lunes, 19 de agosto de 2024

RECUPERAR LOS RITOS

 

"Hemos presbiterializado demasiado lo sacerdotal. Debemos recuperar, con más fuerza, la afirmación de que la Iglesia es -en todos y cada uno de los bautizados- pueblo sacerdotal. La Iglesia no es, ante todo, una jerarquía de sacerdotes sin más, sino un cuerpo formado por todos los ungidos en el bautismo como sacerdotes, profetas y reyes. ¡ese es el sacerdocio fundamental que -en cada forma de vida cristiana y de ministerio- adquiere características particulares! Quizá la expresión "sacerdocio fundamental" sea más expresiva que "sacerdocio común". Y responde al sueño de Dios sobre su pueblo, su nación santa. 

 El pueblo sacerdotal de Dios no está llamado a dominar el mundo, sino a servirlo, como signo e instrumento de reconciliación, de unidad; a cuidar la casa común y congregar a todos los pueblos en una familia universal. Y en esta noble tarea tiene su lugar necesario  e imprescindible la ritualidad. No hay sacerdocio sin ritos

No renunciemos a la dimensión poética y mistérica de nuestra forma de vida. Recuperémosla si la estamos perdiendo. Seamos el reflejo del sueño de Dios: pueblo de sacerdotes y sacerdotisas que le dan culto, que se mantienen siempre en su presencia y desde donde trasmiten los mensajes de Dios hacia los cuatro puntos cardinales".

José Cristo Rey García Paredes

Vida Religiosa 1/2024

(La nueva ritualidad en la vida consagrada)

domingo, 4 de agosto de 2024

ORAR CON SAN JUAN DE LA CRUZ EN 15 PUNTOS


1. 
San Juan de la Cruz fue un hombre de oración; bebió del espíritu de su tiempo, y conoció las formas, devociones y estilos de su época y de su Iglesia. Oró como pueblo (familia pobre), como estudiante, religioso y sacerdote. Recibió el influjo de los maestros de su tiempo, y de la corriente espiritual que promovía la oración y la interioridad.

2. Como religioso y sacerdote desarrolló indudablemente una pastoral de la oración y la vida espiritual entre los suyos, acompañando y animando para una práctica cristiana más profunda, como así lo cuentan muchos testigos.

3. En sus escritos nos dejó algunas oraciones (Ej: la oración del alma enamorada), sin embargo, en sus obras mayores no nos ha dejado un magisterio explícito acerca de la oración, como sí es el caso de Teresa de Jesús.

4. Más que de oración (formas, métodos, etc.), a Juan le interesa la persona que ora, como prepararla y disponerla, entender por qué es posible y necesario orar.

5. Como esquema general, digamos que Cristo es el punto de partida, las virtudes teologales son el camino, y la meta es la Unión. La unión del alma con Dios es el tema central de la doctrina sanjuanista (unión implica transformación, es un movimiento existencial).

6. Podemos orar porque Dios ha tomado la iniciativa, se ha querido dar a nosotros en Cristo, abriendo la posibilidad de entrar en relación con él. Al hacerlo realizamos nuestra verdadera vocación. Por eso el santo invita a considerar e imitar a Cristo, en quien Dios ha hablado de forma definitiva.

7. Dios se esconde en lo más profundo de nosotros, del otro, de la historia, de la creación. Al salir a buscarlo, con la gracia recibida, se desencadena un dinamismo espiritual que va de la cruz a la resurrección.

8. Necesitamos hacer espacio para Dios en nosotros (propuesta ascética: negar, vaciar de todo lo que no es Dios), y el mismo Dios va creando ese espacio en nosotros. A ese proceso Juan le llama Noche. Nuestras carencias nos permiten caer en la cuenta de nuestra verdadera dignidad, porque únicamente Dios puede satisfacer el anhelo que nos pone en camino.

9. Más que orar, Juan, como Teresa, habla de “ser oración”. Vivir las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que son al mismo tiempo don de Dios y respuesta nuestra a él. Vivir y orar en cristiano es creer, esperar y amar, en un proceso que es al mismo tiempo purificación y transformación (restar y sumar).

