viernes, 30 de julio de 2021

CAMINO DE LIBERTAD: "TODA MI CONFIANZA EN DIOS" (Vida, capítulo 9)

Y así llegamos al noveno capítulo de VIDA, y al tercero de este triduo en el que he querido poner especial atención. Este capítulo recoge el desenlace del drama vivido por Teresa durante largos años. Ella vive un cambio radical: no sólo ético o psicológico, sino total, que afecta a Teresa en sus estratos más profundos. Fija el rumbo de su vida, y cambia el modo en que se relaciona con Dios, poniendo fin a las luchas antagónicas previas. Es el alboreo de una nueva y larga jornada, que durará hasta su muerte. Este capítulo señala el final de su brega ascética y el comienzo de su vida mística.

La clave está al final del capítulo anterior, y se confirma al comienzo de este: poner toda la confianza en Dios; dejar paso libre a su presencia y a su iniciativa. Dejarle hacer; Ya no es Teresa la que hace, es Dios (“comenzó el Señor a despertar su alma y a darle luz”).

Esto acontece en dos hechos decisivos del relato autobiográfico:

1. El encuentro con Cristo en una imagen, que le hace revivir la historia evangélica de la Magdalena.

2. El encuentro con san Agustín y un libro: Las Confesiones, que le hacen revivir la conversión de aquel.

"Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Me acaeció que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y me arrojé cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle".

Teresa no se encuentra sólo con una imagen de Cristo, sino con “Cristo muy llagado”; va de lo exterior a lo interior, de la capilla a su oratorio interior, y mirándola, dice, se turbó, porque “representaba bien lo que pasó por nosotros”. La previa oración interior de Teresa, en la que se representa a Cristo en las situaciones descritas en los relatos evangélicos, le prepara para este momento; “Me aprovechó más”, dice, porque tenía toda su confianza en Dios. Intercala aquí su devoción a María Magdalena, y como se identificaba con su conversión. La escena culmina con una súplica entrañable, y reiterada; es un gesto casi de impotencia o de derrota, el gesto supremo en el que Teresa pasa el mando, la iniciativa, de ella hacia Dios (#s 1-3).

Este episodio permite a Teresa tener una confidencia sobre su estilo de oración, en cuanto relación personal con Jesús: “Procuraba representar a Cristo dentro de mí” (#s 4-6). Se hallaba mejor donde le veía más solo, recordaba la oración del huerto cuando se iba a dormir, un buen libro para recogerse, pensar en Cristo como hombre, etc.


Luego, en el # 7, pasa a contar otro episodio:

"En este tiempo me dieron las Confesiones de San Agustín, que parece el Señor lo ordenó, porque yo no las procuré ni nunca las había visto. Yo soy muy aficionada a San Agustín, porque el monasterio adonde estuve seglar era de su Orden y también por haber sido pecador, que en los santos que después de serlo el Señor tornó a Sí hallaba yo mucho consuelo, pareciéndome en ellos había de hallar ayuda y que como los había el Señor perdonado, podía hacer a mí...Como comencé a leer las Confesiones, paréceme me veía yo allí. Comencé a encomendarme mucho a este glorioso Santo...".

Teresa empatiza con Agustín, era el mismo año en que se publicaban por primera vez las Confesiones en castellano; se siente atraía por sus exclamaciones, su angustia y su conversión, y se siente muy identificada con su experiencia de pecador y convertido. “Paréceme me veía yo allí”.

Desde estas experiencias espirituales, escribe Teresa (9):

"Paréceme que ganó grandes fuerzas mi alma de la Divina Majestad, y que debía oír mis clamores y haber lástima de tantas lágrimas. Me comenzó a crecer la afición de estar más tiempo con él, y a quitarme de los ojos las ocasiones...".

Los episodios narrados por Teresa en este capítulo: su encuentro con Cristo llagado, el recuerdo de la Magdalena, la lectura de la conversión de San Agustín, acontecen sobre todo en el alma de Teresa, en su interioridad. Ella se percibe cambiada, con deseos de pasar más tiempo con Jesús, y también van creciendo los regalos en la oración, que antes no faltaron, pero de manera esporádica. Como dije antes, a partir de aquí comenzará la vida nueva de Teresa, marcada más por las experiencias místicas que por la ascética; pasa de la lucha a la paz, de las sombras a la luz, y todo eso, no forjado por ella, sino recibido como don de Dios.

(Resumen a partir de textos de Tomás Álvarez, ocd)

sábado, 24 de julio de 2021

CAMINO DE INTIMIDAD: “EL GRAN BIEN DE LA ORACIÓN”

El CAPÍTULO 8
es otro momento importante en el LIBRO DE LA VIDA de Teresa de Jesús, porque se centra en la clave fundamental de la vida de Teresa: LA ORACIÓN. Aquí se cruzan el relato con la tesis principal de sus escritos, la que recorre el libro y la propia vida de la autora de principio a fin (recordamos que Teresa no está solo contando, sino interpretando su vida).

Al continuar el relato, desarrolla lo que ha supuesto su experiencia más importante: la oración como la fuerza motriz de la vida. Teresa prolonga el relato de sus años de crisis, hasta 1553-1554, y lo cierra diciendo: abandoné la oración, sí, pero volví a ella.

Ser fiel al "trato con Dios" fue para Teresa todo un drama de vida, por eso es ahí donde radica la tesis del libro: tratar o no tratar con Dios decide la suerte del ser humano, su ascensión o su descenso, su estancamiento. Teresa universaliza así su propia experiencia, y ofrece el conocido y original enfoque que ella da a la oración: orar es tener amistad con Dios, como hecho fundamental de la vida, como relación personal entre los dos.

