lunes, 30 de marzo de 2020

ISABEL DE LA TRINIDAD: "DIOS NO TIENE NECESIDAD DEL SACRAMENTO PARA VENIR A MÍ"

Debido al coronavirus (Covid 19), muchos cristianos nos vemos privados de los sacramentos. ¿Cómo sobrellevar esta ausencia? Santa Isabel de la Trinidad, Carmelita Descalza francesa (1880-1906), tiene una palabra que decirnos. De entre todas las cartas en las que ella nos habla de cómo vivió la ausencia de los sacramentos en su vida, hemos escogido esta, en la que Isabel todavía era seglar (como indica en la carta, le faltaba poco más de un mes para entrar en el Carmelo).

Para Isabel, la Eucaristía era fundamental. El día de su primera comunión marcó un antes y un después en su vida. Pasaba horas adorando el Santísimo Sacramento expuesto (seguramente, el derrame sinovial del que habla en la carta, se debió a ello). Pero estaba acostumbrada a mirar su vida desde la perspectiva de la fe. Lo mismo que toma su dolor de rodillas como un regalo de Dios, vive la ausencia de los sacramentos como una ocasión para vivir la presencia interior de Dios en nuestras vidas.

Sin más preámbulos, pasamos a transcribir la carta de Isabel, con la esperanza de que sirva para que muchos cristianos se animen a vivir esta presencia de Dios en nuestros corazones durante el tiempo que dure el confinamiento en sus casas y ya, para siempre.

Carta 62 Al canónigo Angles
[14 de junio de 1901] Viernes 14 de junio

Muy querido señor:

Su amable carta me ha causado mucha alegría y me ha hecho mucho bien. No puedo decir cuántas veces la he leído. Ya sabe que el Señor me ha dado un corazón agradecido y todo lo que hace por su Isabelita no se pierde.

Hace diez días que tengo un derrame sinovial en una rodilla. ¡Figúrese lo contenta que estaré! Pienso que es una atención de mi Amado que quiere hacer participar a su prometida del dolor de sus divinas rodillas camino del Calvario. No puedo ir a la iglesia ni recibir la sagrada Comunión, pero, ya ve, Dios no tiene necesidad del Sacramento para venir a mí. Me parece que lo poseo igualmente. ¡Es tan buena esta presencia de Dios! Es allí, en el fondo, en el cielo de mi alma donde me gusta buscarle, pues nunca me abandona. “Dios en mí, yo en Él”. ¡Oh! Esta es mi vida. Es tan bueno, ¿verdad?, pensar que a excepción de la visión beatífica nosotros le poseemos ya como los bienaventurados le poseen en el cielo. Que podemos no abandonarlo, no dejarnos distraer de Él. ¡Oh!, pídale mucho que le deje apoderarse de mí, que me arrebate…

¿Le he dicho mi nuevo nombre en el Carmelo? “María Isabel de la Trinidad”. Me parece que este nombre indica una vocación particular. ¿Verdad que es muy bonito? Amo tanto este misterio de la Trinidad… Es un abismo en que me pierdo

¡Poco más de un mes!, querido Señor. Estos últimos momentos son una agonía. Pobre mamá. ¡Ah!, ruegue por ella. Yo lo dejo todo en manos del Señor. “Piensa en mí, pensaré en ti”, dijo Él a Santa Catalina de Sena. ¡Es tan bueno abandonarse, sobre todo cuando se conoce Aquel a quien uno se entrega! Adiós, querido señor. Le envío mi fotografía; mientras la hacían pensaba en Él. Por tanto, ella le llevará a Él. Al mirarla, ruéguele por mí. Tengo necesidad, se lo aseguro.

Isabel

¿Seré indiscreta si le pido que me escriba pronto?

