Vamos a comentar el capítulo 27 del LIBRO DE LA VIDA de Teresa de Jesús, que comienza diciendo: "Pues, tornando al discurso de mi vida... Estamos en 1560, año 45 de la vida de Teresa, y nos quedamos con dos ideas importantes del capítulo anterior: Teresa se queda sin los libros en romance que le ayudaban en su camino de oración y amistad con Dios, y recibe luego una promesa de Cristo: Yo te daré libro vivo... que ella al principio no comprende. Pero ahora empezará a tener nuevas experiencias que le permiten ver el alcance de la promesa recibida; sin libros que la guíen, Teresa camina y escribe, y recibe unas gracias que la desconciertan en principio y la desbordan, también a sus confesores. De eso hablará en la primera parte de este capítulo, y nos hablará con emoción de esa experiencia y de quien supo bien avalarla, fray Pedro de Alcántara.
Esquema del capítulo:
#s1-5: Tras un período de lucha, primera visión intelectual de Cristo, presencia estable y cercana, claridad y grandes bienes.
#s6-10: Escucha a Dios de una manera totalmente nueva, y así mismo lo entiende.
#s11-15: Explosión efusiva, soliloquio y diálogo.
#s16-20: Evocación de fray Pedro de Alcántara.
#21: Epílogo a su lector principal, el P. García de Toledo.
El relato autobiográfico de Teresa se ha ido desplazando de los episodios exteriores al gran acontecimiento interior; ahora el relato nos sumerge en zonas de experiencia profunda, marcando un avance decisivo en el camino de su autora. Teresa todavía habla de sus opositores, pero enseguida prima lo interior y se olvida de ellos; mantiene el diálogo de resistencia con su confesor, su refugio en prácticas devocionales, su llanto, y el descanso, aunque se canse, que le da el escribir, pero todo ello aparece como contraste de lo que sucede dentro de ella.
Ahí está de verdad lo importante, desconcertante y desbordante: Cristo mismo se hace presente a Teresa, a su derecha, no visto con los ojos del cuerpo ni del alma, pero percibido con toda claridad y certeza. NO en su acción o irradiación misteriosa, sino ÉL MISMO, y de manera estable. Cristo se instala en la vida de Teresa: "Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo..." (2). Leemos su defensa de esta experiencia con el confesor; no es meramente un desplazar la atención a lo psicológico, sino el comienzo de una dimensión nueva en la existencia de Teresa, y así su relato en VIDA cambia de sentido y contenido, aunque refiera acontecimientos concretos también.
Teresa, en la primera parte del capítulo, intenta explicarse y explicar a sus asesores, lo que ha experimentado. Es difícil, pero consigue darnos unas claves para procurar entenderlo también nosotros:
1.Cristo presente, "Cristo vivo",en el propio espacio existencial: lo ve de otra manera, no de modo funcional sino esencial. No como una imagen o retrato, no un perfil o un cuerpo, sino como presencia viva que se ha instalado en su vida, independientemente de sus deseos o actos. Experiencia luminosa, total certeza, con un contenido: vital, amoroso... La hermosura de Cristo se imprime en Teresa, tratan juntos de amistad y amor. En un momento determinado se le llama a esta experiencia "visión intelectual", pero no es algo del intelecto, ni queda limitado al ámbito del conocimiento. Es "experiencia de Dios", difícil de aceptar y entender para muchos, todavía en el presente.
2.Un nuevo modo de comunicación entre ella y Cristo, nuevo lenguaje de palabras interiores. Se le clarifica quién es el autor de las "hablas" que ha estado recibiendo, y le permite comunicarse de un modo nuevo con el Señor del Misterio, un "hablar sin hablar", un lenguaje del cielo que acá es difícil de entender (6 y 7). Secretos y verdades sin ruido de palabras.
3.Desde Cristo, como de paso ahora en el #9, asomarse al misterio de la Trinidad.