El título mismo del capítulo es un elogio a la oración: "Trata del gran bien que le hizo no se apartar del todo de la oración para no perder el alma, y cuán excelente remedio es para ganar lo perdido. Persuade a que todos la tengan. Dice cómo es tan gran ganancia y que, aunque la tornen a dejar, es gran bien usar algún tiempo de tan gran bien". Teresa tiene en este momento en que escribe unos 38 o 39 años de edad.


El capítulo presenta un relato regresivo: vuelve sobre el tema del capítulo anterior, con alusiones a su crisis (“Este mar tempestuoso”; “guerra tan penosa”), en la que medió la oración, y como ella perseveró en su lucha, imponiéndose a menudo estar en el oratorio, aun sin ganas. Presenta su situación con fuerte dramatismo: “Ni yo gozaba de Dios, ni traía contento del mundo. Cuando estaba en los contentos del mundo, en acordarme lo que debía a Dios, era con pena; cuando estaba con Dios, las afecciones del mundo me desasosegaban” (#2). Es una batalla consigo misma, en la que resalta, finalmente, esta afirmación: “Todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la confianza en nosotros, no la ponemos en Dios” (#12).

Siempre Teresa pone en paralelo su conducta, insistiendo en su ruindad (“alma tan pertinaz e ingrata”), con el obrar de Dios, (“quien tantas mercedes le ha hecho”), y su gran misericordia. No era sólo una lucha de oración sino un ansia de vida: “Deseaba vivir que bien entendía que no vivía, sino que luchaba con una sombra de muerte y no había quien me diese vida, y no la podía yo tomar”.


LA DOCTRINAL DE TERESA SOBRE LA ORACIÓN:

Dos grandes ideas que Teresa va a inculcar al lector, ambas arraigadas en lo más hondo de su experiencia personal. Una, pertenece al orden de las realidades eficaces de la vida: la oración marca el rumbo y plasma la vida del orante. Y la otra pertenece al orden de las esencias: ¿Qué es orar?

Empecemos por la segunda: Teresa sorprende al lector con una definición que brota de su experiencia personal; ella no es filósofa, ni exégeta, ni teóloga. Para Teresa la oración es cosa de amigos, de amigos desiguales: Dios y el orante. Amistad trascendente, en la que Dios tiene siempre la iniciativa, y de nuestra parte exige correspondencia y compromiso. No es amistad a ratos, ni superficial, e implica el trato constante, el diálogo frecuente. En fin, es amistad que implica toda la vida.

Que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.

Surgen entonces estas preguntas para quien lee: ¿te tratas con Dios? ¿sabes cuánto te ama? Son términos muy teresianos: tratar/tratarse/trato. La amistad que ella propone es un hecho relacional interpersonal que compromete la vida de los dos amigos. La convicción de sabernos amados por Dios es fundamental en este trato. Para Teresa Cristo es el amigo verdadero, y dirá en una de sus frases espontáneas: “¡Qué buen amigo haces, Señor!”.

La otra idea fundamental se refiere a la eficacia de la oración para modelar la vida del orante, y es el lema que subyace en todo el relato. La oración es un gran bien para todos, y quiere persuadir a todos que la tengan, abandonar la oración es errar el camino; no importa que la persona no viva como Dios manda, pues su remedio está en mantener el trato con Dios. La oración, dirá luego en Moradas, tiene como función abrir al ser humano a la trascendencia, desde donde este se entiende: criatura abierta, no confinada, no cerrada en sí misma, sino habitada, relacionada, estructuralmente abierta a la divinidad.

En el #7 Teresa dice una frase aparentemente incidental y sin, mucha relevancia: “No entiendo eso que temen los que temen oración mental, ni sé de qué tienen miedo”. Es una velada alusión al clima polémico de su tiempo en torno a la oración mental, con la tensión entre teólogos y espirituales (doctrina y experiencia), en la que se vieron envueltos importantes figuras de la época, cuyos libros que trataban de oración fueron prohibidos. La defensa de la oración mental por parte de Teresa será aún más fuerte en su siguiente libro, Camino de perfección.

La experiencia oracional de Teresa, explicitada en esta misma obra en los capítulos 11-22 (el pequeño tratado sobre los grados de oración), pondrá siempre de manifiesto la iniciativa de Dios, que culmina, de un lado en la oración de unión, y por el otro, en la dinámica de las obras, o el impulso generados del nuevo Carmelo. Todo el libro vendrá a ser, en definitiva, la historia de la oración de Teresa, a la vez que la historia de Dios en Teresa.

Este capítulo es muy rico, y no podemos abarcarlo en todos sus detalles, por lo que amerita una lectura personal, pausada y meditada.

Los bienes de la oración: #s5-7

Trabajos en la oración: # 7

Situación psíquico espiritual insostenible: # 12

(Resumen realizado a partir de textos de Tomás Álvarez, ocd)

jueves, 22 de julio de 2021

CAMINO DE FRAGILIDAD: "PERDIENDO LAS MERCEDES QUE EL SEÑOR ME HIZO" (VIDA, Capítulo 7)

Años difíciles para Teresa
, años de crisis y de luchas, y también la muerte de su padre, que hace mella en ella; sin embargo, despierta a la vez también una lenta recuperación espiritual. Casi un decenio, entre los 35 y los 45 años de edad, recogen estas páginas.

1. Teresa, enferma de cuerpo, pasa a serlo también de alma. Es víctima de 2 tentaciones: siente vergüenza de sí misma ante Dios (dejar la oración), y se siente impulsada a ser como las otras, “como los muchos” (mediocridad).

