanos, y la conduce por caminos en las que no se libra de derrames, de polvo y de fango (arcaduces). La otra fuente, la que tiene su origen en el Señor del castillo, está situada dentro, en lo más hondo del castillo mismo. La acción de Dios para dar vida al hombre no es algo externo o extraño al hombre, sino que tiene la fuente manantial en la misma entraña del espíritu humano. Precisamente porque lo más hondo del hombre (la última morada del castillo) es una especie de APERTURA RADICAL A DIOS Y A LO DIVINO" (2, 2/4). 

Teresa dice que la acción de Dios es creadora, rehace al ser humano: no lo oprime ni lo angosta, sino que lo dilata y ensancha, y esa agua que brota del interior es agua y fuego a la vez, que no solamente empapa, sino que quema como un brasero, y perfuma. Agua y fuego simbolizan también la nueva forma de oración (ternura y ardor de la voluntad.) Es la voluntad la que por momentos se une a Dios, pero la santa PREVIENE acerca de la posibilidad del orante de conseguir esta experiencia por sí mismo, ya sea a base de esfuerzos, virtudes o técnicas. Creer que puede por sí mismo hacer brotar el agua de la fuente interior. Pero aquí no hay técnicas que valgan, no hay correlatividad entre la iniciativa humana y la absoluta gratuidad del don amoroso de Dios (2,9). El orante puede disponer su espíritu para recibir el don, que en Teresa implica mucha humildad (conocimiento propio, andar en verdad). 

EN RESUMEN, y como síntesis de todo lo anterior: 

1. El ingreso en las Cuartas Moradas, y consiguientemente en la experiencia mística, no está marcado por un cambio de conducta ética por parte del hombre. Es obra del obrar enteramente gratuito de Dios. 

2. Pero, en la estructura misma del hombre, hay unas capas profundas que ahora despiertan misteriosamente bajo la iniciativa de Dios, y así el amor y la voluntad juegan un papel decisivo en la progresiva relación Dios/hombre. 

3. Así, el hombre empieza a amar de forma absolutamente nueva, precisamente experimentando el amor que Dios derrama en él. 



TERCER CAPÍTULO: En este tercer capítulo podemos perdernos un poco si no estamos advertidos; porque Teresa empieza a explicar la llamada ORACIÓN DE RECOGIMIENTO, que es previa a la ORACIÓN DE QUIETUD, pero que en medio de los trajines y preocupaciones en que escribe el libro se le ha pasado. La oración de recogimiento es la primera oración sobrenatural o mística, y de ella viene luego una quietud interior muy regalada (lo explica así en Relación 5, 3/5). 

A estas Cuartas Moradas se entra con el RECOGIMIENTO que unifica, ordena y pacifica las potencias en su centro y soporte, que es lo interior del alma, pero luego, al término de esta primera jornada mística los efectos son tales que al orante le ha ido cambiando la vida, y viene la ORACIÓN DE QUIETUD. No voy a detenerme mucho en la explicación detallada de ambos estados de oración, porque ya están resumidos en otra parte, y porque me gustaría tratarlos aparte en otro momento, por lo que paso a explicar lo que la santa presenta como el resultado vital de esta oración mística con la que se vive en estas moradas. 

Es convicción de Teresa que la oración plasma la vida, y el paso por estas Cuartas Moradas cambia la fisonomía del orante. La amistad tiende a igualar, y el orante se va configurando con Cristo en la misma medida en que asciende en el camino místico (dime con quién andas, y te diré quién eres). Los efectos de la oración, su veracidad, se conocen por los frutos en la vida del orante, y así Teresa, a partir de estas Moradas, irá confrontando siempre grado de oración con los efectos y cambios en el orante (Morada/grado de oración/efectos en la vida del orante). Hablamos de su conducta fraterna, sus coordenadas psicológicas, su dimensión teologal y cristológica, el primado de Dios en su vida y en su acción. 

Siguiendo a Teresa, seamos un poco más concretos. Ella apunta dos componentes que caracterizan esta nueva forma de orar: CAMBIO EN EL MODO DE PENSAR (recogimiento de la mente) y CAMBIO EN EL MODO DE AMAR (quietud de la voluntad). En lo primero, se frena ese modo racionalista, discursivo, inquieto, de pensarlo todo y juzgar de todo, y se pasa a una manera más pausada y quieta de detenerse ante el misterio, para pensar menos y contemplar más. En lo segundo, se fija la voluntad en el acto de amar, se alimenta el amor, que pasa a ser decisivo en la psique del orante (El amor es mi peso, él me lleva a donde voy, dirá Agustín).  