10. Juan nos invita a dejar incluso lo que es bueno (todo lo que no es Dios, incluso las cosas de Dios, sus bienes) para mirar e ir más lejos; para alcanzar el Todo, en el que reencontramos lo que dejamos y mucho más.

11. Es siempre camino y meta de amor (Dios como presencia amorosa), por eso el lenguaje que Juan usa es lenguaje amoroso también (Amado, esposa, unión). Presenta el amor como categoría fundamental de la vida cristiana. Orar es amar.

12. El culmen de la vida teologal está, para Juan de la Cruz, en la contemplación, simplificando toda la vida de oración y el contacto con la Palabra de Dios. Toda la existencia del orante es una “noticia sencilla amorosa” totalizante, que lleva a la comunión con Dios, que se le descubre en toda la realidad humana.

13. En resumen: partimos de una llamada, de un anhelo (Dios llama, va delante siempre), para adentrarnos en un camino, búsqueda, esfuerzo, subida, que pasa por la noche (donde a pesar de todo la Fuente no deja de manar, hasta que amanece con una Llama ardiente en el interior de la persona que ya es una nueva creatura en Cristo, para Dios.

14. También podemos hablar de cuatro momentos (Ian Mathew): el don (Dios), hacer espacio (vacío positivo), dejarse sanar (noche sanadora), pleno encuentro (unión amorosa).

15. La oración como actitud teologal contemplativa crea una síntesis vital entre el amor a Dios y el amor al prójimo, y es fuertemente liberadora e integradora. Que mejor modo de expresar la experiencia orante a la que nos convoca y en la que nos introduce Juan de la Cruz, que sus propios versos: “Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme, dejando mi cuidado, entre las azucenas olvidado”.

Fr Manuel de Jesús, OCD

martes, 23 de julio de 2024

ORACIÓN Y VIRTUDES TEOLOGALES EN SAN JUAN DE LA CRUZ

"En una época en que los maestros concentraban su atención en la oración y en el ejercicio ascético, entendido como práctica de las virtudes morales, Juan de la Cruz cambió el panorama asentando el pilar de la vida espiritual en las virtudes teologales.

Fe, esperanza y caridad son guía seguro en el camino de la unión con Dios; las tres virtudes teologales son las únicas que pueden considerarse como medio inmediato para esa unión; las demás equivalen a sendas lentas y remotas.

La vida teologal es la que tiende el puente capaz de salvar la infinita distancia entre el ser de Dios y el ser de las criaturas. Las virtudes teologales son medios proporcionados que hacen posible que los extremos (hombre-Dios) lleguen a la unión por transformación de amor.

Tienen esa virtualidad porque las virtudes teologales son un don infundido de Dios al ser humano y al mismo tiempo son acogida y respuesta por parte nuestra a la comunión que Dios le ofrece. Fe, esperanza y amor vienen de Dios y hacia Dios conducen. Cuando son acogidas por el ser humano se convierten en actitudes fundamentales con las que el ser humano se dispone ante el misterio, entra en comunión con él y lo respeta en su ser.

El hombre ha sido querido por Dios, desde toda la eternidad, para vivir en comunión con él, y para que pueda alcanzar ese fin ha recibido de parte del Creador unas capacidades que hacen posible la relación de amistad entre ambos.

Al Dios que se nos ha revelado en Jesucristo, respondemos con la fe. Al Dios que promete una plenitud de vida el hombre responde con la esperanza. Al Dios Amor que nos ha amado primero, respondemos con la caridad que es el amor de Dios derramado en nuestros corazones (Romanos 5,5).

Fe, esperanza y amor, como acogida y respuesta a la comunión que Dios ofrece al ser humano, hacen posible la relación dialogal entre ambos, respetando el ser y la identidad de cada uno.

Aunque las tres virtudes teologales son el único medio proporcionado para alcanzar la unión, da mayor relevancia a la fe (dedica a ella todo el libro segundo de Subida), pero lo que dice de ella el santo podemos extenderlo a las otras dos virtudes, pues forman un todo inseparable".

