martes, 30 de agosto de 2022

NOTAS SOBRE LA INFANCIA DE TERESA DE LISIEUX (5): PRIMEROS PASOS

La pequeña Teresa comienza bien, promete ser fuerte; pero para Celia siempre la muerte es una posibilidad, pues ya se ha llevado a tres de sus hijos. Comienza a darle el pecho y luego se ayuda con el biberón, pero Teresa deja de mamar y solo come leche espesada con pan. Da malas noches, y a principios de marzo una crisis de enteritis asusta a la familia. La tía religiosa hace votos de que, si se cura, le pondrás por nombre Francisca; pero Celia se niega a ello, asegurando: no estoy decidida a dar a mi pequeña otro nombre que el de Teresa.

La niña se recupera, pero Celia expresa el temor de que pueda ser castigada por no querer seguir el consejo de su hermana. El médico aconseja la lactancia natural y Celia Martín piensa en la pequeña Rosa que fue nodriza de sus dos hijos fallecidos. Esta la lleva a su casa, pero siguen las crisis de enteritis. María también cae enferma en esos días, con fiebre alta, y otra vez siente Celia que Dios quiere probarla. Luis está desolado.

A mediados de mayo María mejora, y Teresa está con Rosa Taillé, su nodriza. Rosa lleva a veces a Teresa los domingos a casa de sus padres; por ejemplo, el 5 de mayo, llega con Teresa, la pone en brazos de su madre y se va a misa, pero Teresa rehúsa los brazos maternales. Así lo cuenta la propia Celia en varias ocasiones. El primer despertar de Teresa a la vida tiene por tanto lugar en el campo. en una granja; crece muy bien, aunque lejos de su madre, habituada más al campo que a la ciudad.

Esta primera experiencia de Teresa con su nodriza deja una huella profunda, porque el tiempo que pasa con Rosa es vital para su sobrevivencia. A Celia la leche de la nodriza le parece Demasiado vieja, pero Teresa, que había rechazado el seno de su madre, mama “con todas las ganas” del pecho de Rosa. Luego, en su itinerario, encontraremos constantes referencias a las flores, y de modo particular, a la rosa; de modo particular el deseo final de Teresas de hacer caer sobre la tierra (que se presenta en su familia como un valle de lágrimas y muerte) una “lluvia de rosas”.

Finalmente, el 2 de abril de 1874 regresa a la casa familiar con 15 meses de edad; durante más de un año ha vivido en una atmósfera diferente a la que a partir de entonces conocerá. De una granja humilde, con una sola vaca, y los cuatro hijos de Rosa (el menor tiene un año más que Teresa), llega a una casa de ciudad limpia y arreglada. Allá tenía campos para correr, y aquí habitaciones limitadas; allá cuatro niños y aquí cuatro niñas.

Cuando Teresa llega a casa, después de más de un año de ausencia, es vivamente esperada. Su madre, desea mucho verla, tenerla al fin en casa, mimarla. No tiene aun 2 años Teresa cuando se le enseña a rezar; así lo cuenta Celia en sus cartas: “Ya sabe rezar a Dios. Todos los domingos va a la función de vísperas”.

A principios de agosto de 1875 María deja el pensionado de Mans, y en adelante se quedará en casa con la familia; tiene 15 años y su madre la inicia en los encajes. Pero también María si ocupará de cuidar a sus hermanas; ya antes de dejar el convento había relatado un reglamento para la educación de sus hermanas: ejercicios y horarios, método, educación, preocupaciones espirituales. Ya en casa, aplica el reglamento con la entereza de carácter que la distingue: severa e incluso brutal a veces con Leonia; tenazmente aplicada con Celina, a la que enseña a leer y escribir; más indulgente, aunque rigorista, con Teresa.


Así, en la convivencia con sus hermanas, se van perfilando algunos rasgos importantes de Teresa:

1. Ya la benjamina quiere superar a sus hermanas tratando de imitarlas en cuanto ellas hacen (competitiva); primero a Celina que está aprendiendo a leer. Sabe emplear grandes medios para persuadir cuando quiere alcanzar algo, y expresa en todo, una voluntad tenaz. Una de las cartas de Celia a Paulina describe a Teresa como “buena maligna y encantadora a la vez”.

2. Otro rasgo de carácter de Teresa, tal vez el primero en importancia, es su testarudez; no cede fácilmente, y para alcanzar algo nada la detiene. Y si no se sale con la suya, ¡Qué rabietas! se tira por el suelo como una desesperada. “Hay momentos en que es más fuerte que ella, se siente ahogada, es una niña muy nerviosa”, le escribe Celia a Paulina. La misma Celia dirá: “tiene una inteligencia superior a Celina, pero es mucho menos dulce y sobre todo de una testarudez casi invencible; cuando dice no, nada puede hacer que ceda. Aunque la encerraran en la bodega, todo el día dormiría allí antes que decir que sí”.

3. Está obstinación de Teresa va acompañada de una gran sensibilidad. Teresa evidentemente tiene miedo a quedarse sin el afecto de los suyos; se pierde, por ejemplo, en innumerables perdones, se emociona fácilmente, llora con facilidad. A la vez se da cuenta de hasta qué punto es admirada por todos, y adopta un aire de princesa indiferente. María la describe como “traviesa y fina”; “es una pequeña mártir, tan acostumbrada a las caricias que apenas les presta atención”.

