martes, 23 de julio de 2024
ORACIÓN Y VIRTUDES TEOLOGALES EN SAN JUAN DE LA CRUZ
lunes, 22 de julio de 2024
ORIGINALIDAD DEL MAGISTERIO SANJUANISTA SOBRE LA ORACIÓN CRISTIANA
"El mensaje sanjuanista sobre la práctica cristiana de la oración es de gran hondura, amplitud y originalidad. Hondura porque coloca la cuestión más allá de la mera descripción y didáctica de un ejercicio concreto o de una práctica devocional; amplitud, porque traslada la cuestión sobre la dificultad o sobre el ejercicio de la oración a la pregunta sobre su autenticidad, es decir, desplaza la cuestión sobre la oración, su qué, su cómo, su cuándo y dónde a la cuestión sobre quién es el que ora y en qué condiciones se puede decir que un hombre ora. Le importa hacer orantes no hacer ni enseñar oraciones; de ahí la originalidad de su mensaje"
(Diccionario de San Juan de la Cruz, Monte Carmelo. Voz: oración).
sábado, 20 de julio de 2024
ORACIÓN EN SAN JUAN DE LA CRUZ (2)
De ahí que, si la palabra oración es poco frecuente en los escritos de San Juan de la Cruz, es
porque el lenguaje que usa es el de la esposa y el Esposo; el de dar y recibir;
el creer y amar; el lenguaje de la unión. Lo que importa en la oración es el
encuentro, la amistad personal; a Juan no le interesa tanto lo de pedir cosas
sino lo de estar con Dios.
¿Es eso
posible, ya no para el místico o el consagrado, sino para la gente común, los
cristianos que viven el medio de la historia y del mundo? Ya Juan contesta en
el prólogo de Subida: “Hay muchas almas que piensan no tienen
oración, y tienen muy mucha; y otras que piensan que tienen mucha y es poco más
que nada”. Invita a no cansarse, a no abandonar la oración, a no pensar que
nada sucede.
Juan, eso sí,
sacrifica lo accidental, no porque no tenga valor, en aras de algo que bien
merece ese sacrificio: lo vivo, la realidad viviente, el espíritu, la fe. Juan
apreciaba las imágenes, pero invita a ir más allá, buscando la imagen de Cristo
que cada uno lleva en su interior. Juan aprecia la belleza de las catedrales y
oratorios, pero nos recuerda que no hay templo más bello para Dios que el
interior de cada ser humano. En el corazón humano existe una vitalidad
insondable que garantiza la posibilidad de la oración.
Cristo Jesús, muerto y resucitado, es el eje de
nuestra relación con Dios, habitando en nosotros. Encontrar a Dios en la
oración quiere decir entrar adentro; amar y ser amado ahí dentro, en el Cristo
cuya imagen llevamos en nuestro interior. Es la mirada de Dios sobre nosotros
la que garantiza la posibilidad de orar. “Ciertamente
resucitado, y por tanto vivo en la historia personal de cada uno, mirando
dentro de esa historia no sólo con bondad sino también con eficacia”,
porque es un amor activo, que produce y transforma. “El mirar de Dios es amar y hacer mercedes”. Gracias a Cristo, “merece el alma el amor de Dios”. “La mirada de Dios cuatro bienes hacen al
alma, a saber: limpiarla, agraciarla, enriquecerla y alumbrarla” (CB 19.6;
32.6; 33.1).
Para Juan, “amar Dios al alma es meterla en cierta
manera en sí mismo, igualándola consigo” (CB 2.6). Cuando oramos, cuando
nos dirigimos a Dios en amistad, creyendo en su presencia y deseándole y
queriéndole, entonces, a pesar de aparentes arideces, algo está sucediendo. Dios
nos está metiendo dentro de él mismo y nos está haciendo como él. Esos
tiempos de oración seca y monótona activan una corriente espiritual que cambia
nuestras vidas.
Ese es el gran aporte de San Juan de la Cruz, que no hablas de palabras, o técnicas de silencio, sino de encuentro con el Dios vivo. La mirada amorosa de Cristo está constantemente sobre nosotros, y crea esa posibilidad.
(Continúa...)
lunes, 15 de julio de 2024
ORACIÓN EN SAN JUAN DE LA CRUZ (1)
De la lectura del libro de Ian Mathew, EL IMPACTO DE DIOS, son las siguientes notas que pretenden indagar en las enseñanzas de San Juan de la Cruz acerca de la oración
Para hablar de la oración, el autor parte de este
presupuesto:
“Un Dios que se
nos acerca, que penetra allí donde encuentra espacio y que trabaja en la oscuridad
para crear ese espacio… la fe, la esperanza y la caridad que son nuestros ojos
hacia el Dios que se autocomunica… Jesús es quien se ha sumergido en nuestra
oscuridad, y él mismo es el don”. Es mediante la oración que entramos a
formar parte de ese proceso.
