1. San Juan de la Cruz fue un hombre de oración; bebió del espíritu de su tiempo, y conoció las formas, devociones y estilos de su época y de su Iglesia. Oró como pueblo (familia pobre), como estudiante, religioso y sacerdote. Recibió el influjo de los maestros de su tiempo, y de la corriente espiritual que promovía la oración y la interioridad.
2. Como religioso y sacerdote desarrolló indudablemente una pastoral de la oración y la vida espiritual entre los suyos, acompañando y animando para una práctica cristiana más profunda, como así lo cuentan muchos testigos.
3. En sus escritos nos dejó algunas oraciones (Ej: la oración del alma enamorada), sin embargo, en sus obras mayores no nos ha dejado un magisterio explícito acerca de la oración, como sí es el caso de Teresa de Jesús.
4. Más que de oración (formas, métodos, etc.), a Juan le interesa la persona que ora, como prepararla y disponerla, entender por qué es posible y necesario orar.
5. Como esquema general, digamos que Cristo es el punto de partida, las virtudes teologales son el camino, y la meta es la Unión. La unión del alma con Dios es el tema central de la doctrina sanjuanista (unión implica transformación, es un movimiento existencial).
6. Podemos orar porque Dios ha tomado la iniciativa, se ha querido dar a nosotros en Cristo, abriendo la posibilidad de entrar en relación con él. Al hacerlo realizamos nuestra verdadera vocación. Por eso el santo invita a considerar e imitar a Cristo, en quien Dios ha hablado de forma definitiva.
7. Dios se esconde en lo más profundo de nosotros, del otro, de la historia, de la creación. Al salir a buscarlo, con la gracia recibida, se desencadena un dinamismo espiritual que va de la cruz a la resurrección.
8. Necesitamos hacer espacio para Dios en nosotros (propuesta ascética: negar, vaciar de todo lo que no es Dios), y el mismo Dios va creando ese espacio en nosotros. A ese proceso Juan le llama Noche. Nuestras carencias nos permiten caer en la cuenta de nuestra verdadera dignidad, porque únicamente Dios puede satisfacer el anhelo que nos pone en camino.
9. Más que orar, Juan, como Teresa, habla de “ser oración”. Vivir las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que son al mismo tiempo don de Dios y respuesta nuestra a él. Vivir y orar en cristiano es creer, esperar y amar, en un proceso que es al mismo tiempo purificación y transformación (restar y sumar).
10. Juan nos invita a dejar incluso lo que es bueno (todo lo que no es Dios, incluso las cosas de Dios, sus bienes) para mirar e ir más lejos; para alcanzar el Todo, en el que reencontramos lo que dejamos y mucho más.
11. Es siempre camino y meta de amor (Dios como presencia amorosa), por eso el lenguaje que Juan usa es lenguaje amoroso también (Amado, esposa, unión). Presenta el amor como categoría fundamental de la vida cristiana. Orar es amar.
12. El culmen de la vida teologal está, para Juan de la Cruz, en la contemplación, simplificando toda la vida de oración y el contacto con la Palabra de Dios. Toda la existencia del orante es una “noticia sencilla amorosa” totalizante, que lleva a la comunión con Dios, que se le descubre en toda la realidad humana.
13. En resumen: partimos de una llamada, de un anhelo (Dios llama, va delante siempre), para adentrarnos en un camino, búsqueda, esfuerzo, subida, que pasa por la noche (donde a pesar de todo la Fuente no deja de manar, hasta que amanece con una Llama ardiente en el interior de la persona que ya es una nueva creatura en Cristo, para Dios.
14. También podemos hablar de cuatro momentos (Ian Mathew): el don (Dios), hacer espacio (vacío positivo), dejarse sanar (noche sanadora), pleno encuentro (unión amorosa).
15. La oración como actitud teologal contemplativa crea una síntesis vital entre el amor a Dios y el amor al prójimo, y es fuertemente liberadora e integradora. Que mejor modo de expresar la experiencia orante a la que nos convoca y en la que nos introduce Juan de la Cruz, que sus propios versos: “Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme, dejando mi cuidado, entre las azucenas olvidado”.
Fr Manuel de Jesús, OCD