2. Pesa sobre ella la situación de la comunidad (2-5). Cede a las amistades con los de fuera, que la descentran (6-7), y no se rinde al requerimiento misterioso de los dos episodios simbólicos: Cristo (6) y el sapo (8).

3. Una excepción luminosa es la figura de su padre, pero ella no es fiel en el camino que comparten, el de la oración, y termina abandonándola (10-13).

4. La muerte de Don Alonso la sacude interiormente, sumergiéndola en una profunda soledad (13-16), que lentamente le hace reanudar su vida interior, su camino espiritual. Teresa lucha muchos años, y lucha sola ( en los #s 20-22 hace una apología de las amistades espirituales).


Así, pues, resumiendo lo anterior, tres recuerdos fuertes dominan el relato de este capítulo 7: su propia crisis como religiosa, la figura de su padre, y la lucha en soledad. Como cierre, un elogio de la amistad espiritual, y una oración de gratitud a Dios.

Teresa describe su situación, mencionando tres realidades que manifiestan que su vida transcurre básicamente hacia afuera, más en lo exterior que en lo interior, y que la crisis por la que pasó, más que de vocación, fue de vida, y comienza describiéndola en el # 1: “De pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión”. Esos pequeños momentos, detalles, ocasiones, que sin que nos demos cuenta nos van apartando de lo esencial, del centro. Para Teresa fue desaprovechar las muchas gracias que recibió durante su enfermedad, y luego el abandonar la oración, bajo capa de humildad, durante año y medio, más o menos.

Con estos términos describe su vida:

1. Andar como los muchos: es decir, vivir haciendo simplemente lo que hace la mayoría. Es una fuerte tentación para todos el seguir la corriente

2. Fingiendo cristiandad: conformándose con lo aparente, con el cumplimiento de preceptos exteriores.

3. Cuidando su buen nombre: lo que llama la santa, "la negra honra", que tuvieran buena opinión de ella. Cuidar el “aparentar”.

Son tres tentaciones frecuentes para quien busca recorrer la senda espiritual, porque se queda en la práctica exterior religiosa, pero también tentaciones para cualquier persona en su proceso de maduración humana: quedarse en lo exterior, en el “parecer”, sin ser. No adentrarse en la aventura del conocimiento propio y del descubrimiento del "castillo interior", en cuya morada más íntima habita Dios.

Teresa se aleja de la oración, deja de mirar hacia adentro, y por tanto se aparta de la mirada de Dios. Prefiere seguir la corriente, hacer lo que hacen los otros, en este caso su numerosa comunidad religiosa, y renuncia a tomar en sus manos la propia vida. Así es más fácil, se corren menos riesgos, se está más cómodo.

Pero Dios sigue actuando en Teresa, no se cansa de trabajar y luchar por ella. Teresa alcanza a descubrir la pedagogía de Dios en una frase: "El Señor da siempre oportunidad, si queremos". Y luego, con otra frase, muestra la enorme gratuidad del Dios de su vida: "Con grandes regalos castigabas mis delitos".

Hay un breve paréntesis en el relato de Teresa cuando nos habla de su padre, Don Alonso: desde sus años en la enfermería Teresa le introduce a él también en el camino de la oración, y le anima, le da libros, etc., y así mientras él avanza en el camino de la interioridad, es Teresa la que retrocede.

Don Alonso vivió los últimos años de su vida en gran soledad, todos sus hijos varones se marcharon de Ávila, y lo asisten dos de sus hijas, Juana, muy joven, y la propia Teresa. En gran intimidad con esta última, que tiene de él un alto concepto y gran amor, pasó sus últimos días. Cuando su padre muere, Teresa le acompaña en sus últimos momentos, y en la soledad que sobreviene a su muerte, ella experimenta con más fuerza su crisis vital y los reclamos de Dios, por lo que busca auxilio en un sacerdote dominico, que la lleva de vuelta a la oración.


¿POR QUÉ NO DEBEMOS DEJAR LA ORACIÓN?

Teresa defiende la absoluta necesidad de perseverar en el camino de la oración, más allá de nuestra conducta, y en ello radica la importancia de este capítulo en la biografía teresiana. Ella insiste en esto, una y otra vez, y recuerda: "Con la oración un día ofendía a Dios y tornaba otros a recogerme y apartarme más de la ocasión" (V. 7, 11). Y cuando aparecen "razones" para no hacerla, enfermedades y otros problemas de la vida cotidiana, Teresa dirá con acierto:

"Y en la misma enfermedad y ocasiones es la verdadera oración, cuando es alma que ama, en ofrecer aquello y acordarse por quién lo pasa y conformarse con ello y mil cosas que se ofrecen. Aquí ejercita el amor; que no es por fuerza que ha de haberla cuando hay tiempo de soledad y lo demás no ser oración. Con un poquito de cuidado, grandes bienes se hallan en el tiempo que con trabajos el Señor nos quita el tiempo de la oración".

(Vida 7, 12)

El sacerdote dominico lleva a Teresa a comulgar con mayor frecuencia y a reanudar su vida de oración, y así, al tiempo de crisis sucede un tiempo de lucha, de vida en tensión, para recuperar lo perdido. Teresa advierte aquí sobre la gran importancia de las amistades espirituales. No andar solos por este camino, sino buscar a otros y juntarse con ellos, para "hacerse espaldas". Ella escribe: "Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Paréceme a mí que, si yo tuviera con quién tratar todo esto, que me ayudara a no tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios. Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse unos a otros con sus oraciones...".

