viernes, 27 de noviembre de 2020

DURUELO: LA REBELIÓN DE LOS FRAILES DESCALZOS.

El día 28 de noviembre recordamos los carmelitas descalzos el nacimiento de la orden el año 1568 en Duruelo, un “lugarcillo” de la provincia de Ávila, aventura iniciada por dos personajes ilustres del Carmelo, Fray Antonio de Jesús (Heredia) y Fray Juan de la Cruz. Aquel hecho lejano provoca en nosotros nostalgias y agradecimiento por la herencia recibida. Voces críticas en la familia del Carmen descalzo afirman que fue el P. Nicolás Doria, elegido provincial en 1585, y en puestos de responsabilidad hasta su muerte en 1594, el que introdujo en la Reforma teresiana cambios en la vida de las comunidades que desfiguraron el proyecto primigenio de la madre Teresa. Como el tema es demasiado amplio para tratarlo en hojas volanderas, someto a revisión uno de sus aspectos: la vida ascética del Carmen descalzo

La historiadora Teresa escribió la crónica de Duruelo en torno al año 1574 sobre la vida que allí iniciaron los primeros descalzos. Primero conoció la casa destartalada que le regaló un amigo abulense que pronto trasformó en su imaginaria en convento para frailes (Fundaciones, 13, 3). A Juan de la Cruz le había enseñado la madre Teresa la “manera de proceder” de las monjas descalzas en la fundación de Valladolid: la “mortificación”, el “estilo de hermandad”, todo vivido con “moderación” (ib., 13, 5). 
Poco después, en febrero de 1569, conoció también la vida que iniciaron allí los descalzos, de camino a Toledo desde Valladolid, y dejó sus apuntes críticos. Para comenzar, quedó “espantada” ante la decoración del hábitat frailuno: en el zaguán de la casucha, convertido en iglesia (¡!), habían colocado los frailes “cruces y calaveras”, un Cristo de papel pegado al palo de una cruz junto a la pila de agua bendita; el desván lo habían convertido en “coro” (¡!), abierto a las inclemencias del tiempo: lluvias, vientos y nieves. Y en los rincones, “dos ermitillas” (¡!) para dormir, decoradas también con “sus cruces y calaveras”. Y completaban el ajuar los cinco relojes del P. Antonio “para tener las horas concertadas”. Nada que sugiriese un Cristo resucitado y viviente. Pues bien, aquí nació una de las escuelas de espiritualidad y de mística más importantes de la historia (Fundaciones, 14, 1, 6-8).

Aprobó su dedicación misionera en los pueblos cercanos, abandonados pastoralmente, cumpliendo uno de los fines de la rama masculina de su Reforma: la “salvación de las almas”, la misión de confesar y predicar de palabra y con el buen ejemplo (Fundaciones, 14, 8 y 11). Pero criticó los excesos penitenciales, no obstante su mirada emocional a los santos padres del Monte Carmelo donde nació la orden, con fríos, hambres y mucha soledad para la contemplación. 

Pero aquello era un espejo lejano, vida de ermitaños, no imitable por una orden de contemplativos, pero frailes apóstoles, maestros universitarios y urbanícolas. Lo dialogó con ellos, pero oyó una respuesta cerrada: “Les rogué mucho no fuesen en las cosas de penitencia con tanto rigor, que le llevaban muy grande”. “Ellos -escribe con pena- hicieron poco caso de mis palabras para dejar sus obras”. Y -por humildad- atribuyó su propuesta de menor rigor a “ser flaca y ruin”, “imperfecta y de poca fe”. Y les dejó que practicasen las virtudes fuertes de los varones. Fue una espina que llevó clavada en el alma hasta la muerte. La Fundadora daba menos importancia a las penitencias extremas; prefirió vivir en pobreza, en el desclasamiento del yo, prendida de la Providencia divina y en la práctica de la caridad fraternal (Fundaciones, 14, 12). 

Hubo una penitencia extrema que rechazó del todo, a pesar de ser un distintivo de las “reformas” de los religiosos varones de su tiempo: la descalcez absoluta, ni zapatos, ni alpargatas, frailes pisando el polvo y los cantos de los caminos, el agua o la nieve en todo lugar. Y así vivieron los reformados carmelitas “descalzos” desde el año 1568 hasta el 1581. Al parecer, el eminente carmelita descalzo, Juan de Jesús (Roca), atribuyó la práctica al consejo de la madre Fundadora, pero ella protestó airadamente contra el bulo. “Me cae en gracia -escribe- porque soy la que siempre lo defendí [prohibí] al padre Fray Antonio”. Y la razón es clara: tanta penitencia “espantaría” a los “buenos talentos”. Menos mal que se equivocó porque a la Reforma acudieron no solo montaraces ermitaños, no siempre analfabetos, sino gentes de la nobleza, acaudalados hombres de negocios y universitarios con sus títulos, sacerdotes con sus experiencias pastorales. Sí le pareció mal ver a los “descalzos” “en buenas mulas con sus sillas”, como vio ella a unos “mocitos” descalzos. Lo que sí les aconsejó es “que les diesen bien de comer” y el “trabajo de manos” (en Carta a Ambrosio Mariano, 12-XII-76, nn. 7-8). 

