viernes, 9 de diciembre de 2022

ORACIÓN POR LA COMUNIDAD

Padre, hoy quiero pedirte por mis hermanos de comunidad.

Tú los conoces de una manera única, conoces sus nombres y apellidos,

Pero, sobre todo, conoces sus virtudes y sus defectos,

Sus alegrías y sus penas, sus fortalezas y debilidades.

Sabes la historia completa de cada uno,

Y los amas y aceptas como son,

Y los vivificas con tu Espíritu.



Amas a casa uno, Señor, no porque sean buenos,

Sino porque son tus hijos.

Enséñanos a quererlos de verdad, a imitación de Cristo,

No por sus palabras o sus obras, sino por ellos mismos.

Descúbrenos en cada uno, especialmente en los más débiles,

El misterio de tu amor infinito.



Te doy gracias, Padre, porque me has dado hermanos.

Todos son un regalo tuyo para mí, un verdadero “sacramento”,

Signo sensible y eficaz de la presencia de tu Hijo.

Dame la mirada de Jesús para contemplarlos,

Y dame su corazón para amarlos hasta el extremo,

Y que yo pueda ser también para cada uno de ellos

“sacramento” vivo de la presencia de Jesús.

Amén.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

SAN JUAN DE LA CRUZ: EL OFICIO DE AMAR

 "Pero porque dijimos que Dios no se sirve de otra cosa sino de amor, antes que la declaremos será bueno decir aquí la razón: y es porque todas nuestras obras y todos nuestros trabajos, aunque sea lo más que puede ser, no son nada delante de Dios; porque en ellas no le podemos dar nada ni cumplir su deseo, el cual sólo es de engrandecer al alma. Para sí nada de esto desea, pues no lo ha menester, y así, si de algo se sirve, es de que el alma se engrandezca; y como no hay otra cosa en que más la pueda engrandecer que igualándola consigo, por eso solamente se sirve de que le ame; porque la propiedad del amor es igualar al que ama con la cosa amada. De donde, porque el alma aquí tiene perfecto amor, por eso se llama Esposa del Hijo de Dios, lo cual significa igualdad con él, en la cual igualdad de amistad todas las cosas de los dos son comunes a entrambos, como el mismo Esposo lo dijo a sus discípulos (Jn. 15, 15), diciendo: Ya os he dicho mis amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he manifestado. Dice, pues, la canción: 
 Mi alma se ha empleado, 
y todo mi caudal, en su servicio; 
ya no guardo ganado, 
ni ya tengo otro oficio, 
que ya sólo en amar es mi ejercicio.

  Por cuanto en la canción pasada ha dicho el alma, o por mejor decir, la Esposa, que se dio toda al Esposo sin dejar nada para sí, dice ahora en esta el modo y manera que tiene en cumplirlo, diciendo que ya está su alma y cuerpo y potencias y toda su habilidad empleada, ya no en las cosas, sino en las que son del servicio de su Esposo; y que por eso ya no anda buscando su propia ganancia, ni se anda tras sus gustos, ni tampoco se ocupa en otras cosas y tratos extraños y ajenos de Dios; y que aun con el mismo Dios ya no tiene otro estilo ni manera de trato sino ejercicio de amor".

San Juan de la Cruz
Cántico Espiritual, Canción 28, 1-2

SAN JUAN DE LA CRUZ: DIOS EN FEMENINO

 

"Comunícase Dios en esta interior unión al alma con tantas veras de amor, que no hay afición de madre que con tanta ternura acaricie a su hijo, ni amor de hermano ni amistad de amigo que se le compare. Porque aún llega a tanto la ternura y verdad de amor con que el inmenso Padre regala y engrandece a esta humilde y amorosa alma, -¡oh cosa maravillosa y digna de todo pavor y admiración!-, que se sujeta a ella verdaderamente para la engrandecer, como si él fuese su siervo y ella fuese su señor. Y está tan solícito en la regalar, como si él fuese su esclavo y ella fuese su Dios: ¡tan profunda es la humildad y dulzura de Dios! Porque él en esta comunicación de amor en alguna manera ejercita aquel servicio que dice él en el Evangelio (Lc. 12, 37) que hará a sus escogidos en el cielo, es a saber, que, ciñéndose, pasando de uno en otro, le servirá. Y así, aquí está empleado en regalar y acariciar al alma como la madre en servir y regalar a su niño, criándole a sus mismos pechos. En lo cual conoce el alma la verdad del dicho de Isaías (66, 12), que dice: A los pechos de Dios seréis llevados y sobre sus rodillas seréis regalados

 ¿Qué sentirá, pues, el alma aquí, entre tan soberanas mercedes? ¡Cómo se derretirá en amor! ¡Cómo agradecerá ella, viendo estos pechos de Dios abiertos para sí con tan soberano y largo amor! Sintiéndose puesta entre tantos deleites, entrégase toda a sí misma a él, y dale también sus pechos de su voluntad y amor, y sintiéndolo y pasando en su alma al modo que la Esposa lo sentía en los Cantares (7, 10-12), hablando con su Esposo, en esta manera: Yo para mi Amado, y la conversión de él para mí. Ven, Amado mío; salgámonos al campo, moremos juntos en las granjas; levantémonos por la mañanica a las viñas y veamos si ha florecido la viña y si las flores paren frutos, si florecieron las granadas. Allí te daré mis pechos, esto es, los deleites y fuerza de mi voluntad emplearé en servicio de tu amor". 

San Juan de la Cruz

Cántico Espiritual B (Canción 27, # 1 -2)

SAN JUAN DE LA CRUZ: ACTITUD ANTE LA NOCHE

Así habla nuestro santo a una de sus dirigidas, y son consejos sabios para vivir esos momentos de aridez u oscuridad que todos padecemos en algunos momentos del camino espiritual:  

"Como ella anda en esas tinieblas y vacíos de pobreza espiritual, piensa que todos le faltan, y todo; mas no es maravilla, pues en eso también le parece le falta Dios. Mas no le falta nada, ni tiene ninguna necesidad de tratar nada, ni tiene qué, ni lo sabe ni lo hallará, que todo es sospecha sin causa. Quien no quiere otra cosa sino a Dios, no anda en tinieblas, aunque más oscuro y pobre se vea".