Tomado de: Teresa, de la rueca a la pluma, entrada preparada por: 

miércoles, 18 de marzo de 2020

TERESA DE JESÚS: CRISTO, PRESENCIA VIVA


Vamos a comentar el capítulo 27 del LIBRO DE LA VIDA de Teresa de Jesús, que comienza diciendo: "Pues, tornando al discurso de mi vida... Estamos en 1560, año 45 de la vida de Teresa, y nos quedamos con dos ideas importantes del capítulo anterior: Teresa se queda sin los libros en romance que le ayudaban en su camino de oración y amistad con Dios, y recibe luego una promesa de Cristo: Yo te daré libro vivo... que ella al principio no comprende. Pero ahora empezará a tener nuevas experiencias que le permiten ver el alcance de la promesa recibida; sin libros que la guíen, Teresa camina y escribe, y recibe unas gracias que la desconciertan en principio y la desbordan, también a sus confesores. De eso hablará en la primera parte de este capítulo, y nos hablará con emoción de esa experiencia y de quien supo bien avalarla, fray Pedro de Alcántara

Esquema del capítulo:
#s1-5: Tras un período de lucha, primera visión intelectual de Cristo, presencia estable y cercana, claridad y grandes bienes. 
#s6-10: Escucha a Dios de una manera totalmente nueva, y así mismo lo entiende.
#s11-15: Explosión efusiva, soliloquio y diálogo.
#s16-20: Evocación de fray Pedro de Alcántara.
#21: Epílogo a su lector principal, el P. García de Toledo.

El relato autobiográfico de Teresa se ha ido desplazando de los episodios exteriores al gran acontecimiento interior; ahora  el relato nos sumerge en zonas de experiencia profunda, marcando un avance decisivo en el camino de su autora. Teresa todavía habla de sus opositores, pero enseguida prima lo interior y se olvida de ellos; mantiene el diálogo de resistencia con su confesor, su refugio en prácticas devocionales, su llanto, y el descanso, aunque se canse, que le da el escribir, pero todo ello aparece como contraste de lo que sucede dentro de ella. 

Ahí está de verdad lo importante, desconcertante y desbordante: Cristo mismo se hace presente a Teresa, a su derecha, no visto con los ojos del cuerpo ni del alma, pero percibido con toda claridad y certeza. NO en su acción o irradiación misteriosa, sino ÉL MISMO, y de manera estable. Cristo se instala en la vida de Teresa: "Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo..." (2). Leemos su defensa de esta experiencia con el confesor; no es meramente un desplazar la atención a lo psicológico, sino  el comienzo de una dimensión nueva en la existencia de Teresa, y así su relato en VIDA cambia de sentido y contenido, aunque refiera acontecimientos concretos también. 

 Teresa, en la primera parte del capítulo, intenta explicarse y explicar a sus asesores, lo que ha experimentado. Es difícil, pero consigue darnos unas claves para procurar entenderlo también nosotros: 
1.Cristo presente, "Cristo vivo",en el propio espacio existencial: lo ve de otra manera, no de modo funcional sino esencial. No como una imagen o retrato, no un perfil o un cuerpo, sino como presencia viva que se ha instalado en su vida, independientemente de sus deseos o actos. Experiencia luminosa, total certeza, con un contenido: vital, amoroso... La hermosura de Cristo se imprime en Teresa, tratan juntos de amistad y amor. En un momento determinado se le llama a esta experiencia "visión intelectual", pero no es algo del intelecto, ni queda limitado al ámbito del conocimiento. Es "experiencia de Dios", difícil de aceptar y entender para muchos, todavía en el presente.

2.Un nuevo modo de comunicación entre ella y Cristo, nuevo lenguaje de palabras interiores. Se le clarifica quién es el autor de las "hablas" que ha estado recibiendo, y le permite comunicarse de un modo nuevo con el Señor del Misterio, un "hablar sin hablar", un lenguaje del cielo que acá es difícil de entender (6 y 7). Secretos y verdades sin ruido de palabras. 

3.Desde Cristo, como de paso ahora en el #9, asomarse al misterio de la Trinidad



Cuando Teresa escribe este relato han pasado cinco años de que recibiera esta gracia cristológica; al recordarla, revive sus emociones de entonces, y es lo que leemos en los números 11-21. La emoción va desde el clamor a Dios hasta el mundo entero, regresa luego a sí misma y al lector para pedirle que "dé voces", ya que a ella se lo impide su condición de mujer, incluyendo una velada crítica a quienes, siendo consagrados, no reflejan la luz de Cristo. 

Y ya luego, evoca la figura de un hombre santo, fray Pedro de Alcántara, a quien presenta como imagen de los locos por Cristo, loco de amor y cómplice del camino de Teresa.