Más adelante en el relato encontraremos al pequeño grupo de amigos orantes que se reúnen en torno a Teresa (“los cinco que al presente nos amamos en Cristo”), y es ella entonces la que empieza a contagiar en torno suyo a muchas de sus compañeras en el monasterio en una oración más seria y profunda.

El monasterio de monjas carmelitas en Ávila, donde vivió Teresa unos 27 años de su vida, era de reciente erección, y había sido antes un beaterio, en el vivían alrededor de 180 monjas, en gran parte procedentes de la nobleza abulense, pero con una difícil situación económica. Luego de la muerte de su padre, Teresa lleva consigo al monasterio a su hermana Juana, de 14 o 15 años, pero no como postulante religiosa. No se prometía clausura, las amistades seglares frecuentaban el monasterio, y las monjas salían con frecuencia o pasaban tiempo en casa de señoras importantes, por requerimiento de estas (Fue el caso de la propia Teresa, cuando estuvo en casa de Doña Guiomar de Ulloa). Más que una crítica de su monasterio, donde dice Teresa que “se guarda toda religión”, ella hace una crítica de la vida religiosa de su tiempo.

jueves, 15 de julio de 2021

EL HÁBITO DE MARÍA

"Nuestra tradición demuestra la más firme convicción de que el hábito y el Escapulario no tienen efecto salvífico a no ser que veamos su significado como el hábito de María que nos afilia a la Familia carmelitana, y vivamos en conformidad con su ejemplo. Las verdades centrales que han de ponderarse incluyen la protección de María, su intercesión a la hora de nuestra muerte y después de ésta. De nuestra parte se requiere una relación filial, o una que exprese que somos sus hermanos y hermanas y que estemos entregados a su servicio para la la gloria de su Hijo. El Escapulario es un signo que nos lleva hacia tales relaciones.

En el contexto moderno, María nos muestra cómo escuchar la Palabra de Dios en las Escrituras y en la vida misma, cómo estar abiertos a Dios y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas en un mundo donde la pobreza en sus muchas formas les arrebata su dignidad. María también nos muestra el sendero de la mujer hacia Dios y nos acompaña como mujer que es el icono de la ternura de Dios, una mujer que tuvo que afrontar muchas pruebas, a fin de cumplir la vocación que Dios le dio. Es el signo de libertad y de liberación para cuantos en su opresión claman a Dios. De nuestra parte, el Escapulario es una expresión de nuestra confianza en el cuidado de María. Muestra nuestra voluntad de ser testigos de nuestra adopción bautismal y de ser sus hijos e hijas, hermanos y hermanas, así como nuestro deseo de estar revestidos de sus virtudes, de su espíritu contemplativo y de su pureza de corazón. Así, revestidos por ella, nosotros, como ella, reflexionamos la Palabra y demostramos que somos discípulos de su Hijo en nuestra dedicación a las obras del Reino de Dios: verdad y vida, santidad y gracia, justicia, amor y paz".
Mar
Fragmentos del documento
CON MARÍA LA MADRE DE JESÚS
La Virgen en la vida del Carmelo
Carta Circular de los Superiores Generales P. JOSEPH CHALMERS, O.Carm. y P. CAMILO MACCISE, O.C.D.
con ocasión de los
750 años del Escapulario
16 de mayo de 2001

lunes, 12 de julio de 2021

LIBRO DE LA VIDA: TIEMPO DE CRECER (Capítulos 4-6)

Algo de lo que veremos en este CAPÍTULO 4 lo adelantamos en el encuentro anterior. Son años decisivos los que vivirá Teresa, en los que se irá perfilando su personalidad. Ella ingresa carmelita en 1535 (con 20 años de edad), y enferma a los 23; pasa casi nueve meses en la casa de su hermana, y luego tres meses de verano en Becedas (1539). Es decir, casi un año fuera del convento. 

 Teresa habla en esta parte del relato de su determinación a entrar en la vida religiosa, su enfermedad y su adentrarse en el camino de la oración. El capítulo contiene 2 relatos, unidos entre sí por un momento de oración.

El primer relato, su ingreso y estreno en la vida religiosa: días de determinaciones, gozo intenso al tomar el hábito. Luego sigue el momento de oración (3-4), para dar comienzo en el número 5 al segundo relato: enfermedad, largo viaje a Becedas, pasando por Hortigosa y Castellanos, y entrenamiento en la oración, sobre la base de un nuevo libro llamado Tercer Abecedario.

En el relato, Teresa revive dos grandes experiencias: una, la fuerza que tuvo para determinarse a hacer algo por Dios, y la suerte de haber encontrado el camino de la oración, pese a las dificultades y altibajos. Un halo alterno de dolor y gozo envuelve la narración, y ella advierte, espantada y gozosa, la gran bondad que Dios ha tenido para con ella. Dios y ella, positivo y negativo, son los dos actores que se alternan en los episodios. 

CRONOLOGÍA: Entra en La Encarnación en 1535. Profesa en 1537. En otoño de 1538, sale de La Encarnación, camino de Becedas, pero pasa el invierno en Castellanos.

"Cuando salí de casa de mi padre no creo será más el sentimiento cuando me muera. Porque me parece cada hueso se me apartaba por sí, que, como no había amor de Dios que quitase el amor del padre y parientes, era todo haciéndome una fuerza tan grande que, si el Señor no me ayudara, no bastaran mis consideraciones para ir adelante. Aquí me dio ánimo contra mí, de manera que lo puse por obra".(1)

Tomar la decisión y salir de la casa paterna fue muy difícil para Teresa, pero enseguida se siente a gusto, y se llena de gozo y ternura, encontrando un centro vital para su vida. Luego, la enfermedad, de la que hablará más abundantemente en el capítulo siguiente.