"Nunca mejor estuvo que ahora, porque nunca estuvo tan humilde ni tan sujeta, ni teniéndose en tan poco, y a todas cosas las cosas del mundo; ni se conocía por tan mala, ni a Dios por tan bueno, ni servía a Dios tan pura y desinteresadamente como ahora, ni se va tras las imperfecciones de su voluntad y enterez, como quizá solía. ¿Qué quiere? ¿Qué vida o modo de proceder se pinta ella en esta vida? ¿Qué piensa que es servir a Dios, sino no hacer males, guardando sus mandamientos, y andar en sus cosas como pudiéremos? Como esto haya, ¿Qué necesidad hay de otras aprehensiones ni otras luces ni jugos de acá o de allá, en que ordinariamente nunca faltan tropiezos y peligros al alma, que con sus entenderes y apetitos se engaña y se embelesa y sus (mismas potencias la hacen errar. Y) así es gran merced de Dios cuando las oscurece, y empobrece al alma de manera que no pueda errar con ellas; y como no se yerre, ¿Qué hay que acertar sino ir por el camino llano de la ley de Dios y de la Iglesia, y sólo vivir en fe oscura y verdadera, (y esperanza cierta y caridad entera, y esperar) allá nuestros bienes, viviendo acá como peregrinos, pobres, desterrados, huérfanos, secos, sin camino y sin nada, esperándolo allá todo? Alégrese y fíese de Dios, que muestras le tiene dadas que puede muy bien, y aún lo debe hacer; y si no, no será mucho que se enoje viéndola andar tan boba, llevándola él por donde más la conviene, y habiéndola puesto en puesto tan seguro. No quiera nada sino ese modo, y allane el alma, que buena está, y comulgue como suele. El confesar, cuando hubiere cosa clara. Y no tiene que tratar. Cuando tuviere algo, a mí me lo escribirá, y escríbame presto, y más veces... ".

San Juan de la Cruz

Carta a Doña Juana de Pedraza

(Segovia, 12 de octubre de 1589)

lunes, 28 de noviembre de 2022

DURUELO, TERESA Y EL CARMELO DESCALZO MASCULINO

Duruelo, cuna de los carmelitas descalzos. Concordancias y discrepancias con santa Teresa

Daniel de Pablo Maroto, ocd (“La Santa”, Ávila)


El día 28 de noviembre de 1568 un reducido grupo de frailes carmelitas, entre ellos fray Juan de Santo Matía (san Juan de la Cruz) iniciaron en el “lugarcillo” de Duruelo, como dice santa Teresa, una aventura espiritual que todavía perdura en los carmelitas descalzos. Era un lugar inhóspito, perdido en la ancha y profunda estepa castellana, que tuvieron que abandonar pronto por insalubre y refugiarse en Mancera (Ávila), otro pueblecito cercano. Duruelo, para el Carmen descalzo, ha sido como un espejo lejano en el que mirarse, una medida de su ser, una diminuta simiente que, enterrada en tierra fértil, germinó, como en la parábola del evangelista Marcos, sin que sepamos cómo.

Pero no basta mirar al pasado como miramos la corriente de un río sin posible retorno, un mero espectáculo estético que se presenta y desaparece sin dejar huella, un viento del Espíritu que se evapora, etc.; sino como un remanso de nutrientes del que todavía vivimos. Su recurrencia en nuestra vida me incita a pensar no solo en los primeros padres, sus prácticas orantes, ascéticas y misioneras en la comarca cercana como si fuese una historia pasada, sino como una simiente viva y fecunda confrontándola con lo que queda en nuestros actos de aquella vida. Y, mejor todavía, reflexionar sobre el “estilo” de vida allí implantado por los primeros hermanos y confrontarla con el ideal propuesto por nuestra “madre” Teresa de Jesús.

Es cierto que la madre Teresa no solo les procuró una casucha donde vivir y que ella, con su imaginaria desbordada, pronto transformó en “convento”; ideó la estructura del vestido exterior: hábito marrón y capa blanca recortados del de los carmelitas calzados; se alegró mucho de su “apostolado” en los pueblos cercanos, predicando más con su ejemplo de vida que con sus palabras; pero se asustó del proyecto penitencial inaugurado que podía retraer a las futuras vocaciones, por ejemplo, andar completamente “descalzos”, práctica a la que ella siempre se opuso, aunque ciertamente identificaba a las “reformas” de algunos religiosos del siglo XVI.

Ella soñó con “hombres” de su familia religiosa que viviesen los mismos ideales que iba sembrando en la familia “femenina”; que cumpliesen con la “misión” de la Iglesia que ni ella ni sus monjas podían cumplir “por ser mujeres”. Teresa lloraba por no poder ir a tierras de misión, como testificó en los Procesos canónicos una hija muy querida. Y -muy importante- sacerdotes que ayudasen a sus “monjas” a ser perfectas carmelitas descalzas como santos y sabios confesores, predicadores y directores espirituales con experiencia de las “vías” del Señor; no “medio letrados” que la engañaron con su poco saber, sino auténticos “letrados”, como los encontró en los conventos de los dominicos, franciscanos y jesuitas, y aun en el clero secular.

¿Asumieron los carmelitas descalzos este proyecto ideal de la “madre Teresa”? Este es el problema, la pregunta que la familia teresiana tiene que plantearse siempre en la búsqueda del famoso “carisma” de la orden. Ella es la “Fundadora”, la piedra angular sobre la que debe asentarse el edificio de los frailes. La pregunta que nos podemos hacer a varios siglos de distancia es si los contemporáneos de la madre Teresa la tuvieron como “fundadora” y qué relación tuvieron con ella. Es difícil contestar a la propuesta, pero podemos tener algún indicio para responder a la pregunta. Ciertamente es raro que una mujer “reformase” una orden clerical. Por lo que he indagado en la historia, solo otra mujer en Francia reformó una rama de franciscanos.

Creo que fuera de alguna salida de tono de algún “descalzo”, los frailes tuvieron respeto y admiración por la “madre” Teresa. Ella se permitió, en alguna ocasión, criticar ciertas actuaciones de los descalzos, por ejemplo, que les diesen mejor de comer y que tuviesen cuidado con la higiene, como escribió al padre Gracián cuando preparaban las nuevas Constituciones en el capítulo de 1581; expresó también el deseo de que algunos fuesen “maestros” (doctores) con estudios universitarios. La propuesta no tuvo éxito. No obstante la carencia de títulos académicos, la Reforma teresiana en España creó, posiblemente, la mejor escuela de espiritualidad en el siglo XVII, obra de grandes profesores y escritores de espiritualidad y de mística en sus colegios, y también eminentes en teología y filosofía. ¡Cuánto hubiese gozado la madre Teresa al conocer a estos grandes teólogos místicos y filósofos!

Es verdad que, en los Procesos para la beatificación y canonización, sobre todo los “informativos” desde el año 1591, aparecen pocos carmelitas descalzos, en una enorme desproporción con las “descalzas” y con otras órdenes religiosas. Pero a los frailes descalzos les cabe la honra, en el gobierno del P. Nicolás Doria, de haber recuperado, con poco éxito, el cuerpo de la Santa desde Alba de Tormes al convento de San José de Ávila, al que tenía derecho. Y durante ese mismo gobierno, en el que participó también fray Juan de la Cruz, se imprimieron las Obras de la madre Teresa en Salamanca, 1588. En la “Dedicatoria” a la Emperatriz María de Austria, hermana de Felipe II, el provincial, Padre Doria, le dice: “Estos [tratados] ofrecemos ahora a Vuestra Majestad como la más preciosa joya que tenemos”.

