martes, 5 de mayo de 2020

TERESA DE JESÚS: EN MEDIO DE LA NOCHE OSCURA (2)


Nunca antes, en este libro, se había detenido Teresa a detallar el lado oscuro de su alma, como lo hará en la segunda mitad de este capítulo 30, luego de hablarnos de la fuerte comunión espiritual que tuvo con Fray Pedro de Alcántara. No se trata ya de los momentos difíciles que pasó a causa de la oposición de los de fuera, sino de las rachas sombrías que la acosan y combaten desde dentro, desde su propio engranaje psicológico, y también desde el oleaje interior que provocan sus fuertes experiencias místicas. En fin, que ahora ella nos narra esa franja de noche oscura que acompaña cada jornada de experiencia mística. 

 Teresa no es una persona que sufra estados de ánimo variables, pero sí padece, a partir de sus fuertes momentos de amor y dolor, ofuscación mental y atrofia de sentimientos, como unos paréntesis de duración e intensidad variables, causados por todo lo que ha ido describiendo en los capítulos anteriores. Teresa describe acertadamente sus estados anímicos desde lo psicológico, y reconoce que las gracias que recibe no la libran de su fragilidad y debilidades, psíquicas o somáticas

 Habla de dos tipos de situaciones: primero, de los momentos depresivos en los que se le ofusca la mente y se siente profundamente disgustada de todo, incapaz de leer, pensar o desear, de tener buenas relaciones con los demás.Está totalmente vacía de motivaciones internas, y pasa por momentos de verdadera angustia.  Pero, por otro lado, sufre también las injerencias del demonio en sus estados de ánimo: "A mi parecer es un poco del traslado del infierno" (12); es el demonio quien, dice ella, le sugiere una falsa humildad demoledora, y se creía culpable del mal que veía fuera, por sus pecados, y  "me ha acaecido parecerme que andan los demonios como jugando a la pelota con mi alma" y no tener poder para librarse ella de ellos. De esto seguirá hablando en los capítulos siguientes.   


Y sin embargo, ni se le apaga la fe, ni le cesan el amor y los deseos de Dios, que siguen bullendo en su interior como una fuente (19). De todo ese mal que la agobia se alivia a veces Teresa cuando comulga, recuperando la serenidad, y lo ve como una humillación o prueba de su pobreza existencial: "ver mi bajeza", frente a esos momentos luminosos de experiencia mística totalmente gratuitos. 

En el capítulo siguiente, el 31, sigue Teresa contando episodios preternaturales de origen diabólico, ahora con un manojo de testimonios, no ya interiores como en el capítulo previo, sino "representaciones que le hacía el demonio y tormentos que le daba". Lo cuenta con sencillez y realismo, por más que al lector de hoy les resulten raros, estridentes, e incluso inverosímiles. Para Teresa el diablo es verdad, es decir, es un personaje real, que actúa y desempeña un rol en la vida espiritual, y que irrumpe concreta y dramáticamente en la suya. 

 Teresa es hija de su tiempo, de su cultura, y se sitúa a medio camino entre la visión popular y los recelos de los letrados e inquisidores respecto a estos temas. Ella no comparte ni el miedo supersticioso del pueblo llano, ni los prejuicios de los doctos, pero no dejan de influirle de alguna manera, proyectando miedos y sombras sobre sus experiencias místicas. Por eso rechaza más lo segundo que lo primero, y ya ha clamado antes, diciendo: "No entiendo estos miedos ¡demonio, demonio! adonde podemos decir ¡Dios, Dios! y hacerle temblar" (25, 22).

Lo relevante en el caso de Teresa es la actitud con que aborde estos episodios y temores, pues en aquella atmósfera de miedo es capaz de reírse del diablo (3), adquiriendo inmunidad respecto a este asunto. Afirma, acerca de los demonios, que "no se me da más de ellos que de moscas" (25,20), y que no les tenía miedo; antes ellos a ella, quedando con un señorío grande (26,1). Eso es lo que también afirma ahora:"Estaba tan en oración, que no les tenía miedo" (6) (9), y aconseja al respecto en el # 10. 

Dos datos: Teresa comparte relatos de episodios que le han sucedido a ella misma, y otros que están vinculados a la oración de personas amigas. Y luego, la presencia del maligno la percibe Teresa místicamente: "Pocas veces le he visto tomando forma, y muchas sin ninguna forma, como la visión que sin forma se ve ve claro está allí, como he dicho" (10). 

¿Qué armas usa Teresa para combatir lo satánico? Pues las tradicionales dentro de la Iglesia: la cruz y el agua bendita.; de la segunda habla mucho en estas páginas. Pero también añade ella dos más por su cuenta: la oración, sobre todo en los casos de intercesión, y el desprecio al diablo, con la convicción de que este se crece con nuestros miedos y se acobarda con nuestros desprecios. 

 Para cerrar este bloque del LIBRO DE LA VIDA que hemos estado siguiendo, los números 12-17 de este capítulo 31  nos traen una confidencia de Teresa: la reacción que provoca en ella el que algunos de estos episodios místicos, específicamente los arrobos, provocan reacciones en su entorno. Le ocurren en público y dan que hablar. Vemos, de su parte, una escala de reacciones: sonrojo, fugarse, y finalmente aceptación: si es Él quien decide, nos toca aceptarlo, más allá de lo que piensen o digan otros. Esas gracias son a la vez místicas y carismáticas, desbordan a Teresa, llegando a los de su entorno con su halo de misterio.

Y, finalmente, y luego de habernos contado las "grandes cosas" que Dios ha obrado en ella, termina refiriéndonos las "naderías" que esa hace por Dios; ciertos ejercicios ascéticos e intentos de servicio a los demás, que califica de insignificantes: "Pajitas que pongo al fuego, que no soy yo para más" (23-24). Y así, contando detalles, orando a su Señor (25) y con un sonoro "Amén", termina esta sección de su autobiografía.

(Resumen de lo escrito por el P. Tomás Álvarez, ocd)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...