Ya a Teresita, con 4 años, le enseñan el famoso método de las “prácticas”: actos de virtud cuya cuenta se lleva en un pequeño Rosario. Esto la apasiona, es una niña llena de ingenio y de vitalidad, pero también de fuerza agresiva. La víspera de cumplir tres años demuestra un interés apasionado por una muñeca, pero al punto la destruye con impaciencia, y termina enterrándola.

Jean Francoise Six hace un análisis psicológico de estos datos, que tomamos con prudencia, y concluye diciendo: A través de estos relatos de infancia puede verse que Teresa, la benjamina, demuestra en aquel ambiente morboso, que es la familia Martín, un afán de sobrevivir realmente extraordinario. El rigorismo de María y la angustia de la madre no logran impedir que se abra pasó en la vida con una obstinación y agresividad poco corrientes. Al mismo tiempo experimenta verdadera culpabilidad, que se refleja claramente en la prisa por acusarse de los pecadillos (“ella está allí como un criminal que espera su condena”); culpabilidad que viene de la ambivalencia en que se encuentra: quiere vivir y para ello ha de alejarse de los instrumentos de muerte; está dividida entre el deseo de conservar a su madre y aquel otro, para vivir, de perderla. Ella es esa muñeca, a la que quiere ver vivir y andar y a la vez desea también ver muerta y enterrada.
(Continúa)

lunes, 22 de agosto de 2022

NOTAS SOBRE LA INFANCIA DE TERESA DE LISIEUX (4): LAS HERMANAS QUE ENCUENTRA TERESITA AL NACER

 
María la hermana mayor: tiene 12 años cuando Teresa nace; espíritu de independencia. Debe ser sacada del convento en Mans, porque no soporta la separación de sus padres, cayendo enferma. Es de conciencia escrupulosa: se acusaba constantemente de pecados. Es retraída y tímida, y la llegada de Teresa fue difícil para ella, y le produjo hasta una enfermedad que sana cuando su padre hace una peregrinación a un santuario cercano.

 Paulina la preferida de Celia: es la que más se parece físicamente a su madre; también tiene el mismo carácter impulsivo. Celia se ve en ella, se apoya en ella, tiene gusto en agradar a los demás y simpatía natural, inteligencia y tenacidad en el trabajo. Muy afectuosa y necesitada de afecto; se aficiona a las personas con facilidad, ocasionándole pesar. Un detalle a señalar: tanto el padre como las hermanas le llaman frecuentemente "pequeño Paulino", subrayando su pequeña estatura y el carácter un poco varonil. 

Leonia: María y Paulina son morenas, pero ella es rubia y de ojos azules,, frágil en su nacimiento no es guapa como las otras. Inteligencia poco desarrollada, indisciplinada; querrá enseguida a Teresa, la hermana pequeña, con un afecto aturdido, intempestivo, pero constante. Porque si bien es poco inteligente es como la llama su padre "la buena Leonia". Pero su madre, que quiere tener hijas perfectas, no le perdona sus limitaciones en el plano del espíritu y del dominio de sí, y Leonia ya sabe que no es amada como las otras, y que a los ojos de su madre es una especie de oscuro castigo del cielo. 

Celina la intrépida: tiene 4 años al nacer Teresa; frágil en su nacimiento posee sin embargo una extraordinaria vitalidad. Es viva jovial, decidida, curiosa, desde su tierna edad. Delgada. Se convertirá en la compañera inseparable de Teresa. 

Teresa nace el 2 de noviembre de 1873 y escribe Celia a su cuñada "Mi pequeña ha nacido ayer, jueves, a las 11:30 de la noche; es muy fuerte y tiene buena salud. Me dicen que pesa 8 libras, dejémoslo en 6, que no está mal. Parece muy mona, estoy muy contenta; sin embargo en el primer momento me quedé sorprendida, pues esperaba un chico. Será bautizada mañana, sábado".  María es su madrina y el padrino un niño más o menos de la misma edad.

NOTAS SOBRE LA INFANCIA DE TERESA DE LISIEUX (3)

 

Recordemos que la joven Celia Guerín había deseado ser religiosa, pero le resultó imposible; este deseo suyo reaparece constantemente a lo largo de toda su vida de esposa y de madre, por lo que se comprende que infundiera a sus hijas las mismas aspiraciones que ella había tenido. Hubo alguien que sí pudo realizar esas aspiraciones, y fue su hermana Luisa (Sor Dositea, en el claustro), que se hizo visitandina en Mans. Cuando las hijas de Celia llegan a la edad escolar, su madre no tiene más que una preocupación: confiarlas a su tía, a fin de que las eduque en el ambiente preciso de la vida religiosa y pueda encaminarlas a ser ellas mismas religiosas. Así el círculo está cerrado. 

