martes, 30 de septiembre de 2025

UMBRALES ESPIRITUALES EN TERESA DE LISIEUX: UNA ANTROPOLOGÍA DEL PASO

Hoy contemplamos la vida de Santa Teresita del Niño Jesús no como una sucesión de hechos piadosos, sino como un camino de transformación interior. Su biografía está marcada por una serie de umbrales —momentos de quiebre, de decisión, de gracia— que revelan el combate espiritual de una mujer frágil, sensible, profundamente humana, que se dejó moldear por el amor de Dios.

1. El umbral como categoría espiritual

En la tradición bíblica y espiritual, el umbral es más que un cambio de etapa: es un lugar de revelación. Es el punto donde la persona se enfrenta a su límite —de comprensión, de fuerza, de fe— y decide si se repliega o se abre a la gracia. El umbral es siempre un lugar de combate y de posibilidad.

-En la Biblia, los umbrales son lugares de paso: el mar Rojo, el desierto, el Jordán, el bautismo de Jesús, y la cruz.

-En la vida espiritual, son momentos de crisis que exigen una respuesta: ¿me cierro o me entrego?, ¿me defiendo o confío?

Teresita vive su vida como una sucesión de estos umbrales. No los evita, no los idealiza. Los atraviesa con una fe que se va purificando, con una sensibilidad que se va transformando, con una voluntad que se va entregando. Cada umbral la confronta con su fragilidad, pero también le revela una nueva forma de amar.


2. La lógica del “antes y después” en Teresita

Cada umbral en Teresita marca un “antes y después” que no es solo cronológico, sino espiritual. No se trata de eventos externos, sino de pasajes interiores que la configuran como mujer, creyente y santa.

Antes y después de la muerte de su madre: Teresita queda herida por una dependencia afectiva profunda. Su sensibilidad se vuelve extrema, y su necesidad de protección la encierra en una infancia frágil. Este umbral la introduce en el combate por una madurez afectiva que solo alcanzará años después.

Antes y después de su enfermedad y la sonrisa de la Virgen: En medio de una crisis psíquica, marcada por angustia y retraimiento, Teresita experimenta una gracia inesperada: la sonrisa de la Virgen. No es una curación mágica, sino una señal de ternura que la reorienta hacia la confianza. Este umbral le enseña que Dios no la abandona en su debilidad.

Antes y después de la noche de Navidad: Este momento marca el paso decisivo de la infancia herida a una voluntad madura. Teresita renuncia a sus reacciones infantiles y elige amar sin esperar consuelo. Es un umbral de libertad interior, donde la gracia se une a una decisión concreta.

Antes y después de su entrada al Carmelo: El salto hacia lo absoluto no elimina su fragilidad, pero la sitúa en un espacio donde todo se vuelve ofrenda. Teresita entra con sus límites, pero con una confianza radical en que Dios puede obrar en ella. Este umbral inaugura su vida escondida, donde lo pequeño se vuelve camino de santidad.

Antes y después de la primera hemoptisis: El cuerpo se convierte en lugar de combate y de entrega. Teresita no dramatiza su enfermedad, pero la vive como participación en la cruz. Este umbral la introduce en una nueva dimensión de amor oblativo, donde el sufrimiento no es obstáculo, sino medio de comunión.

Antes y después de su noche oscura final: La fe se vuelve desnuda, sin consuelos, sin certezas sensibles. Teresita atraviesa el umbral del abandono interior, donde todo parece perdido. Pero allí, en la oscuridad, elige seguir amando, seguir confiando. Este umbral revela la madurez última: una fe que no depende de sentir, sino de permanecer.



3. Los umbrales como pedagogía espiritual

Y nosotros, ¿Qué umbrales estamos atravesando? Quizás estamos en medio de una pérdida, una enfermedad, una decisión difícil. Quizás sentimos que no tenemos fuerzas, que la fe se nos escapa. Teresita nos dice: no huyas del umbral. Atraviésalo. Allí te espera Dios. No con exigencias, sino con ternura. No con reproches, sino con amor.

Este enfoque puede convertirse en una pedagogía para la vida cristiana:
Reconocer los propios umbrales: ¿Dónde estoy siendo llamado a atravesar un límite?
Nombrar el combate interior: ¿Qué sensibilidad, qué miedo, qué dependencia está en juego?
Acoger la gracia del paso: ¿Qué se me ofrece si confío, si me entrego, si dejo que Dios actúe?

Teresita enseña que la santidad no es una línea recta, sino una serie de pasajes. Cada uno implica dolor, decisión, y una nueva forma de amar. Su vida no es modelo por sus virtudes heroicas, sino por su disponibilidad radical a la acción de Dios en su historia concreta.

En pocos años, ella alcanza una madurez humana y espiritual que no se explica por sus méritos, sino por su apertura. Por eso su camino es para todos: no para los perfectos, sino para los que se dejan amar.


CONCLUSIÓN: La vida de Teresita es una invitación a vivir nuestros propios “antes y después” como lugares de gracia. A dejar que Dios nos transforme en lo pequeño, en lo escondido, en lo cotidiano. A confiar, incluso cuando todo parece oscuro. Porque el umbral, si se atraviesa con fe, se convierte en puerta abierta a la vida y al amor.

Fray Manuel de Jesús, OCD

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...