martes, 31 de diciembre de 2019

MI VOCACIÓN ES EL AMOR

"La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre...Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡que el amor es eterno...! Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...!".

Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz

lunes, 23 de diciembre de 2019

DIOS EN UN PESEBRE (FELIZ NAVIDAD)

"Ya que era llegado el tiempo en que de nacer había, así como desposado de su tálamo salía abrazado con su esposa, que en sus brazos la traía, al cual la graciosa Madre en un pesebre ponía, entre unos animales que a la sazón allí había. Los hombres decían cantares, los ángeles melodía, festejando el desposorio que entre tales dos había. Pero Dios en el pesebre allí lloraba y gemía, que eran joyas que la esposa al desposorio traía. Y la Madre estaba en pasmo de que tal trueque veía: el llanto del hombre en Dios, y en el hombre la alegría, lo cual del uno y del otro tan ajeno ser solía".

San Juan de la Cruz

lunes, 16 de diciembre de 2019

CAMINANDO CON TERESA (16): EL MAESTRO INTERIOR


El CAPÍTULO 29 de CAMINO complementa todo lo que antes hemos visto en los capítulos previos, porque Teresa insiste en el tema del "recogimiento"; su  pedagogía no está centrada en lo teórico, sino en la práctica, en el ejercicio humilde y concreto. Es un capítulo corto, de apenas 8 números, dos páginas y media. 

Para comenzar, la Santa lanza una advertencia: es su recelo ante la extroversión, el "derramarse", no tanto en la oración como en la vida. Claro que podemos tener fuera centros de interés, pero el centro de gravedad de la persona ha de estar dentro, interioridad. No preocuparse por acaparar el aprecio de los otros, sobre todo de los de arriba; nada que pueda capitalizar la atención y afecto del orante, convocándolo hacia un centro de gravedad psicológica exterior, y además inestable y provisorio. En ese  caso será difícil el recogimiento, pues encontrará una interioridad fragmentada y descentrada. 

 ¿Por qué Teresa insiste una y otra vez, a riesgo de repetirse, en el tema de la interiorización? 

Porque es la plataforma de lanzamiento hacia la oración contemplativa. "Entrarse dentro de sí" es básicamente la actitud fundamental del orante cristiano; el diálogo con Dios convoca la presencia de lo más hondo y decisivo de mí mismo, para que a ese nivel encuentre también al que habita en el Centro de mí  mismo (Primeras Moradas 1, 3). Ahí está la "tienda del encuentro", el "templo del Espíritu". 


Para recorrer el camino que lleva a esa hondura Teresa ofrece unas sencillas consignas:

1. Poniendo los ojos en ti y mirando interiormente, hallaremos al Maestro. Educar la mirada en ese sentido interiorizador. "Entrar dentro de sí" es empezar a conocerme, conocer y conocerle de otra manera. 

2. En la medida en que conocemos al Maestro, todo se nos irá facilitando ("Das mucho a los que del todo se quieren fiar de Ti"); ("Los favores de acá todos son mentira cuando desvían algo al alma de andar dentro de sí").  (# 3).

3. "Soledad en compañía". Ahí, en el fondo del espíritu, Dios es compañía santa, "Nuestro Acompañador". La oración se condensa en "estar ante Él y con Él".  (# 4).

4. Y al final, "gustar el don de su presencia". Porque en esa hondura Dios se manifiesta al alma, y experimentamos su presencia, su paso por nuestra vida, su talante: un Dios que no necesita que le demos gritos para escucharnos, un Dios que no pide mucho hablar sino escuchar, un Dios con ganas de dar y de darse, de estarse con nosotros. Descubrimos que esa interioridad es "nuestro Cielo", el "paraíso de Dios" (# 4).

AHORA BIEN: Interioridad, sí, pero CUIDADO no perderse en ella. No pasar de estar embebecidos a estar embobecidos. Puede pasar que sustituyamos a Dios por el ídolo refinado de uno mismo.Doble riesgo: introversión y alienación. Perderse en los propios pensamientos y desentenderse de la realidad y de los otros.
También recuerda que vacío interior y libertad interior coinciden: no llenar de baratijas el palacio interior. Aprovechar las ocupaciones exteriores para la interioridad: nada de desentenderse de la vida, de ocupaciones y responsabilidades, al contrario. Nutrir de realismo el paso a la interioridad.  Ir ganando en "señorío de sí mismo", libre de la tiranía de pasiones y sentidos. Todo ello exige práctica, disciplina, constancia, porque "nada se aprende sin un poco de trabajo". 

"Si hablare, procurar acordarse que hay con quien hable dentro de sí mismo; si oyere, acordarse que ha de oír a quien más cerca le habla. En fin, traer cuenta, si quiere, nunca se apartar de tan buena compañía... Como lo acostumbrare, saldrá con ganancia o presto o más tarde. Después que se lo dé el Señor, no ,lo trocaría por ningún tesoro" (# 7). 

(Resumen de un texto de Tomas Álvarez, ocd)

viernes, 13 de diciembre de 2019

SAN JUAN DE LA CRUZ Y LA MUJER

Comparto este artìculo, tomado del blog "De la rueca a la pluma", sobre la presencia femenina en la vida de San Juan de la Cruz, del que estaremos celebrando mañana su fiesta litùrgica, escrito por Marìa del Puerto Alonso, ocd Puzol.  

La importancia de la mujer en la vida de San Juan de la Cruz es vital. Sabemos que desde su madre hasta Ana de Jesús, pasando por santa Teresa y Ana de Peñalosa… muchas mujeres han sido importantes no solo en la vida sino en la doctrina del Santo. La presencia femenina en su vida prevalece sobre la masculina. Y si esto hoy ya sorprendería en un religioso, en un varón y célibe del misógino siglo XVI, tiene mucho más mérito.

Si en su vida la mujer tiene tanta relevancia, en su obra, las referencias a la mujer son mínimas, y todas bíblicas. ¿Entonces? Es que para fray Juan, no hay diferencia entre el hombre y la mujer. Ambos están llamados a la unión con Dios por fe y amor. Cuando san Juan escribe su experiencia mística, la escribe para las “almas”. O sea, para las personas, para hombres y mujeres. Sin distinción, sin necesidad de especificaciones. Porque ambos tienen la misma dignidad y ambos están llamados ni más ni menos que a ser dioses por participación.

La primera mujer que hemos de mencionar en su vida, es su madre: Catalina Álvarez. Debió de ser una mujer fuerte y amorosa. Lo cuidó y apoyó en su infancia y juventud. Tal debió de ser esta mujer, que Juan no duda en hablarnos en diversas ocasiones de “Dios-Madre” en sus escritos:

Comunícase Dios en esta interior unión al alma con tantas veras de amor, que no hay afición de madre que con tanta ternura acaricie a su hijo, ni amor de hermano ni amistad de amigo que se le compare. Porque aún llega a tanto la ternura y verdad de amor con que el inmenso Padre regala y engrandece a esta humilde y amorosa alma, -¡oh cosa maravillosa y digna de todo pavor y admiración!-, que se sujeta a ella verdaderamente para la engrandecer, como si él fuese su siervo y ella fuese su señor… Y así, aquí está empleado en regalar y acariciar al alma como la madre en servir y regalar a su niño, criándole a sus mismos pechos. En lo cual conoce el alma la verdad del dicho de Isaías (66, 12), que dice: A los pechos de Dios seréis llevados y sobre sus rodillas seréis regalados.”