En fin, resumiendo, vemos que la experiencia mística de esta mujer no queda confinada a lo interior, sino que la presencia de Cristo en ella es un centro emisor de una fuerza que la hace vocera de Dios, y que acabará arrastrando también a otros de su entorno. 
Claro que, las resistencias de aquel grupo opositor volverán a la carga enseguida, en el siguiente capítulo, el 28.

 Sigue Teresa contando su vida interior, con nuevas experiencias (visiones imaginarias), pero se recrudece la oposición de los letrados a Teresa y a sus visiones; alertan al confesor: " Le decían que se guardase de mí, que no lo engañase el demonio con creerme".

Esquema del capítulo:
#s 1-3: Los hechos, "apariciones" de Cristo.
#s 4-13: Su explicación de lo anterior. Cómo es la visión imaginaria (4-10), su diferencia de los engaños del demonio (10.12-13) y de los engaños psicológicos (11...).
#s 12-18: La oposición de los consejeros adversos.
 y en el centro del relato, #s 8-9, oración a Cristo de Teresa.

 En este capítulo Teresa habla de una experiencia nueva, otro modo de experimentar la presencia de Cristo: "Un día de San Pablo estando en misa, se me representó toda esta Humanidad Sacratísima (de Jesucristo) como se pinta resucitado, con tanta hermosura y majestad como particularmente escribí a vuestra merced...". Antes había dicho que el Señor le había mostrado las manos, y luego su rostro, y ahora "toda su Humanidad Sacratísima". 

Teresa distingue tres modos de visiones: la primera, que luego llamarán intelectual; las visiones imaginarias, como estas tres que acabo de apuntar, y las visiones corporales, percibidas con el sentido de los ojos, de las que ella en su vida nunca tuvo experiencia, aunque erróneamente las prefería (4).


La novedad de estas nuevas visiones que describe, las imaginarias, consiste en que ya no percibe sola la presencia o acción del Señor, sino que lo ve a Él mismo "con los ojos del alma", resucitado y glorioso. Estas visiones, de una hermosura inolvidable, quedan impresas en Teresa, trasformándola, ética y espiritualmente. Seguirá recibiendo estas dos visiones, intelectuales e imaginarias, pero, como dije antes, nunca las corporales.

Pero de nuevo, en oposición a lo anterior, la incomprensión de quienes le rodean, confiesan y aconsejan; el testimonio  de Teresa nos permite comprender el clima psicológico, religioso y social en que esta mujer vive su experiencia de Dios. Ella dirá: "Bastantes cosas había para quitarme el juicio. Algunas veces me veía en términos que no sabía qué hacer sino alzar los ojos al Señor" (18).  Y tengamos en cuenta que se trataba de personas amigas, en las que ella ponía su confianza; el deseo del confesor (joven, letrado, humilde) de consultar con otros su caso, fuera de confesión, hizo que en la ciudad todos comentaran la situación de Teresa, y además el diagnóstico que la acompañaba: "Es demonio". 

¿Cuáles eran las razones de los opositores a Teresa?

1. La disparidad de Teresa respecto a otras mujeres en la ciudad mucho más perfectas que ellas, y que sin embargo no recibían tales gracias (12).
2, La libertad con la que Teresa respondía a sus interrogantes sobre temas diversos, y que ellos entendían como falta de humildad y mal espíritu (17).
3. Sus prejuicios sobre la presencia del demonio, que más que teología era superstición, impactados como estaban por el ambiente eclesial y social de la época (alumbrados, visionarios, inquisición).

Pero Teresa no está buscando esas experiencias, las recibe con asombro y con temor; se resiste, hasta que se le imponen, por tanto no parece haber complicidad de su parte, consciente o no. Recibe muchas presiones de fuera para que las rechace, y las personas que representan oficialmente a la institución eclesial la encasillan en lo demoníaco, por lo que tiene que superar muchas barreras, y a nivel social  esas experiencias no le traen ventajas, al contrario: la coloca en un grupo marginado y hace planear sobre ella la amenaza de la inquisición. 