La correspondencia entre Celia y su hermana religiosa es importante para comprender la espiritualidad que ellas viven y que intentan trasmitir a sus hijas o sobrinas. Celia le pide a su hermana consejo para todo, y Luisa le escribe, diciéndole: "Forma (a tus hijas) en el espíritu de sacrificio". Encontramos en Celia una constante obsesión de santidad, entendida como perfección, y su hermana tiene por meta un moralismo igualmente estrecho. Cuando todavía la mayor de sus hijas tiene solo 4 años, le cuenta Luisa a su hermano que Celia "se atormenta ya por no ver huellas de vocación en sus hijas". Luisa reprende a su hermana por ciertos excesos: "No tienes razón para atormentarte cuando no llevas a María a Misa; no está obligada todavía a ello... no hay que exigir de una niña de 5 años que rece a Dios todo el tiempo de la misa". 

 La espiritualidad de Luisa (Sor Dositea) se muestra en las cartas a su hermano como hecha de repulsa al mundo como inconsistente y malo; así le dirá el 25 de mayo de 1864: "El mundo no es más que un ingrato, nos pone buena cara cuando espera algo de nosotros, y nos desprecia y abandona cuando nos ve en la desgracia. ¡Qué locura apegarse a él y amarlo!". Para Sor Dositea, Dios es el que se ingenia en no dejar ser felices a los hombres, a fin de que ellos deseen dejar este mundo e ir al cielo (2 septiembre de 1866). Es un Dios que tiene sed de sufrimiento y de sangre; le interesa incluso el sufrimiento de los niños como fuente de méritos y de gloria. 

 En agosto de 1868, Celia decide enviar a María y a Paulina al pensionado de las Visitandinas de Mans; tenemos así a las dos niñas bajo la custodia de su tía, en un mundo cerrado de religiosas. La espiritualidad dolorista y reparacionista de Dositea, que Celia comparte también, se trasmite a las niñas: carácter escrupuloso, con sentimientos de culpa y propósito de sufrir por los demás o en lugar de ellos. 

miércoles, 17 de agosto de 2022

NOTAS SOBRE LA INFANCIA DE TERESA DE LISIEUX (2): LOS PADRES DE TERESITA

 

¿Cuántas cosas se descubren al acercarnos a la familia de Teresita?

EL PADRE, Luis Martin: Un ser interiorizado, soñador, muy romántico y extraño al mismo tiempo; un "melancólico". Vive la fragilidad de las cosas humanas, y siente la necesidad de retiro profundo. Con 20 años quiere hacerse monje, pero no le admiten en el noviciado por no tener estudios latinos. Busca entonces oficio, a tono con su temperamento silencioso y su gusto por la meditación solitaria: se hace relojero. Con 23 años pasa una temporada en París, que él experimentó como un período de dificultades y tentaciones (tiempos de inestabilidad social). Regresa a Alencon e instala su taller de relojería, en un barrio tranquilo. Con 27 años lo vemos viviendo con sus padres, en una especie de vida "monástica", y los domingos se dedica a la pesca. Su madre insiste en que se case, pero Luis se niega. Huye del mundo y del matrimonio. 

LA MADRE, Celia Guérin: Nace en 1831. Infancia difícil, marcada por la austeridad y la severidad. Estudio en un colegio religioso; desea consagrarse a los enfermos haciéndose hermana de San Vicente de Paúl, pero la superiora del convento, al que acude con su madre, le dice que no tiene vocación. En 1851 decide especializarse en el punto de Alencon, hasta instalarse como fabricante. Su hermana, Elisa, entra en el convento de las Visitandinas, y allí permanece hasta su muerte. 

EL MATRIMONIO: Cuando se conocieron, Luis tenía 35 años y Celia 27. Ambas familias tienen puntos en común; el mismo medio de oficiales, las mismas convicciones religiosas. Luis y Celia también tienen cosas en común: ambos han pensado en la vida religiosa, ambos han escogido una profesión que se ejerce a solas. El matrimonio se realiza más por razón que por pasión; es un matrimonio arreglado por sus padres. Sus caracteres son, sin embargo, diferentes: Luis es tranquilo y Celia es impulsiva; Luis es riguroso y bastante firme, Celia es más flexible y adaptable. 


¿Cómo ellos concebían el matrimonio?

Luis aborda el matrimonio de una manera particular: está decidido a vivir con su mujer como hermano y hermana; ha reflexionado sobre el tema, consultado libros de teología y hasta copiado algún pasaje en el que se pone como ejemplo el matrimonio de María y José. Celia por su parte desea muchos hijos, pero, cuando su marido le explica a ella que lo ignoraba todo cómo se es madre, presa de pánico, acepta gustosa el punto de vista de su futuro marido. Ya casada, seguía suspirando por la vida religiosa, y lloraba cuando iba a visitar a su hermana visitandina. Después de 10 meses de vida en común, viviendo como hermanos, será preciso la intervención vigorosa de un confesor para inducir al matrimonio a cambiar su punto de vista. Pero, aún así, los motivos de la vida conyugal normal siguen siendo de índole religiosa ("Tener muchos hijos, a fin de educarlos para el cielo"). 