También compara al alma con el niño que se empeña en caminar solo, a su paso, pataleando en los brazos de su madre.

Otro rasgo de la humildad del Santo y de hasta qué punto veía a la mujer en igualdad, es que acogió a Teresa de Jesús como madre y fundadora. Esto que hoy nos parece tan incuestionable, no lo era por aquella época. De hecho, santa Teresa es la primera mujer en fundar una Orden masculina y poco después de su muerte muchos de sus hijos se avergonzaban de tener a una mujer como fundadora y trataban de ocultar este hecho. El caso es que el joven “fray Juan de Santo Matía” se dejó seducir por la propuesta de esta mujer y se embarcó en la fundación del Carmelo Descalzo masculino, sin dudar en aprender de un grupo de mujeres jóvenes y vocacionadas el estilo de vida que iba a abrazar.

Desde entonces, la vida del Santo se desarrolló, en gran parte, entre mujeres. Especialmente, como confesor de monjas. Así, lo reclama santa Teresa como confesor de las monjas calzadas de la Encarnación de Ávila (septiembre 1572-diciembre 1577); luego ejerce este magisterio espiritual con las descalzas de Beas (octubre 1578-marzo 1581), Granada (abril 1581-1588) y finalmente Segovia (agosto 1588-junio 1591). En todas partes (aunque en algunas como la Encarnación y Beas fuese recibido, en principio, con reticencias) formó escuela. Pero una escuela singular, donde el Santo tan pronto hacía de maestro como de alumno.

Esta relación especial con las monjas tuvo su culmen en la fundación de Beas. Juan había llegado allí llevando consigo un montoncito de versos, algunos “romances” y lo que siempre llamó “las canciones de la Esposa” (el conocido “Cántico espiritual”). Las monjas copiaron, aprendieron de memoria y cantaron aquel texto fascinante. Ellas, con sus preguntas y sus respuestas, provocaron el nacimiento de sus últimas cinco estrofas. ¿Cómo fue esto? Un día, fray Juan le preguntó a una monja sobre qué versaba su oración y ella respondió que “en mirar la hermosura de Dios y alegrarme de que la tenga”. Poco después, el Santo comenzaba así los versos sobre este tema: “Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte y al collado, do mana el agua pura, entremos más adentro en la espesura”. Y así fue que entró la belleza en los versos y en la prosa de fray Juan. Él, que se resistía a dar clases en facultades (para varones, claro) y a predicar, no tenía empacho en compartir su “doctrina” con un grupo de mujeres orantes. Es más, se deleitaba en ello y disfrutaba de ese mutuo acompañarse espiritualmente.

No solo con el Santo, sino con los frailes de El Calvario, se formó una fraternidad de iguales sin parangón. Los frailes les hacían representaciones piadosas, las monjas compartían sus cantos y recreos… una relación entre varones y mujeres con Dios como meta, fuente y cumbre. Esto propiciaron tanto fray Juan, como Ana de Jesús, bendiciendo esta relación amistosa con Dios y entre ellos. Fue una época “de oro” para ambos. De paz y de alegría. Y este estilo de armonía y camaradería, sigue siendo un desafío y un proyecto para los carmelitas de hoy.

No hemos de olvidar que si hoy tenemos la prosa del Santo, se debe a las mujeres que le rogaron expusiese su doctrina por escrito. Dos de sus obras principales: Cántico Espiritual y Llama de amor viva, fueron dedicadas a dos mujeres: Ana de Jesús y Ana de Peñalosa (una seglar viuda). Aunque los textos de “Llama” nos hayan llegado más bien por las transcripciones de las Carmelitas Descalzas. La primera Ana merece mención aparte.

Ana de Jesús (Lobera) era una Carmelita Descalza, digna hija de santa Teresa y amiga de San Juan de la Cruz. La madre Ana conoció a san Juan de la Cruz siendo todavía novicia, en Mancera, camino a la fundación de Salamanca. Aunque no parece que allí hiciese gran relación con el Santo. Es en octubre-noviembre de 1578 cuando Juan, que se hospedaba en el convento de El Calvario, va a visitar a las monjas descalzas de Beas, de donde Ana es la priora. La primera impresión no debió de ser favorable pues poco después escribe a la Santa quejándose de falta de buen director espiritual. Teresa le contesta con gracejo diciendo: “En gracia me ha caído, hija, cuán sin razón se queja, pues tiene allá a mi padre fray Juan de la Cruz, que es un hombre celestial y divino. Pues yo le digo a mi hija que, después que se fue allá, no he hallado en toda Castilla otro como él ni que tanto fervore en el camino del cielo. No creerá la soledad que me causa su falta. Miren que es un gran tesoro el que tienen allá en ese santo, y todas las de esa casa traten y comuniquen con él sus almas y verán qué aprovechadas están, y se hallarán muy adelante en todo lo que es espíritu y perfección; porque le ha dado nuestro Señor para esto particular gracia. Certifícolas que estimara yo tener por acá a mi padre fray Juan de la Cruz, que de veras lo es de mi alma, y uno de los que más provecho le hacía el comunicarle. Háganlo ellas, mis hijas, con toda llaneza, que aseguro la pueden tener como conmigo misma y que les será de grande satisfacción, que es muy espiritual y de grandes experiencias y letras. Por acá le echan mucho menos las que estaban hechas a su doctrina. Den gracias a Dios que ha ordenado le tengan ahí tan cerca. Ya le escribo les acuda, y sé de su gran caridad que lo hará en cualquiera necesidad que se ofrezca”. 
Sin embargo ya sabemos que tras esa mala impresión inicial, se creó una relación especial entre ambos que duró hasta la muerte de fray Juan. A tal punto llegó la relación entre ambos, que él no dudó en dedicarle el prólogo al Cántico Espiritual, con palabras de afecto y de reconocimiento, que aún hoy cuando se leen no dejan de sorprender y que hasta tal punto incomodaron en su época, que pasaron siglos en los que este prólogo se omitió o retocó para evitar que se supiera que la destinataria era esta mujer.

De fray Juan se conservan pocas cartas. Pero de ellas, un 80% es para mujeres a las que siempre trata con respeto, cariño y solicitud, compartiendo confidencias y noticias. Cuando fray Juan cae en desgracia dentro de su misma Orden es por defender el carisma de libertad y alegría de su fundadora: Teresa (ya fallecida), y por defendernos a las descalzas de un gobierno que quería controlarnos y llenarnos de leyes. Esto le valió el destierro y casi la expulsión, lo que evitó su prematura muerte.