Teresa va descubriendo su propio camino de discernimiento, sus razones, ya lo hemos visto antes; ella sabe que no busca esas experiencias, y es consciente de su propia condición, sabe que no las merece. Todo esto es hoy una garantía de la autenticidad de lo que ella nos narra en sus escritos, experiencias de Dios que están más allá del plano psicológico, religioso o social. Escribirá años después en una de sus Relaciones: "Estuvieron más de seis años haciendo hartas pruebas...y mientras más pruebas se hacían, más mercedes recibía" (Rel. 4,5).

(Resumen de los comentarios del P. Tomas Álvarez, al Libro de la Vida)

domingo, 15 de marzo de 2020

EL ÙNICO TEMOR

"¿Qué apoyo o remedio llevaremos en el camino para no caer? El Maestro nos señaló dos: amor y temor. El amor nos hará apresurar los pasos, el temor nos hará ir mirando a dónde ponemos los pies para no tropezar. Pero ¿cómo sabemos si vamos con bastante provisión de amor y temor? El que ama verdaderamente a Dios, ama todo lo bueno. Quien de veras ama a Dios no puede amar vanidades, comodidades, deleites, honras o envidias. No pretende otra cosa que contentar al Maestro. Daría la vida para que fuera más conocido y seguido por otras personas… El otro remedio para el camino es el temor al mal. Temor al único mal de la humanidad: el apartarnos de él. Temor de salirnos del camino que nos conduce hacia él. Temor de nosotros mismos. Temor a que, por una locura, pongamos nuestros deseos por encima de los suyos. Por esto terminamos nuestra oración con la humilde y sincera expresión de nuestra debilidad «y líbranos del mal»". 

Santa Teresa de Lisieux

miércoles, 11 de marzo de 2020

FORMACIÓN E IDENTIDAD CARISMÁTICA EN EL CARMELO

Una identidad en formación : El discurso sobre la formación y el discurso sobre la identidad no pueden separarse. La identidad carismática, en efecto, existe solo como identidad-en-formación, o sea, en un proceso de identificación personal y comunitario, y la formación existe solo en función de una identidad a alcanzar. 

La reforma teresiana como camino de formación 

La reforma de Teresa ha sido sobre todo un camino de formación para reaprender a vivir la vocación carmelitana sobre la base de una nueva experiencia de Dios. Sus escritos, particularmente el “Camino de Perfección”, nacen como instrumentos de formación a un determinado modo de vivir la relación con Dios, consigo mismo y con los compañeros de camino. Análogamente, también el retorno a las fuentes del carisma auspiciado por el Concilio Vaticano II debería ser realizado con vistas a una re-forma, para re-aprender a vivir la vida religiosa tal como Teresa nos la ha enseñado. En efecto, debemos reconocer que a pesar del camino que la Orden ha recorrido a partir del Concilio —sobre todo por lo que respecta a la reflexión teórica—, seguimos en busca de una forma de vida que sea plenamente fiel a las intuiciones originarias de Teresa y adecuada a los tiempos en que vivimos. 

La formación integral 

La respuesta a la llamada introduce en una experiencia de vida que tiene sus características específicas y ha sido desarrollada, vivida y transmitida ya por otras personas que constituyen la familia religiosa del Carmelo Teresiano. Para quien ha sido llamado se abre un camino de asimilación y de maduración humana, evangélica, espiritual, intelectual. De este empeño depende el futuro de la propia vocación y cada uno, al responder a la llamada, asume personalmente la responsabilidad de trabajar en la propia formación. 

La comunidad como espacio de formación 

Una buena formación no podrá jamás ser la tarea de una sola persona, sino de una comunidad cohesionada, comprometida en el “desengañarse unos a otros” (V 16,7). La identidad concreta de un grupo se reconoce precisamente en la calidad de su obra colectiva de formación de ellos mismos, así como de los nuevos miembros. Vivir en comunidad día a día nos “forma”, o sea nos acostumbra a pensar, a juzgar y a obrar en un modo y no en otro. 

Toda comunidad es formativa 

La formación no debe limitarse solo a las casas de formación inicial. Todas nuestras comunidades están llamadas a ser estructuras formativas, capaces de estimular y 
acompañar el desarrollo de las personas y de darles una identidad nueva. Toda comunidad ha de ser una realidad que hace crecer y madurar a las personas, las hace más orantes, fraternas, más amigas de Dios y más solícitas del bien de su pueblo. 