En el #9 de este tercer capítulo aparecen los efectos que en el alma tiene este grado de oración, de quietud o gustos de Dios, ya sean en el plano psicológico, en el plano ético, y en el plano teologal y cristológico. Cito algunos: ensanchamiento del alma, es más señora de sí misma; cosecha de virtudes: gran confianza, fe más viva, deseo de hacer más cosas por Dios, nueva escala de valores; voluntad de abrazar la cruz y de recibir la cruz y de recibir lo que Dios diere. En general: se unifica la vida progresivamente hasta que “Marta y María anden juntas”. 

Entre las imágenes que Teresa utiliza adquiere aquí relevancia la del Recién Nacido, que introdujo por primera vez en Vida 15,12, y luego reaparece en Camino 31, 9/10., pasando por Conceptos del Amor de Dios (4, 4/5) hasta llegar a Moradas Cuartas 3,10. Para Teresa el contemplativo aquí es un renacido, que estrena vida nueva, pero la comienza como un niño pequeño, de vida frágil, que depende totalmente de su madre. Está llamado a crecer, pero con el riesgo de la atrofia y la involución (Vida 15,12). Si leemos todos estos estos pasajes antes citados descubriremos una imagen preciosa de la acción de Dios en el contemplativo que inicia el camino místico, centrados en la PURA GRATUIDAD y en el ENSANCHAMIENTO DEL ALMA. Dirá Teresa en Vida: “Aun yo, con ser la que soy, parezco otra”. Y esto vale como principio para todo cristiano:“No solo el recién nacido en Cristo por el bautismo, sino el adulto en Cristo vive recibiendo la vida por venas y conductos secretos. Acogerla y recibirla, es su mayor aportación a este proceso vital. No, no se lo dispensa de hacer, servir, trabajar y crecer, pero en cualquier etapa del proceso es y vive más por lo que recibe que por lo que hace”.

jueves, 25 de octubre de 2018

INFORMACIÓN PARA QUIENES SIGUEN EL DIPLOMADO DE MORADAS...


Quiero llamar su atención en relación con las entradas que van apareciendo en el blog, con los textos que utilizamos para los encuentros. En ellos está el tema desglosado, de modo que podamos tener una síntesis práctica del contenido del libro. Pero en el blog también aparecen resúmenes más extractados  de cada Morada, publicados en 2013, y que pueden localizarlos mediante el buscador que aparece en la cabecera del blog, y que también incluyen cuadros y esquemas de apoyo. Les comparto los tres primeros link...

https://castillointeriorteresiano.blogspot.com/2013/10/primeras-moradas-de-santa-teresa.html

https://castillointeriorteresiano.blogspot.com/2013/10/segundas-moradas.html

https://castillointeriorteresiano.blogspot.com/2013/10/terceras-moradas.html

EN LAS CUARTAS MORADAS TERESIANAS (1): Alborada mística...


Comenzamos recordando una experiencia que tuvo Teresa, y que narra en Vida 10,1: ella cuenta en el capítulo anterior su experiencia ante una imagen de Cristo muy llagado, y el modo en que comenzó a hacer su oración meditativa, representándose a Cristo dentro de ella, y alimentó sus devociones a los santos, oraba antes de dormir, leyó las Confesiones de San Agustín, etc; todo esto la fue preparando, disponiendo, para lo que cuenta en el texto citado anteriormente (Vida 10,1).

Que estando en oración, representándose a Cristo junto a ella, o leyendo, “venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí, o yo toda engolfada en Él”. 

Teresa describe un poco mejor la experiencia: no era a manera de visión, suspende el alma de manera que toda parecía estar fuera de sí; el entendimiento no discurre, más no se pierde; más no obra, sino está como espantado de lo mucho que entiende

Aun sin entenderlo del todo, Teresa comprende que esa experiencia le cambiaba el rumbo a su vida interior, que a su oración le nacían alas, que en su nueva experiencia orante intervenía alguien que hasta ese momento parecía silencioso, y la introducía, gozosamente, en algo así como un espacio nuevo, el espacio simbólico de la presencia de Dios. Como una especie de tierra santa interior. Este es el ámbito de las Cuartas Moradas del Castillo, y en Vida el segundo modo de regar el huerto, y Teresa al compartirnos su experiencia, lo hace con temor y temblor, invocando el Espíritu, sabedora que a quien la lee, si vive a fondo su vida cristiana y es fiel a la oración, puede acaecerle lo mismo (IMPORTANTE: al cambiar nuestra comprensión de Dios, cambia también el modo en que nos percibimos a nosotros mismos). 