Cuando Teresa escribe este relato han pasado cinco años de que recibiera esta gracia cristológica; al recordarla, revive sus emociones de entonces, y es lo que leemos en los números 11-21. La emoción va desde el clamor a Dios hasta el mundo entero, regresa luego a sí misma y al lector para pedirle que "dé voces", ya que a ella se lo impide su condición de mujer, incluyendo una velada crítica a quienes, siendo consagrados, no reflejan la luz de Cristo.
Y ya luego, evoca la figura de un hombre santo, fray Pedro de Alcántara, a quien presenta como imagen de los locos por Cristo, loco de amor y cómplice del camino de Teresa.
En fin, resumiendo, vemos que la experiencia mística de esta mujer no queda confinada a lo interior, sino que la presencia de Cristo en ella es un centro emisor de una fuerza que la hace vocera de Dios, y que acabará arrastrando también a otros de su entorno.
Claro que, las resistencias de aquel grupo opositor volverán a la carga enseguida, en el siguiente capítulo, el 28.
Sigue Teresa contando su vida interior, con nuevas experiencias (visiones imaginarias), pero se recrudece la oposición de los letrados a Teresa y a sus visiones; alertan al confesor: " Le decían que se guardase de mí, que no lo engañase el demonio con creerme".
Esquema del capítulo:
#s 1-3: Los hechos, "apariciones" de Cristo.
#s 4-13: Su explicación de lo anterior. Cómo es la visión imaginaria (4-10), su diferencia de los engaños del demonio (10.12-13) y de los engaños psicológicos (11...).
#s 12-18: La oposición de los consejeros adversos.
y en el centro del relato, #s 8-9, oración a Cristo de Teresa.
En este capítulo Teresa habla de una experiencia nueva, otro modo de experimentar la presencia de Cristo: "Un día de San Pablo estando en misa, se me representó toda esta Humanidad Sacratísima (de Jesucristo) como se pinta resucitado, con tanta hermosura y majestad como particularmente escribí a vuestra merced...". Antes había dicho que el Señor le había mostrado las manos, y luego su rostro, y ahora "toda su Humanidad Sacratísima".
Teresa distingue tres modos de visiones: la primera, que luego llamarán intelectual; las visiones imaginarias, como estas tres que acabo de apuntar, y las visiones corporales, percibidas con el sentido de los ojos, de las que ella en su vida nunca tuvo experiencia, aunque erróneamente las prefería (4).
La novedad de estas nuevas visiones que describe, las imaginarias, consiste en que ya no percibe sola la presencia o acción del Señor, sino que lo ve a Él mismo "con los ojos del alma", resucitado y glorioso. Estas visiones, de una hermosura inolvidable, quedan impresas en Teresa, trasformándola, ética y espiritualmente. Seguirá recibiendo estas dos visiones, intelectuales e imaginarias, pero, como dije antes, nunca las corporales.
En este capítulo Teresa habla de una experiencia nueva, otro modo de experimentar la presencia de Cristo: "Un día de San Pablo estando en misa, se me representó toda esta Humanidad Sacratísima (de Jesucristo) como se pinta resucitado, con tanta hermosura y majestad como particularmente escribí a vuestra merced...". Antes había dicho que el Señor le había mostrado las manos, y luego su rostro, y ahora "toda su Humanidad Sacratísima".
Teresa distingue tres modos de visiones: la primera, que luego llamarán intelectual; las visiones imaginarias, como estas tres que acabo de apuntar, y las visiones corporales, percibidas con el sentido de los ojos, de las que ella en su vida nunca tuvo experiencia, aunque erróneamente las prefería (4).
La novedad de estas nuevas visiones que describe, las imaginarias, consiste en que ya no percibe sola la presencia o acción del Señor, sino que lo ve a Él mismo "con los ojos del alma", resucitado y glorioso. Estas visiones, de una hermosura inolvidable, quedan impresas en Teresa, trasformándola, ética y espiritualmente. Seguirá recibiendo estas dos visiones, intelectuales e imaginarias, pero, como dije antes, nunca las corporales.