La vida penitente de los descalzos y sus quehaceres siguieron su camino y sus relaciones con la madre Teresa fueron intensas y divergentes porque encontramos en sus escritos palabras de dura confrontación, como cuando escribe hacia 1576: “algunas veces me pesara de que se había comenzado [la Reforma de la orden], si no tuviera tan gran confianza de la misericordia de Dios. Digo las cosas de los frailes, que las de las monjas siempre hasta ahora han ido bien. Y las de los frailes no iban mal, mas llevaba principio de caer muy presto […]. Harto fatigada me tenían algunas veces” (Fundaciones, 23, 12). El desgobierno procedía de que no tenían constituciones propias, “en cada casa hacían como les parecía” (¡!). Después, el P. Jerónimo Gracián, nombrado comisario apostólico para los descalzos, “hizo Constituciones para los frailes” y se remedió en parte el desorden (ib., n. 13). 

Termino recordando algunos consejos de la madre Teresa a los frailes descalzos con ocasión de la separación de los calzados en el capítulo de Alcalá de 1581. Lo hizo en unos “memoriales” con sugerencias para incluir en las futuras Constituciones de las monjas y los frailes. En relación con los frailes le pide al P. Gracián que no sean “vicarios” en los conventos de monjas, ni que ellas estén sujetas a los priores; que no platiquen las monjas con los confesores, sino que manifiesten solo sus pecados; rechaza a los “negros devotos” de las esposas de Cristo (Carta del 19-II-81, nn. 1-3). En las cosas de las monjas, “no hay que dar parte a los frailes” (Carta a Gracián, 21-II-81, n. 4). Y, finalmente, que los frailes no abusen de los “rigores” penitenciales haciendo caso omiso de la “moderación” de la Fundadora. “Que aprovechen de dar más de comer a esos padres que suelen” (Carta, 23-II-81, n. 3). Y que “procure vuestra paternidad haya limpieza en camas y pañizuelos de mesa (servilletas), aunque más se gaste” (ib., n. 4). ¡Al fin, fundados por una mujer! Aunque sabía que algunos de sus consejos caerían en saco roto. 

Los “descalzos” carmelitas, varones fuertes, seguirían imponiendo un plus penitencial sobre lo mandado a las monjas considerándose superiores en la vida ascética, rebelándose contra la propuesta de moderación de la reformadora Teresa. Ese ambiente fue profundizándose a partir del gobierno provincial del P. Nicolas Doria y sus secuaces el año 1585, con la “observancia” de las leyes y el recorte de la “misión” apostólica iniciada por el P. Gracián. Pero la semilla estaba sembrada en la fundación de Duruelo y vivida más intensamente en los conventos fundados en lugares alejados de las ciudades, como Mancera, Pastrana, La Peñuela, El Calvario, Altomira, La Roda, etc. Es sabido que la madre Teresa prefería fundar sus conventos en las ciudades ricas y populosas y bien comunicadas y, a ser posible, algunas de los frailes, en ciudades universitarias. Conoció la de Alcalá, Valladolid y Salamanca.

DANIEL DE PABLO MAROTO 
Carmelita Descalzo. “La Santa”. Ávila

miércoles, 18 de noviembre de 2020

PARA AVIVAR EL ALMA

Cada tiempo litúrgico que vivimos en la Iglesia, cada celebración de nuestra fe. cada ritual, cada devoción, cada vivencia espiritual, ha de ser siempre camino para avivar el alma, para animar nuestra vida interior al punto de que entre en el dinamismo del gozo y la esperanza. Así lo expresa Santa Teresa en un texto que podríamos tomar como paradigma de todo nuestro itinerario hacia Dios. Él no quiere para nosotros angustias ni temores, sino gozo, fortaleza, esperanza. No arrinconemos el alma, ni la agobiemos, sino cuidemos nuestro ser, nuestro espíritu, nuestro cuerpo, para que todo lo que somos camine hacia Dios.