Vale aquí recordar que para Teresa la oración no es una práctica, sino un modo de vida, una dimensión de la vida cristiana, e implican, además del quehacer y la conducta del orante, el nivel de su relación con Dios. La oración es siempre cosa de dos, entre muchos (los hermanos que acompañan nuestro caminar en la fe). IMPORTANTE: En nuestra “oración “personal están los hermanos con nosotros, seguimos siendo Iglesia, cuerpo de Cristo

En las Terceras Moradas terminaba el proceso ascético, y en las Quintas Moradas comienzan los estados místicos; las Cuartas Moradas, ya dijimos, son como un momento de transición, de cambio de dirección y protagonista. Poco a poco el orante va cambiando su modo de oración y vida, hasta dejarse ganar del todo por el misterio de la presencia de Dios dentro del Castillo. 

A MODO DE RESUMEN DEL CAMINO RECORRIDO: La Santa presenta así el proceso que la ha llevado hasta estas Cuartas Moradas: superando ciertas limitaciones en el modo que tenemos de hablar con Dios, pasando de la sordomudez (primeras moradas) al tartamudeo (segundas) Luego se normaliza la oración meditación, tras un período de sequedades y pruebas inesperadas, manteniendo la “determinada determinación” de no abandonar la oración. Ahora dice: siga meditando, discurriendo con el entendimiento, pero dedique ratos a la alabanza, a recrearse en la bondad de Dios, en su amor infinito, en darle gloria, que esto despierta mucho la voluntad. PERO ADVIERTE: ponga atención a que si el Señor le diera otra cosa (“estotro”), sígalo y no lo posponga para acabar la meditación. 

¿A qué se refiere aquí Teresa? Al paso de la meditación a la contemplación, que ella describe en el texto de Vida 10,1, y que encuentra su sentido básico en la catequesis paulina acerca de la oración: La oración cristiana, en su esencia, no es pura tarea del orante. El orante solo no sabría qué decir o qué pedir. Es el Espíritu el que sigilosamente lo impulsa y en definitiva pone en su alma y en sus labios la palabra Abba/Padre. Pues es ese latido germinal de toda oración cristiana el que en este momento de las Cuartas Moradas se desata y preside los sentimientos, pensamientos, y rumbo del orante. Es el paso de la meditación a la CONTEMPLACIÓN, pero todavía en ciernes, porque realmente se desplegará entre las Quintas y las Séptimas Moradas. 

Teresa describe este momento, vital y oracional, con las palabras del almo 118: “Cum dilatasti cor meum” (Cuando Tú me ensanchaste el corazón). La imagen del corazón, símbolo de la interioridad en la Biblia y la tradición espiritual cristiana, se enlaza con la imagen del Castillo teresiano; ella nos invita a “poner los ojos en el centro”, y cuando el corazón se ensancha, llega más allá y toca ese centro que es morada secreta de Dios en el hombre (M4, 2 y 5). Y así invita entonces a pasar de la tarea de pensar a la tarea de amar (ver #7), e invita a la libertad del orante en su ejercicio de amistad con Dios: Lo que más les despierte a amar, eso hagan. Y luego aclara lo que es amar: “No está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar cuanto pudiera no ofenderle y rogarle que vaya siempre delante la gloria de su hijo y el aumento de la Iglesia Católica”. 

CUANDO NOS DISTRAEMOS EN LA ORACIÓN: A continuación hablará Teresa de “la loca de la casa”, es decir, las rémoras y dificultades que tiene normalmente la persona al entablar y prolongar su trato con Dios. Dificultades que provienen de nuestro desorden interior: fuerzas que no obedecen a la razón ni al amor. Hablamos del pensamiento/imaginación, que Teresa describe de muchos modos, pero nunca ese que se ha atribuido: la loca de la casa (es demasiado negativa, y Teresa no la usa nunca). El remedio: “No haga caso de ella, de la imaginación, más que de un loco, sino dejarla con su tema”. Llegará un momento en que eso desaparecerá, pero aquí todavía tenemos que luchar con eso, nos mantiene alertas, sin derivar la oración en una pasividad no sana. Teresa dice: “Solo Dios puede atarle”, y que no hagamos caso de ellas, ni perdamos la paz y el deseo de seguir por este camino. 

Teresa utiliza términos que no siempre entendemos con claridad qué significan: natural/sobrenatural, contentos/gustos (1, 4: leer), meditación/contemplación, embebecimiento (este es negativo). Teresa además localiza al alma humana en lo más alto de la cabeza (1,11).

(Continúa...).

lunes, 22 de octubre de 2018

EN LAS TERCERAS MORADAS TERESIANAS (2): La prueba del amor.


Capítulo 2: Sequedades en la noche del alma. 

Este capítulo es la cima de la sección ascética del libro, aunque como ya dijimos antes, el combate nunca cesa; esfuerzo, lucha, responsabilidad, compromiso personal, son necesarios hasta el final del camino, hasta la última morada. Pero a Teresa le urge pasar a la etapa siguiente, aquella en la que Dios y su gracia tienen la primacía. 