Pero de nuevo, en oposición a lo anterior, la incomprensión de quienes le rodean, confiesan y aconsejan; el testimonio de Teresa nos permite comprender el clima psicológico, religioso y social en que esta mujer vive su experiencia de Dios. Ella dirá: "Bastantes cosas había para quitarme el juicio. Algunas veces me veía en términos que no sabía qué hacer sino alzar los ojos al Señor" (18). Y tengamos en cuenta que se trataba de personas amigas, en las que ella ponía su confianza; el deseo del confesor (joven, letrado, humilde) de consultar con otros su caso, fuera de confesión, hizo que en la ciudad todos comentaran la situación de Teresa, y además el diagnóstico que la acompañaba: "Es demonio".
¿Cuáles eran las razones de los opositores a Teresa?
1. La disparidad de Teresa respecto a otras mujeres en la ciudad mucho más perfectas que ellas, y que sin embargo no recibían tales gracias (12).
2, La libertad con la que Teresa respondía a sus interrogantes sobre temas diversos, y que ellos entendían como falta de humildad y mal espíritu (17).
3. Sus prejuicios sobre la presencia del demonio, que más que teología era superstición, impactados como estaban por el ambiente eclesial y social de la época (alumbrados, visionarios, inquisición).
Pero Teresa no está buscando esas experiencias, las recibe con asombro y con temor; se resiste, hasta que se le imponen, por tanto no parece haber complicidad de su parte, consciente o no. Recibe muchas presiones de fuera para que las rechace, y las personas que representan oficialmente a la institución eclesial la encasillan en lo demoníaco, por lo que tiene que superar muchas barreras, y a nivel social esas experiencias no le traen ventajas, al contrario: la coloca en un grupo marginado y hace planear sobre ella la amenaza de la inquisición.
Teresa va descubriendo su propio camino de discernimiento, sus razones, ya lo hemos visto antes; ella sabe que no busca esas experiencias, y es consciente de su propia condición, sabe que no las merece. Todo esto es hoy una garantía de la autenticidad de lo que ella nos narra en sus escritos, experiencias de Dios que están más allá del plano psicológico, religioso o social. Escribirá años después en una de sus Relaciones: "Estuvieron más de seis años haciendo hartas pruebas...y mientras más pruebas se hacían, más mercedes recibía" (Rel. 4,5).
(Resumen de los comentarios del P. Tomas Álvarez, al Libro de la Vida)
¿Cuáles eran las razones de los opositores a Teresa?
1. La disparidad de Teresa respecto a otras mujeres en la ciudad mucho más perfectas que ellas, y que sin embargo no recibían tales gracias (12).
2, La libertad con la que Teresa respondía a sus interrogantes sobre temas diversos, y que ellos entendían como falta de humildad y mal espíritu (17).
3. Sus prejuicios sobre la presencia del demonio, que más que teología era superstición, impactados como estaban por el ambiente eclesial y social de la época (alumbrados, visionarios, inquisición).
Pero Teresa no está buscando esas experiencias, las recibe con asombro y con temor; se resiste, hasta que se le imponen, por tanto no parece haber complicidad de su parte, consciente o no. Recibe muchas presiones de fuera para que las rechace, y las personas que representan oficialmente a la institución eclesial la encasillan en lo demoníaco, por lo que tiene que superar muchas barreras, y a nivel social esas experiencias no le traen ventajas, al contrario: la coloca en un grupo marginado y hace planear sobre ella la amenaza de la inquisición.
Teresa va descubriendo su propio camino de discernimiento, sus razones, ya lo hemos visto antes; ella sabe que no busca esas experiencias, y es consciente de su propia condición, sabe que no las merece. Todo esto es hoy una garantía de la autenticidad de lo que ella nos narra en sus escritos, experiencias de Dios que están más allá del plano psicológico, religioso o social. Escribirá años después en una de sus Relaciones: "Estuvieron más de seis años haciendo hartas pruebas...y mientras más pruebas se hacían, más mercedes recibía" (Rel. 4,5).
(Resumen de los comentarios del P. Tomas Álvarez, al Libro de la Vida)