Resumiendo, podríamos decir que el trato de fray Juan a las mujeres evoca al que tuvo el mismo Jesús con sus contemporáneas. Un trato en igualdad de dignidad; de amor y consideración.

lunes, 9 de diciembre de 2019

NO ARRINCONAR EL ALMA

“Tornemos ahora a nuestro castillo de muchas moradas. No
habéis de entender estas moradas una en pos de otra, como cosa en hilada, sino poned los ojos en el centro, que es la pieza o palacio adonde está el rey, y considerar como un palmito, que para llegar a lo que es de comer tiene muchas coberturas que todo lo sabroso cercan. Así acá, alrededor de esta pieza están muchas, y encima lo mismo. Porque las cosas del alma siempre se han de considerar con plenitud y anchura y grandeza, pues no le levantan nada, que capaz es de mucho más que podremos considerar, y a todas partes de ella se comunica este sol que está en este palacio. Esto importa mucho a cualquier alma que tenga oración, poca o mucha, que no la arrincone ni apriete. Déjela andar por estas moradas, arriba y abajo y a los lados, pues Dios la dio tan gran dignidad…”.

(Santa Teresa, Moradas)

Cada tiempo litúrgico que vivimos en la Iglesia, cada celebración de nuestra fe. cada ritual, cada devoción, cada vivencia espiritual, ha de ser siempre camino para avivar el alma, para animar nuestra vida interior al punto de que entre en el dinamismo del gozo y la esperanza. Así lo expresa Santa Teresa en el texto anterior, que podríamos tomar como paradigma de todo nuestro itinerario hacia Dios. Él no quiere para nosotros angustias ni temores, sino gozo, fortaleza, esperanza. No arrinconemos el alma, ni la agobiemos, sino cuidemos nuestro ser, nuestro espíritu, nuestro cuerpo, para que todo lo que somos camine hacia Dios.
Andemos confiadamente por esas moradas interiores y miremos siempre al centro de nuestro ser donde nace Cristo cada día.

EL OTRO CANTO DEL PÁJARO SOLITARIO

 Cercana la celebración litúrgica de SAN JUAN DE LA CRUZ, comparto una reflexión que publiqué en otro blog el pasado año, sobre un conocido texto del santo:

LAS CONDICIONES DEL PÁJARO SOLITARIO 

Cada quien tiene sus pasajes favoritos cuando se adentra en los escritos de uno u otro maestro espiritual, y en el caso de San Juan de la Cruz ,también yo tengo los míos; entre ellos está lo que conocemos como: "Las condiciones del pájaro solitario", que aparece como parte de los DICHOS DE LUZ Y AMOR, el número 120. El santo presenta primero las cinco condiciones, y luego las interpreta, las explica, como condiciones del alma contemplativa. Las cito a continuación, con la explicación que le da San Juan de la Cruz:

1. Que se va a lo más alto: Que se ha de subir sobre las cosas transitorias, no haciendo más caso de ellas que si no fuesen.
2. Que no sufre compañía: Ha de ser tan amiga de la soledad y silencio, que no sufra compañía de otra criatura.
3. Que pone el pico en el aire: Ha de poner el pico al aire del Espíritu Santo, correspondiendo a sus inspiraciones, para que, haciéndolo así, se haga más digna de su compañía.
4. Que no tiene un determinado color: No teniendo determinación en ninguna cosa, sino en lo que es voluntad de Dios.
5. Que canta suavemente: En la contemplación y el amor de su Esposo. 

Este es un texto que, como me pasa con otros, incluso bíblicos, me motivan porque no consigo captar (o compartir) del todo su verdad; me hacen pensar, me inquietan o hasta me irritan. Y los rumio una y otra vez a lo largo del tiempo. En el caso de este, me lo quiero apropiar, pero me parece que puede acabar resultando un poco, sino muy, desencarnado, como otros pasajes del santo con los que no puedo reconciliarme del todo. 

Esta vez consigo encontrarle un sentido más abierto, más cercano a la mayoría de los cristianos, y sin desautorizar a Juan de la Cruz, les propongo mi interpretación personal a esas cinco condiciones:


1. Que se va a lo más alto: que busca a Dios, y lo pone en el centro de su vida.

2. Que no sufre compañía: que se aparta de todo lo que la aleja de Dios, pero no de quienes como ella ponen a Dios en el centro o buscan sinceramente la verdad.

3. Que pone el pico en el aire: que está abierta a la escucha de la Palabra, que le sirve de alimento, y a la voz de Dios en el Mundo

4. Que no tiene determinado color: que es muy libre, con la libertad que da Cristo, y el ser hijo de Dios.

5. Que canta suavemente: que ama, que es compasivo, que trabaja por la justicia; que su vida es un canto nuevo de alegría y alabanza

Pienso que a los maestros espirituales se les escucha atentamente, pero también se les discute, y si aprendemos de ellos no creo que les preocupe el hecho de que acabemos sacando también nuestras propias ideas y conclusiones. San Juan de la Cruz es hijo de su tiempo, de una visión teológica y espiritual concretas, y eso, a pesar de su genialidad, le condiciona. Por eso, aprovechando su fiesta en este 2018 he querido también contradecirle en algo, si es que se entiende así, como parte de mi homenaje y celebración de su memoria. Tal vez el pájaro contemplativo, no por ser solitario, ha de dejar de ser solidario, y creo que nuestro santo lo fue, sensible siempre a las necesidades de sus hermanos/as.

San Juan de la Cruz, padre y hermano: ruega por nosotros.

sábado, 7 de diciembre de 2019

TERESA, TEÓLOGA Y CONTEMPLATIVA

Desde su época a nuestros días, la figura de santa Teresa de Jesús como mística, fundadora y escritora ha cautivado a cristianos y no creyentes de cualquier condición, lugar y tiempo. La fascinación que –ya en vida y más allá de sus íntimos– ejercieron sus numerosas virtudes naturales y sobrenaturales en quienes la conocieron; la influencia espiritual desplegada dentro y fuera de los monasterios por ella fundados; el reconocimiento unánime de su santidad; la incesante propagación de su literatura desde el año siguiente a su fallecimiento; el atractivo generalizado sobre los escritores, especialmente los españoles… son algunos de los factores que históricamente hicieron de la monja de Ávila un modelo de seguimiento universal.

Sin embargo, según advierte el profesor Ros García¹, fue solo a partir de mediados del siglo XX cuando se empezó a valorar adecuadamente la relevancia teológica de su obra, pues hasta entonces predominó la impresión de que la mística teresiana no era más que una fenomenología mística. Se la veía como una descripción del modo de experimentar interiormente a Dios por medio de enunciados privados que, haciendo referencia a fenómenos extraordinarios, estados de conciencia, formas de percepción, efectos psicológicos, grados de oración…, ponían el acento más en la experiencia subjetiva que en la realidad de Dios.