Así, a las personas que están en esta morada o etapa e su vida espiritual les es necesaria la prueba, y ella quiere inculcarle al lector dos o tres convicciones fundamentales: 

1. Que la prueba es de Dios. 

2. Que en la vida espiritual la prueba nos es necesaria. 

3. Que es prueba de amor. 

Es importante saber que: más allá de nuestros esfuerzos y proyectos (del “concierto de nuestras vidas”) Dios tiene su quehacer en nosotros; tendemos a reducir nuestra historia de salvación a tarea y proyecto personal, pero esta no existe sin la intromisión de Dios en el tejido de nuestros planes humanos. Dios está siempre ahí, desbaratando nuestros reductos, escondites y seguridades. Lo mismo que en el esquema sanjuanista, en la escalada del monte es necesario atravesar la noche: para purificar la mirada de la fe, para pasar por el crisol el amor y saber si es verdadero, si es auténtico. La vida cristiana es vida de gracia, no se modela meramente con instrumentos humanos, sino que debe pasar por el troquel del amor de Dios y de su iniciativa, que trasciende nuestros planes. 

Teresa pone varios ejemplos concretos de prueba: un grave contratiempo económico, o lo contrario, si la fortuna y la abundancia tocan a la puerta, la erosión del propio prestigio o la honra, la prueba de Job (problemas de salud, que ponga en peligro la propia vida), o, ya a nivel espiritual, la sequedad, agotamiento de recursos en nuestra relación con Dios, aparente ausencia de Él, falta de estímulos emocionales, sin ilusiones. 

Alternativas: emplazarlo (¿A dónde te escondiste?) o radicarse en la fe pura (Aunque muera, esperaré en Ti). 

La prueba del amor, para Teresa, tiene dos razones: evidenciar cuán precarios son nuestros esfuerzos ascéticos, y que pasemos entonces a otro nivel o ritmo de andadura espiritual. Y así vale aquí al final de las moradas ascéticas esta conclusión: todos nuestros esfuerzos son necesarios, pero insuficientes. No bastan (#2). Y esta evidencia: Dios quiere que volemos más alto: nosotros siempre andamos a cámara lenta, y él nos impulsa, nos lanza más arriba. (#7 y 8). 


Consejos de Teresa para estas moradas

1. Humildad: es decir, conocimiento y aceptación de uno mismo; es decir, reconocimiento y gratitud a Dios por sus dones. La humildad sirve para no perder de vista la medida de uno mismo, no falsearla a los propios ojos, y menos a los ojos de Dios (#8). 

2. Obediencia: incluso, dice Teresa, para quien no es religioso. Se trata de evitar el aislamiento y la autosuficiencia. Buscar amistad con quien vaya más adelantado en este camino, y aprender de ellos que es posible volar alto, y hacerlo con suavidad. 

3. En el #6: “Créanme. No está el negocio en tener hábito de religión o no, sino en procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en todo, y que nuestra vida sea lo que Él quiere, y no querer que se haga nuestra voluntad sino la suya. Y si hemos llegado a este punto, humildad, que es el mejor ungüento para nuestras heridas, porque si la humildad es verdadera, vendrá el cirujano que es Dios a sanarnos” (versión propia).


sábado, 20 de octubre de 2018

EN LAS TERCERAS MORADAS TERESIANAS (1): Como el joven del Evangelio...

Esta Morada consta de dos capítulos en el libro de Teresa, por lo que empezamos por el primero:

Capítulo 1: Como el joven del Evangelio...

Un paso más, Castillo adentro, y se llega a las Terceras Moradas, y aquí no esperemos haber dejado atrás la ascesis, la vigilancia y el esfuerzo. En esta morada Teresa hablará de la prueba del amor, de los riesgos de los espejismos y el narcisismo, del paso por una especie de adolescencia del espíritu…. Teresa comparte la experiencia agridulce de su propio paso por esta etapa del camino (Vida 8, 11/12).

Tipos bíblicos para estas jornadas: una la toma del Evangelio y otra la elabora ella misma a partir de un salmo, utilizándolas como las dos caras de esta etapa del camino. La primera, el salmo 111 (Dichoso quien teme al Señor): en el lenguaje bíblico esto no significa sentir miedo de Dios, sino respeto y conciencia amorosa. En este tipo bíblico Teresa resalta dos aspectos: seguridad y bienaventuranza: las moradas terceras son un seguro de vida solo si el morador de ellas deposita su confianza en Dios. Educarse en el arte de una ilimitada confianza en Él es tarea de esta jornada espiritual, porque solo esta confianza puede salvarnos de la inestabilidad e inseguridad permanentes de uno mismo. Es Dios, no el castillo propio, quien nos garantiza la seguridad ante mis miedos e incertidumbres del camino.
 El segundo tipo bíblico es la otra cara: no es la imagen ideal, sino el un joven de carne y hueso, el del Evangelio de Mt 19, 16/22. El joven bueno que busca vida eterna y se marcha entristecido, luego de hablar con Jesús. Generoso y tacaño al mismo tiempo: quiere darse, pero no quiere soltar (Camino 32,8). Así, el morador de estas terceras moradas debe:
1.    Entrenarse en la generosidad de cara a Dios y a los hermanos.
2.    Recuperarse de la humillación y el fracaso y de las incoherencias de sus ímpetus juveniles.
3.    Aceptar que Dios tome la iniciativa más allá de mis proyectos de generosidad.
 Lo anterior, incluso cuando la iniciativa de Dios me tome por sorpresa en los acontecimientos de la vida, en la intromisión de los demás en lo mío, o en los sucesos que se cruzan de través frente a mi propio programa espiritual. Cuando expresamente el Señor desborda o desbarata mis esquemas.