Diccionario de San Juan de la Cruz (Monte Carmelo)

 

lunes, 22 de julio de 2024

ORIGINALIDAD DEL MAGISTERIO SANJUANISTA SOBRE LA ORACIÓN CRISTIANA

 

"El mensaje sanjuanista sobre la práctica cristiana de la oración es de gran hondura, amplitud y originalidad. Hondura porque coloca la cuestión más allá de la mera descripción y didáctica de un ejercicio concreto o de una práctica devocional; amplitud, porque traslada la cuestión sobre la dificultad o sobre el ejercicio de la oración a la pregunta sobre su autenticidad, es decir, desplaza la cuestión sobre la oración, su qué, su cómo, su cuándo y dónde a la cuestión sobre quién es el que ora y en qué condiciones se puede decir que un hombre ora. Le importa hacer orantes no hacer ni enseñar oraciones; de ahí la originalidad de su mensaje" 

(Diccionario de San Juan de la Cruz, Monte Carmelo. Voz: oración).

sábado, 20 de julio de 2024

ORACIÓN EN SAN JUAN DE LA CRUZ (2)

De la lectura del libro de Ian Mathew, EL IMPACTO DE DIOS, son las siguientes notas que pretenden indagar en las enseñanzas de San Juan de la Cruz acerca de la oración, ahora en la segunda entrega: 

De ahí que, si la palabra oración es poco frecuente en los escritos de San Juan de la Cruz, es porque el lenguaje que usa es el de la esposa y el Esposo; el de dar y recibir; el creer y amar; el lenguaje de la unión. Lo que importa en la oración es el encuentro, la amistad personal; a Juan no le interesa tanto lo de pedir cosas sino lo de estar con Dios.

 ¿Es eso posible, ya no para el místico o el consagrado, sino para la gente común, los cristianos que viven el medio de la historia y del mundo? Ya Juan contesta en el prólogo de Subida: “Hay muchas almas que piensan no tienen oración, y tienen muy mucha; y otras que piensan que tienen mucha y es poco más que nada”. Invita a no cansarse, a no abandonar la oración, a no pensar que nada sucede.

 Juan, eso sí, sacrifica lo accidental, no porque no tenga valor, en aras de algo que bien merece ese sacrificio: lo vivo, la realidad viviente, el espíritu, la fe. Juan apreciaba las imágenes, pero invita a ir más allá, buscando la imagen de Cristo que cada uno lleva en su interior. Juan aprecia la belleza de las catedrales y oratorios, pero nos recuerda que no hay templo más bello para Dios que el interior de cada ser humano. En el corazón humano existe una vitalidad insondable que garantiza la posibilidad de la oración.

Cristo Jesús, muerto y resucitado, es el eje de nuestra relación con Dios, habitando en nosotros. Encontrar a Dios en la oración quiere decir entrar adentro; amar y ser amado ahí dentro, en el Cristo cuya imagen llevamos en nuestro interior. Es la mirada de Dios sobre nosotros la que garantiza la posibilidad de orar. “Ciertamente resucitado, y por tanto vivo en la historia personal de cada uno, mirando dentro de esa historia no sólo con bondad sino también con eficacia”, porque es un amor activo, que produce y transforma. “El mirar de Dios es amar y hacer mercedes”. Gracias a Cristo, “merece el alma el amor de Dios”. “La mirada de Dios cuatro bienes hacen al alma, a saber: limpiarla, agraciarla, enriquecerla y alumbrarla” (CB 19.6; 32.6; 33.1).

 Para Juan, “amar Dios al alma es meterla en cierta manera en sí mismo, igualándola consigo” (CB 2.6). Cuando oramos, cuando nos dirigimos a Dios en amistad, creyendo en su presencia y deseándole y queriéndole, entonces, a pesar de aparentes arideces, algo está sucediendo. Dios nos está metiendo dentro de él mismo y nos está haciendo como él. Esos tiempos de oración seca y monótona activan una corriente espiritual que cambia nuestras vidas.

 Ese es el gran aporte de San Juan de la Cruz, que no hablas de palabras, o técnicas de silencio, sino de encuentro con el Dios vivo. La mirada amorosa de Cristo está constantemente sobre nosotros, y crea esa posibilidad.

(Continúa...)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...