Los hijos van a sucederse uno tras otro; de su unión nacieron nueve hijos, cuatro de los cuales murieron prematuramente.  María Luisa (2/1860), María Paulina (9/1961), María Leonia (6/1863), María Elena (10/1864), María José (varón, 9/1866), María José (varón, 12/1867), María Celina (4/1869), María Melania (8/1870), y María Teresa (1/1873). Todos llevan en primer lugar el nombre de María

Celia pasa no pocos sufrimientos con sus hijos, que están siempre enfermos. Tiene una idea del destino humano que le impide además ser dichosa, disfrutar de la vida: "¡Qué quieres; hay que renunciar a todo! Jamás he encontrado placer en mi vida; no, jamás lo que se llama placer" (Carta a su hermana). Ella tiene la seguridad de que la felicidad no es posible en este mundo, además de sentimientos de castigo divino. El mundo aparece siempre como malo, mientras que sólo el cielo es bueno y esperado. 

 Celia se sumerge en un trabajo constante y abrumador, hasta el punto de no poder criar a algunos de sus hijos, encargándoselos a una nodriza, granjera de un sitio cercano a Lisieux, llamada Rosa Taillé. Ella sabe que su esposo no es un hombre de negocios, y siente la responsabilidad del futuro de sus hijas sobre sus espaldas, Por ello trabajará intensamente hasta su muerte.  

En realidad, Luis es más un ermitaño que un hombre que se hace cargo de sus responsabilidades de esposo y padre, en lo que a la economía se refiere. En 1870, renuncia definitivamente a su oficio de relojero, y uno de sus sobrinos se hace cargo del mismo; el negocio de encajes de Celia marcha muy bien, y con eso pueden vivir. 

Luis en su desarraigo de la realidad y Celia con sus constantes presagios de desgracias (aunque manifiesta un afecto febril y turbulento por sus hijos, como anverso de un deseo de muerte que se aplica a sí misma), no crean en el hogar familiar el ambiente propicio para que los hijos crezcan satisfechos de vivir, apasionados por esta tierra o interesados por la marcha de la historia. 


(Nota: cuando el libro que sigo acá se escribió (La infancia de Teresa de Lisieux", de Jean Francoise Six) todavía la Iglesia no había reconocido oficialmente la santidad de los padres de Teresa de Lisieux, cuya memoria litúrgica se celebra el 12 de julio. En una biografía que aparece en Aciprensa, se lee: El entendimiento y el amor fue tan rápido y grande entre los dos que contrajeron matrimonio el 13 de julio de 1858, solo tres meses después de haberse conocido. Ambos llevaron una vida matrimonial ejemplar: misa diaria, oración personal y en familia, confesión frecuente, participación en la vida parroquial.).

martes, 16 de agosto de 2022

NOTAS SOBRE LA INFANCIA DE TERESA DE LISIEUX (1): ALGUNOS PRESUPUESTOS

 

Hace ya unos cuantos años, en la última década del pasado siglo, mientras celebraba el Carmelo Descalzo una fecha conmemorativa de santa Teresita, me impactó positivamente la lectura de "La verdadera infancia de Teresa de Lisieux. Neurosis y santidad", de Jean- Françoise Six, y preparé algunas charlas a partir de ese texto. Más de 20 años después recupero esos resúmenes con el propósito de compartirlos poco a poco en este blog

La santidad de Teresa de Lisieux se ha presentado durante mucho tiempo como una realidad angélica vivida fuera del mundo, como un gustar anticipado del cielo, ajena a todo combate terrenal. Es decir, la santidad de Teresa se presentaba como un puro idealismo y una confirmación del idealismo. Pero fue la misma Teresa la que dijo: "Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra". Lejos de huir del mundo y de despreciarlo, la santa promete que hará de él, el escenario de su actividad después de su muerte. Es el polo opuesto de tantos cristianos para los que la tierra es vana, y el cielo el valor exclusivo. 

 Muchos biógrafos de Teresa de Lisieux olvidaron algo esencial en la historia de la santa: Lisieux. El lugar donde vivieron sus padres y hermanas, el lugar donde ella misma nació. Algunos dirán que Teresa vivió su vida prácticamente aislada, primero en el hogar familiar, y luego en el Carmelo; pero la influencia del entorno no por eso se dejó de sentir. 

 Lisieux en aquellos años era escenario de luchas encarnizadas entre realistas y republicanos: los primeros, clericales, antisemitas, públicamente practicantes; los segundos, anticlericales, frecuentemente agnósticos, a veces ateos. Existían dos periódicos en Lisieux que apoyaban cada uno, una de esas dos tendencias: Le Lexovien, republicano, y Le Normand, monárquico. En este último escribía y batallaba un farmacéutico de Lisieux muy católico y antisemita, Isidoro Guérin, tío y tutor de santa Teresita. 

Por otra parte, en múltiples estudios se ha hablado de Teresita del Niño Jesús y de su infancia espiritual sin hablar realmente de la infancia de Teresita, Algunos dan a entender que hubo en ella algunos problemas, pero no se detienen mucho en ello, es un tema tabú. Sin embargo, hay variados documentos que hablan de ella, por ejemplo las cartas de su madre, pero ningún estudioso las utilizaba verdaderamente, o al hacerlo, manipulaba los datos para hacerles decir lo que no decían. 