Esta fue la posición sostenida por las autoridades oficiales –sobre todo después del concilio de Trento–, que desconfiaban ante el temor de que aquellos fenómenos místicos y sus repercusiones emocionales o afectivas pudieran tomarse como criterio de justificación propia, eliminando así la referencia a la norma eclesial y a su interpretación de la Sagrada Escritura. Por otra parte, se podía correr el riesgo de abrir también la puerta a procesos espirituales aparentemente interesantes pero desencadenados por medios no cristianos e incluso profanos, lo cual acarrearía el consiguiente descrédito del testimonio eclesial y carismático. Más aún, tradicionalmente la teología católica había subrayado en exceso el carácter extraordinario y elitista de la experiencia mística, lo que llevó a confundir a muchísimas personas, al pensar que el conocimiento de dicha experiencia no les atañía porque esos fenómenos no se daban normalmente en la vida cotidiana. Si a estos hechos se suma la tendencia histórica dominante de reducir la vida religiosa a doctrina, práctica externa, tradición cultural o pertenencia social, se puede vislumbrar con más facilidad la sistemática actitud de sospecha respecto de la experiencia mística y el secular olvido de su estudio teológico.

Lo cierto fue que, hasta 1962 –fecha en que se inaugura una nueva etapa en la comprensión teológica de la religiosa castellana–, se seguían oyendo opiniones devaluadoras de su mística por parte de eminentes teólogos². Sin embargo, a partir de ese año y gracias al amplio estudio Santa Teresa de Jesús contemplativa, del carmelita descalzo Tomás Álvarez (1923-2018), se inició una perspectiva diferente de ver el teresianismo. Este trabajo fue el primer acercamiento serio a la experiencia de la mística abulense desde la teología: pretendió valorar el sentido de esta experiencia y sus contenidos, no ya por el lado subjetivo de lo fenoménico –grados y estados de quietud, unión, éxtasis…–, sino por el lado objetivo del Misterio contemplado.

Simultáneamente, el concilio Vaticano II y sus documentos abrieron otros horizontes y perspectivas para una nueva comprensión teológica de la Santa y de su puesto en la Iglesia. Así, en la constitución dogmática Dei Verbum se reconocía el valor de la contemplación y la experiencia mística en la transmisión y enriquecimiento de la fe, en el progreso de la revelación, que crece por la inteligencia íntima de las cosas espirituales experimentadas. Por su parte, en la Lumen gentium se revalorizaba también el sentido de los carismas, concretamente el de las mujeres, y de aquellos que Dios había agraciado con dones particulares para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, permitiendo reconocer así la sabiduría de Teresa y su carisma magisterial. Del mismo modo, en la Gaudium et spes se decía expresamente que “la razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios”.

De esta serie de mensajes del Vaticano II, que revalorizaba la experiencia espiritual, los carismas y la vocación del hombre a la unión con Dios, resurgió un nuevo clima teológico y una nueva valoración de la figura y la doctrina de santa Teresa, que propiciaron la ocasión –largamente diferida– de su doctorado eclesial. Con él se coadyuvó a la eclosión de una rica etapa en la historia de su recepción académica, plena de importantes avances en el panorama editorial, en la difusión de sus escritos y en los numerosos estudios de carácter histórico, literario y doctrinal surgidos desde entonces sin interrupción.

Pedro Paricio Ausejo.
Tomado del blog: De la rueca a la pluma.

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¹Cf. ROS GARCÍA, Salvador, “Teresa de Jesús: palabra en el tiempo”, en CASAS HERNÁNDEZ, Mariano (Coordinador), Vítor Teresa. Teresa de Jesús, doctora honoris causa de la Universidad de Salamanca [Catálogo de exposición], Salamanca, Ediciones de la Diputación de Salamanca (serie Catálogos, nº 213), 2018, pp. 41-58.

²Op. cit., pp. 56-57.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

CAMINANDO CON TERESA (15): RECOGERSE O "ESTAR EN EL CIELO"

El RECOGIMIENTO es el tema central de CAMINO, y de buena parte de la obra escrita de TERESA: para ella el arte de recogerse y entrar dentro de sí, ya lo hemos visto, es una especie de escalón intermedio entre la sencilla oración rezada y la pura contemplación, por lo que no es de extrañar que insista en el tema, que insista una y otra vez en lo mismo. El título del CAPÍTULO 28 es parecido al del capítulo 26; en ese capítulo y en el siguiente ella advierte que recogerse no es ensimismarse, ni enroscarse sobre sí, sino que, en clave cristiana, recogerse es ante todo centrarse en el Otro, en Cristo, poner mente y corazón en él. La oración cristiana es cosa de dos, y cuando entramos dentro de nosotros mismos no es para un monólogo, sino para un fecundo diálogo.

Ahora, capítulos 28 y 29, se trata de "CON ÉL, ENTRAR DENTRO DE SÍ". No es un mero ejercicio psicológico, ni la concentración que buscamos ante un examen o tarea importante. La Santa propone hacerlo desde la segunda frase del Padrenuestro: QUE ESTÁS EN LOS CIELOS. No en los cielos estrellados, sino en los cielos de mi alma o de mi vida, cielos espaciosos y dilatados del espíritu, o bien: "este cielo pequeño de nuestra alma". La interioridad del ser humano, que es morada o templo del Espíritu: Teresa contempla este misterio, y advierte que no es saberlo de oídas, ni siquiera creerlo, sino "procurar entenderlo por experiencia". En la medida en que oramos va Dios ensanchando el alma y vamos comprendiendo su anchura. El presupuesto base es este: "Mirad que os va mucho tener entendida esta verdad: que está el Señor dentro de vosotras, y que allí nos estemos con Él".


En el corazón del capítulo (4-7) responde Teresa la pregunta: recogerse, ¿qué es?. Lo hace en dos tiempos, con una especie de definición y luego con varias imágenes. La definición, en 4 y 5, habla de recoger el alma las potencias, y para ello es importante acostumbrar a nuestros sentidos exteriores a no mirar ni estar donde se distraigan. Lo desgrana así:

1. Recogerse es cosa del alma, es decir, del centro interior de la persona. 

2. Es ella la que ha de convocar a ese centro sentidos y potencias. Educar, acostumbrarlos a no distraerse.

3. El alma misma se entra dentro de sí con su Dios: estar, quién con Quién. La presencia mutua barre obstáculos y abre posibilidades.

4. Dios actúa ahí, en ese trato mutuo: "viene con  más brevedad a enseñarla su Divino Maestro". 

5. Descubrimiento de un nuevo mundo interior, y con él una mirada nueva sobre todo: quietud contemplativa, mirada a lo vivido por Cristo o por el orante, pasión y Evangelio, problemas y salvación.