Como participación de la madre Teresa en la vida de los frailes descalzos, recordemos que, desde el año 1575, no solo defendió a los descalzos ante el general de la orden contra la persecución de los calzados, sino que fue la primera que propuso pedir a la Santa Sede una bula de separación de los provinciales de España, siguiendo unidos a la orden. Y la inteligente carmelita María de San José recordó a los descalzos que fueron las monjas quienes subvencionaron el viaje a Roma de dos descalzos para conseguir el preciado documento.

Y termino recordando que la madre Teresa, que comenzó alabando la existencia de los “descalzos” como parte de una familia unida, y que pensó que “esta [la fundación de frailes] era muy mayor merced que la que me hacía en fundar casas de monjas” (Fundaciones, 14, 12); terminó casi lamentando su existencia por los trabajos que le daban: “Algunas veces me pesara que se había comenzado”. Alaba la existencia de las monjas que iban bien, pero las de los frailes “no iban mal, mas llevaba principio de caer mu presto”, y da algunas razones (Ib. 23, 12) (¡!). Los carmelitas descalzos debemos continuar mirando a Duruelo y lo que la madre Teresa nos sigue ayudando a ser fieles a su vida y su magisterio.


(Para más información, cf. DANIEL DE PABLO MAROTO, Ser y misión del Carmelo Teresiano. Historia de un carisma, Madrid, Editorial de Espiritualidad, 2011, 386 pp.).

domingo, 27 de noviembre de 2022

TERESA DE JESÚS Y EL ADVIENTO

El tiempo de preparación a la Navidad está presente no sólo en la liturgia sino en la vida cotidiana de los Carmelos fundados por Santa Teresa. Como la cuaresma, también las cuatro semanas de adviento son espera espera de la "Pascua del Señor". Se espera el nacimiento de Jesús en solidaridad con la Virgen y San José. Aunque menos que la cuaresma, también el ciclo de adviento reviste carácter ascético penitencial. Santa Teresa misma, en más de una ocasión, asegura que aunque "cansadísima... no he quebrantado el adviento", es decir, ha practicado "ayunos y disciplinas" (cta 167,4) Con todo, no le agrada que se exagere: a Gracián, enfermizo, lo disuade de dormir en el suelo las noches de adviento (cta 248,15) Para ambientar el adviento comunitario, se procura alguno de los sermonarios en uso (cta 248,15).

Pero el adviento concluía con una exaltación festiva y gozosa. Ya en vísperas de Navidad, sabemos que fray Juan de la Cruz dramatizaba la práctica de las "posadas" (la Virgen y san José que llegan a Belén pidiendo asilo), para cuya escenificación compuso él una copla emotiva en la que participaba toda la comunidad. Práctica probablemente introducida por la Santa en sus Carmelos y que en ellos ha durado hasta hoy.

En los "libros de romances y coplas" o en los centones poéticos de los Carmelos fundados por ella (Valladolid, Medina...) o por su discípula Ana de Jesús (Madrid) se conservan numerosos villancicos que festejan "la calenda" previa a Navidad o que escenifican la práctica de las "posadas". Por ejemplo, las "coplas para la noche de la calenda": "si queréis darnos posada/ a mí y a aquesta doncella /con lo que nacerá della/os quedará bien pagada" (de Valladolid: primero de una serie de poemas "a lo mismo").

Entre los villancicos de la Santa (poesías 11-17), sólo se conservan los dedicados a la Navidad, Circuncisión y Reyes. Ninguno de adviento.

Diccionario de Santa Teresa de Jesús
Monte Carmelo

viernes, 18 de noviembre de 2022

LA TENTACIÓN DEL CLERICALISMO EN EL CARMELO

"El nombre que nos identifica en la Iglesia es “hermanos descalzos de María”. Somos “hermanos” y, por ello, la fraternidad no es un elemento accesorio, sino sustancial. La mayoría de los religiosos son también sacerdotes, y nuestro servicio es en gran parte de tipo ministerial. Esto puede llevar inconscientemente a dejar en un segundo plano nuestra identidad de religiosos y de carmelitas descalzos o incluso a considerarla solo una condición previa con vistas a la ordenación sacerdotal. La posible ordenación deber ser integrada en nuestra identidad religiosa. De este modo la enriquece, pero no la sustituye. No nos llamamos “padres”, es decir, sacerdotes que viven en fraternidad, sino hermanos, y hermanos “descalzos”, es decir, sin otras riquezas o recursos para presentar al mundo que la fraternidad que nos une a María y entre nosotros". 

Declaración sobre el carisma OCD

sábado, 5 de noviembre de 2022

FRANCISCO PALAU Y QUER: AMOR A DIOS Y A LA IGLESIA

 

FRANCISCO PALAU es el primer carmelita descalzo español beatificado después de san Juan de la Cruz. Nació en Aitona (Lérida) el 29 de diciembre de 1811, séptimo de una familia numerosa de 9 hijos. Educado por su familia en un un ambiente rural de profunda piedad y religiosidad popular, donde primaba el amor a la Virgen. Conoció de cerca el horror y las penurias de la invasión francesa y la reacción de sus padres, identificados con el lema "Dios, Patria y Rey". Destacó en sus estudios, y protegido y ayudado por  su hermana Rosa, pudo ampliarlos y completar su educación. Hizo su primera comunión entre los 13/14 años, y en 1828 ingresa al seminario diocesano, para abandonarlo luego en 1832, tras haber cursado la filosofía y parte de la teología, para hacerse carmelita. En octubre de ese año pasó del convento de Lérida al noviciado de los carmelitas descalzos en Barcelona. 

 Pero las cosas se complicarían con la revolución de julio de 1835 y la exclaustración, que acabó con la vida conventual del joven Francisco, que había pronunciado sus votos el 15 de noviembre de 1833. Según mandato de su superior provincial fue ordenado sacerdote en Barbastro el 2 de abril de 1836 por el obispo Santiago Fort i Puig. En aquella España dividida y ensangrentada por conflictos civiles y entendida como una cruzada religiosa, Palau llevó una vida de intensa oración, soledad y predicación, dirección espiritual y desprendimiento de todo tipo de beneficio, incluso de orden ministerial. Solía refugiarse en una cueva a 2 kilómetros de Aitona, convertida por él en un santuario de plegaria y silencio, donde pasaba las noches orando a Dios Padre en favor de la Iglesia. 

 

Tras la derrota carlista, en julio de 1840, Palau pasó a Francia con su hermano menor, Juan, y la fama de santidad le acompañó por donde quiera que fue, haciendo vida de ermitaño; imitado y seguido por muchos; fue también denunciado e incomprendido, porque su modo de vivir no encajaba en la visión republicana  y las funciones sacerdotales. Palau se defendió con un escrito titulado "La vida solitaria no se opone a las funciones de un sacerdote sobre el altar", pero finalmente se vio obligado a abandonar el suelo francés, y regresar a España en abril de 1851, incardinándose en la diócesis de Salamanca. 