 En el proceso de beatificación, María Martín, la hija mayor declara sin rodeos: "Sor Teresita del Niño Jesús me pareció desde su más tierna infancia como si hubiera sido santificada en el seno de su madre o bien como un ángel que el buen Dios hubiera enviado a la tierra en un cuerpo mortal. Lo que ella llama sus imperfecciones o sus faltas, no lo eran; jamás la vi cometer la más ligera falta". Pero Teresita misma contradice esas afirmaciones de su hermana. Doce días antes de entrar en el Carmelo, con 15 años, le dice a su hermana Paulina: "No soy perfecta; quiero llegar a serlo". Si ella misma declara que no es santa ni perfecta, ¿por qué obstinarse en presentarla de otra manera?

 Hemos vivido con frecuencia mecidos en el dogma de la infancia como inocencia infusa; pero, infancia no es inocencia. Este apriorismo ha llevado a presentar la infancia de Teresita como un período sin problemas, y a Teresita como un ser perfecto. En su caso hay que subrayar que su infancia ha sido doblemente idealizada; al ser suya la doctrina de la infancia espiritual, se ha transferido la infancia como edad de vida a la infancia como modelo de vida espiritual. Así, se han malinterpretado las palabras de Jesús: "Si no se hacen como niños, no entrarán en reino de los cielos"; esto no significa copia del niño real, con lo que tiene de credulidad y pasividad, de dependencia e irresponsabilidad, justificando así la fe del carbonero, la obediencia ciega, rechazando la lucidez y el sentido crítico, las preguntas y las búsquedas personales. De esta manera, infancia espiritual ha podido convertirse en sinónimo de repulsa de la realidad, conservadurismo y cobardía. 

 Pero las palabras de Jesús deben ser tomadas por lo que son: símbolo de vida y de esperanza. Se trata de nacer de nuevo, de rechazar la nostalgia, la insipidez, el derrotismo. Es tener la certeza de que la vida y la aventura humana tienen un sentido, de que las esperanzas fundamentales de la humanidad tendrán la última palabra. 

(Cont...)


lunes, 15 de agosto de 2022

SANTA TERESA DE LISIEUX: SU ÉPOCA Y SU IGLESIA

 

La sociedad francesa no era una sociedad homogénea, ni en lo político, ni en lo social, ni en lo religioso. El siglo XIX marca una época de continuas revoluciones y contrarrevoluciones, En relación al mapa religioso de Francia podemos distinguir: un mundo rural, más apegado a tradiciones religiosas, y un mundo urbano, asiento de nuevos grupos sociales (burguesía y proletariado), y la influencia de Voltaire, el secularismo y el socialismo. También geográficamente hay diferencias, entre el oeste y el norte del país. La fachada atlántica, Normandía (lugar donde nace y vive Teresita), Bretaña, etc., son zonas de gran fidelidad al catolicismo y de reclutamiento vocacional. 

Por otro lado, en la renovación religiosa que se da a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, ayuda el nacimiento de nuevas instituciones y devociones que arraigan en el mundo popular: Adoración nocturna (1851), Adoración perpetua (1854) en las parroquias de la diócesis de Angers, celebración del Mes de mayo (1839), culto al Corazón de Jesús, extendida por ciertos conventos (Por ejemplo, en la Visitación de Le-Mans, donde se formaron las hermanas de Teresita, María y Paulina), y el culto a la Santa Faz, en el Carmelo de Tours. 

En algunas zonas el sentimiento religioso va a verse mezclado con sentimientos nacionalistas; en otras, prenderá la irreligiosidad, sobre todo en la clase obrera. 


Algunos elementos caracterizan la restauración religiosa en la Francia del siglo XIX:  

1. Recuperación de Jesucristo: En el siglo XVIII: Jansenismo, teocentrismo, Dios severo, rigorismo sacramental. En el siglo XIX: Romanticismo y espíritu italiano (más humanista); cristocéntrico y más afectivo. Alfonso María Ligorio y Bérulle. Un basto movimiento devocional que insiste en elementos de carácter pasional (Viacrucis, agonía de Jesús, Sagrado Corazón). También exaltación del dolor, predominando temas como la agonía del huerto, la sangre cubriendo el cuerpo de Cristo. Este tema del dolor se centra en la infancia de Cristo, al que se presenta como niño sufriendo, lo cual fue muy popularizado mediante estampas devocionales. Cobra gran auge la devoción a la Virgen de los dolores, y también la Imitación de Cristo, de Kempis. 

También hay que destacar la influencia de corrientes laicas en su simpatía hacia la figura de Jesús; se hace una lectura del Evangelio menos marcada por la teología y más por la preocupación de reconciliar valores evangélicos con los nuevos movimientos sociales. En esta lectura no se insiste tanto en la salvación individual, como en la salvación colectiva (Cristo como salvador de la humanidad y mediador de esta frente a Dios, redentor de las desigualdades, injusticias y esclavitudes; el reino de Dios anunciado por Cristo como anticipo de la sociedad comunista). 

2. Religión y nacionalismo: Como consecuencia de las revueltas sociales, y más aún de la reacción contra los valores y visión del mundo nacidas de la revolución, se da la alianza entre la religión y los sectores nacionalistas, fraguando en la utilización político religiosa de determinadas devociones (Sagrado Corazón) o fenómenos religiosos (Apariciones marianas). Todo ello cuaja en un espíritu reparador que se presenta como un intento de frenar la evolución política de la sociedad, del secularismo  y los valores democráticos cifrados en la libertad de conciencia, de creencia, de pensamiento, separación iglesia-estado y la aconfesionalidad del mismo estado. Estas libertades son vistas desde la perspectiva reparadora como apostasía y olvido de Dios; todo el que discrepa y pretende moverse con libertad fuera de la esfera religiosa o eclesiástica es alguien por quien hay que rezar, a quien hay que convertir, que traer al redil para salvarlo. 