San Juan de la
Cruz usa raramente la palabra oración, pero para él la oración es un valor incomparable.
No trata de maneras o métodos para orar, sino del por qué y el para qué de la
oración: ¿Es posible? ¿Es provechosa? Parte de su propia experiencia, pues oró
mucho y sirvió de guía a muchos orantes.
Cuando empieza
a describir su relación personal con Dios que brota de su anhelo, de una
herida: la primera palabra es un grito
que brota de un anhelo, de una herida:
“¿A dónde te escondiste,
¿Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ido”
(Cántico, canción 1)
El anhelo suscita una salida y una búsqueda, y esa
necesidad se convierte en el centro de su vida, en el motor que le mueve. Orar
significa contactar con ese anhelo o necesidad, que brota del centro de la
persona. Siempre Juan levanta sus ojos a Dios, ya sea en momentos de crisis o
en medio de la vida cotidiana; cuenta un testigo que tenía grandes ratos de
oración y conversaciones con nuestro Señor. Así, orar, conversar con Cristo,
fue para Juan algo habitual, porque ese era el espacio donde las cosas se
clarificaban y donde conseguía la fuerza y perspectiva necesarias para la vida.
Así dice Juan,
en Subida (2S2,5): “No nos queda en todas
nuestras necesidades, trabajos y dificultades, otro medio mejor y más seguro que
la oración y esperanza que él proveerá por los medios que él quisiere…”.
Consejo que es válida también hoy para nosotros: pide a Dios, pero pide en
fe; no como último recurso o como de pasada, sino directamente, y confiando
plenamente. Porque en toda oración, lo que en resumidas cuentas está en juego es toda tu
vida.
“Se puede rezar pidiendo fuerza para mañana, pidiendo
perdón por ayer, pidiendo ayuda para las cosillas de hoy. Se puede orar por
quienes están presos por su conciencia, por amigos y enemigos, por los sin
techo o por los ricos, por la paz del mundo o la tranquilidad interior. Pero en
todos estos casos la necesidad, aunque real, es síntoma de otra necesidad más
profunda; de un anhelo que es tan íntimo y vital como lo somos nosotros para
nosotros mismos”.
Juan, que como
místico ha sondeado las profundidades del alma humana, ha dicho algo
fundamental: hemos sido creados para necesitar a Dios; tenemos una “capacidad
infinita” para Dios. Todas las demás necesidades son síntomas de esta
necesidad universal, la más real de todas, la necesidad de Dios. Nuestras
necesidades son expresión de una necesidad mayor: estamos hechos para cosa más
alta, y en ello radica nuestra dignidad (por ello nos arde y escuece dentro, y
sufrimos esta hambre y necesidad que no saciamos con nada que no sea Dios).
Juan usa el
término “esposa” para hablar de esa necesidad; toda la humanidad y cada persona
tiene ese rango. Desde la propia creación fuimos modelados para Cristo; tenemos
capacidad y necesidad de Cristo.
Nuestra
carencia es nuestra dignidad. Y cuando la sentimos es cuando más somos
lo que realmente somos; cuando manifestamos nuestra queja desde dentro, por esa
falta, demostramos nuestra madurez. Esa queja se llama ORACIÓN; por eso la oración es un valor supremo para la persona
humana. Y si la oración nos conduce a ser nosotros mismos, entonces es también
un valor supremo para el mundo: devuelve al universo su ritmo, su equilibrio,
su verdad.
Así, por eso, para Juan solamente Dios salva, y el amor nos abre a un Dios que está empeñado en salvar. Dios se autoentrega en Cristo, se comunica de modo arrollador, y necesita quienes reciban ese don, quienes estén abiertos a la escucha. Por eso, para Juan, los que aman (los que oran) son los que más aprovechan a la Iglesia y los que salvan al mundo.
“Es
más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este puro amor y más
provecho hace a la Iglesia. aunque parece que no hace nada, que todas esas
otras obras juntas” (CB 29,2).
“Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho haría a la Iglesia, y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alta como ésta. Cierto, entonces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil, mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra manera todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño” (CB 29, 3).