Lo que Teresa describe en estas Moradas es una especie de “adolescencia espiritual”, con los típicos rasgos de esa etapa de la madurez humana: arrojo y generosidad, seguridad ficticia con una inseguridad de fondo, arrogancia mal disimulada (#6)… Y entonces Teresa insinúa lo que será el paso siguiente de esta Morada (el capítulo 2): “Pruébanos tú, Señor, que sabes las verdades, para que nos conozcamos” (#9). Es necesario que el Senor, que sabe nuestras verdades, nos someta a la prueba del amor, y pasar esa prueba marcará el paso de frontera de las cuartas moradas...

miércoles, 17 de octubre de 2018

EN LAS SEGUNDAS MORADAS TERESIANAS...


Teresa no entiende la vida cristiana como un idilio sino como tarea batalladora, y aquel que se adentra en él ha de saber que viene a pelear, no con espada, sino con la vida y los recursos que recibe de Dios para esta batalla.  El símbolo del Castillo es polifacético: símbolo de interioridad, de la lucha para alcanzar realizarse plenamente según el proyecto de Dios, y de la llamada e todo ser humano a la trascendencia, a la plenitud. Estos tres planos: interioridad, lucha y comunión con Dios, se sobreponen y desarrollan al mismo tiempo.

En la Primera Morada, Teresa convoca a la interioridad, al conocerse uno mismo, pero para adentrarse en el Castillo esto no basta: hay que entrar, y para mantenerse dentro hay que luchar. Ella habla de “gran guerra”, que tiene lugar ahora, en esta etapa concreta, pero que seguirá también hasta el final, porque nunca podemos dejar el combate de la fe. Aquí en estas moradas Teresa nos ofrece su versión de la ascética cristiana, antes de introducirnos en la mística de la gracia y la mayor experiencia de Dios.

En este Segunda Morada, como en la primera y en la Tercera luego, Teresa ofrece al principiante un tipo bíblico con el que pueda identificarse: los soldados de Gedeón (#6). En este párrafo Teresa resalta lo siguiente: no dejarse vencer, tener gran determinación, batallar, antes perder la vida y el descanso y todo, determinarse a pelear con todos los demonios, no tornar atrás, sea varón, no hay mejores armas que la cruz… Imaginería y léxico batallero, que reflejan el tono de esta morada. Teresa recibe este sentido del camino cristiano como lucha de San Pablo, y también de la Regla carmelitana, escrita en tiempos de cruzadas: línea paulina de militancia espiritual y de cruzada, como interpretación básica de la vida cristiana. No es camino para cobardes, comodones, perezosos y blandengues, ni para quienes buscan un idilio intimista.

Para Teresa, el pecado no es un hecho puntual, una batalla perdida pero superada definitivamente con el perdón y el regreso al castillo, sino la dinámica del mal introducida en la vida humana, y tiene la siniestra capacidad de desencadenar unas fuerzas de desorden, difíciles de desalojar de las moradas del castillo. Por eso, el inicio positivo y exultante de la dignidad y hermosura humanas de las Primeras Moradas, no las prolonga Teresa, con una estampa ingenua y angelical de la vida. El hombre es a la vez dos cosas: hermosura y dignidad en su ser (el castillo), y luz y sobra, grandeza y miseria, en su historia (la vida en el castillo). DE ahí la lucha, el combate cotidiano, la llamada a no dormirse.

En el simbolismo del Castillo, el foso que lo rodea está poblado de sabandijas y víboras ponzoñosas: son las fuerzas de desorden introducidas en el castillo por el pecado, y si no se les combate, avanzan moradas adentro… Hoy podríamos hablar de las dependencias psicológicas derivadas del alcohol, la droga, el sexo, el abuso de poder, la violencia, las historias familiares complicadas, o lo que debemos al entorno, al consumismo dominante, etc. Todo eso funciona como lastre que limita la libertad, amordaza a la persona, y no le deja ser ella misma.