 Para darnos pistas Teresa usa imágenes como estas: "Llegar a beber el agua de la fuente" (5); "Caminar mucho en poco tiempo" (5); es como viajar por mar (6 y 8); entrarse como las abejas en la colmena para labrar la miel (7)... y es el "castillo fuerte" (6) o el "palacio de oro y piedras preciosas" (9). 

 Teresa propone aquí un ejercicio para acostumbrarse a recogimiento, partiendo del supuesto inicial del "cielo de nuestra alma". Lo desglosamos en cinco pasos:

1. "Hagamos cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza...

2. Pero el palacio no es un fin para sí mismo, es morada de alguien; no está vacío, sino habitado (No estamos huecos por dentro, está un gran rey). De ahí que  pasemos de la vacuidad interior a la densidad; dimensión religiosa y sacra: estamos hechos para ser morada, capacidad, de Dios. No es mera percepción psicológica, es actitud religiosa y orante. 

3. Entrar dentro... implica siempre poner cierta barrera a lo que está fuera. Separar la interioridad de la exterioridad, balancearse entre el mundo de los sentidos y el mundo del espíritu; no para cancelar el primero, sino para centrarlo en el segundo, para lograr la unidad de la persona y no andar "derramados". 

4. Ser receptivos a la acción de Dios que está en nosotros; Él no nos habita como el ídolo en el templo.Está ahí para la comunión, en la cual tiene siempre la iniciativa: Él dilata el palacio (la personas), la hace más libre, se le da a conocer, enriqueciendo la experiencia del orante. 

5. El recogimiento no es meramente una práctica oracional, sino que implica y exige la vida entera y toda la persona. La oración de recogimiento desemboca en formas de oración profunda, comunión y contemplación, comprometiendo los distintos niveles de la vida del orante. 

 (Resumen de lo comentado por el P. Tomás Álvarez, ocd)

CAMINANDO CON TERESA (14): ORAR ES DECIR "PADRE" CON JESÚS...

Entremos entonces en esta parte de CAMINOcapítulo 27, recordando tres cosas:

1. Este capítulo continúa con el tema del recogimiento, que seguirá también en los siguientes capítulos, 28 y 29. Para Teresa, "recogimiento" es interiorizar la oración, pasando del mero rezo vocal a la meditación y de ahí a la contemplación, que articula en dos tiempos: atención a Cristo (Capítulos 26 y 27) y entrar en el templo del propio espíritu (Capítulos 28 y 29). En este capítulo que empezamos a comentar sigue desarrollando Teresa el primer aspecto cristológico: orar con Cristo, decir "Padre nuestro" con Jesús. Desde el Hijo, contemplar el misterio del Padre, hasta sentirnos hijos en el Hijo

2. Fijémonos en la hechura del capítulo, que en un principio Teresa dividió en dos, pero luego juntó. Aparecían dos asuntos: glosa de la palabra Padre, la paternidad de Dios, nuestra filiación en Cristo; y luego, las paternidades humanas y su posible deterioro deformante dentro del Carmelo. En la redacción definitiva se unieron ambos temas: En la oración vivimos la paternidad de Dios más allá de los deterioros y deformaciones de cualquier forma de paternidad o de fraternidad humana. 

3. Teresa no hace teologías, no hace una exposición detallada del misterio trinitario, sino que lo ora; el capítulo es, en su mayor parte, oración. El lector ha de entrar con Teresa en esa oración para entenderla o quedará en el umbral del recogimiento. 

NOTA: Un elemento curioso y singular de la oración de Teresa es que ella con frecuencia ora al Padre, pero en el sentido de suplicarle en favor del Hijo; se empeña en mover las entrañas del Padre ante el misterio del Hijo hecho hombre, antes de pedir por las necesidades de sus otros hijos, nosotros

Sigamos el hilo del capítulo:

#1: Dos momentos; primero, ora al Padre, extasiada de la grandeza del don que recibimos al poder llamarle Padre; luego, se dirige a sus hermanas para que valoren bien el don que reciben. Que llamarle Padre a Dios es camino de contemplación perfecta. 

#2: Ahora ora al Hijo; "¡Oh Hijo y Señor mío!¿Cómo nos dais tanto junto a la primera palabra?" Nos hace hijos y podemos llamar padre a Dios; y siendo el Padre. nos sufre, nos perdona, nos consuela y nos sustenta. Es el mejor padre del mundo, y nos hace partícipes y herederos de la gloria de Cristo.

#3-4: Oración de Teresa a Jesús. Mira a Jesús humano, compartiendo con nosotros esta condición y amándonos, pero doliéndose de que el Padre quiera darnos lo que no merecemos. "¡Bendito séais por siempre, Señor mío, que tan amigo sois de dar, que no se os pone cosa delante!". 

#5: Ahí habla con sus hermanas, preguntando si no hay razones suficientes para una oración de verdad, para conocer quién es ese al que hablamos. Aparece la referencia a la paternidad en el mundo: hijos que desprecian a su padres. 

#6: En la comunidad de Teresa "todas han de ser iguales". Llama la atención sobre contiendas internas y "paternidades" equívocas, fundadas en cosas del mundo. 

#7: "Entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo que enamore vuestra voluntad y os la ate tan grandísimo amor...". 

RESUMIENDO: Para Teresa decir Padre es la gran fortuna del orante, el primer don que se nos hace, y el más grande. Además, poder decirlo con Jesús, compartiendo la filialidad y la relación con el Padre. Invita a decir esta primera palabra de la oración con sentido filial, entre estupor y amor, entre audacia y ternura. La oración de Teresa se adentra en el misterio del Padre, su voluntad de darnos al Hijo, que vestido de tierra como nosotros, no tiene en cuenta nuestras miserias y rivalidades, por lo que nos pide vivir con la dignidad que recibimos. Es un capítulo rebosante de pasión y experiencia de trato con Dios, del gozo de saberse amada; no es que el Padre ame al Hijo, sino que en el Hijo nos ame a nosotros

Ante los temores de Teresa de no ser digna sentirá siempre la voz interior que le invita a disfrutar el don; en Relaciones 13: "Haz lo que es en ti y déjame tú a mí, goza del bien que se te ha dado, mi Padre se deleita contigo y el Espíritu Santo te ama". Y en Relaciones 25: "Yo te di a mi Hijo y al Espíritu Santo, y a esta Virgen (María). ¿Qué me puedes tú dar  a mí?". 

(Resumen de lo comentado por el P. Tomás Álvarez, ocd)

lunes, 2 de diciembre de 2019

EL PADRENUESTRO DE SANTA TERESA

Santa Teresa, en su libro CAMINO DE PERFECCIÓN, comenta la oración del PADRENUESTRO, a la vez que va desgranando sus enseñanzas sobre la vida de oración, ya sea vocal o mental, y siempre abiertos al don de la contemplación; se suma así la santa a otros grandes maestros espirituales que glosaron esta oración, llamada dominical, desde la época patrística hasta nuestros días. Teresa misma advierte que no quiere ni pretende comentar esa oración (no quiere buscarse problemas con los teólogos y censores), pero lo hace a su manera; no tanto como un comentario, sino como una elevación espiritual con pretensiones pedagógicas. Ella va orando las palabras del Señor y al mismo tiempo nos va educando en el modo de orar, de manera que estemos capacitados para recibir el don de la contemplación cuando Dios nos lo quiera regalar. Este comentario al Padrenuestro ocupará la segunda parte de su libro, a partir del capítulo 26. 

