lunes, 28 de noviembre de 2022

DURUELO, TERESA Y EL CARMELO DESCALZO MASCULINO

Duruelo, cuna de los carmelitas descalzos. Concordancias y discrepancias con santa Teresa

Daniel de Pablo Maroto, ocd (“La Santa”, Ávila)


El día 28 de noviembre de 1568 un reducido grupo de frailes carmelitas, entre ellos fray Juan de Santo Matía (san Juan de la Cruz) iniciaron en el “lugarcillo” de Duruelo, como dice santa Teresa, una aventura espiritual que todavía perdura en los carmelitas descalzos. Era un lugar inhóspito, perdido en la ancha y profunda estepa castellana, que tuvieron que abandonar pronto por insalubre y refugiarse en Mancera (Ávila), otro pueblecito cercano. Duruelo, para el Carmen descalzo, ha sido como un espejo lejano en el que mirarse, una medida de su ser, una diminuta simiente que, enterrada en tierra fértil, germinó, como en la parábola del evangelista Marcos, sin que sepamos cómo.

Pero no basta mirar al pasado como miramos la corriente de un río sin posible retorno, un mero espectáculo estético que se presenta y desaparece sin dejar huella, un viento del Espíritu que se evapora, etc.; sino como un remanso de nutrientes del que todavía vivimos. Su recurrencia en nuestra vida me incita a pensar no solo en los primeros padres, sus prácticas orantes, ascéticas y misioneras en la comarca cercana como si fuese una historia pasada, sino como una simiente viva y fecunda confrontándola con lo que queda en nuestros actos de aquella vida. Y, mejor todavía, reflexionar sobre el “estilo” de vida allí implantado por los primeros hermanos y confrontarla con el ideal propuesto por nuestra “madre” Teresa de Jesús.

Es cierto que la madre Teresa no solo les procuró una casucha donde vivir y que ella, con su imaginaria desbordada, pronto transformó en “convento”; ideó la estructura del vestido exterior: hábito marrón y capa blanca recortados del de los carmelitas calzados; se alegró mucho de su “apostolado” en los pueblos cercanos, predicando más con su ejemplo de vida que con sus palabras; pero se asustó del proyecto penitencial inaugurado que podía retraer a las futuras vocaciones, por ejemplo, andar completamente “descalzos”, práctica a la que ella siempre se opuso, aunque ciertamente identificaba a las “reformas” de algunos religiosos del siglo XVI.

Ella soñó con “hombres” de su familia religiosa que viviesen los mismos ideales que iba sembrando en la familia “femenina”; que cumpliesen con la “misión” de la Iglesia que ni ella ni sus monjas podían cumplir “por ser mujeres”. Teresa lloraba por no poder ir a tierras de misión, como testificó en los Procesos canónicos una hija muy querida. Y -muy importante- sacerdotes que ayudasen a sus “monjas” a ser perfectas carmelitas descalzas como santos y sabios confesores, predicadores y directores espirituales con experiencia de las “vías” del Señor; no “medio letrados” que la engañaron con su poco saber, sino auténticos “letrados”, como los encontró en los conventos de los dominicos, franciscanos y jesuitas, y aun en el clero secular.

¿Asumieron los carmelitas descalzos este proyecto ideal de la “madre Teresa”? Este es el problema, la pregunta que la familia teresiana tiene que plantearse siempre en la búsqueda del famoso “carisma” de la orden. Ella es la “Fundadora”, la piedra angular sobre la que debe asentarse el edificio de los frailes. La pregunta que nos podemos hacer a varios siglos de distancia es si los contemporáneos de la madre Teresa la tuvieron como “fundadora” y qué relación tuvieron con ella. Es difícil contestar a la propuesta, pero podemos tener algún indicio para responder a la pregunta. Ciertamente es raro que una mujer “reformase” una orden clerical. Por lo que he indagado en la historia, solo otra mujer en Francia reformó una rama de franciscanos.

Creo que fuera de alguna salida de tono de algún “descalzo”, los frailes tuvieron respeto y admiración por la “madre” Teresa. Ella se permitió, en alguna ocasión, criticar ciertas actuaciones de los descalzos, por ejemplo, que les diesen mejor de comer y que tuviesen cuidado con la higiene, como escribió al padre Gracián cuando preparaban las nuevas Constituciones en el capítulo de 1581; expresó también el deseo de que algunos fuesen “maestros” (doctores) con estudios universitarios. La propuesta no tuvo éxito. No obstante la carencia de títulos académicos, la Reforma teresiana en España creó, posiblemente, la mejor escuela de espiritualidad en el siglo XVII, obra de grandes profesores y escritores de espiritualidad y de mística en sus colegios, y también eminentes en teología y filosofía. ¡Cuánto hubiese gozado la madre Teresa al conocer a estos grandes teólogos místicos y filósofos!