Teresa habla de tres frentes de combate: el interior, el exterior y el trascendente. En el primero, se trata de enfrentar el desorden dentro de uno mismo, porque empezamos a sentir extraños en nuestra propia casa; el segundo, porque sufre el tirón de las cosas y personas que le han subyugado, y le siguen reclamando; tercero, la lucha con los demonios, porque Teresa cree, como Pablo, que en el combate cristiano intervienen fuerzas misteriosas que lo desbordan.

¿Cuál es el por qué de esta lucha? Combatir no es la última razón de estas moradas segundas: se lucha para recuperar el equilibrio interior, se lucha por la paz, por alcanzar una mayor perfección. Se lucha por el Señor supremo del castillo, para hacerlo digno de él y entregárselo (#9, 8). Ya en CAMINO había escrito: “Pues si llenamos el palacio de gente baja y de baratijas, ¿Cómo ha de caber el Señor en él?” (28,12).

Teresa habla poco de estas Moradas porque ya ha hablado sobre el tema ascético en otros libros, sobre todo en VIDA. De este libro son los siguientes consejos para esta etapa del camino:
1.    Viva con alegría y muévase con libertad (13,1).
2.    Ponga su confianza en Dios y no “apoque los deseos”, que Dios es amigo de gente animosa (13,2).
3.    Que haga suyos estos lemas: “Todo se puede en Dios” (San Pablo); “Dame, Señor, lo que mandas y manda lo que quisieras” (Agustín); “Deseos siempre los tuve grandes” (Teresa)… (13,4).
4.    Que apunte alto, porque importa mucho en los comienzos no ponerse límites (13,7).
5.    Humildad, mucha humildad, para cimentarse en ella, y amar la verdad. Dice en Vida 13,16: “Espíritu que no vaya fundado en verdad, más lo quería yo sin oración”. Para esto, importante alimentarse de la Sagrada Escritura.
6.    No refugiarse en devociones sin fundamento: “De devociones a bobas nos libre Dios” (13,16).

Toda esta ascesis positiva la condensa luego en CAMINO en unas pocas ideas fundamentales: practicar el amor unos con otros, desasimiento y libertad de espíritu, humildad y disponibilidad a los proyectos de Dios, anhelo de recibir el agua viva, y una determinada determinación….

Así puede resumirse la ascesis teresiana: vivir y luchar. Aquí en Segundas Moradas ella hace hincapié en la lucha, porque quiere curar en salud al principiante, para que no se haga la ilusión de que el camino que emprende y la vida en el castillo son cosa fácil. No es fácil vivir en cristiano, y así podría resumirse esta Morada: en el castillo se lucha… una lección muy válida para el hombre actual, tentado de comodidades, soluciones fáciles y rápidas, reductoras de la exigencia evangélica.

Hermanas, abrazaos con la cruz que Cristo vuestro Esposo llevó sobre sí y entended que esta ha de ser vuestra empresa” (#7).

(Resumen preparado a partir de los comentarios al libro de Moradas del P. Tomás Álvarez).


lunes, 15 de octubre de 2018

SANTA TERESA DE JESÚS

Hoy 15 de octubre celebramos la fiesta de Teresa de Jesús, una mujer "sabia" en tiempos no menos recios que los nuestros, una mujer que supo discernir. Ella no fue alumna de la Universidad de Salamanca o de la de Alcalá, pero se doctoró en la universidad de la oración y de la vida. La Iglesia la considera "doctora de la fe". Naturalmente, este doctorado no tiene nada que ver con un título académico. Es un don del Padre. Jesús lo dice en el evangelio de hoy: "Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla". Teresa, que no fue una mujer de temperamento débil o apocado, sí fue una creyente inundada por la sencillez que viene del Espíritu.

¿Qué podemos aprender hoy de su experiencia espiritual para iluminar nuestra vida? Quiero resaltar tres lecciones:

1) Sin amistad con Dios no hay transformación posible (ni personal ni social). La oración es la más profunda, arriesgada y necesaria aventura que puede emprender el ser humano;

2) Toda religiosidad naufraga cuando no es curada por la humanidad de Cristo.

3) La humildad, la audacia y la fortaleza son virtudes esenciales para afrontar las crisis (incluidas las de la Iglesia).

A la oración se suele llegar tarde, como si la seducción de Dios siempre fuera el enamoramiento postrero después de habernos dejado seducir por otras muchas realidades. A veces llegamos demasiado tarde y, entonces, tenemos la impresión de haber malgastado la vida.

La humanidad de Cristo nos sitúa otra vez en la órbita de Dios después de nuestros devaneos religiosos y humanistas, esclavos de todas las modas que desfilan por la pasarela de las ideologías.