 Teresa aprendió a rezar esta oración de niña, con su madre, y la reiteraba en el rezo del rosario; más tarde, a partir de sus 20 años, la rezaba o cantaba en latín en la liturgia eucarística y en las Horas Canónicas.Ya vimos, en los capítulos anteriores, que Teresa descarta la recitación rutinaria, y que no está de acuerdo con  el parecer de ciertos teólogos de su tiempo que afirmaban el valor de la plegaria meramente verbalizada; ella quiere que quien reza sepa claramente lo que hace: quién reza, a quién reza, y qué reza

 Lo verdaderamente importante es que con la oración dominical Jesús nos introduce en el diálogo con el Padre, y para ello es preciso rezarlo con él, con Jesús mismo, que es la mejor compañía, dirá Teresa. Para hablar al Padre con sentimientos filiales es preciso hacerlo desde el Hijo, compartiendo su filialidad, bajo la acción del Espíritu Santo.  Según la Santa, una a una las peticiones del Padrenuestro irán interiorizando nuestra propia oración, recogiéndonos suavemente y facilitando una actitud contemplativa y la unión con el Divino Maestro, que ora con nosotros. 

Veamos la pedagogía de Teresa desde sus comentarios sobre la oración del Padrenuestro:

1. Ante todo, atención a Cristo Señor: La oración no es un monólogo, y debe desarrollar desde el principio una relación, un diálogo, o se pierde en el vacío. "Procurad luego tener compañía. Pues ¿qué mejor que la del mismo maestro que enseñó la oración que vais a rezar? ¿pensáis que es poco un tal amigo al lado...?" Insiste en el gesto de "mirarle", y sintonizar con sus sentimientos, hasta poder decir: "Juntos andemos, Señor" (26,6). Son estas las premisas pedagógicas para orar con Él, y poder decir "Padrenuestro...". 

2. Decir esta primera palabra de la oración dominical sirve para despertar y educar el sentido filial.  Se la decimos al Padre con el Hijo: "¡Oh Señor mío, cómo parecéis Padre de tal hijo, y cómo parece vuestro Hijo hijo de tal Padre. Bendito seáis por siempre jamás!"Las dos palabras iniciales de la oración bastarían , según Teresa, para entrar en contemplación perfecta, y que no hay dudas de que entre tal Padre y tal Hijo ha de estar el Espíritu Santo.

3. Dedica un tercer momento a interiorizar la oración. Educar al orante en el recogimiento, desde la frase: "que estás en los cielos" (28,1). Aquí, cielo de Dios es el "palacio del alma" (28,9). El orante ha de pasar de la exterioridad a lo interior, rebasando la barrera de los sentidos y adorando al Padre en espíritu y verdad. Es el mismo Dios quien va dándose a conocer al alma poco a poco, ensanchándola, para conformarla con el don que va a recibir, y trae todo eso una libertad grande, porque tiene el poder de hacer grande ese palacio (28,12).

4. La petición: "Hágase tu voluntad" recuerda al orante que el fin de toda oración cristiana es la unión con Dios, con su voluntad; en esa unión de voluntades está la esencia de la perfección cristiana. Unión hasta el punto de salir de sí el orante: es el momento del éxtasis (c. 32).

5. Glosando la petición "nuestro pan de cada día", la Santa dedica toda una sección del libro (Capítulos 33-35)para educar la piedad eucarística del orante. La Eucaristía es el pan del Espíritu, y según Teresa el momento de la comunión es la mejor coyuntura para "interiorizar" la oración, para hacerla fuertemente "unitiva", para convertirla en "súplica eclesial". Dice que el momento que sigue a la comunión es el mejor para "negociar", para conseguir gracias para sí y para los otros, para la Iglesia. 

6. Finalmente las últimas peticiones del Padrenuestro orientan la oración del orante hacia los otros y lo otro. Los otros son los amigos y enemigos. Lo otro es el mal. A través de la oración se educa al corazón para superar la frontera entre amigos y enemigos, y hace real lo de: perdónanos, porque perdonamos (36,8 y 36,12).  Finalmente "lo otro" es el mal (líbranos del mal, capítulo 42) que sirve para inculcar al orante dos virtudes terminales: "amor y temor de Dios", y educar con ellas el doble sentido de amistad y de trascendencia que la oración debe desarrollar en el cristiano. 

Para Teresa, en las breves palabras de la oración del Padrenuestro se encierra una completa pedagogía de la oración: "Espántame ver que en tan pocas palabras está toda la oración y perfección encerrada, que no parece hemos menester otro libro, sino estudiar este..." (37,1). 

Como curiosidad, señalamos que se atribuyó a Teresa la autoría de un librito titulado "Siete meditaciones sobre el Pater Noster acomodadas a los días de la semana", que se incluyó en alguna edición antigua de las obras de la Santa. Es evidente, y lo corroboran todos los teresianistas, que este escrito no es de Teresa, ni se inspira en sus libros. 

Valga todo lo anterior como introducción a la lectura de toda esta parte de CAMINO, que ya iremos luego desglosando poco a poco.


(Ideas tomadas del DICCIONARIO DE SANTA TERESA, y la voz escrita por Tomás Álvarez, ocd)

viernes, 29 de noviembre de 2019

CAMINANDO CON TERESA (13): LA MIRADA EN CRISTO

Seguimos el CAMINO con Teresa, y ya estamos en el capítulo 26 de su libro, dedicado a iniciar a sus hermanas, y a nosotros, en el camino de la oración. El título de este capítulo nos da la primera pista de lo que vamos a leer: "va declarando el modo para recoger el pensamiento", es decir "recogimiento", ya sea en la oración vocal o mental. Lo que importa es interiorizar la oración,  hacerla cada vez más sencilla y contemplativa (porque esa es la ruta, ya lo dijimos: entrenamiento en la oración vocal para ahondar en la mental, con mirada puesta en la contemplación). Pero a Teresa no le alcanzará un capítulo para esto, y dedicará  por lo menos otros tres en presentar este asunto, y seguirá hablando de ello hasta el final. 

 En los dos primeros, 26 y 27, dirá Teresa que lo principal para recoger el pensamiento es centrar la mirada en Cristo. Recogerse es acogerse a Él, a su presencia, a su compañía. El recogimiento, como la oración misma, tiene que ser decididamente cristológico. 