(Fuera de la Iglesia no hay salvación=identificación  Iglesia-sociedad).


Desde una perspectiva sociopolítica, el espíritu reparador trata de construir una nueva cristiandad donde no cabe la discrepancia, y por supuesto, donde no hay que alterar los principios tradicionales sobre los que se sustenta la sociedad, que es el fiel reflejo del orden celestial establecido por Dios.  En el fondo de esta visión reparadora subyace una visión pesimista de la naturaleza y una visión negativa de Dios. 

3. Renacer de las peregrinaciones: A partir de 1846, por varias razones: paz religiosa, renacer del culto mariano (La medalla milagrosa, en1830), La Salette en1846), Lourdes en1858), restauración de las órdenes religiosas (promotoras de las peregrinaciones), desarrollo del ferrocarril, veneración creciente en los círculos católicos de la persona del papa (sobre todo a partir de 1848 se generalizan las peregrinaciones a Roma con el nacimiento de la "cuestión romana", cobrando más importancia en el período 1874-1913, pontificado de León XIII), y una vuelta al sacramento de la penitencia (Influencia jansenista  y estrategia de la Iglesia para lavar la moralidad de la familia). 

4. Una piedad utilitaria: Utilitarismo oracional; se reza por: la salvación de las almas del purgatorio, la conversión de los libre pensadores, la propagación de la fe, la salvación de Francia, y entre adolescentes y jóvenes se generaliza la costumbre de orar para tener éxito en los estudios. 

Sigue el auge del gusto por las indulgencias, con una doble finalidad: tranquilizar la propia conciencia al creer que por los méritos que uno conseguía en los ejercicios devocionales lograba de salvación. Y además, era un instrumento positivo en manos de la Iglesia para conseguir una mayor participación de los fieles en la vida sacramental y benéfica de la Iglesia.  

EN RESUMEN: El tiempo histórico de Teresa de Lisieux es un tiempo corto (1873-1897), pero a la vez es un tiempo polémico e intenso en la vida de Francia; es cuando triunfan los valores republicanos, llevando a un enfrentamiento abierto con la Iglesia, sobre todo por establecer una sociedad laica

***

Para ampliar este tema, comparto algo de "Tu amor creció conmigo. Teresa de Lisieux", del P. María Eugenio del Niño Jesús:

"En el siglo XVII se había desarrollado una corriente que se prolongó en el siglo XVIII, en la que se contemplaba a Dios principalmente como Justicia, de modo que se conocía bastante poco a poco a Dios Amor. Se consideraba sospechosos a los místicos de entonces, quienes, por lo demás, eran muy pocos. 

Con la Revolución Francesa de 1789 se hundió todo un régimen político y económico; después vino el período napoleónico y la restauración de la monarquía. Estos acontecimientos dejaron las almas dañadas, y las defecciones religiosas fueron tantas que se llegaron a suprimir los votos solemnes... 

Predominaba la espiritualidad ascética porque se quería preservar a las almas. Al mismo tiempo, desde el punto de vista teológico, se sentía la necesidad de defenderse, y por eso la apologética es lo que más se desarrolla. Estos hechos manifiestan, sobre todo, una actitud negativa: un fuerte sentido del pecado y de la culpa, que repercuten en toda la espiritualidad. Por ejemplo, en la devoción al Sagrado Corazón, nacida originariamente para honrar el amor de Cristo, dominaba netamente el aspecto reparador. 

En los mismos Carmelos encontramos una obra titulada Los perfumes del Carmelo en la que se define a la Orden como reparadora, cuando esta palabra no se encuentra jamás en santa Teresa; es otra influencia de aquella forma de piedad... En el Carmelo no se leían ni en Cántico espiritual ni la Llama de amor viva de San Juan de las Cruz... Prevalecía una escuela que habría de durar mucho tiempo: leer a San Juan de la Cruz conllevaba, se pensaba, un peligro de iluminismo, y esto sucedía incluso en el Carmelo. Cuando se editaron sus obras hacia 1860, sólo se publicó la Subida del Monte Carmelo. Resultaba inconcebible la publicación de las demás. 

En el Carmelo de Lisieux coexistían varias tendencias, Este Carmelo había sido fundado por el de Poitiers, del que procedía la Madre Genoveva, que pertenecía, por así decirlo, a la "nueva escuela", pero estaban otras madres, sobre todo María de Gonzaga, personas de gran valor, pero en la línea de la austeridad. Por ejemplo, en un Carmelo de esa tendencia, cuando se leyó en el refectorio la Historia de un alma de sor Teresa del Niño Jesús, al cabo de algunas páginas, la priora dio un golpe en la mesa diciendo: "Cerrad ese libro; en este Carmelo no se leen esas ñoñerías".

