lunes, 1 de abril de 2019

GRANDEZA Y VOCACIÓN DEL ALMA según Santa Teresa

Para Santa Teresa la grandeza y la dignidad del «alma» radica en el hecho de que ha sido creada a imagen y semejanza de Dios y esto es lo que le constituye como persona: 

No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad;… pues él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza;… Pues, si esto es como lo es, no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo;… basta decir su Majestad que es hecha a su imagen para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima» (I M 1,1). 

La grandeza del ser humano reside en que en él habita Dios y es, por participación, de naturaleza divina. Esta es la razón más sólida del DESEO de Dios y de la posibilidad de vivir en relación de amistad con Él. Dios siempre está, aún en las condiciones que pudiéramos considerar más adversas: «Es de considerar aquí que la fuente y aquel sol resplandeciente que está en el centro del alma no pierde su resplandor y hermosura, que siempre está dentro de ella, y cosa no puede quitar su hermosura» (I M 2,3). 

Estamos habitados por Dios. Hacerse consciente de esto es clave para Teresa, su mayor bien, su dicha y su gozo. Ella habla desde esta experiencia vivida de la presencia de Dios. Dicha conciencia es también clave, en el orden pastoral, para creer hoy en la posibilidad de vivir esta experiencia de Dios, aunque las circunstancias parece que lo hacen imposible.

El hecho de haber sido creada a imagen y semejanza de Dios, y estar habitada por la presencia de Dios, indica la grandeza de la persona: «que, si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice él tiene sus deleites… ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?» (I M 1,1). 

Por esta razón la vocación del alma humana es extraordinaria: la unión con Dios y la relación consciente con Él. El ser humano, por su propia identidad, tiene vocación de trascendencia: «tener su conversación no menos que con Dios» (I M 1,6). El alma es «capax Dei», capacidad de Dios, querencia hacia Dios: «con ser tan capaz para gozar de su Majestad, como el cristal para resplandecer en él el sol» (I M 2,1). Santa Teresa vive llena de asombro la grandeza y la felicidad que produce el ser conscientes de esta presencia y lo quiere compartir para hacer conscientes a los demás de este inmenso don: 

«Daros algo a entender de las mercedes que es Dios servido hacer a las almas… es posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios… y amar una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa» (I M 1,3).


Félix Azurmendi
Oración y Experiencia de Dios
Pedagogía Teresiana
DDB

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