¿Cuáles fueron las causas de la enfermedad de Teresa?: Tal vez, como ella misma escribe, por la mudanza de la vida y los manjares; tal vez porque su propia psicología se resentía en la lucha interior que tenía lugar en ella. Desmayos, mal de corazón, y otros muchos males juntos obligan a Teresa a salir del convento para buscar remedio a su extraña enfermedad.

DESCUBRIMIENTO DE LA INTERIORIDAD: Teresa habla de salud, pero enseguida empieza a hablar de la oración; se aprovecha de un libro, regalo de un tío suyo, que trataba de enseñar oración de recogimiento (Tercer abecedario, de Francisco de Osuna), y queda fascinada con la interioridad y con el Dios que comienza a descubrir en ella:

1. Se determina a seguir aquel camino con todas sus fuerzas.
2. Comienza a tener ratos de soledad y confesarse a menudo.
3. Tomó aquel libro por maestro.
4. Aun no estaba tan libre de ofender a Dios como el libro decía, pero experimentaba en su vida la bondad de Dios, y le parecía traer el mundo bajo sus pies.

"Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con el entendimiento ni
de aprovecharme con la imaginación, que la tengo tan torpe, que aun para pensar y representar en mí -como lo procuraba traer- la Humanidad del Señor, nunca acababa".

Dos elementos importantes aquí menciona Teresa: SOLEDAD Y BUENOS LIBROS. Ambas cosas ayudan a quitar la atención de lo exterior para ponerla en lo interior. Estas traen consigo gran pena y sequedad, y grandísimo combate con los pensamientos. Teresa manifiesta en sus expresiones orantes que Dios es para ella bondad y magnificencia, buen pagador; un orfebre dorador del pobre metal humano(10). Verdadera teología teresiana que no aprendió en manuales, sino por propia experiencia. 

DETERMINARSE/DETERMINACIÓN: Es un vocablo importante, reiterado por Teresa en estos capítulos; no son meros gestos, sino opciones de voluntad, que inciden en la vida de Teresa. Recaen sobre dos aspectos en particular: elección del estado religioso y decisión de no vivir sin la oración. La vocación de Teresa no fue cosa de sentimiento, sino de lucha y decisiones, y su opción por la oración sera definitiva, a pesar de sus altibajos, poniendo a prueba su identidad vocacional. Más adelante, ya en clave pedagógica, Teresa acuñará el lema de la "determinada determinación" (C.21,2), frente a "determinacioncillas" superficiales (16,10). 

LA ORACIÓN DE RECOGIMIENTO: Teresa nos cuenta que aprende ese modo de orar de la lectura del libro de OSUNA, que le regalara su tío, mientras estaba de reposo en Hortigosa. Ella tiene entonces 23 años, y el autor del libro aun vive, en la propia Castilla. El libro exponía  minuciosamente la iniciación en la oración de recogimiento, para principiantes, aprovechados y perfectos, bajo la consigna de "no pensar en nada, atento a solo Dios"; leyéndolo, Teresa se determina a seguir aquel camino con todas sus fuerzas, pero topa con sus propios límites psicológicos, pues le costaba mucho discurrir. 


Sigue el CAPÍTULO 5 del Libro de la VIDA de Teresa de Jesús: centra su atención en la ENFERMEDAD de Teresa; en el viaje que hizo la santa a Becedas, con una larga estancia previa en casa de su hermana casada, para ver a una curandera que le ayudara a restablecer su salud. Teresa reanuda así el relato de su enfermedad, desde los episodios del noviciado, y de cómo decidieron ir a Becedas para ver a una famosa mujer con la que esperaba encontrar remedio para sus males. Las curas fueron terribles ("incomportables"), según nos cuenta, pero, en lugar de mejorarla, la pusieron peor. 

Regresa a casa en colapso total, se pone tan mal que le toman por muerta, y luego queda paralítica por un buen tiempo.  En cuanto puede, pide regresar al monasterio, y se insinúa la secuencia de tres años de parálisis, vividos en la enfermería del monasterio.  Serían desde 1539 hasta 1542 (sus 27 años). 

Aquí descuellan dos emociones fuertes: la amistad fulminante y dramática con un sacerdote de Becedas, y el paroxismo de Teresa, que "estará sin sentido cuatro días".

ESQUEMA DEL CAPÍTULO....
#s 1-2: Recuerdo y añoranza del noviciado.
#s 3-6: Llegada a Becedas, y encuentro con un sacerdote.
#s 7-1o: Fracaso de la curandera, regreso a Ávila y colapso de Teresa, el día de la Asunción.
# 11: Emoción de la escritora al evocar estos recuerdos. 

Cronología: En 1536-37, Episodios del noviciado. Otoño de 1538, sale enferma hacia Hortigosa y Castellanos. En abril de 1539, curas en Becedas. En agosto de ese año, paroxismo en casa de Don Alonso.

El capítulo comienza con la mirada retrospectiva de Teresa sobre los años de su noviciado, y la memoria de una compañera (enferma ideal), con sus virtudes, defectos y deseos de ese entonces. Ya luego, retoma el relato con el viaje a Becedas, pero antes de hablar de hablar de la curandera, se detiene a contar su encuentro con el cura del pueblo. Narra despacio, en una amalgama de amores "limpios y sucios", y un desenlace feliz, en los que Teresa participa activamente. 