Andemos confiadamente por esas moradas interiores y miremos siempre al centro de nuestro ser donde nace Cristo cada día.


Tornemos ahora a nuestro castillo de muchas moradas. No
habéis de entender estas moradas una en pos de otra, como cosa en hilada, sino poned los ojos en el centro, que es la pieza o palacio adonde está el rey, y considerar como un palmito, que para llegar a lo que es de comer tiene muchas coberturas que todo lo sabroso cercan. Así acá, alrededor de esta pieza están muchas, y encima
lo mismo. 
Porque las cosas del alma siempre se han de considerar con plenitud y anchura y grandeza, pues no le levantan nada, que capaz es de mucho más que podremos considerar, y a todas partes de ella se comunica este sol que está en este palacio. Esto importa mucho a cualquier alma que tenga oración, poca o mucha, que no la arrincone ni apriete. Déjela andar por estas moradas, arriba y abajo y a los lados, pues Dios la dio tan gran dignidad…”.

Santa Teresa, Moradas.

sábado, 14 de noviembre de 2020

PRESENTACIÓN DE LA ENCÍCLICA "FRATELLI TUTTI"...

 Comparto la PRESENTACIÓN DE LA ENCÍCLICA “FRATELLI TUTTI" ,que hace África de la Cruz Tomé en FE ADULTA, para aquellos que aun no la han leído, y quieren ir adelantando: 


Es una Encíclica social para promover la fraternidad universal entre los habitantes de la tierra, sin fronteras. Está dirigida no sólo a los católicos sino a toda persona de buena voluntad. Encíclica abierta a toda la humanidad en un momento crítico de su historia. Presenta nuevas metas y caminos para construir un mundo más justo y fraterno porque los viejos sueños no se han cumplido. El papa propone un nuevo orden mundial con los pobres en el centro, escrita desde el Sur. Utiliza la parábola del Buen Samaritano como ejemplo a seguir y pide que, como samaritanos buenos, nos aproximemos y escuchemos a los que nos necesitan. También nos propone vivir como hermanos en la casa común, en diálogo, escucha y encuentro. Son grandes sueños que no se pueden quedar en palabras. Son dimensiones de una Ética Universal. Obras mejor que palabras. La Encíclica se estructura en ocho capítulos y la introducción.

Introducción: Fratelli Tutti. Así se dirigía San Francisco de Asís a sus hermanos y hermanas cuando les propuso un estilo de vida con sabor a Evangelio. Él, el hermano de todos y de todo. El papa Francisco se inspira, entre otros, en este santo, para escribir esta Encíclica sobre la fraternidad y el amor universal, sin fronteras. Mientras escribía este documento llegó la pandemia de Covid-19. Desde este contexto se entiende mejor la necesidad del grito que en esta Encíclica lanza el papa a quien quiera escucharle.

1.- Las sombras de un mundo cerrado: En este capítulo el papa hace una mirada panorámica a algunas tendencias del mundo actual que dificultan la fraternidad universal. Habla de los sueños rotos, las esperanzas no cumplidas: El sueño de una Europa unida y de la integración latinoamericana, la democracia desfigurada, el dominio y control frente a servicio y bien el común, el descrédito de la política que siembra desconfianza y desesperanza, sin un proyecto compartido, para todos; el crecimiento de la agresión y el insulto, de la crispación. El racismo y el descarte mundial. Los Derechos Humanos no suficientes ni para todos, universales. La globalización y progreso desigual. La existencia de mafias que explotan a los débiles por soledad, miedos e inseguridad. Las dificultades de la migración humana con su dignidad pisoteada en las fronteras. La indiferencia y “sálvese quien pueda” del individualismo dominante. Pandemias y otros flagelos de la historia. La ilusión de la comunicación: agresividad sin pudor, información sin Sabiduría. Sometimientos y autodesprecios. Soledad. Por contraste, el papa termina este capítulo con un apartado dedicado a la Esperanza. “A pesar de estas sombras…. quiero hacerme eco de tantos caminos de esperanza que se abren… porque Dios sigue derramado en la humanidad semillas del bien”

2.- Un extraño en el camino: En este capítulo, el papa presenta la Parábola del Buen Samaritano, urdimbre sobre la que se teje toda la Encíclica. Como contrapunto de las sombras señaladas en el punto anterior, en éste, va a proponer un modelo de actuación que fundamente las propuestas alternativas de respuesta a los problemas presentados anteriormente. Es la luz que ilumina las tinieblas. El Buen Samaritano nos abre a la esperanza de que, a pesar de todo, podemos soñar un mundo mejor, más humano, más justo más igual, más amoroso. Está en nuestras manos. Esta parábola es universal. Es Sabiduría. El evangelista Lucas la pone en boca de Jesús en contestación a la pregunta del maestro de la Ley ¿quién es mi prójimo? Es una narración bella y de una espiritualidad elevada. Hay que leerla para disfrutarla. La parábola termina con las palabras de Jesús al maestro de la Ley “tienes que ir y hacer lo mismo” Y el papa cierra el capítulo con este mensaje: A imagen y semejanza del buen samaritano y de Jesús, todos tenemos que hacer lo mismo: Acompañar, compadecer, cuidar, sostener a los heridos, caídos y frágiles. Es una historia que se repite: Tu prójimo es todo el que te necesita.