Así pues, en el Carmelo de Lisieux coexistían las dos tendencias: la de la madre María de Gonzaga, asceta, que multiplicaba las mortificaciones extraordinarias y, por otro lado, la madre Genoveva, y también la madre Inés, que educada en la Visitación de Caen es de formación salesiana y ponen el énfasis en la primacía del amor.

Al llegar a ese ambiente, Teresa aporta ciertamente un mensaje de otra envergadura; Dios la ha preparado para una doctrina de amor".





jueves, 4 de agosto de 2022

MARÍA EN LA REFORMA PROTESTANTE

Es más que conocido el diferendo existente entre cristianos católicos y protestantes en relación con María y el lugar que ocupa la madre de Dios en la tradición cristiana. En estas discusiones hay de todo, en un amplio abanico de razones que van desde la ignorancia hasta el fanatismo.; se dice que los protestantes no creen en la Virgen, o que los católicos han dejado de ser cristianos para ser marianos. Por ello, conocer un poco más, formarse, ayudará indudablemente a los propósitos ecuménicos que deben mover a todo verdadero cristiano. María no debe usarse como arma en una guerra inútil entre los discípulos de su hijo, de los que ella es hermana y madre.

Veamos un poco de historia:

LUTERO: El comentario al Magníficat del reformador alemán sigue siendo el texto más significativo de la posición luterano con respecto a la figura de María; Lutero concentra su teología en la justificación por la fe, y todo lo demás tiene este tema como perspectiva central. Para Lutero la perpetua virginidad de María no es puesta en discusión, pero ninguno está obligado a creerla; cuando la Biblia habla de hermanos de Jesús hay que tener presente que ese término tenía entonces un significado mucho más amplio. María fue purificada y redimida del pecado original; no habla de la asunción, pero no excluye que el cuerpo de María fuera transportado al cielo por los ángeles. Sí excluye cualquier paralelismo entre esto y la ascensión de Cristo con el propósito de oponerse a la postura católica. En cuanto a los títulos, Lutero no tiene dificultad en llamar a María “madre nuestra”, ya que Cristo es nuestro hermano. Los creyentes pueden llamarse por eso “hijos de María”.

Hay sin embargo otros títulos marianos que Lutero corrige o elimina. Se puede decir que María es reina del cielo, pero siempre prevenidos contra posibles desviaciones idolátricas. No debe usarse con María el título de mediadora o abogada, porque son títulos reservados a Cristo. No es lícito quitar a Cristo su honor y su función para dárselos a la madre; eso sería renegar de los sufrimientos de Cristo. Se puede decir que María ruega por nosotros, pero no se debe llegar a invocarla, porque estaremos dando un paso a la idolatría.

En un primer tiempo Lutero recomendó el rezo del Avemaría durante el culto, pero después lo abandonó. En su comentario al Magníficat, encontramos esta oración: “Oh bienaventurada madre, virgen dignísima, acuérdate de nosotros y obtennos que también el Señor haga grandes cosas en nosotros”. Tras la reforma permanecieron tres fiestas marianas, porque tienen su fundamento en el NT y una base cristológica: Anunciación (encarnación), Visitación (venida de Cristo) y Purificación. (Presentación de Jesús en el templo).



CALVINO
: El reformador de Ginebra suprime todas las fiestas marianas. Acepta el título de madre de Dios conforme a Éfeso (431), pero por motivos pastorales prefiere usar la expresión madre de Cristo, ya que es difícil explicar a los no creyentes y a nivel popular la diferencia que hay entre madre divina y madre de la divinidad, y ello confunde y no favorece la predicación del evangelio. Defendió con mucha fuerza la perpetua virginidad de María, y afirma que los hermanos de Jesús son otros parientes, y quien sostenga lo opuesto da pruebas de ignorancia y abusa de la Escritura.


ZUINGLIO: El tercer reformador, natural de Zúrich, mantiene tres fiestas marianas y el rezo del Avemaría durante el culto.


LOS VALDENSES: En 1532 el movimiento valdense se afianza en la reforma ginebrina y se prepara para proclamar su confesión de fe siguiendo las indicaciones de las iglesias hermanas. En su confesión, de 1655, que es todavía la actual, encontramos lo siguiente: “Somos acusados de despreciar a la santísima Virgen y a los hombres ya glorificados porque no los invocamos; pero nosotros los consideramos dignos de alabanza y de imitación; y en particular consideramos a la gloriosa Virgen bendita entre todas las mujeres”. Y para aclarar bien su posición tienen como anatema a quien se deje llevar del desprecio de la Virgen.



RESUMIENDO
: En la reforma protestante se afronta esporádicamente el problema mariano, que permanece al margen de las discusiones teológicas, en la que buscan de manera esencial una relectura cristológica de la tradición, en la que María no emerge de manera destacada en el conjunto de los testimonios bíblicos.

Pasando luego de los orígenes de la reforma hasta la actualidad podemos consignar que las teologías católica y protestante se han desarrollado no solo por caminos diferentes, sino insistiendo en sus contraposiciones. En la parte católica promulgando nuevos dogmas marianos, mientras que el protestantismo abandona progresivamente la línea original de la reforma. Se habla cada vez menos de María y se teme que el catolicismo llegue a ser cada vez más una religión expresamente mariana.