Es verdad que, en los Procesos para la beatificación y canonización, sobre todo los “informativos” desde el año 1591, aparecen pocos carmelitas descalzos, en una enorme desproporción con las “descalzas” y con otras órdenes religiosas. Pero a los frailes descalzos les cabe la honra, en el gobierno del P. Nicolás Doria, de haber recuperado, con poco éxito, el cuerpo de la Santa desde Alba de Tormes al convento de San José de Ávila, al que tenía derecho. Y durante ese mismo gobierno, en el que participó también fray Juan de la Cruz, se imprimieron las Obras de la madre Teresa en Salamanca, 1588. En la “Dedicatoria” a la Emperatriz María de Austria, hermana de Felipe II, el provincial, Padre Doria, le dice: “Estos [tratados] ofrecemos ahora a Vuestra Majestad como la más preciosa joya que tenemos”.

Como participación de la madre Teresa en la vida de los frailes descalzos, recordemos que, desde el año 1575, no solo defendió a los descalzos ante el general de la orden contra la persecución de los calzados, sino que fue la primera que propuso pedir a la Santa Sede una bula de separación de los provinciales de España, siguiendo unidos a la orden. Y la inteligente carmelita María de San José recordó a los descalzos que fueron las monjas quienes subvencionaron el viaje a Roma de dos descalzos para conseguir el preciado documento.

Y termino recordando que la madre Teresa, que comenzó alabando la existencia de los “descalzos” como parte de una familia unida, y que pensó que “esta [la fundación de frailes] era muy mayor merced que la que me hacía en fundar casas de monjas” (Fundaciones, 14, 12); terminó casi lamentando su existencia por los trabajos que le daban: “Algunas veces me pesara que se había comenzado”. Alaba la existencia de las monjas que iban bien, pero las de los frailes “no iban mal, mas llevaba principio de caer mu presto”, y da algunas razones (Ib. 23, 12) (¡!). Los carmelitas descalzos debemos continuar mirando a Duruelo y lo que la madre Teresa nos sigue ayudando a ser fieles a su vida y su magisterio.


(Para más información, cf. DANIEL DE PABLO MAROTO, Ser y misión del Carmelo Teresiano. Historia de un carisma, Madrid, Editorial de Espiritualidad, 2011, 386 pp.).

domingo, 27 de noviembre de 2022

TERESA DE JESÚS Y EL ADVIENTO

El tiempo de preparación a la Navidad está presente no sólo en la liturgia sino en la vida cotidiana de los Carmelos fundados por Santa Teresa. Como la cuaresma, también las cuatro semanas de adviento son espera espera de la "Pascua del Señor". Se espera el nacimiento de Jesús en solidaridad con la Virgen y San José. Aunque menos que la cuaresma, también el ciclo de adviento reviste carácter ascético penitencial. Santa Teresa misma, en más de una ocasión, asegura que aunque "cansadísima... no he quebrantado el adviento", es decir, ha practicado "ayunos y disciplinas" (cta 167,4) Con todo, no le agrada que se exagere: a Gracián, enfermizo, lo disuade de dormir en el suelo las noches de adviento (cta 248,15) Para ambientar el adviento comunitario, se procura alguno de los sermonarios en uso (cta 248,15).

Pero el adviento concluía con una exaltación festiva y gozosa. Ya en vísperas de Navidad, sabemos que fray Juan de la Cruz dramatizaba la práctica de las "posadas" (la Virgen y san José que llegan a Belén pidiendo asilo), para cuya escenificación compuso él una copla emotiva en la que participaba toda la comunidad. Práctica probablemente introducida por la Santa en sus Carmelos y que en ellos ha durado hasta hoy.

En los "libros de romances y coplas" o en los centones poéticos de los Carmelos fundados por ella (Valladolid, Medina...) o por su discípula Ana de Jesús (Madrid) se conservan numerosos villancicos que festejan "la calenda" previa a Navidad o que escenifican la práctica de las "posadas". Por ejemplo, las "coplas para la noche de la calenda": "si queréis darnos posada/ a mí y a aquesta doncella /con lo que nacerá della/os quedará bien pagada" (de Valladolid: primero de una serie de poemas "a lo mismo").