Siempre en formación 

Se trata por tanto de saberse habitados por una identidad dinámica, siempre en camino, que crece y se desarrolla. Una vez asumida, es custodiada y actualizada continuamente, también como respuesta a los cambios del contexto en el cual se vive y a los signos de los tiempos. La vida entera del carmelita se convierte en un camino sin pausas, sabiendo que cuando no se avanza, se está parado, y que quien no crece, disminuye. Sobre todo, estamos invitados a vivir en una actitud constante de disponibilidad a aprender y a crecer, con una verdadera docibilitas, que nos abre a una actualización permanente. Esto vale para cada individuo, para cada comunidad y para toda la Orden. En este proceso de formación resulta fundamental la integración progresiva de los votos en la propia vivencia religiosa carmelitana. Los votos no son un estado de vida adquirido y estático, sino valores que es necesario asimilar y poner en práctica día tras día. De esta forma también los votos contribuyen al proceso de formación permanente.

(Tomado de: Declaración carismática OCD)

lunes, 9 de marzo de 2020

TERESA DE JESÙS: CUANDO DIOS HABLA AL ALMA

Retomemos la lectura del LIBRO DE LA VIDA de Teresa de Jesùs, siguiendo  con el capìtulo 25, en el que ella trata de explicar en què consisten "estas hablas que hace Dios al alma"; es un capìtulo bien largo, con 22 nùmeros. Se trata de las "palabras interiores" de origen mìstico que Teresa empieza a recibir y de su discernimiento; recordemos que en el capìtulo previo ella nos ha narrado su primera experiencia en este sentido, cuando le dice Jesùs: "Ya no quiero que tengas conversaciòn con hombres, sino con àngeles" (5). Palabra  decisiva, pero misteriosa, y esta experiencia se va va volviendo frecuente; son palabras muy formadas, que no se oyen con los oìdos corporales, pero se entienden con claridad, y no se pueden dejar de oìr (1). Es un hecho que se sale de lo  normal y habitual, y por eso Teresa lo declara a su interlocutor, exponièndolo en dos tiempos:

Del nùmero 1 al 14 aclara la naturaleza de estas hablas y còmo discernirlas, y luego del 14 al 22 refiere un episodio dramàtico de su vida personal. Este es el esquema de todo el capìtulo:

1. Nùmero 1: Explica còmo es este hablar que Dios hace al alma.
2. En el nùmero 2 y siguientes: Ofrece criterios de discernimiento de diversa ìndole, a saber:
3. Del nùmero 3 al 9: criterios psicològicos, para discernir anomalìas del propio espìritu.
4. Del nùmero 10 al 14: criterios teològicos, para discernirlo de posibles intervenciones diabòlicas.
5. Del nùmero 14 al 22: Nos confronta con el drama que ella misma vive, posiblemente entre 1557 y 1559 (42/44 años de edad). 

Entremos en materia: Primero, Teresa se ve ante una experiencia novedosa y excepcional, y necesita discernir dos cosas: si es  una anomalìa de su propia psiquis y si hay injerencia del demonio en esas hablas. Lo anterior, teniendo en cuenta el contexto en que vive Teresa: existencias de casos turbios de alumbrados y pseudomìsticos, presencia recelosa de lo inquisiciòn y mentalidad truculenta de sus asesores, obsesionados con el fantasma de las intervenciones diabòlicas  en el espìritu humano

Dos puntos de discernimiento:

1. En el primer caso, el psicològico, el discernimiento viene por la fuerza operativa de esas palabras mìsticas: "Son palabras y obras". Es decir, que enseguida disponen al alma, la habilitan y enternecen y dan luz y regalan y traen paz... Eso no ocurre en las anomalìas psìquicas.

2. En el segundo caso, el teològico, frente a injerencias del mal espìritu, Teresa invita a reconocer el bien y el mal, la verdad y la mentira. Cuando es demonio, los efectos son malos, inquietan, afligen... y ademàs, el criterio absoluto està en la sintonìa o conformidad con el sentir de la Iglesia y la Sagrada Escritura

Asì Teresa advierte que puede engañar mucho el demonio, y por eso es menester "ir siempre con aviso, y tener maestro que sea letrado y no le callar nada y con esto ningùn daño puede venir". 