La humildad, la audacia y la fortaleza son virtudes de las personas sabias, de los ancianos, difícilmente asumibles en tiempos en los que "ser joven" parece más una meta que una etapa del camino de la vida.

Dejemos que la Santa nos acompañe durante esta jornada. Para ello, os propongo acercarnos a uno de sus mejores poemas:

VIVO SIN VIVIR EN MÍ

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.

Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.

(Meditación para el día de hoy tomada de ciudadredonda.org).


CIUDADREDONDA.ORG

Lecturas diarias, Liturgia, homilías y comentarios al Evangelio, artículos de opinión, banco de imágenes religiosas, archivos y otros materiales.

domingo, 14 de octubre de 2018

DIOS ESTÁ EN TODAS PARTES

Ya sabéis que Dios está en todas partes. Pues claro está que adonde está el rey, allí dicen está la corte. En fin, que adonde está Dios, es el cielo. Sin duda lo podéis creer que adonde está Su Majestad está toda la gloria. Pues mirad que dice San Agustín que le buscaba en muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo. ¿Pensáis que importa poco para un alma derramada entender esta verdad y ver que no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con El, ni ha menester hablar a voces? Por paso que hable, está tan cerca que nos oirá. Ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped; sino con gran humildad hablarle como a padre, pedirle como a padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos, entendiendo que no es digna de ser su hija


Teresa de Jesús, Camino de Perfección 28, 2

jueves, 11 de octubre de 2018

En las PRIMERAS MORADAS teresianas...


En las PRIMERAS MORADAS teresianas aparece  en primer término, y como piedra fundamental de este itinerario hacia la interioridad, "la hermosura y dignidad de nuestras almas", y para tomar plena consciencia de ello Teresa nos convoca al auto conocimiento: saber quiénes somos, por qué estamos acá, de qué estamos llenos. El misterio del ser humano, hombre y mujer, aparece en este símbolo antropológico del CASTILLO, al cual podemos entrar por la puerta de la ORACIÓN. Tres elementos de fundamento bíblico, que nos ayudan a entender esta realidad, utiliza nuestra santa: 
1. Que el castillo hay muchos aposentos, igual que en el cielo hay muchas moradas (Juan 14,2).
2. Que el alma de justo es un paraíso donde Dios se deleita (Proverbios 8, 31)
3. Que el mismo Dios nos creó a su imagen y semejanza (Génesis 1, 26/27).

 
Estas tres ideas han pasado a formar parte de las convicciones fundamentales de Teresa, y se convierten en las piedras sillares del castillo. Ahora, lo importante es ENTRAR al castillo, y no dar vueltas y vueltas en torno, en una vida cristiana mediocre, de mero cumplimiento, y menos aun "derramarse", quedarse totalmente fuera y lejos de esta realidad que nos define y dignifica. La consigna por tanto es que hay que entrar en el castillo, y para entrar, dice Teresa, la puerta es la ORACIÓN. Qué oración? No el mero repetir palabras, sino la oración con consideración, la que nace de la mente y el corazón de la persona, la que sabe lo que dice, por qué lo dice y a quién lo dice. Es que "la interioridad del hombre tiene algo de sagrado. El castillo está habitado por Dios. Entrar en él es relacionarse con Dios en la morada interior, ahí donde la persona es persona, y se halla habitada y citada por la otra Persona". 

 Teresa recuerda, como de pasada, tres tipos bíblicos, como imágenes de quien estando en las márgenes del castillo es invitado a entrar: la mujer de Lot, que se vuelve a mirar atrás y se convierte en estatua de sal (Génesis 19, 26), el paralítico de la piscina de Betsaida, incapaz de encontrar a alguien que le empuje al agua, hasta que se encuentra con Jesús (Juan 5,2/8), y el ciego de nacimiento, que de pronto empieza a ver, también gracias a Jesús (en el libro de Teresa estos tipos aparecen en: 1,6 y 1,8).

 Las llamadas de atención de Teresa para quien va a entrar en el castillo también son muy importantes:
1. Atención al pecado, que amenaza de ruina al castillo.
2. Ahondar en el conocimiento propio, para cimentarse en la humildad.
3. Dilatar la mirada y mirar hacia lo hondo del castillo, poniendo la mirada en aquel que habita en su centro, Cristo. 

 En estas Primeras Moradas, Teresa coloca al principiante entre dos situaciones límite: por un lado está la suma hermosura y dignidad del ser humano, un castillo inundado de gracia; del otro lado, la suma fealdad que es el pecado, el hombre lejos de su meta y de su centro. Invita no al miedo, que nunca conduce al amor, sino a alimentar el sentido del riesgo, y a cultivar "un temor grandísimo de ofenderle" a ese Dios que tanto nos ama. 
No fijar los ojos en lo negro del pecado, sino siempre en la luz de Dios que habita en nosotros, aun si estamos alejados de él. No imaginemos el castillo como algo estrecho o monótono, sino como con anchura y grandeza, que guarda más de lo que imaginamos, y por eso merece esta aventura espiritual a la que somos convocados.