Entre los villancicos de la Santa (poesías 11-17), sólo se conservan los dedicados a la Navidad, Circuncisión y Reyes. Ninguno de adviento.

Diccionario de Santa Teresa de Jesús
Monte Carmelo

viernes, 18 de noviembre de 2022

LA TENTACIÓN DEL CLERICALISMO EN EL CARMELO

"El nombre que nos identifica en la Iglesia es “hermanos descalzos de María”. Somos “hermanos” y, por ello, la fraternidad no es un elemento accesorio, sino sustancial. La mayoría de los religiosos son también sacerdotes, y nuestro servicio es en gran parte de tipo ministerial. Esto puede llevar inconscientemente a dejar en un segundo plano nuestra identidad de religiosos y de carmelitas descalzos o incluso a considerarla solo una condición previa con vistas a la ordenación sacerdotal. La posible ordenación deber ser integrada en nuestra identidad religiosa. De este modo la enriquece, pero no la sustituye. No nos llamamos “padres”, es decir, sacerdotes que viven en fraternidad, sino hermanos, y hermanos “descalzos”, es decir, sin otras riquezas o recursos para presentar al mundo que la fraternidad que nos une a María y entre nosotros". 

Declaración sobre el carisma OCD

sábado, 5 de noviembre de 2022

FRANCISCO PALAU Y QUER: AMOR A DIOS Y A LA IGLESIA

 

FRANCISCO PALAU es el primer carmelita descalzo español beatificado después de san Juan de la Cruz. Nació en Aitona (Lérida) el 29 de diciembre de 1811, séptimo de una familia numerosa de 9 hijos. Educado por su familia en un un ambiente rural de profunda piedad y religiosidad popular, donde primaba el amor a la Virgen. Conoció de cerca el horror y las penurias de la invasión francesa y la reacción de sus padres, identificados con el lema "Dios, Patria y Rey". Destacó en sus estudios, y protegido y ayudado por  su hermana Rosa, pudo ampliarlos y completar su educación. Hizo su primera comunión entre los 13/14 años, y en 1828 ingresa al seminario diocesano, para abandonarlo luego en 1832, tras haber cursado la filosofía y parte de la teología, para hacerse carmelita. En octubre de ese año pasó del convento de Lérida al noviciado de los carmelitas descalzos en Barcelona. 

 Pero las cosas se complicarían con la revolución de julio de 1835 y la exclaustración, que acabó con la vida conventual del joven Francisco, que había pronunciado sus votos el 15 de noviembre de 1833. Según mandato de su superior provincial fue ordenado sacerdote en Barbastro el 2 de abril de 1836 por el obispo Santiago Fort i Puig. En aquella España dividida y ensangrentada por conflictos civiles y entendida como una cruzada religiosa, Palau llevó una vida de intensa oración, soledad y predicación, dirección espiritual y desprendimiento de todo tipo de beneficio, incluso de orden ministerial. Solía refugiarse en una cueva a 2 kilómetros de Aitona, convertida por él en un santuario de plegaria y silencio, donde pasaba las noches orando a Dios Padre en favor de la Iglesia. 

 

Tras la derrota carlista, en julio de 1840, Palau pasó a Francia con su hermano menor, Juan, y la fama de santidad le acompañó por donde quiera que fue, haciendo vida de ermitaño; imitado y seguido por muchos; fue también denunciado e incomprendido, porque su modo de vivir no encajaba en la visión republicana  y las funciones sacerdotales. Palau se defendió con un escrito titulado "La vida solitaria no se opone a las funciones de un sacerdote sobre el altar", pero finalmente se vio obligado a abandonar el suelo francés, y regresar a España en abril de 1851, incardinándose en la diócesis de Salamanca. 