Luego, de la exposiciòn teòrica, pasa Teresa a narrar con emociòn su propia experiencia. Parecerìa que tras su encuentro con Francisco de Borja y la cercanìa de un buen confesor ya todas las dudas respecto a su espìritu estaban superadas, pero no resultò asì. Su confesor enfermò, vino otro màs joven, y volviò Teresa a verse cuestionada. Asì lo narra en los siguientes nùmeros: tras consultar con varios letrados, "dìjome mi confesor que todos se determinaban en que era demonio, que no comulgase tan a menudo y que procurase distraerme de suerte que no tuviese soledad". Tras dos años de dudas, luchas interiores y angustias, Teresa recibe otra palabra que le devuelve la paz, segùn lo narra en el nùmero 18, y asì entiende que las palabras de Dios son obras, que fortalecen la fe y aumentan el amor. 

Lo dice, llena de pasiòn espiritual, en los nùmeros 19-22: ya no teme a los demonios, ni se deja abatir por los confesores o letrados que no entienden su espìritu. 

"Pues si este Señor es poderoso como veo que lo es, y sè que lo es, y que son sus esclavos los demonios (y de esto no hay que dudar, pues es fe), siendo yo sierva de este Señor y Rey, ¿què mal me pueden hacer ellos a mi?... Quedòme un señorìo contra ellos, bien dado del Señor de todos, que no se me da màs de ellos que de moscas".

"No entiendo estos miedos: ¡demonio! ¡demonio!, a donde podemos decir: ¡Dios! ¡Dios!, y hacerle temblar... Que tengo ya màs miedo a los que tan grande le tienen al demonio que a èl mismo, porque èl no me puede hacer nada, y estos otros, en especial si son confesores, inquietan mucho...".


En el capìtulo 26  sigue Teresa hablando de lo mismo: las cosas que le suceden que le van haciendo perder el temor que tenìa y le confirman el buen espìritu de las hablas que recibe. Cuenta varias experiencias suyas con confesores, aconseja no dejar de acudir a ellos a pesar de todo y obedecerles. El esquema del capítulo es el siguiente:

#1: Seguridad y firmeza de ánimo en Teresa. Confianza en Dios. Amor.
#2-4: Incidentes entre ella y sus asesores.
#5-6: El anuncio: Yo te daré libro vivo.

Fijémonos en tres palabras interiores que ha recibido Teresa en este tiempo (Capítulos 24, 25 y 26), que son como momentos importantes que marcan este período de resistencias:

1. En el capítulo 24 (hacia 1955), una primera palabra para sanear su afectividad: Ya no quiero que tengas conversaciones con hombres...
2. En el capítulo 25 (probablemente 1557), la palabra que identifica al autor de las hablas: Yo soy. No tengas miedo...
3. En el capítulo 26 (1559), anuncia de las inminentes gracias cristológicas: Yo te daré libro vivo...

Pregunta importante: ¿Las gracias que Teresa recibe son solo suyas, son privadas, secretas, o irradian, son carismáticas? Ella lo ha entendido antes cuando habla de "experimentar el misterio, entenderlo y poder expresarlo". Ahora vemos que esas palabras que recibe le impulsan y exigen comunicar a otros, compartir con otros, esos dones. En el #4 vamos a verlo también: alguien le aconseja que cale las gracias que recibe, y la voz interior la contradice. No es necesariamente el caso de todos los místicos, pero en Teresa es así: ella experimenta para testificar. 


En la parte final del capítulo, ella habla de cuando se quitaron muchos libros en romance (el índice de libros prohibidos del inquisidor Fernando de Valdés, 1559), y Jesùs le dice: No tengas pena, que Yo te darè libro vivo... Y luego afirma: "Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer de manera que no se puede olvidar!".

 Esta última habla abre la puerta de nuevas experiencias místicas, sus visiones cristológicas, y a ese espacio interior no llegarán los inquisidores. 

(Tomando como referencia a P. Tomàs Àlvarez, ocd).

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...