"Estaba una persona de la iglesia, que residía en aquel lugar adonde me fui a curar, de harto buena calidad y entendimiento. Tenía letras, aunque no muchas. Yo me comencé a confesar con él, que siempre fui amiga de letras, aunque gran daño hicieron a mi alma confesores medio letrados, porque no los tenía de tan buenas letras como quisiera... él se aficionó en extremo a mí, porque entonces tenía poco que confesar para lo que después tuve, ni lo había tenido después de monja. No fue la afición de éste mala; mas de demasiada afición venía a no ser buena... A mí se me hizo gran lástima, porque le quería mucho; que esto tenía yo de gran liviandad y ceguedad, que me parecía virtud ser agradecida y tener ley a quien me quería...".

El camino interior que va haciendo Teresa, según su relato, no es un camino fácil. Todo intento de crecer supone un esfuerzo, a menudo doloroso, de parte nuestra. La primera parte de este camino "iniciático" suele siempre estar poblado de ilusiones, de falsas imágenes de Dios, de imperfecciones, que solemos disfrazar con ideas de santidad. Pero, Teresa, en medio de sus imperfecciones, sabe que necesita crecer, aunque no encuentra en ella misma fuerzas para hacerlo

Este capítulo de su vida vuelve a estar marcado por los mismos elementos que los capítulos anteriores: sus imperfecciones y enfermedades, que forman parte de su proceso de purificación,y también la compañía de un libro, en este caso, los Morales, de San Gregorio, sobre el libro bíblico de Job. Y, por supuesto, como siempre, Dios esperando y modelando a Teresa para conducirla a la plenitud.

 
Volvamos entonces a la enfermedad de Teresa: las curas, más que ayudarle a sanar, la ponen peor; casi sucumbe en sus manos y a sus pócimas de hierbas. Fueron tres meses en la aldea, con grandísimos trabajos, que casi acaban con su vida. Por suerte interviene Don Alonso y regresa con ella a Ávila, donde es desahuciada por los médicos de entonces, sobreviniéndole un tremendo colapso, con muerte aparente y hasta sepulcro abierto en su convento. Cierra ahora el relato con una estampa de sí misma en el momento en que escribe (50 años), y otra vez el reconocimiento de Dios que obra en medio de todos estos avatares. 

Un poeta,  de estos tiempos comentó del siguiente modo la extraña experiencia de muerte y resurrección que Teresa revive  en su relato:

"Nos es difícil comprender los meses de dolor de Teresa, que hoy justifican con sus múltiples enfermedades. Nada más parecido a la juvenil ascesis teresiana que los meses que Krishnamurti vivió a partir de 1922. La iniciación mística, la liberación de la energía cósmica del cuerpo a través de espasmos, dolores y desmayos, es la meta de esas durísimas pruebas. Nada hay que haga titubear o padecer al místico a partir de ese momento de suprema liberación". (Tratado de armonía, Antonio Molina, Tusquets, 1991, página 114)


Y acabamos esta entrada con el CAPÍTULO 6, que ofrece un tríptico bien articulado. Primero, Teresa joven y tullida, en la enfermería conventual; su curación, a pesar de los médicos de la tierra y gracias a los del cielo (recure a San José) y su lucha por abrirse camino hacia Dios

Sufrimientos atroces, hasta pasar cuatro días en estado de coma, y luego una larga convalecencia, con ocho meses prácticamente inmóvil. Luego, tres años de lenta recuperación del movimiento y la salud. Llenan este capítulo dos recuerdos contrapuestos: el de la enfermedad, y el de la lucha por la vida espiritual. De la primera, sale victoriosa, pero de la segunda semi-derrotada y maltrecha; entre una y otra, comparece la figura de SAN JOSÉ, su médico de cuerpo y su maestro de oración. Teresa nos comparte su experiencia primeriza y profunda en relación personal con el santo bíblico. 

ESQUEMA DEL CAPÍTULO:
#s 1-4: En la enfermería. Dolores físicos y lucha espiritual.
#s 5-8: San José, médico de cuerpo y alma.
#9: soliloquio oracional. 

Entre líneas se vislumbra el mundillo de la enfermería, es casi el único lugar del monasterio donde no rige el silencio, pues a la enferma la visitan las hermanas, a menudo muy locuaces. Teresa se esfuerza por crecer en virtudes, y crecer en el amor, todavía motivada por su práctica oracional. Dice que "trataba mucho de Dios, de manera que edificaba a todas", seguía con sus lecturas, "todo iba envuelto en amor". Quería sanar para servir mejor a Dios, aunque prefería permanecer limitada si en eso iba su salvación.

Decide entonces recurrir a otros médicos diferentes de los de la tierra, e invoca a SAN JOSÉ. Parte doctrinal incluida, con las habituales distracciones al censor, y propone a sus lectores una convicción que brota de su experiencia personal. Su teología popular es de fundamento evangélico: oración silenciosa de contemplación y servicio. "Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome a este glorioso santo por maestro y no errará el camino". 

 En la historia de la religiosidad popular es célebre la página que Teresa dedica a San José en el presente capítulo, y a ella se debe, en buena parte, la promoción de la devoción al Santo en la Iglesia de los siglos siguientes. Probablemente influyeron en Teresa sus lecturas juveniles del Flos Sanctorum, y lecturas posteriores, además de beber en la liturgia carmelitana, Misal y Breviario, donde se le celebraba con solemnidad desde el siglo anterior. Con todo, las asiduas prácticas piadosas a que ella alude, se enclavan mejor en el contexto de la religiosidad popular vivida en su monasterio carmelita. Al Santo dedicará su primera fundación en el nuevo Carmelo, y muchos otros. 

El relato culmina, como es su costumbre, con una oración fina (#9), toda ella concentrada en el misterio de lo vivido, pero desde el sentimiento que tiene de vivir en ese momento como San Pablo, "sin vivir en ella". 