Así resume el
autor el mensaje de Juan: sólo Dios salva; el amor crucificado efectúa la
apertura del mundo al don; ese amor se pone en marcha en la oración. La oración
es el motor del cambio y el valor supremo frente a las necesidades del mundo.
jueves, 11 de julio de 2024
SAN JUAN DE LA CRUZ: CRISTO ES TODO LO QUE NECESITAMOS
DIOS NOS LO HA DADO TODO EN CRISTO
“Lo que
antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de
muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo
todo de una vez. En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado
como mudo y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a
los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.
Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o
querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría
agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra
alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera,
diciendo: "Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es
mi Hijo, y no tengo otra, ¿Qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea
más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y
revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas. Porque tú pides
locuciones y revelaciones en parte, y si pones en él los ojos, lo hallarás en
todo; porque él es toda mi locución y respuesta y es toda mi visión y toda mi revelación.
Lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, dándoosle
por hermano, compañero y maestro, precio y premio. Porque desde aquel
día que bajé con mi Espíritu sobre él en el monte Tabor, diciendo (Mt. 17, 5): Este es mi amado Hijo, en que me he
complacido, a él oíd; ya alcé yo la mano de todas esas maneras de
enseñanzas y respuestas y se la di a él. Oídle a él, porque yo no tengo más fe
que revelar, ni más cosas que manifestar. Que, si antes hablaba, era
prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las (preguntas) encaminadas a
la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como
ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles. Mas
ahora, el que me preguntase de aquella manera y quisiese que yo le hablase o
algo le revelase, era en alguna manera pedirme otra vez a Cristo, y pedirme más
fe, y ser falto en ella, que ya está dada en Cristo. Y así, haría mucho agravio
a mi amado Hijo, porque no sólo en aquello le faltaría en la fe, mas le
obligaba otra vez a encarnar y pasar por la vida y muerte primera. No hallarás
qué pedirme ni qué desear de revelaciones o visiones de mi parte. Míralo tú
bien, que ahí lo hallarás ya hecho y dado todo eso, y mucho más, en él.
Si quisieres que
te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo, sujeto a mí y
sujetado por mi amor, y afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que
te declare yo algunas cosas ocultas o casos, pon solos los ojos en él, y
hallarás ocultísimos misterios y sabiduría, y maravillas de Dios, que están
encerradas en él, según mi Apóstol (Col. 2, 3) dice: En el cual Hijo de Dios
están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia de Dios. Los cuales
tesoros de sabiduría serán para ti muy más altos y sabrosos y provechosos que
las cosas que tú querías saber. Que por eso se gloriaba el mismo Apóstol (1
Cor. 2, 2), diciendo: Que no había él dado a entender que sabía otra cosa, sino
a Jesucristo, y a éste crucificado. Y si también quisieses otras visiones y
revelaciones divinas o corporales, mírale a él también humanado, y hallarás en
eso más que piensas; porque también dice el Apóstol (Col. 2, 9): En Cristo mora
corporalmente toda plenitud de divinidad".
No conviene, pues, ya preguntar a Dios de aquella manera,
ni es necesario que ya hablé, pues, acabando de hablar toda la fe en Cristo, no
hay más fe que revelar ni la habrá jamás. Y quien quisiere ahora
recibir cosas algunas por vía sobrenatural, como habemos dicho, era notar falta
en Dios de que no había dado todo lo bastante en su Hijo. Porque, aunque lo
haga suponiendo la fe y creyéndola, todavía es curiosidad de menos fe. De donde
no hay que esperar doctrina ni otra cosa alguna por vía sobrenatural. Porque la
hora que Cristo dijo en la cruz: Consummatum est (Jn. 19, 30), cuando expiró,
que quiere decir: Acabado es, no sólo se acabaron esos modos, sino todas esas otras
ceremonias y ritos de la Ley Vieja. Y así, en todo nos habemos de guiar por la
ley de Cristo hombre (y de su Iglesia y ministros, humana y visiblemente, y por
esa vía remediar nuestras ignorancias y flaquezas espirituales; que para todo
hallaremos abundante medicina por esta vía. Y lo que de este camino saliere no
sólo es curiosidad, sino mucho atrevimiento. Y no se ha de creer cosa por vía
sobrenatural, sino sólo lo que es enseñanza de Cristo hombre) como digo, y de
sus ministros, hombres. Tanto, que dice san Pablo (Gl. 1, 8) estas
palabras: Si algún ángel del cielo os evangelizare fuera de lo que nosotros hombres
os evangelizáremos, sea maldito y descomulgado”.
San
Juan de la Cruz
Segundo libro de Subida, capitulo 22, 4-7
FRANCISCO HABLA DE TERESA
“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...