viernes, 10 de septiembre de 2021

LIBRO DE LAS FUNDACIONES (1)

 

Las Fundaciones o Libro de las Fundaciones es el escrito en el que Santa Teresa recoge su labor de fundadora por tierras de Castilla, La Mancha y Andalucía. En él prosigue el relato de la fundación de San José de Ávila, que había ocupado los capítulos 32-36 del Libro de la Vida. Lo comienza en 1573 y lo concluye en vísperas de su muerte, en 1582, es decir, que fue redactado sobre la marcha a lo largo de 20 años, en diferentes contextos y climas literarios. Estaba destinado a las y los carmelitas, como una especie de memoria interna del grupo fundado por ella misma, dando por supuesto que el relato fuera completado por "estos padres" (F29,31). El manuscrito acompaña, por tanto a Teresa, durante su aventura existencial como fundadora, con sus prisas y sus pausas, y concluye sin título ni índice de capítulos. 

Fue el jesuita Jerónimo Ripalda, el 25 de agosto de 153, el que al ver el Libro de la Vida, le manda a Teresa que escribe sobre la fundación de los otros monasterios que después había fundado, siete en total en ese momento. Teresa misma había escuchado años antes (1570?) una voz interior que le sugería "que escribiese la fundación de estas casas" (R9). El mandato del P. Ripalda era preciso y múltiple: escribir la fundación de esos conventos fundados por Teresa, así como el principio de los monasterios de los frailes, y en segundo lugar, que tratara algunas cosas de oración y del engaño que podrían tener los que la tienen. Dos líneas entonces: la narrativa y la doctrinal, que se irán entreverando en el escrito. 

Teresa se mueve en su labor de historiadora con una doble intención: dar gloria a Dios, contando los regalos que ha recibido en sus fundaciones, y buscando dejar constancia de la verdad de lo que ha vivido. Alternando, irán sucediéndose las páginas doctrinales, referidas a la oración o las distintas formas de neurosis o "melancolías"; también sus consejos a las prioras o recordar los trabajos pasados en los caminos, con frío, sol, o nieve, o intercalando una serie de tipos ejemplares, que ella considera viva encarnación de su ideal religioso (Gracián, Juan de la Cruz, las jóvenes pioneras de la primera fundación, etc.).  


El libro no es solo la crónica de los orígenes del Carmelo reformado, sino que es fuente envidiable y cristalina para revivir la historia de la Iglesia y de Castilla en un momento singular. Habla de las rivalidades entre Roma y Madrid, la división radical de aquella sociedad, los caminos terribles y las posadas que le recuerdan el infierno, su predilección por ciudades ricas y pobladas y su resistencia a fundar en núcleos rurales y la evolución del propio pensamiento de Teresa. 

El manuscrito original de las Fundaciones, con todas las credenciales de autenticidad, se conserva en la Biblioteca del Escorial: páginas densas, grafía ágil, de trazos típicamente teresianos, con cambios según el período en que fueran escritas esas páginas. En la primera edición de las Obras de la Santa, Fray Luis de León no incluyó las Fundaciones; vieron la luz en Bruselas, publicadas por Gracián y Ana de Jesús. 

El libro se abre, en su prólogo, con un improvisado elogio de la virtud de la obediencia:

"Por experiencia he visto, dejando lo que en muchas partes he leído, el gran bien que es para un alma no salir de la obediencia. En esto entiendo estar el irse adelantando en la virtud y el ir cobrando la de la humildad; en esto está la seguridad de la sospecha que los mortales es bien que tengamos mientras se vive en esta vida, de errar el camino del cielo. Aquí se halla la quietud que tan preciada es en las almas que desean contentar a Dios. Porque si de veras se han resignado en esta santa obediencia y rendido el entendimiento a ella, no queriendo tener otro parecer del de su confesor y, si son religiosos, el de su prelado, el demonio cesa de acometer con sus continuas inquietudes, como tiene visto que antes sale con pérdida que con ganancia; y también nuestros bulliciosos movimientos, amigos de hacer su voluntad y aun de sujetar la razón en cosas de nuestro contento, cesan, acordándose que determinadamente pusieron su voluntad en la de Dios, tomando por medio sujetarse a quien en su lugar toman. Habiéndome Su Majestad, por su bondad, dado luz de conocer el gran tesoro que está encerrado en esta preciosa virtud, he procurado -aunque flaca e imperfectamente- tenerla; aunque muchas veces repugna la poca virtud que veo en mí, porque para algunas cosas que me mandan entiendo que no llega. La divina Majestad provea lo que falta para esta obra presente".

(Tomado de DICCIONARIO DE SANTA TERESA y otras fuentes)



FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...