 El obispo diocesano le instó a que abandonara su vida de ermitaño y se incorporara al plan pastoral diocesano. Tras un mes de retiro, obedeciendo al obispo, elaboró la regla de vida de los grupos que dirigía, hizo de director espiritual de los nuevos ordenandos, animó la pastoral trabajando con jóvenes y asociaciones religiosas y civiles, y promoviendo iniciativas a favor de los emigrantes. Fue fundador y director de la Escuela de la Virtud, primera catequesis para adultos en la capital del principado, y fue publicista y colaborador de la prensa católica. Al final, todas esas iniciativas suyas y de la diócesis le enfrentaron con las autoridades civiles liberales, y junto al obispo fue desterrado, uno a Cartagena y otro a Ibiza. La defensa que hiciera Palau de los derechos de la Iglesia y sus prerrogativas hicieron que aun en el destierro estuviera bajo vigilancia; siempre tuvo claro que hacía lo correcto y que sufría por el nombre de Cristo y por amor a su Iglesia.  

 

Regresó entonces a la más estricta soledad y renovó la búsqueda del querer de Dios en la oración y el silencio. El islote de El Vedrá, en pleno Mediterráneo, se convirtió en el Sinaí de Francisco Palau. En ese duro peñasco quedaron grabadas sus palabras: "Solo a solas con Dios". Seis años de destierro. De nuevo la soledad. Breves salidas para predicar, el ideal de sus jóvenes años de carmelita. Es el carisma palautino, fuente de una espiritualidad eclesial, lo que originó y alimentó su santidad con iniciativas misioneras: fundador de congregaciones religiosas (Hermanos y Hermanas Carmelitas), exorcista, misionero popular, fundador y director de un periódico-seminario, El Ermitaño, , y un tratado de eclesiología para los cristianos, La Iglesia de Dios, etc. 

Murió en Tarragona, el  20 de marzo de 1872, en cuyo arzobispado había presentado un mes antes las Constituciones que debían dar estabilidad y forma a los Terciarios y Terciarias Carmelitas por él fundados en 1860 y 1861 respectivamente. En Tarragona, en la casa madre de las Carmelitas Misioneras Teresianas, se veneran sus restos mortales en una capilla visitada por los devotos del beato Palau y custodiada por sus hijas espirituales. La producción literaria de Francisco Palau es abundante y responde a exigencias e iniciativas pastorales y de dirección espiritual, excepción hecha de su "diario íntimo". Escribió en cuatro idiomas: castellano, catalán, francés y latín. Casi todos sus libros han sido publicados en modernas ediciones y traducidos a varios idiomas: Lucha del alma con Dios, Catecismo de las virtudes, Mes de María, Cartas, Mis relaciones con la Iglesia, El Exorcista y El Ermitaño.

El 24 de abril de 1988 el papa Juan Pablo II lo proclamó beato; su fiesta litúrgica fue fijada para el 7 de noviembre

ALABANZA DE GLORIA: SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD

ISABEL DE LA TRINIDAD
(1880-1906): Nace un 18 de julio, en Bourges, Francia, y es bautizada el 22 del mismo mes; sus padres, José Catez y María Rolland. En 1982 la familia se traslada a Dijón, y el 19 de abril de 1891 recibe por primera vez la eucaristía. El mismo día, visitando a las carmelitas de su ciudad, se le revela el significado de su nombre: Isabel, "casa de Dios". Durante toda su vida, la palabra con la que ella tratará de comprender su experiencia será esta: "Estoy habitada". 

Aunque desde muy temprano sintió la llamada al Carmelo, su familia le prohíbe hablar de vida religiosa, y lleva una existencia normal, con vacaciones, fiestas, música; llegó a ser una excelente pianista. Pero no dejó de sentir la llamada interior de Dios, y en 1899 su madre da el consentimiento para que Isabel vaya al Carmelo, aunque sin dejar de buscarle matrimonios ventajosos. Animada por un buen director espiritual, que la orienta por la senda de la intimidad y del amor, y animada por la lectura de la Historia de un alma, de Santa Teresita, entra finalmente al Carmelo de Dijón el 2 de agosto de 1901.

En su vida como religiosa carmelita descalza progresa en el descubrimiento de la intimidad con Dios-Trinidad, descubre las riquezas de las cartas de san Pablo y empieza a firmar con un nuevo nombre: Alabanza de gloria. Un 21 de noviembre escribe su conocida "Elevación a la Trinidad", hermosa oración; además de este escrito, conservamos sus cartas, poesías, notas espirituales y de retiros. A finales de 1905 se manifiesta la enfermedad que la llevará en poco tiempo a la tumba (Enfermedad de Addison y tuberculosis), con crecientes sufrimientos físicos y espirituales. Termina su vida terrena diciendo: "Voy a la luz, al amor, a la vida".



sábado, 29 de octubre de 2022

COMUNIDAD: BUSCAR JUNTOS LA VOLUNTAD DE DIOS (2)

 

La vida de una comunidad implica el servicio y estas reuniones son servicios que se hacen por el bien de todos. Jesús dice: “Cuando dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos”. Reunidos, esto implica una unión, un encuentro. Jesús no puede estar presente si las personas no se reúnen más que en el plano material, y se niegan a estar en comunión unos con otros.

Es necesario saber sufrir en las reuniones, pasar momentos de discusiones penosas, a veces incluso de luchas. Puede haber estallidos y que algunas personas se expresen con cierta violencia. Todo eso es normal; en un día no se aprende a dejar atrás las propias ideas ni los propios proyectos, para adherirse a las ideas, a los proyectos de la comunidad. Se necesita tiempo para tener confianza en los demás y en la comunidad. Poder expresarse es una liberación. Una comunidad debe tener la suficiente capacidad de escucha como para que cada persona pueda encontrar su liberación.

El éxito de una reunión de comunidad depende de la manera en que la gente se prepara interiormente
. Si todos vienen con un espacio interior de silencio, con disponibilidad y entusiasmo, la reunión será viva y fructífera. Si llegan descontentos y de mal humor (¡Otra reunión más!) seguro que el encuentro será estéril. En una comunidad hay siempre personas a las que les gustan las reuniones y otras a las que no les gustan (unos las ven como un momento para liberarse de las exigencias del trabajo habitual, y otros como pérdidas de tiempo). Pero participar en una reunión comunitaria no es simplemente hablar: implica también escuchar, renunciar a imponer las propias ideas, defender o probar algo que nos concierne. Hay que tener la certeza de que Jesús está presente y nos conduce en nuestra búsqueda de verdad, y que cada uno tiene un don que aportar a la reunión. Juntos encontramos la voluntad de Dios y su verdad.

Desde fuera y visto bajo la perspectiva de la eficacia, este momento comunitario, de diálogo y discernimiento, puede parecer una pérdida total de tiempo, pero desde dentro, ese tiempo aparentemente perdido es importante, porque nos permite clarificar las opciones, dificultades y riesgos para la cohesión interior del grupo. “Toda pérdida de tiempo para el diálogo, en realidad es solo aparente; quiere decir tiempo ganado en seguridad, confianza en sí y en los demás”. Por eso, en una reunión siempre es importante que todos tengan tiempo para expresarse, para decir su opinión, y si están en desacuerdo para manifestar sus razones. Las comunidades deben aprender a aceptar y a amar las diferencias.