María forma parte de los temas que han de tratarse en el diálogo ecuménico entre las diversas tradiciones cristianas. Entre los asuntos esenciales en este sentido hemos de poner la interpretación de la Escritura, la relación entre Cristo y María, la gracia y la naturaleza, la maternidad de la Iglesia, la unidad y el lugar de María en ella.


(Resumen de lo que aparece en el NUEVO DICCIONARIO DE MARIOLOGÍA, Ediciones Paulinas, 1988)

lunes, 1 de agosto de 2022

MARÍA EN LA TEOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

 

La figura de María, "madre de Jesús" (Mc 6, 8; Mt 13, 35; Hch 1, 4), aparece en los evangelios y en el resto de los escritos neotestamentarios con sobriedad y ponderación. Quizás el dato clave, por su densidad teológica, que ofrecen los autores del Nuevo Testamento sea el nacimiento de Jesús de una mujer, María, pues con él se intenta mostrar, frente a las tendencias espiritualistas y ahistóricas del cristianismo naciente, la realidad humana e histórica de Jesús. 

Pero, en el correr de los siglos, los datos bíblicos y el mensaje teológico neotestamentario sobre María se distorsionaron hasta extremos insospechados. Proliferó una abundante literatura mariana no siempre fiable y de dudosa calidad teológica e histórica.

 No pocas obras sobre María, e incluso los mismos tratados sistemáticos, acusan defectos de bulto, ampliamente reconocidos hoy por los especialistas. Entre ellos podemos citar, a modo de ejemplo, los siguientes: tendencia a convertir la mariología en una disciplina autónoma desgajada del conjunto de la teología, y más en concreto, de la cristología; deformación del alcance de ciertos textos de la tradición y del magisterio ordinario, hasta el punto de hacerles decir más de lo que en realidad querían decir; selección unilateral de los textos considerados favorables a las tesis propuestas y silencio o minimización de los que eran contrarios; distorsión de nociones cristológicas como redención y mediación al aplicarlas a María sin ulteriores precisiones;  fomento de la mariolatría, etc. El excesivo celo por salvaguardar la integridad y santidad de María llevó con frecuencia a convertirla en un ser cuasi-divino y a separarla de su humanidad


En esas deformaciones teológicas se encuentra, a mi juicio, la raíz de las desviaciones que se produjeron en la piedad mariana. La desviación más llamativa consistió en la suplantación de Cristo por María, como queda patente en muchas formas de devoción a la madre de Jesús. 

Fue a partir de los años cincuenta del pasado siglo, cuando un nutrido grupo de teólogos contribuyó, con el retorno a las fuentes bíblicas y patrísticas, y con una rigurosa labor hermenéutica de las afirmaciones mariológicas del magisterio, a superar las imprecisiones teológicas al uso y los excesos mariolátricos.  Fueron también esos teólogos quienes hicieron posible la síntesis seria y bien fundamentada del Vaticano II sobre la figura de María. 

El Concilio no se propone elaborar una mariología completa y acabada; se limita, más bien, a ofrecer unas directrices por las que debería discurrir la mariología. Renuncia a un decreto especial sobre María, frustrando así las expectativas de quienes presionaron para que se aprobara; deja abiertas las cuestiones debatidas entre las distintas escuelas o corrientes de opinión; omite el titulo de corredentora, como ya lo hiciera prácticamente Pio XII, y emplea con mesura el título de mediadora, dejando clara la única mediación de Cristo. 


La originalidad del Concilio y de los teólogos posconciliares que se mueven en la óptica renovadora del Vaticano II consiste en haber integrado las principales afirmaciones sobre María en un cuádruple horizonte: el histórico-salvífico, el cristológico, el eclesiológico y el escatológico. La mariología centra hoy su atención en el papel que tiene María en la historia de la salvación: Rahner presenta a María como la primera de los redimidos. Se fija también en su relación con Cristo. Müller ve en María la suprema participación en la humanidad de Cristo; por ello posee la mayor plenitud de gracia que cabe a criatura alguna, si bien no comprable con la plenitud de gracia de Cristo. Es en este contexto donde hay que entender la santidad de María, su glorificación corporal y su incorporación a la obra redentora de Jesús. 

 La mariología actual se ocupa, al mismo tiempo, de precisar la relación de María con la Iglesia, sintetizándola en fórmulas como "María, prototipo e imagen de la Iglesia", o "María, realización perfecta de la Iglesia". Tales expresiones se inspiran en fuentes patrísticas.


Las diferentes teologías políticas y de la liberación han redescubierto en María un rasgo central que habían descuidado u omitido los tratados dogmáticos: su fuerza revolucionaria y liberadora, su opción radical por los pobres, su denuncia profética de los poderosos y opresores, según se deduce del Magnificat

 Los movimientos de liberación de la mujer han provocado una mutación en la imagen de la mujer, en su identidad y en su papel en la sociedad. Dicha mutación está empezando a incidir en la imagen de María, en la devoción mariana y en la misma mariología. Boff, por ejemplo, considera lo femenino como categoría antropológica fundamental y como eje organizador y articulador de la reflexión sobre María. 

J.J. Tamayo (Diccionario abreviado de pastoral)

Verbo Divino, 1992

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...