sábado, 20 de julio de 2024

ORACIÓN EN SAN JUAN DE LA CRUZ (2)

De la lectura del libro de Ian Mathew, EL IMPACTO DE DIOS, son las siguientes notas que pretenden indagar en las enseñanzas de San Juan de la Cruz acerca de la oración, ahora en la segunda entrega: 

De ahí que, si la palabra oración es poco frecuente en los escritos de San Juan de la Cruz, es porque el lenguaje que usa es el de la esposa y el Esposo; el de dar y recibir; el creer y amar; el lenguaje de la unión. Lo que importa en la oración es el encuentro, la amistad personal; a Juan no le interesa tanto lo de pedir cosas sino lo de estar con Dios.

 ¿Es eso posible, ya no para el místico o el consagrado, sino para la gente común, los cristianos que viven el medio de la historia y del mundo? Ya Juan contesta en el prólogo de Subida: “Hay muchas almas que piensan no tienen oración, y tienen muy mucha; y otras que piensan que tienen mucha y es poco más que nada”. Invita a no cansarse, a no abandonar la oración, a no pensar que nada sucede.

 Juan, eso sí, sacrifica lo accidental, no porque no tenga valor, en aras de algo que bien merece ese sacrificio: lo vivo, la realidad viviente, el espíritu, la fe. Juan apreciaba las imágenes, pero invita a ir más allá, buscando la imagen de Cristo que cada uno lleva en su interior. Juan aprecia la belleza de las catedrales y oratorios, pero nos recuerda que no hay templo más bello para Dios que el interior de cada ser humano. En el corazón humano existe una vitalidad insondable que garantiza la posibilidad de la oración.

Cristo Jesús, muerto y resucitado, es el eje de nuestra relación con Dios, habitando en nosotros. Encontrar a Dios en la oración quiere decir entrar adentro; amar y ser amado ahí dentro, en el Cristo cuya imagen llevamos en nuestro interior. Es la mirada de Dios sobre nosotros la que garantiza la posibilidad de orar. “Ciertamente resucitado, y por tanto vivo en la historia personal de cada uno, mirando dentro de esa historia no sólo con bondad sino también con eficacia”, porque es un amor activo, que produce y transforma. “El mirar de Dios es amar y hacer mercedes”. Gracias a Cristo, “merece el alma el amor de Dios”. “La mirada de Dios cuatro bienes hacen al alma, a saber: limpiarla, agraciarla, enriquecerla y alumbrarla” (CB 19.6; 32.6; 33.1).

 Para Juan, “amar Dios al alma es meterla en cierta manera en sí mismo, igualándola consigo” (CB 2.6). Cuando oramos, cuando nos dirigimos a Dios en amistad, creyendo en su presencia y deseándole y queriéndole, entonces, a pesar de aparentes arideces, algo está sucediendo. Dios nos está metiendo dentro de él mismo y nos está haciendo como él. Esos tiempos de oración seca y monótona activan una corriente espiritual que cambia nuestras vidas.

 Ese es el gran aporte de San Juan de la Cruz, que no hablas de palabras, o técnicas de silencio, sino de encuentro con el Dios vivo. La mirada amorosa de Cristo está constantemente sobre nosotros, y crea esa posibilidad.

(Continúa...)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...