La comunidad es siempre una llamada a superarse
. Algunos pueden ser fácilmente anulados e incluso manipulados por el grupo, o dominados por un miedo terrible a ser rechazados si lo contradicen o se muestra diferente a los demás. La pertenencia debería ser siempre para la superación. Si nos esforzamos por agradar a Jesús y no solamente al grupo, entonces creceremos y la comunidad será para las personas. Claro que Jesús quiere que también seamos sumisos a la comunidad; de ahí la necesidad de discernimiento y sabiduría.

En una comunidad todos están llamados a colaborar. La comunidad es ante todo un lugar de comunión, que se basa en una experiencia común de amor fraterno, reconociendo que somos un solo cuerpo, llamado por Dios a ser fuente de amor y paz. Hay que dar prioridad a la vida cotidiana, a las realidades particulares, los símbolos, los encuentros y celebraciones que despiertan y sostienen esta experiencia de comunión. Cuando una comunidad no es más que un lugar de trabajo, está en peligro.

Ideas tomadas de “La comunidad”, de Jean Vanier.

domingo, 16 de octubre de 2022

TERESA DE JESÚS: SANTA SIN CEREMONIAS

De un hermano en el Carmelo Teresiano, tomado de su perfil de Facebook, hablando del talante alegre y desenfadado de Santa Teresa

"Saludos desde Soria en la fiesta de santa Teresa de Jesús, psicóloga antes de la psicología, feminista antes del feminismo, primera mujer doctora “honoris causa” por una universidad civil, primera mujer doctora de la Iglesia, mística, poeta, fundadora y muchas cosas más. Pero lo que más llama la atención es su profundo sentido del humor y su simpatía.

A santa Teresa de Jesús le gustaba decir: "Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía". Tenía muy claro que "un santo triste es un triste santo" y añadía: "Dios nos libre de los santos encapotados". Le gustaba el buen humor, la sencillez y la naturalidad hasta el punto de afirmar que "cuanto más santos, han de ser más conversables". Y lo que más apreciaba en el padre Gracián es que "sabe unir la perfección y la suavidad".

En una ocasión se encontraba en el monasterio de Soria (justo donde me encuentro yo ahora). La comunidad eligió como priora a la madre Catalina de Cristo. Una monja preguntó a una novicia qué le parecía la madre fundadora. La novicia respondió con sencillez que no le parecía tan santa como ella se esperaba, porque se reía mucho; y que le parecía más santa la priora de la casa, que era más seria.

Santa Teresa lo oyó y dijo a la novicia: "¡Alto ahí! La madre Catalina es más santa que yo, porque es muy virtuosa, en eso dices verdad, que yo tengo la fama y ella las virtudes. Pero no es más santa porque se ríe poco, que eso no es una virtud, sino un defecto!"

Sor Juana de la Cruz, abadesa de las descalzas reales de Madrid, cuando conoció a santa Teresa en 1569, dijo a sus monjas: “Bendito sea Dios, que nos ha permitido ver una santa a quien todas podemos imitar, que come, duerme y habla como nosotras y anda sin ceremonias”.

Verdaderamente ella era muy poco amiga de ceremonias tanto en la vida como en el culto cristiano: le gustaban las cosas sencillas y "sin artificio".

Su sobrina Teresita, hija de Lorenzo de Cepeda, testimonió a su muerte: “Tenía un exterior tan desenfadado y cortesano, que nadie por eso la juzgaba por santa; pero tenía en toda ella un no sé qué tan de sustancia, que hacía fuerza que creyesen y viesen los que la trataban, que era muy santa sin esforzarse por parecerlo”.

15 de octubre de 2022. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

TERESA DE JESÚS: MUJER ILUMINADA

Pedro Miguel Lamet
escribe el siguiente texto para RELIGIÓN DIGITAL, a propósito de la memoria litúrgica de TERESA ayer: 

"Me preguntan en El Cultural qué puede fascinar de Teresa de Jesús a un joven de hoy desde la perspectiva de la fe. En las escasas líneas que me conceden, diré en primer lugar que “la mujer”. En una época de marginación absoluta de las féminas, Teresa, enorme lectora y mejor autora, funda las descalzas, se enfrenta a los calzados, se cartea con Felipe II, sortea a la Inquisición y escribe con valentía que las mujeres tienen más fe que los hombres hasta afirmar: "¡No somos tan fáciles de conocer las mujeres!, que muchos años las confiesan, y después ellos mismos se espantan de lo poco que han entendido”.

Si Hernando de Talavera le escribe a Isabel la Católica que “comúnmente las mujeres están y fueron hechas para estar encerradas e ocupadas en su casa, y los varones para andar en procurar las cosas de fuera”, la andariega atraviesa España fundando en una carreta. Cuando escribí mi novela biográfica sobre san Juan de la Cruz, me sorprendió cómo éste estuvo siempre a sus órdenes, como toda la rama masculina del Carmelo.

No menos sorprendente es su libertad en lo espiritual. Lleva adelante su propio camino. Es cierto que se ayuda de confesores, sobre todo de los más ilustrados, dominicos y jesuitas, pero cambia con libertad y frecuencia, según lo necesita. Y no tiene miedo de plasmar sus experiencias en sus escritos, entre sospechas inquisitoriales de iluminismo.

Pero sobre todo fascina la doctora de la Iglesia (se retrasó esta proclamación hasta Pablo VI porque se pensaba que obstat sexus) como mística. En un momento como el actual de avidez de contemplación, con la práctica del yoga, el zen y el mindfulness, ahondar en su autobiografía o en Las Moradas es apuntar al silencio interior, donde el ser humano puede intuir la unidad del todo y el último sentido de la vida. ”Acá no hay nada de esto, ni se ve oscuridad, sino que se representa una por una noticia del alma más clara que el sol”. Todo con los pies el suelo, sentido común y una encantadora “humildad, que es la verdad”.

martes, 27 de septiembre de 2022

COMUNIDAD: LA IMPORTANCIA DE ENCONTRARNOS (1)

Cada comunidad es escogida y llamada a manifestar una parcela de la gloria de Dios, pero siempre en comunión con las otras
. Las comunidades son verdaderamente comunidades cuando están abiertas a las otras, cuando son vulnerables y sencillas, cuando sus miembros crecen en el amor, la compasión y la humildad. Sin embargo, dejan de serlo cuando sus miembros se vuelven a cerrar en ellos mismos, convencidos de que están en posesión de la única verdad y la sabiduría. La actitud fundamental de una comunidad en la que se vive una verdadera pertenencia es la apertura, la acogida y la escucha de Dios, del universo, de otras personas y de otras comunidades.

Si la comunidad es pertenencia y apertura, también es amor hacia cada persona. En otras palabras, podríamos decir que la comunidad está definida por tres elementos: amar a cada uno, estar unidos juntos y vivir la misión. En comunidad amamos a cada persona y no a la comunidad en sentido abstracto, es decir, como un todo, una institución o un modo de vida ideal. Lo único que cuenta son las personas; amarlas tal y como son, de tal manera que crezcan según el plan de Dios y sean fuentes de vida. Y esto no de forma pasajera, sino permanentemente.