(Lo anterior, construido a partir de materiales preparados por el P: Tomás Álvarez, ocd)



martes, 6 de julio de 2021

VIDA DE TERESA: "LA VERDAD DE CUANDO NIÑA" (Capítulos 1-3)

Cuando queremos leer de una manera más pausada y reflexiva un texto cualquiera, es útil disponer o preparar unos esquemas que nos ayuden a tener una visión más amplia del camino a recorrer, y unas señales que nos permitan captar mejor lo esencial del contenido. Vamos a intentar ofrecer aquí unas pautas generales de lectura para los tres primeros capítulos de la VIDA de santa Teresa.

PRIMER CAPÍTULO: Teresa niña. En su casa, huérfana de madre. Teresa comienza a contar su vida; tiene 50 años de edad cuando relata estos primeros episodios, acaecidos entre los seis y los catorce años de edad. Pero es joven de alma Hace poco más de diez años, se ha convertido de raíz, y ha renacido a una vida nueva. ella misma es persona nueva. Al evocar el cuadro de la infancia, lo llena de luz y de amor. Sin sombras. Dios lo hizo todo bueno para Teresa, le ofreció todo para que ella tocará el cielo. Está secretamente convencida de que la vida que estrenó de niña tenía un sentido profundo, y la búsqueda de ese sentido servirá para enhebrar los episodios. Así lo dice ella cara a cara con Dios en la primera oración del libro, su soliloquio en el número 8.

ESQUEMA DEL CAPÍTULO
- Del 1 al 4, el hogar. Personas que lo componen.
- Del 4 al 7, ella y su niñez, las primeras lecturas y la fuga, los juegos y prácticas piadosas, perdida de la madre y acogida de la Virgen.
- El número 8, todo lo anterior se vuelve motivo de oración.


CRONOLOGÍA: de 1521 a 1529. Desde el "despertar" de Teresa a los 6 o 7 años, hasta la orfandad, cuando va a cumplir los 14.

Es importante señalar que el relato de Teresa no es mera historia recordada, sino revisada e interpretada a la luz de la fe, y por eso adquieren los acontecimientos un nuevo significado desde el momento de madurez, humana y espiritual, que la autora vive.
Algunos autores han señalado que este primer capítulo de VIDA puede leerse simbólicamente en paralelo con el relato de la creación en Génesis; Dios lo ha hecho todo bueno en Teresa. Ella describe su hogar, su familia y su niñez como una especie de paraíso original.

A diferencia de Ignacio de Loyola, que comienza su autobiografía hablando de la guerra en la que fue malherido, Teresa comienza por su hogar y el calor que en él recibió; describe magistralmente a sus progenitores: él, caballero cristiano, y ella, mujer sufrida. En el hogar recibió el amor a los libros, y también conoció de problemas y percances. Habla de sus hermanos, de sus juegos infantiles; incluso los momentos tristes los describe sin mucho dramatismo. 

 Cuando Teresa escribe ya nadie de su familia vive en Ávila, y la casa en la que vivió su infancia se ha perdido; sus padres y su hermana mayor ya fallecieron, y casi todos sus hermanos andan por América; allá han muerto dos de sus preferidos. Todo eso facilita la imagen idílica que ofrece aquí la Santa. 

Teresa habla siempre de sus lecturas; empezó muy joven a leer, cosa no frecuente en su tiempo. Los libros que narraban las vidas de los santos, con viñetas representativas de sus hazañas, colmaban la imaginación infantil, y funcionaban como en época más reciente lo harían los comics.

 No olvidar que así como Teresa cuenta, también calla cosas de su infancia: no habla del enojoso episodio familiar, el pleito de hidalguía que llevó su familia, con las connotaciones de ascendencia judaizante. Tampoco habla de los muchos avatares de sus hermanos por las Indias. 

Finalmente decir algo sobre la piedad mariana de Teresa: según la tradición, era una imagen de la Virgen de la Caridad, conservada ahora en la catedral de Ávila. Teresa asocia a la Virgen con su madre, pues fue esta la que le enseñó a rezar y ser devota de María, y del rezo del Rosario. Termina extendiendo la protección que en aquel momento le pide al resto de su vida. 

"¡Oh Señor mío!, pues parece tenéis determinado que me salve, plega a Vuestra Majestad sea así; y de hacerme tantas mercedes como me habéis hecho, ¿no tuvierais por bien -no por mi ganancia, sino por vuestro acatamiento- que no se ensuciara tanto posada adonde tan continuo habíais de morar? Fatígame, Señor, aun decir esto, porque sé que fue mía toda la culpa; porque no me parece os quedó a Vos nada por hacer para que desde esta edad no fuera toda vuestra. Cuando voy a quejarme de mis padres, tampoco puedo, porque no veía en ellos sino todo bien y cuidado de mi bien. Pues pasando de esta edad, que comencé a entender las gracias de naturaleza que el Señor me había dado, que según decían eran muchas, cuando por ellas le había de dar gracias, de todas me comencé a ayudar para ofenderle, como ahora diré".


El SEGUNDO CAPÍTULO de VIDA cuenta la adolescencia y primera juventud de Teresa, amistades, peligros y colegio. Cuenta el paso de Teresa a través de sus años de adolescencia, y lo hace en dos tiempos o momentos: primero en el hogar y luego fuera de él. Recoge más o menos de los 13 a los 16 años de Teresa, que en el siglo XVI no era tan diferente como vemos a lo que supone hoy el paso por la adolescencia y la juventud, a pesar de que son sociedades y contextos muy diversos. Teresa echa en falta la figura materna, y empieza a ceder, como es habitual, a influjos exteriores: parientes y amistades. También habla de lecturas que le distraían el entendimiento. Todo lo anterior va creando un clima negativo a ojos de su padre, quien, llegado un momento, decide intervenir y enviar a Teresa a un colegio o internado que tenían unas monjas en la misma ciudad de Ávila.