 El obispo diocesano le instó a que abandonara su vida de ermitaño y se incorporara al plan pastoral diocesano. Tras un mes de retiro, obedeciendo al obispo, elaboró la regla de vida de los grupos que dirigía, hizo de director espiritual de los nuevos ordenandos, animó la pastoral trabajando con jóvenes y asociaciones religiosas y civiles, y promoviendo iniciativas a favor de los emigrantes. Fue fundador y director de la Escuela de la Virtud, primera catequesis para adultos en la capital del principado, y fue publicista y colaborador de la prensa católica. Al final, todas esas iniciativas suyas y de la diócesis le enfrentaron con las autoridades civiles liberales, y junto al obispo fue desterrado, uno a Cartagena y otro a Ibiza. La defensa que hiciera Palau de los derechos de la Iglesia y sus prerrogativas hicieron que aun en el destierro estuviera bajo vigilancia; siempre tuvo claro que hacía lo correcto y que sufría por el nombre de Cristo y por amor a su Iglesia.  

 

Regresó entonces a la más estricta soledad y renovó la búsqueda del querer de Dios en la oración y el silencio. El islote de El Vedrá, en pleno Mediterráneo, se convirtió en el Sinaí de Francisco Palau. En ese duro peñasco quedaron grabadas sus palabras: "Solo a solas con Dios". Seis años de destierro. De nuevo la soledad. Breves salidas para predicar, el ideal de sus jóvenes años de carmelita. Es el carisma palautino, fuente de una espiritualidad eclesial, lo que originó y alimentó su santidad con iniciativas misioneras: fundador de congregaciones religiosas (Hermanos y Hermanas Carmelitas), exorcista, misionero popular, fundador y director de un periódico-seminario, El Ermitaño, , y un tratado de eclesiología para los cristianos, La Iglesia de Dios, etc. 

Murió en Tarragona, el  20 de marzo de 1872, en cuyo arzobispado había presentado un mes antes las Constituciones que debían dar estabilidad y forma a los Terciarios y Terciarias Carmelitas por él fundados en 1860 y 1861 respectivamente. En Tarragona, en la casa madre de las Carmelitas Misioneras Teresianas, se veneran sus restos mortales en una capilla visitada por los devotos del beato Palau y custodiada por sus hijas espirituales. La producción literaria de Francisco Palau es abundante y responde a exigencias e iniciativas pastorales y de dirección espiritual, excepción hecha de su "diario íntimo". Escribió en cuatro idiomas: castellano, catalán, francés y latín. Casi todos sus libros han sido publicados en modernas ediciones y traducidos a varios idiomas: Lucha del alma con Dios, Catecismo de las virtudes, Mes de María, Cartas, Mis relaciones con la Iglesia, El Exorcista y El Ermitaño.

El 24 de abril de 1988 el papa Juan Pablo II lo proclamó beato; su fiesta litúrgica fue fijada para el 7 de noviembre

ALABANZA DE GLORIA: SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD

ISABEL DE LA TRINIDAD
(1880-1906): Nace un 18 de julio, en Bourges, Francia, y es bautizada el 22 del mismo mes; sus padres, José Catez y María Rolland. En 1982 la familia se traslada a Dijón, y el 19 de abril de 1891 recibe por primera vez la eucaristía. El mismo día, visitando a las carmelitas de su ciudad, se le revela el significado de su nombre: Isabel, "casa de Dios". Durante toda su vida, la palabra con la que ella tratará de comprender su experiencia será esta: "Estoy habitada". 

Aunque desde muy temprano sintió la llamada al Carmelo, su familia le prohíbe hablar de vida religiosa, y lleva una existencia normal, con vacaciones, fiestas, música; llegó a ser una excelente pianista. Pero no dejó de sentir la llamada interior de Dios, y en 1899 su madre da el consentimiento para que Isabel vaya al Carmelo, aunque sin dejar de buscarle matrimonios ventajosos. Animada por un buen director espiritual, que la orienta por la senda de la intimidad y del amor, y animada por la lectura de la Historia de un alma, de Santa Teresita, entra finalmente al Carmelo de Dijón el 2 de agosto de 1901.

En su vida como religiosa carmelita descalza progresa en el descubrimiento de la intimidad con Dios-Trinidad, descubre las riquezas de las cartas de san Pablo y empieza a firmar con un nuevo nombre: Alabanza de gloria. Un 21 de noviembre escribe su conocida "Elevación a la Trinidad", hermosa oración; además de este escrito, conservamos sus cartas, poesías, notas espirituales y de retiros. A finales de 1905 se manifiesta la enfermedad que la llevará en poco tiempo a la tumba (Enfermedad de Addison y tuberculosis), con crecientes sufrimientos físicos y espirituales. Termina su vida terrena diciendo: "Voy a la luz, al amor, a la vida".



FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...