La vida en común no es una idea abstracta o un idealismo. Sin duda alguna, san Benito habría apreciado el aforismo de Dietrich Bonhoeffer: “Aquel que ama la comunidad la destruye; el que ama a los hermanos es el que verdaderamente la construye”. La comunidad nunca puede tener el primado sobre las personas; está orientada hacia las personas y su crecimiento. Su belleza y unidad provienen del reflejo de cada una de las personas, de la luz y del amor que hay en ellas y de la manera en la que se aman.


Para que una comunidad se forje realmente es necesario que sus miembros puedan juntarse como personas, como hermanos, y no sólo para trabajar. La vida comunitaria implica un compromiso personal que se realiza en los encuentros entre personas. Pero hay veces en que estos se esquivan; se tiene miedo porque comprometen. Se huye hacia lo pragmático, la organización, la ley, el trabajo o el activismo. Se huye del encuentro real con el otro, pero para amarse es necesario encontrarse. La creación de una comunidad es algo distinto del encuentro de personas individuales. Es crear un cuerpo y un sentido de pertenencia, un lugar de comunión, y esto supone re-unirse.

Hay diferentes tipos de reuniones en una comunidad, pero todas tienen el mismo fin: la comunión, la construcción de un cuerpo, la creación de un sentido de pertenencia. Poco importa si hay pocas o muchas cosas que tratar, todo debe estar en función del mismo fin: reunirse en el amor. Existen reuniones cuyo fin es informar; es importante que la gente sepa lo que pasa en la comunidad y en aquellas otras con las que se tienen vínculos especiales, lo que pasa también en los ámbitos que interesan de modo particular a la comunidad. No solo ponerlas por escrito, sino conversarlas, para que inspiren y alimenten nuestros corazones y espíritus y crear la unidad.

Existen reuniones para tratar los asuntos de la comunidad (para profundizar juntos en la visión y tomar decisiones, después de un discernimiento). Existen reuniones en las que se comparte, hablando de lo que se hace y de lo que se vive. Existen reuniones en las que se disfruta el descanso, el estar juntos, y otras son celebraciones o reuniones en las que rezamos juntos, se intercede por la comunidad, se grita a Dios por sus sufrimientos y necesidades, se suplica o se da gracias, o se adora en silencio. Y hay reuniones en las que se anuncia y comparte una visión, un deseo, una esperanza.

Ideas tomadas de "La comunidad", de Jean Vanier

miércoles, 21 de septiembre de 2022

SANTA TERESA EN LA LITERATURA

En 1931 Ramón J. Sender publicó en la editorial madrileña Zeus El Verbo se hizo sexo (Teresa de Jesús), novela que, como señaló el autor en el prólogo, no pretendía ser una biografía al uso de la escritora y santa abulense. El libro conoció ese mismo año una segunda edición, en la que el único cambio con respecto a la primera fue la ilustración de la cubierta. La novela no se reeditó en vida de Sender, quien en 1967 volvió a publicar un libro protagonizado por santa Teresa, Tres novelas teresianas, una colección de novelas cortas.

El Verbo se hizo sexo se estructura en quince capítulos agrupados en cuatro partes —«Adolescencia», «Crisis de pubertad», «La pasión» y «Reposo y santidad»— y en ella el autor recoge algunos de los episodios más significativos de la vida de Teresa de Jesús, prestando especial atención a su labor como reformadora de la Orden del Carmelo y fundadora de conventos, a sus experiencias místicas y a la vigilancia a la que la sometió el Tribunal del Santo Oficio. Al mismo tiempo, Sender ofrece en esta novela un fresco certero de la España del siglo XVI y da unas pinceladas de la complicada situación en la que se encontraba la Iglesia católica en aquella época debido a la Reforma de Lutero.


Por su parte, Tres novelas teresianas constituye un viaje estimulante al siglo XVI español, donde se mezclan personajes históricos con otros como Don Quijote, Sancho Panza, Don Juan o Lázaro de Tormes. Este libro se articula como un retablo barroco que recoge en tres narraciones cortas tres estampas de la vida de la Santa de Ávila.

«La puerta grande» nos acerca a una Teresa de dieciséis años que reflexiona sobre su vocación, que canta mientras barre y que dialoga con un caballero flaco, alto y canoso llamado Don Quijote y con su fiel escudero Sancho. En «La princesa bisoja», la santa escucha de la voluptuosa princesa de Éboli el frívolo e irritante relato de sus intrigas. Por último, «En la misa de Fray Hernando del Castillo», Teresa se duele de Felipe II, cuya participación en el asesinato del Barón de Montigny denunciará el capellán de la corte.

Con una imaginación desbordante y un empleo de la lengua que tiene ecos del siglo de oro, Sender sitúa a Teresa en un escenario que acoge, sin distingos, inquisidores y cortesanos, a Lázaro de Tormes o al Burlador de Sevilla, para proporcionarnos una visión personalísima de la soleada pero oscura España de los Austrias.

martes, 20 de septiembre de 2022

NOTAS SOBRE LA INFANCIA DE TERESA DE LISIEUX (6): LA EDUCACIÓN DE LAS HERMANAS MARTIN

¿Cuál es el clima familiar en el año 1876, cuando Teresa tiene 3 años?

A Celia Martín le vuelven con frecuencia sus antiguas ideas monásticas ("No hago más que soñar con el claustro y la soledad", le escribe en 1876 a Paulina). También con frecuencia siente desaliento, y está completamente obsesionada con los negocios, se siente atada a su trabajo. Sigue teniendo ideas bien negativas con respecto al mundo y al matrimonio. 

 A María, hermana de Teresita, de 16 años, adolescente bonita y bien hecha, le pasa algo similar; es romántica, pero le teme al mundo. Hay en ella también un temor casi enfermizo al matrimonio. Una vez la señora Martin hablo del día en que se case, y María comenzó a sollozar y pide que no le vuelvan a hablar jamás de eso. 

Está también Celina: muy dócil y dulce, "del todo inclinada a la virtud, tiene un alma cándida y siente horror al mal". María la maltrata y obliga a plegarse siempre en provecho de Teresa. Pero la pequeña extraña todo el tiempo a Paulina, que es alegre, vivaz y vigorosa.  

 En este contexto de habla siempre de la muerte y del más allá. Ese es el tema de las cartas que intercambian. Las predicaciones en la iglesia tratan con insistencia de muerte y de penas, de infierno y purgatorio, de condenación y pecado. Celia se preocupa por la salud de su hermano, y también por su hermana religiosa; esta última muere el 24 de febrero de 1877, a los 47 años de edad, y todos le hacen "encargos para el cielo". 