Así Teresa abandona por vez primera la casa paterna y se abre a una nueva realidad, nuevo ambiente, nuevas amistades, nuevos horizontes. El valor de la amistad supone parta Teresa un sendero útil para descubrir un nuevo sentido para su vida, para despertar a nuevos interrogantes interiores, y para alumbrar también su camino vocacional.


ESQUEMA:
-Números 1-6: Factores de la crisis. Lecturas y doña Beatriz, los primos, la prima, las criadas. Atención y concentración en su propio físico. Desasosiego de Teresa.
- Números 6-10: Proceso de recuperación, superación del desasosiego; el amor de su padre, y su decisión de alejarla de la casa. Vida y amistades nuevas en el colegio. Encuentro con una buena maestra.
- A lo largo de todo el capítulo Teresa hace pausas de reflexión sobre las amistades juveniles, el rol de la familia y la fragilidad de ese período de la vida,  alternadas con el relato.


CRONOLOGÍA: Entre 1529 y 1532.

Si el capítulo primero hacía el lugar de Génesis creacional en la historia de Teresa, el segundo vendrá a referirnos lo que Génesis 3, la tentación y la caída. Teresa enumera los errores cometidos en esa etapa de su vida, y reconoce al mismo tiempo algunos elementos positivos para el crecimiento adecuado de la persona. Otra vez señalamos aquí que el relato de Teresa no es mera historia recordada, sino revisada e interpretada a la luz de la fe, y por eso adquieren los acontecimientos un nuevo significado desde el momento de madurez, humana y espiritual, que la autora vive. Algunos de los errores que Teresa se apunta son propios de la edad que tenía Teresa en aquel entonces, y propios también del proceso de maduración de todo ser humano. Indudablemente el salir de su círculo familiar y relacionarse con otras personas formó parte del proceso de crecimiento y maduración de Teresa.

Lo importante es que los acontecimientos le hacen recobrar aquel deseo de verdad, abriéndola a nuevas experiencias. Señalemos tres aspectos finalmente: los libros de caballería, el tema de la honra y el colegio en el que internan a Teresa. Los libros de caballería eran las novelas de aquel tiempo, que hablaban de caballeros y damas, de armas y amoríos, y desde el punto de vista moral no gozaban de buena fama, por eso se oponía Don Alonso a su lectura. Indudablemente, a pesar de lo que ella dice, esas lecturas contribuyeron s su formación literaria y a su ser de escritora. En cuanto a la honra, era un valor social equivalente a la fama, al buen nombre, a la reputación moral; es un tema que acompaña a Teresa y sus libros: "la negra honra", que a menudo frena para no hacer lo que pide Dios. Finalmente, el colegio al que ingresa Teresa es el de las monjas agustinas, extramuros de Ávila; solía acoger a damas de la nobleza, educándolas en labores femeninas y las prácticas religiosas (nada de formación intelectual o cultural). Reproducían el modelo de mujer de la época. 


TERCER CAPÍTULO
: Seguimos leyendo la autobiografía espiritual de Teresa, y ofrecemos ahora un esquema general para el tercer capítulo de VIDA. Aquí trata Teresa de la lucha por su vocación, los nuevos amigos que encontró y sus enfermedades. Año y medio vivido en el colegio, entre los 15 y los 17 años de edad

Luego se dilata el horizonte teresiano, su primer viaje largo, hasta Hortigosa y Castellanos de la Cañada. El núcleo del capítulo es su propia vocación, que brota al contacto con una palabra del evangelio, al calor de las nuevas amistades, y en la lectura de libros fuertes (San Jerónimo), entre luchas y resistencias interiores, entre amor y temores, hasta rendirse a la enfermedad. Pero ahí también encuentra Teresa la fortaleza para hacerse fuerza a sí misma con la ayuda de Dios. Como en capítulos anteriores, Teresa incluye en el relato una emotiva oración.


ESQUEMA:
- Números 1-2: vida en el colegio. Renacer de Teresa.
- Números 3-4: enfermedad y viaje. Oración.
- Números 5-7: lucha por la vocación. Redescubre la verdad de cuando niña, tres meses de batalla para determinarse, oposición de su padre.


CRONOLOGÍA: entre 1530 y 1532.

En este capítulo Teresa habla de su amistad con una religiosa y de cuánto le ayudó para volver al camino de la verdad. Así como antes hablaba de la influencia de malas compañías, aquí se trata de una buena amistad y su influencia en Teresa. Dice: "Comencé a rezar muchas oraciones vocales y procurar con todas me encomendasen a Dios, que me diese el estado en que le había de servir".

La enfermedad es también una prueba importante en el camino de Teresa. Teresa ha de volver a la casa de su padre, y en el ambiente familiar vuelve a encontrar a un tío suyo, hermano de su padre, hombre muy espiritual y de convicciones profundas, que dejó huella en Teresa con sus conversaciones, ejemplo y lecturas. Teresa ha de vencer sus propios prejuicios con respecto a la vida religiosa, y sus temores sobre su poca fortaleza para resistir las exigencias de dicha vida. Al final, consigue superarlo todo, y hablar con su padre para pedirle el permiso para entrar en el convento de Carmelitas de Ávila. Permiso que su padre le niega.

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...