 En los dos capítulos siguientes, 28 y 29, insistirá en el aspecto psicológico, y dirá: "recogimiento es cuando el alma recoge todas las potencias y se entra, ella misma, dentro de sí...", redescubriendo el propio castillo interior. 

Así, queda completo el proceso teresiano oracional:

1. Centrar la atención en Cristo (y desde Él aprender a decir Padre...).
2. Interiorizarse: convocar lo exteriorizado de uno mismo, a las moradas del propio castillo interior.
3. Ambas cosas anteriores precedidas de una buena base de virtudes prácticas, para que la oración no quede descolgada de la vida.
4. Gran apertura y disponibilidad a la acción de Dios sobre nosotros y sobre nuestra oración.

Veamos entonces este CAPÍTULO 26:

PRIMERO: EDUCARSE EN LA PRESENCIA DE ÉL.  Para Teresa, ya lo sabemos, la oración es cosa de dos, tratar de amistad, compartir camino; absolutamente relacional  y dialogal, engranaje de escucha y de palabra. Por tanto, orar es buscar la compañía de Cristo, una presencia real y envolvente que arropa y traspasa mi vida, pero que necesita de mí.

SEGUNDO: EDUCAR LA MIRADA. El verbo "mirar" aparece repetido una y otra vez en los #3,4 y 5, y no habla de los ojos de la cara, sino de una mirada interior, de los ojos del "alma", reeducando los sentidos, disciplinando, para que "juntos andemos, Señor". 

TERCERO: EDUCARSE A LA ESCUCHA Y A LA PALABRA: No hay amistad sin comunicación, sin diálogo vivo y constante. 

CUARTO: ACOSTUMBRARSE: No se trata de un ejercicio voluntarioso o gimnástico, ni es cosa de días; es importante educar la mente y doblegar el espíritu, educar la fe y el amor, educar el sentido de Dios. Exige fidelidad, constancia, espera amorosa y sacrificada. 

Teresa regala tres IMÁGENES para provocar el recogimiento: la de la mujer casada y enamorada, atenta al esposo; la del alma en extravío, que necesita volver a casa; y la imagen del Maestro amigo, gozoso de acoger y comunicar. También encontraremos muchas expresiones, cortas, con una gran carga teológica y espiritual; las podemos buscar y subrayar a lo largo del capítulo.

(Resumen de ideas del P. Tomás Álvarez, ocd)




miércoles, 27 de noviembre de 2019

CAMINANDO CON TERESA (12): ¿REZAR ES ORAR?

Como hemos visto en los capítulos anteriores, Teresa participa de una polémica muy presente en su tiempo: el de la contraposición entre oración vocal (para el pueblo llano, para mujeres) y la oración mental (siempre bajo sospecha). Y ahora, en el capítulo 24 y siguiente sigue hablando de oración interior como peldaño previo a la contemplación, ante un grupo de lectoras contemplativas, y torna a la oración "rezada": cómo rezar oración vocal con perfección, anuncia el título. Y ella marcará pauta desde el comienzo al defender que la oración vocal y la mental han de ir unidas, que no hay oración vocal sin contenido mental y que los rezos básicos del cristiano (Padrenuestro Avemaría, Credo...) son un excelente peldaño en la escala de la oración y en su aprendizaje. 

Una pregunta¿Basta con decir las palabras para que sea oración? Sabemos que el rezo maquinal, apurado, producto de la costumbre, y realizado con sólo pronunciar palabras, no tiene nada que ver con "tratar de amistad", y por tanto no es ni puede llamarse oración. Ya lo dijo antes, recordemos, en este mismo libro (22,1, y 22,8). Pero Teresa sabe que el asunto no es tan elemental, porque se topa con las polémicas de su tiempo, y con la experiencia de sus lectoras. 

 Las religiosas hacen a diario una oración litúrgica en latín, con grandes dificultades para leer y rezar, para descifrar abreviaturas y los caracteres góticos de los libros corales. Ellas no entienden lo que leen, y por tanto: ¿Están o no están haciendo oración? Los letrados de turno le aseguran a Teresa que sí, que eso basta, que es suficiente la recitación en el coro, aun cuando no entiendan lo que dicen, y que la Iglesia suple, pues es oración en común con toda la Iglesia. Ella no quiere entrar en la polémica, y dirá que no se entromete en ese asunto, pero que ella aconseja no contentarse con eso


La otra cuestión es que realmente hay personas, y ella ha conocido algunas, que no pueden recogerse ni orar con el entendimiento (mentalmente), o que han interiorizado los prejuicios existentes sobre ese tipo de oración; también en los momentos de cansancio se hace difícil entender, o también otros de total impotencia para orar interiormente. Incluso, ya lo dijo antes, Dios tiene muchos caminos, y por ello pueden llegar personas así a sus comunidades. En esos casos: ¿Hay o no hay verdadera oración?

¿Qué consejos dará Teresa para superar ese problema?

Primero, una consigna fundamental: jamás contentarse con una oración de solo palabras; no rezar "por costumbre", maquinalmente. Lo dirá luego en MORADAS (I, 1.7)

Segundo: Más allá del contenido de la oración, prestar y avivar la atención al Otro, al destinatario mismo de la oración. Dirá: "Cuando digo Credo, razón será que entienda y sepa lo que creo; y cuando digo Padre nuestro, amor será entender quién es este Padre nuestro y quién es el maestro que nos enseñó esta oración". Alternancia de razón y amor, para entender qué y a quien hablamos. 

 Detrás de nuestro oración siempre está Cristo: él es maestro orante en cada cristiano que ora, nunca está lejos cuando oramos; es evidente el sentido personalista y relacional de la oración teresiana. Entre el orante y Jesús has de haber un flujo intermitente. La oración que propone Teresa es básicamente cristocéntrica. 

Un tercer consejo de Teresa, condensado en una sencilla frase: "a solas".  Que tampoco en la oración vocal falte esa dimensión religiosa de la relación personal con Cristo o con Dios. Es una soledad en compañía, porque estamos "a solas, pero con Él". 

Finalmente, un cuarto consejo: Todo eso hay que trabajarlo, es decir, implica una seria tarea de autoeducación, disciplina interior, autodominio, esfuerzo propio. 

Para todo lo anterior hay una excepción: hay tiempos y situaciones de absoluta incapacidad parea orar, embotamientos del espíritu en los que la mente se niega a seguir, acoger o refrendar las palabras rezadas con los labios. Desde su propia experiencia, aconseja: en ese caso, no se empeñe y espere tiempos mejores. (Podemos leer Vida 30, nn. 11,15,16,18....; Relación 1, 16). No se trata de abandonar la oración, eso nunca, sino de hacerla como se pueda, hasta que cambien las cosas y estemos mejor dispuestos. 