Celia lee vidas de santos con agrado, en las que se insiste en el deseo de morir para ir al cielo. Teresa cuenta una anécdota al respecto en su autobiografía (Ms A, 5r, página89). Ser un ángel para ir al cielo es lo que preocupa a la niña Teresa; se le inculcan actitudes angélicas todo el tiempo. Y para ir al cielo hay que ser "buena": uno de los medios que preconiza Celia Martín consiste, como ya hemos visto antes, en las prácticas de virtud: ir sumando sacrificios insignificantes. 

La ideas de Celia Martin acerca de la santidad y la educación de sus hijas aparece reflejada con muchos ejemplos en el capítulo tercero del libro que sigo en estas notas. Dicho ideal, y la espiritualidad que brota de él, puede resumirse en algunas expresiones: sacrificios y escrúpulos; dependencia; ideal religioso que marca la vida laical, moralismo, repulsa del mundo. En carta a su hermano, Dositea, hermana religiosa de Celia Martín, le dice a propósito del matrimonio de este: "Dios se las arregla de forma que no nos deja encontrar felicidad completa en la tierra". Dios es para ella aquel que se las ingenia para no dejar ser felices a los seres humanos, a fin de que deseen dejar este mundo e ir al cielo. Es un Dios que tiene sed de sufrimientos y de sangre, incluso el sufrimiento de los niños, que entiende como fuente de méritos y gloria. 

La espiritualidad dolorista y reparacionista de Dositea la comparte Celia, y en ella entrena a sus hijas: examen minucioso de sus faltas y en la conciencia de la culpa; también en el propósito de sufrir por los demás o en lugar de ellos. 

Así identifica Jean Francoise Six a las hermanas de Teresa: María es la hermana mayor; Paulina, la preferida de Celia Martín; Leonia, la menos querida o la más imperfecta; Celina, la intrépida. Y luego Teresa, la más viva.

Es en este contexto en que Celia Martín recibe la mala noticia de que tiene un tumor maligno en el pecho y que este no es operable, ya que ella demoro mucho en comunicarlo o en ver a un médico. Lo comunica a su familia, aunque tiene esperanza de que todavía vivirá mucho tiempo. Teresa también participa de ese ambiente, y enseguida se enferma: se siente oprimida, se resfría, está diferente.

(Cont...) 

miércoles, 7 de septiembre de 2022

QUIERO VER A DIOS

Toda la espiritualidad teresiana se centra en este movimiento hacia Dios, presente en el alma, para unirse perfectamente con él. Sus elementos esenciales son, por tanto: presencia de Dios en el alma, que es su verdad fundamental; interiorización progresiva, que señala su movimiento; unión profunda con Dios, que es su meta”.

1. Dios es la sublime realidad del castillo y todo su esplendor, la vida del alma, el manantial que la fecunda, el sol que la ilumina y vivifica sus obras. El alma no puede sustraerse a su influencia sin perder su esplendor, belleza y fecundidad. El alma, creada por Dios, no es otra cosa que su “paraíso”. Dios vive verdaderamente en nosotros. Esa presencia de Dios tiene dos formas: presencia activa de inmensidad (general, creatural, participación de la naturaleza divina; sostiene y enriquece a la persona, pero esta se mantiene pasiva ante esos dones) y presencia objetiva (puede reaccionar ante los dones de Dios, establece entre el alma y Dios relaciones recíprocas de amistad, relaciones filiales). En el primer caso, Dios colma a la persona, pero habita en ella como un extraño, mientras que en el segundo caso está como Padre y como amigo. Dios le descubre su vida íntima, su vida trinitaria y le hace entrar en esa vida como hija o hijo. Estas dos presencias no se excluyen, son complementarias.

2. La vida espiritual será, por excelencia, una vida interior; será una marcha progresiva hacia una comunión cada vez mayor con Dios. Cada etapa o momento de esa marcha será como una “morada”, según la visión de Teresa. Es el Amor, que vive en el centro, el que dinamiza la vida y progresión del creyente; el amor arrastra, se da y a la vez conquista. La persona es el campo de Dios y Dios es el agricultor, el artífice de nuestra santificación, que realiza a través de su gracia providente. “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Invasora y filial, la gracia cumple su obra de transformación y de conquista.

3. La meta de todo este camino o proceso es la unión total del alma con Dios mediante una transformación que la hace semejante a Él: de ahí su nombre de “unión transformante”. Esta adopta diversas formas, por ejemplo: visión de la Santísima Trinidad en Santa Teresa; el alma siente siempre el Verbo esposo como reposando en ella en San Juan de la Cruz; o experiencia constante de la misericordia divina que la penetra y envuelva, en Santa Teresita.

Esta experiencia tiene indudablemente un efecto eclesial y social, porque la persona transformada o en proceso de transformación irradia a su alrededor, y contribuye a la santificación de otros en menor o mayor medida.

Notas tomadas de "Quiero ver a Dios", del P. María Eugenio del Niño Jesús O.C.D.

martes, 30 de agosto de 2022

NOTAS SOBRE LA INFANCIA DE TERESA DE LISIEUX (5): PRIMEROS PASOS

La pequeña Teresa comienza bien, promete ser fuerte; pero para Celia siempre la muerte es una posibilidad, pues ya se ha llevado a tres de sus hijos. Comienza a darle el pecho y luego se ayuda con el biberón, pero Teresa deja de mamar y solo come leche espesada con pan. Da malas noches, y a principios de marzo una crisis de enteritis asusta a la familia. La tía religiosa hace votos de que, si se cura, le pondrás por nombre Francisca; pero Celia se niega a ello, asegurando: no estoy decidida a dar a mi pequeña otro nombre que el de Teresa.

La niña se recupera, pero Celia expresa el temor de que pueda ser castigada por no querer seguir el consejo de su hermana. El médico aconseja la lactancia natural y Celia Martín piensa en la pequeña Rosa que fue nodriza de sus dos hijos fallecidos. Esta la lleva a su casa, pero siguen las crisis de enteritis. María también cae enferma en esos días, con fiebre alta, y otra vez siente Celia que Dios quiere probarla. Luis está desolado.

A mediados de mayo María mejora, y Teresa está con Rosa Taillé, su nodriza. Rosa lleva a veces a Teresa los domingos a casa de sus padres; por ejemplo, el 5 de mayo, llega con Teresa, la pone en brazos de su madre y se va a misa, pero Teresa rehúsa los brazos maternales. Así lo cuenta la propia Celia en varias ocasiones. El primer despertar de Teresa a la vida tiene por tanto lugar en el campo. en una granja; crece muy bien, aunque lejos de su madre, habituada más al campo que a la ciudad.

Esta primera experiencia de Teresa con su nodriza deja una huella profunda, porque el tiempo que pasa con Rosa es vital para su sobrevivencia. A Celia la leche de la nodriza le parece Demasiado vieja, pero Teresa, que había rechazado el seno de su madre, mama “con todas las ganas” del pecho de Rosa. Luego, en su itinerario, encontraremos constantes referencias a las flores, y de modo particular, a la rosa; de modo particular el deseo final de Teresas de hacer caer sobre la tierra (que se presenta en su familia como un valle de lágrimas y muerte) una “lluvia de rosas”.

