lunes, 16 de diciembre de 2019

CAMINANDO CON TERESA (16): EL MAESTRO INTERIOR


El CAPÍTULO 29 de CAMINO complementa todo lo que antes hemos visto en los capítulos previos, porque Teresa insiste en el tema del "recogimiento"; su  pedagogía no está centrada en lo teórico, sino en la práctica, en el ejercicio humilde y concreto. Es un capítulo corto, de apenas 8 números, dos páginas y media. 

Para comenzar, la Santa lanza una advertencia: es su recelo ante la extroversión, el "derramarse", no tanto en la oración como en la vida. Claro que podemos tener fuera centros de interés, pero el centro de gravedad de la persona ha de estar dentro, interioridad. No preocuparse por acaparar el aprecio de los otros, sobre todo de los de arriba; nada que pueda capitalizar la atención y afecto del orante, convocándolo hacia un centro de gravedad psicológica exterior, y además inestable y provisorio. En ese  caso será difícil el recogimiento, pues encontrará una interioridad fragmentada y descentrada. 

 ¿Por qué Teresa insiste una y otra vez, a riesgo de repetirse, en el tema de la interiorización? 

Porque es la plataforma de lanzamiento hacia la oración contemplativa. "Entrarse dentro de sí" es básicamente la actitud fundamental del orante cristiano; el diálogo con Dios convoca la presencia de lo más hondo y decisivo de mí mismo, para que a ese nivel encuentre también al que habita en el Centro de mí  mismo (Primeras Moradas 1, 3). Ahí está la "tienda del encuentro", el "templo del Espíritu". 


Para recorrer el camino que lleva a esa hondura Teresa ofrece unas sencillas consignas:

1. Poniendo los ojos en ti y mirando interiormente, hallaremos al Maestro. Educar la mirada en ese sentido interiorizador. "Entrar dentro de sí" es empezar a conocerme, conocer y conocerle de otra manera. 

2. En la medida en que conocemos al Maestro, todo se nos irá facilitando ("Das mucho a los que del todo se quieren fiar de Ti"); ("Los favores de acá todos son mentira cuando desvían algo al alma de andar dentro de sí").  (# 3).

3. "Soledad en compañía". Ahí, en el fondo del espíritu, Dios es compañía santa, "Nuestro Acompañador". La oración se condensa en "estar ante Él y con Él".  (# 4).

4. Y al final, "gustar el don de su presencia". Porque en esa hondura Dios se manifiesta al alma, y experimentamos su presencia, su paso por nuestra vida, su talante: un Dios que no necesita que le demos gritos para escucharnos, un Dios que no pide mucho hablar sino escuchar, un Dios con ganas de dar y de darse, de estarse con nosotros. Descubrimos que esa interioridad es "nuestro Cielo", el "paraíso de Dios" (# 4).

AHORA BIEN: Interioridad, sí, pero CUIDADO no perderse en ella. No pasar de estar embebecidos a estar embobecidos. Puede pasar que sustituyamos a Dios por el ídolo refinado de uno mismo.Doble riesgo: introversión y alienación. Perderse en los propios pensamientos y desentenderse de la realidad y de los otros.
También recuerda que vacío interior y libertad interior coinciden: no llenar de baratijas el palacio interior. Aprovechar las ocupaciones exteriores para la interioridad: nada de desentenderse de la vida, de ocupaciones y responsabilidades, al contrario. Nutrir de realismo el paso a la interioridad.  Ir ganando en "señorío de sí mismo", libre de la tiranía de pasiones y sentidos. Todo ello exige práctica, disciplina, constancia, porque "nada se aprende sin un poco de trabajo". 

"Si hablare, procurar acordarse que hay con quien hable dentro de sí mismo; si oyere, acordarse que ha de oír a quien más cerca le habla. En fin, traer cuenta, si quiere, nunca se apartar de tan buena compañía... Como lo acostumbrare, saldrá con ganancia o presto o más tarde. Después que se lo dé el Señor, no ,lo trocaría por ningún tesoro" (# 7). 

(Resumen de un texto de Tomas Álvarez, ocd)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...