El Capítulo que sigue, el 25, complementa lo que hemos leído en este: Teresa no ve la oración vocal como algo desdeñable frente a la mental; cuando se hace bien, tal y como ella aconseja, esa oración vocal es una suave palanca elevadora que pone al orante a tiro de contemplación

Es como una cadena formada por tres anillos: una cosa es orar rezando, otra es "oración mental", y otra muy diversa "contemplación perfecta". En realidad no hay oración rezada, que sea verdadera, que sea solo de palabras; que la oración mental es saber qué y con quién hablamos, y contemplación perfecta es algo que está más allá de todo eso, es don del Señor, que no se puede merecer ni con todos los trabajos. Los tres anillos están engarzados uno con el otro; la contemplación perfecta puede brotar y florecer de la oración rezada. 

(Resumen realizado a partir de texto del P. Tomás Álvarez, ocd)

lunes, 25 de noviembre de 2019

CAMINANDO CON TERESA (11): Orar, ¿QUÉ ES?

El capítulo 22 de CAMINO es un momento fundamental del libro de Teresa, y lo preside un título breve y claro: "En que declara qué es oración mental". En este capítulo Teresa glosa su famosa definición de la oración, aparecida en Vida 8,5: "Tratar de amistad... con quien sabemos nos ama". Se trata de tratar con Él y dejarse tratar por Él. Es un capítulo muy experiencial, recoge tanto de su propia vida de oración como de sus luchas con el entorno de ambiente y su época. Teresa en la misma medida en que intenta teorizar sobre el tema va orando, dialogando con Dios a lo largo de todo el capítulo. Es un hablar de modo alterno con Dios, con sus hermanas, e incluso con aquellos que no entienden su camino.  Es un capítulo de fuerte impronta pedagógica, polémico y en el que sale su papel de madre espiritual. que quiere evitarle escollos a sus hijas. 

¿Qué dice Teresa aquí acerca de la oración mental?

#1: Comienza tocando la distinción que se hace habitualmente entre oración vocal y oración mental.  Dice que toda oración, aunque sea vocal, tiene que interiorizarse; mirar quién es el que habla y quién aquel con quien hablamos. "Pues nunca Vos, Señor, permitáis se tenga por bueno que quien fuere a hablar con Vos, sea sólo con la boca".
#2: Reclama a los que dicen que la oración mental no es necesaria, que basta con la vocal. 
#3: "Yo he de poner siempre junta oración mental con la vocal". Recuerda sus propios trabajos, y dice que es cosa dañosa ir por este camino con miedos, que es necesario entender que van bien. Que siempre antes de orar vocalmente (Horas, Padrenuestro, Rosario) hay que pensar con quién se habla.
#4: Que no hace falta ser letrado, ni hacer grandes consideraciones para hablar a este Rey, pero "no porque él sea bueno, hemos de ser nosotros descomedidos". 
#5 y 6: Reclamos y oraciones.
#7 y 8: Insiste  en lo importante de saber quién es aquel a quien hablamos: "En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender cómo merece ser tratado este Señor, que los ángeles tiemblan delante de él. Todo lo manda, todo lo puede; su querer es obrar". Pone comparación del trato de la esposa con su esposo, y termina diciendo que entender estas verdades es oración mental: "No me estéis  hablando de Dios y pensando en otras cosas".


Algunos aspectos a resaltar del capítulo:

1. Teresa reduce prácticamente  el contenido doctrinal del mismo a un solo dato: apunta, repite, subraya lo que considera la quintaesencia de la oración. Ya antes  había elaborado un pequeño tratado sobre la oración que insertó en su autobiografía (Vida 11-22). y ha discernido lo que es orar bien y orar mal, y desde su propia búsqueda ha definido la oración (Vida 8,5).

2. Para Teresa, más que protocolos de grandeza, palabras, ritos, técnicas de recogimiento, lo esencial es el TRATO, la AMISTAD, y por ello la toma de consciencia del "quién con quién". Caer en la cuenta de "con quién vas a hablar y quién es el que habla". Si se entienden estos dos puntos la oración va sobre rieles.

 3. Tres puntos básicos entonces: Tratar, quién con quién, y luego estar con él, o cabe él. Utiliza estos verbos: entender, pensarlo, mirarlo, hablar, conocerlo... "que nunca acabaréis de entenderlo  como Él se merece".  Y todo eso para dejarnos modelar por él, "para hacernos de su condición".  

Y lo resume tajante: "Esto es oración mental, hijas mías, entender estas verdades".

Pasemos entonces al capítulo siguiente, el 23, en el que "trata de lo que importa no tornar atrás quien ha comenzado camino de oración" e insiste en lo de la "determinada determinación". Es un capítulo breve, que corona el programa ascético de este libro Tras haber expuesto las tres virtudes básicas (amor, desasimiento, humildad), y antes de entrar a fondo en el tema de la oración (capítulo 24) ella vuelve a recordarnos que hay que determinarse a "ser siervos del amor", porque como dice la palabra evangélica: "de los esforzados es el Reino". 

Una cosa tiene clara: no hay oración auténtica sin vida cristiana, y esa vida se encarna y expresa en unas virtudes evangélicas netas, prácticas y claras. Al hablar de "determinación" se refiere a la voluntad, al sí radical al Evangelio; el seguimiento tiene que implicar los estratos más profundos del ser humano, no solo la superficie. Dos objetivos concretos propone: uno, no tornar atrás, no abandonar el camino una vez comenzado; el otro, decisión de reservar para la oración un tiempo de cada jornada, y ese tiempo dárselo a Dios de verdad ("libre el pensamiento y desocupado de otras cosas"). Palabra clave para Teresa: DARSE, darle a Dios nuestro tiempo, entregarle la propia vida. 


Las razones de esa "determinada determinación", Teresa las rumia detenidamente, y podríamos describirlas así: una razón de amor, otra de estrategia ascética, y la tercera de eficacia psicológica. 
Primero: Exigencia de amor; a quién nos ama y nos da tanto, no es razonable que nosotros le demos a medias. 
Segundo: Estrategia defensiva en la lucha ascética. Un espíritu decidido es menos vulnerable, y así dice en Moradas II: "porque si el demonio le ve con una gran determinación de que antes perderá la vida y el descanso que tornar atrás, muy más presto le dejará". La determinación es una coraza contra la propia fragilidad, la cobardía, los propios miedos.
Tercero: La eficacia combativa. Quien va determinado "pelea con más ánimo". Si el soldado no está decidido a darlo todo por la victoria, el miedo le puede. Así, la ascesis de la voluntad se convierte en fortaleza para la vida. 

A la propia Teresa le costó alcanzar esa determinación, y batalló consigo misma por muchos años, pero alcanzó a comprender que ese esfuerzo tiene una dimensión de gracia que nunca falta: "No hayáis miedo os deje morir de sed el Señor que nos llama a que bebamos de esta fuente". Conocer la bondad del Señor es el mejor antídoto para nuestra cobardía; que "es gran cosa haber experimentado con la amistad y regalo que trata a los que van por este camino". 

(Ideas tomadas de los escritos del P. Tomás Álvarez, ocd)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...