domingo, 22 de julio de 2018

SANTIDAD PRIMORDIAL


De vueltas con un tema muy querido, la santidad, porque he leído un artículo de Jon Sobrino, acerca de lo que llama el “la santidad primordial”; se refiere básicamente a la decisión primaria, personal y grupal, de vivir y dar vida, tal y como aparece en situaciones límites causadas por atrocidades históricas y en catástrofes naturales.  Es una santidad natural, que aparece sobre todo entre gente sencilla, entre gente pobre, en la gente de a pie; a menudo es un modo natural de vida.  Esas masas desfavorecidas, son para Sobrino los anawin de la Biblia, que viven para una pesada carga y son oprimidos marginados y despreciados. Viven abajo o en los márgenes de la sociedad, y a menudo también de la Iglesia. Pero en sus vidas hay excelencia, por dos razones fundamentales: porque los pobres son amados por Dios, sin condiciones, y porque los pobres tienen un potencial evangelizador y muchos de ellos realizan en sus vidas los valores evangélicos. Ahora que el papa Francisco invita una y otra vez a la Iglesia a volver su rostro a los pobres, y hacerse pobre ella misma, prestar atención a este tema viene como anillo al dedo.

Puede ayudar a entender mejor el concepto que Sobrino propone si comparamos esta santidad primordial con la santidad convencional: esta última concebida casi siempre en la línea de “perfección”, mientras que la primera va más en línea de responder y corresponder a un Dios de la vida, un Dios de pobres y víctimas, que sorprende y desafía, un Dios de crucificados que piden resurrección.  Así lo explica este teólogo:

En comparación con la santidad convencional, de la santidad primordial no se pregunta todavía lo que en ella hay de libertad o de necesidad, de virtud o de obligación, de gracia o de mérito. No tiene por qué ser la santidad que va acompañada de virtudes heroicas, sino que se expresa en una vida cotidianamente heroica. No sabemos si los pobres y las víctimas son santos intercesores para mover a Dios, lo cual no es posible ni necesario, pero tienen fuerza para mover el corazón. No hacen milagros, entendidos como violación de las leyes de la naturaleza (para la canonización se requieren dos para confesores y uno para mártires), con lo que los canonizados remiten a un Dios-poder infinitamente por encima de lo humano. Pero sí hacen milagros que violan las leyes de la historia: el milagro de sobrevivir en un mundo hostil. Con ello remiten a un Dios con espíritu capaz de mantener el anhelo de vivir, y también a un Dios sin poder, a merced de la voluntad de los hombres, como dirán los teólogos. La santidad primordial tiene una lógica distinta a la de la santidad convencional. Y distintas son sus consecuencias. Pobres y víctimas no exigen imitación, a lo que pueden invitar los santos según la doctrina oficial. Y los santos primordiales rara vez logran que alguien les imite. Más bien la imitación es rehuida por casi todos. Pero donde hay bondad de corazón, sí generan un sentimiento de veneración, y de querer vivir en comunión con ellos”.

 De no tomar en cuenta esta santidad primordial, las canonizaciones oficiales tienen peligros que se debieran evitar:

1.    Las canonizaciones pueden aumentar la distancia entre los santos y el común de los mortales, incluidos los santos primordiales. Se cae en elitismo y se desprecia a los pobres y sencillos, con sus carencias y defectos, considerándolos gente de segunda categoría. Los santos canonizados, pueden convertirse en objeto de admiración y culto, pero pueden dejar de ser hermanas o hermanos nuestros, distanciándose de Jesús, quien no se avergüenza de llamarnos hermanos, como dice la Carta a los hebreos.
2.    Las canonizaciones pueden llevar a desestimar al común de los mortales, cuando no a despreciarlos. En épocas pasadas se despreció a seres humanos de clase baja, a negros e indígenas, de modo que no podían recibir ministerios eclesiásticos.  Los modos cambian, pero puede pervivir un desprecio larvado hacia los laicos, especialmente hacia la mujer. Y eso lo puede favorecer el entusiasmo elitista ante santos inalcanzables.

3.    Los santos canonizados pueden interceder y hacer que Dios nos haga favores, pero no está en ello el meollo de la santidad. Dios no necesita que nadie le mueva a amar a los seres humanos, y menos los pobres. En ello le va su ser Dios. Lo que si necesita para hacerse presente en la historia son sacramentos, seres humanos que le hagan visible y palpable en su acercamiento salvador. Sacramentos suyos pueden serlo todos los seres humanos. Jesús es el sacramento mayor.

4.    Y eso pueden serlo tanto santos canonizados como santos primordiales. En la Edad Media se llamaba a los pobres “vicarios de Cristo”.

5.    El mayor peligro del elitismo no consiste en excederse, encumbrando a los santos a alturas infinitas, sino en no llegar, no abajarse para ver a los santos primordiales.

6.    La santidad primordial puede humanizar los procesos de canonización y sanarlos de limitaciones.

Lo anterior está tomado de la revista CONCILIUM antes citada, paginas 365-377., y creo puede contribuir a una mejor y más amplia comprensión de la santidad cristiana.

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...