 
Terminemos acá con unos CONSEJOS TERESIANOS para quien decide emprender, pues, esta aventura:
1. Primero, poner los ojos en Cristo, y a su bendita Madre y a los santos como intercesores.
2. Ser conscientes de la situación precaria en la que comenzamos este camino (1M 2, 12).
3. Será un tiempo de lucha, con pobreza de recursos (1M 2,14)
4. Ha de tener temple y espíritu combativo, porque "no dejarán aquí de combatir los demonios" (1M, 2, 15/16).
5. Recordar siempre la meta del camino que emprendemos:"La perfección verdadera es amor e Dios y del prójimo". (1M 2, 17).

 Con todo lo anterior ya Teresa nos ha insinuado lo que encontraremos en las Segundas Moradas....

miércoles, 10 de octubre de 2018

MORADAS: breve introducción al libro de Teresa


1. Este libro lo escribe Teresa en 1577, entre junio y noviembre, mitad en Toledo y mitad en Ávila, en medio de tiempos borrascosos (encarcelamiento de Juan de la Cruz, excomunión de las carmelitas que, en la Encarnación, le han votado como priora), escribiendo cartas y pendiente de sus fundaciones. Un tiempo antes, por pedido de Gracián, ha estado “quieta”, posando para Fray Juan de la Miseria, que la pinta; el mismo Gracián le manda ahora que vuelva a escribir (Leer Prólogo de Moradas, # 1,3,4). 

2. Nada de lo anterior se refleja en su libro. Lo escribe en directo, sin borradores ni esquemas, del mismo modo que escribe sus cartas o conversa con sus hermanas. Se conserva el escrito original tal como salió de sus manos, sin divisiones ni títulos de capítulos. Como una larga conversación, salvo una nota explicativa puesta después, a la altura de las sextas moradas. 

3. Pero claro que no es un libro improvisado de la nada: lo que en él aparece está muy pensado. Teresa quiso escribirlo por varias razones. La primera: porque sabe que su primer libro, Vida, está inconcluso, y además secuestrado por la inquisición, fuera del alcance de sus monjas. Segundo: porque ahora la madurez de Teresa es mayor, cuenta con 62 años cuando se pone a escribir, está viviendo la etapa final de su vida mística, y ha tenido cerca la ayuda espiritual de fray Juan de la Cruz, ayudándola sin dudas a clarificar aquello que ha vivido. 

4. Este libro, por tanto, recoge las experiencias de su primer libro (Vida), pero ahora escritas en otra clave, menos autobiográfica, más ordenada y completa. Aquí está, indudablemente, el verdadero “retrato” de Teresa, al que dedica poco menos de seis meses y que se convierte luego en una de las obras cumbres de la literatura castellana y de la espiritualidad mundial. 

5. No nos interesa entrar en los detalles del autógrafo teresiano y sus desventuras, ni detenernos en las enmiendas que el propio Gracián hace al texto; gracias a Dios, a pesar de todo, el libro llega íntegro hasta nosotros, y el manuscrito se conserva en el convento de las Madres Carmelitas de Sevilla, donde tuve la gracia de tenerlo en mis propias manos. Ahí se guarda en un precioso relicario en forma de Castillo, y en el palacio episcopal de Sevilla fue venerado por San Juan Pablo II en 1982. Varias copias también se conservan, y han llegado hasta nosotros; la primera edición de Moradas fue preparada por Fray Luis de León, 1588. 

6. El libro tiene varios niveles de lectura: ahí está la historia de Teresa y su castillo interior, su alma; también ahí está toda la simbología teresiana ensamblados para revelar y velar al mismo tiempo el misterio del encuentro entre Dios y el ser humano en esta mujer; y es definitivamente una lección magistral de teología espiritual y alta vida cristiana. 

7. Teresa conoce con toda seguridad el clásico esquema que explica el proceso de vida espiritual en tres vías: principiantes, aprovechados y perfectos. Pero ella no lo adopta ni utiliza cuando escribe, sino que parte del símbolo del castillo, fijando como punto de partida su explicación doctrinal de lo que es el ser humano, la persona, en su dignidad y capacidad, su condición de templo del Espíritu, su vocación radical a la unión con Dios. Esta es su base antropológica, y el nudo de su hondo humanismo cristiano. También es fundamental la centralidad de Cristo en su obra, y luego en la fase final, el sentido trinitario y eclesial. 

8. Así se despliega el paisaje doctrinal de Moradas: el hombre, por Cristo, a la Trinidad, para la Iglesia.

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...