Finalmente, el 2 de abril de 1874 regresa a la casa familiar con 15 meses de edad; durante más de un año ha vivido en una atmósfera diferente a la que a partir de entonces conocerá. De una granja humilde, con una sola vaca, y los cuatro hijos de Rosa (el menor tiene un año más que Teresa), llega a una casa de ciudad limpia y arreglada. Allá tenía campos para correr, y aquí habitaciones limitadas; allá cuatro niños y aquí cuatro niñas.

Cuando Teresa llega a casa, después de más de un año de ausencia, es vivamente esperada. Su madre, desea mucho verla, tenerla al fin en casa, mimarla. No tiene aun 2 años Teresa cuando se le enseña a rezar; así lo cuenta Celia en sus cartas: “Ya sabe rezar a Dios. Todos los domingos va a la función de vísperas”.

A principios de agosto de 1875 María deja el pensionado de Mans, y en adelante se quedará en casa con la familia; tiene 15 años y su madre la inicia en los encajes. Pero también María si ocupará de cuidar a sus hermanas; ya antes de dejar el convento había relatado un reglamento para la educación de sus hermanas: ejercicios y horarios, método, educación, preocupaciones espirituales. Ya en casa, aplica el reglamento con la entereza de carácter que la distingue: severa e incluso brutal a veces con Leonia; tenazmente aplicada con Celina, a la que enseña a leer y escribir; más indulgente, aunque rigorista, con Teresa.


Así, en la convivencia con sus hermanas, se van perfilando algunos rasgos importantes de Teresa:

1. Ya la benjamina quiere superar a sus hermanas tratando de imitarlas en cuanto ellas hacen (competitiva); primero a Celina que está aprendiendo a leer. Sabe emplear grandes medios para persuadir cuando quiere alcanzar algo, y expresa en todo, una voluntad tenaz. Una de las cartas de Celia a Paulina describe a Teresa como “buena maligna y encantadora a la vez”.

2. Otro rasgo de carácter de Teresa, tal vez el primero en importancia, es su testarudez; no cede fácilmente, y para alcanzar algo nada la detiene. Y si no se sale con la suya, ¡Qué rabietas! se tira por el suelo como una desesperada. “Hay momentos en que es más fuerte que ella, se siente ahogada, es una niña muy nerviosa”, le escribe Celia a Paulina. La misma Celia dirá: “tiene una inteligencia superior a Celina, pero es mucho menos dulce y sobre todo de una testarudez casi invencible; cuando dice no, nada puede hacer que ceda. Aunque la encerraran en la bodega, todo el día dormiría allí antes que decir que sí”.

3. Está obstinación de Teresa va acompañada de una gran sensibilidad. Teresa evidentemente tiene miedo a quedarse sin el afecto de los suyos; se pierde, por ejemplo, en innumerables perdones, se emociona fácilmente, llora con facilidad. A la vez se da cuenta de hasta qué punto es admirada por todos, y adopta un aire de princesa indiferente. María la describe como “traviesa y fina”; “es una pequeña mártir, tan acostumbrada a las caricias que apenas les presta atención”.

Ya a Teresita, con 4 años, le enseñan el famoso método de las “prácticas”: actos de virtud cuya cuenta se lleva en un pequeño Rosario. Esto la apasiona, es una niña llena de ingenio y de vitalidad, pero también de fuerza agresiva. La víspera de cumplir tres años demuestra un interés apasionado por una muñeca, pero al punto la destruye con impaciencia, y termina enterrándola.

Jean Francoise Six hace un análisis psicológico de estos datos, que tomamos con prudencia, y concluye diciendo: A través de estos relatos de infancia puede verse que Teresa, la benjamina, demuestra en aquel ambiente morboso, que es la familia Martín, un afán de sobrevivir realmente extraordinario. El rigorismo de María y la angustia de la madre no logran impedir que se abra pasó en la vida con una obstinación y agresividad poco corrientes. Al mismo tiempo experimenta verdadera culpabilidad, que se refleja claramente en la prisa por acusarse de los pecadillos (“ella está allí como un criminal que espera su condena”); culpabilidad que viene de la ambivalencia en que se encuentra: quiere vivir y para ello ha de alejarse de los instrumentos de muerte; está dividida entre el deseo de conservar a su madre y aquel otro, para vivir, de perderla. Ella es esa muñeca, a la que quiere ver vivir y andar y a la vez desea también ver muerta y enterrada.
(Continúa)

lunes, 22 de agosto de 2022

NOTAS SOBRE LA INFANCIA DE TERESA DE LISIEUX (4): LAS HERMANAS QUE ENCUENTRA TERESITA AL NACER

 
María la hermana mayor: tiene 12 años cuando Teresa nace; espíritu de independencia. Debe ser sacada del convento en Mans, porque no soporta la separación de sus padres, cayendo enferma. Es de conciencia escrupulosa: se acusaba constantemente de pecados. Es retraída y tímida, y la llegada de Teresa fue difícil para ella, y le produjo hasta una enfermedad que sana cuando su padre hace una peregrinación a un santuario cercano.

 Paulina la preferida de Celia: es la que más se parece físicamente a su madre; también tiene el mismo carácter impulsivo. Celia se ve en ella, se apoya en ella, tiene gusto en agradar a los demás y simpatía natural, inteligencia y tenacidad en el trabajo. Muy afectuosa y necesitada de afecto; se aficiona a las personas con facilidad, ocasionándole pesar. Un detalle a señalar: tanto el padre como las hermanas le llaman frecuentemente "pequeño Paulino", subrayando su pequeña estatura y el carácter un poco varonil. 

Leonia: María y Paulina son morenas, pero ella es rubia y de ojos azules,, frágil en su nacimiento no es guapa como las otras. Inteligencia poco desarrollada, indisciplinada; querrá enseguida a Teresa, la hermana pequeña, con un afecto aturdido, intempestivo, pero constante. Porque si bien es poco inteligente es como la llama su padre "la buena Leonia". Pero su madre, que quiere tener hijas perfectas, no le perdona sus limitaciones en el plano del espíritu y del dominio de sí, y Leonia ya sabe que no es amada como las otras, y que a los ojos de su madre es una especie de oscuro castigo del cielo. 

Celina la intrépida: tiene 4 años al nacer Teresa; frágil en su nacimiento posee sin embargo una extraordinaria vitalidad. Es viva jovial, decidida, curiosa, desde su tierna edad. Delgada. Se convertirá en la compañera inseparable de Teresa. 

Teresa nace el 2 de noviembre de 1873 y escribe Celia a su cuñada "Mi pequeña ha nacido ayer, jueves, a las 11:30 de la noche; es muy fuerte y tiene buena salud. Me dicen que pesa 8 libras, dejémoslo en 6, que no está mal. Parece muy mona, estoy muy contenta; sin embargo en el primer momento me quedé sorprendida, pues esperaba un chico. Será bautizada mañana, sábado".  María es su madrina y el padrino un niño más o menos de la misma edad.

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...