3.- Pensar y gestar un mundo abierto (al amor desinteresado). El amor es el distintivo de la identidad cristiana fundada en la espiritualidad del Evangelio. A nivel universal, el amor es el punto de lanza de la evolución humana. El amor es el fondo de humanización de todos. Los hombres estamos creados a imagen y semejanza de Dios. Por eso todos nos parecemos a Él. Dios es amor y nosotros también. El papa escribe para toda persona de buena voluntad. Más allá de todos los credos, el valor único y absoluto es del amor. El amor es gradual. Es un proceso que apunta a una creciente apertura al amor-ágape, de unión e identificación. El papa habla de sociedades abiertas que integran a todos y propone transcender el mundo de socios para situarnos en un mundo de hermanos iguales en derechos y dignidad: Libertad, igualdad y fraternidad. Amor universal que promueve a las personas, el bien moral, el valor de la solidaridad. Derechos sin fronteras. Derechos de los pueblos. Las tres “t”: Tierra, Techo, Trabajo.

4.- Un corazón abierto al mundo entero. Poner en práctica el amor y la fraternidad universal nos plantean unos retos insoslayables ante situaciones como: fenómeno migratorio, nuevas pobrezas engendradas por la economía neoliberal, las pandemias, la sobreexplotación de la tierra y otras. Ante esto, surge la pregunta ¿qué puedo y tengo que hacer? A nivel individual y comunitario. El papa hace elogio de la gratuidad, hacer el bien por él mismo. La gratuidad es posible, existe y ha existido entre los mejores humanos. Defiende la ayuda recíproca entre los humanos y las naciones porque o nos salvamos todos o perecemos todos. Dedica muchas páginas a la problemática de la humanidad migrante a los que hay que acoger, proteger, promocionar e integrar.

5.-La mejor política. Para hacer posible la fraternidad universal, tal como la Encíclica la presenta, es necesaria la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común por encima de todo egoísmo. Contra este principio está los populismos, liberalismos, capitalismos y nacionalismos a los que el papa critica duramente. En contraste con la critica a esas desviaciones que no buscan el bien común, tiene párrafos sublimes sobre la Política necesaria. Considera la Política como una de las formas más preciosas de la caridad. Habla de amor en la política. Crítica al mercado y neoliberalismo. Pide reforma de la ONU para crear un poder internacional real al servicio del bien común. Insiste en que los derechos no tienen fronteras y en que es necesaria la Ética en las relaciones internacionales. Los problemas globales requieren soluciones globales. No a la “cultura de los muros”. “La buena política une al amor la esperanza”

6.- Diálogo y amistad social. Dialogar supone: Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse y buscar puntos de encuentro. Por este camino del diálogo llegaremos a una nueva cultura de encuentro para construir juntos el bien común. Nuestra sociedad se caracteriza por la diversidad y el pluralismo. Como un poliedro donde las diversas caras se unen para constituir el todo que siempre es algo más que la suma aritmética de las partes. Esta integración de las partes en el todo no es tarea fácil. Así “la paz social es trabajosa y artesanal”. Se logra a través de un proceso largo que debe iniciarse por reconocer que el otro tiene derecho a ser él mismo y ser diferente. Un consejo: Recuperar la ternura y la amabilidad, las buenas maneras, pedir permiso y perdón, dar gracias. La amabilidad exige reconocimiento, valoración y respeto del otro. En suma: necesitamos dialogar para conocernos y ayudarnos, para construir en común y llegar al consenso necesario. Hay que tender puentes. Nueva Cultura del encuentro, del dialogo y encuentro.

7.- Caminos de reencuentro (de paz y reconciliación). “Hace falta aprender a cultivar una memoria penitencial, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones desde la verdad histórica de los hechos” Este es el camino hacia la paz y la reconciliación. Camino largo y con obstáculos que hay que salvar. El milagro de la bondad (amabilidad) como la arquitectura y la artesanía de la paz. Para el cristianismo y otras religiones: El valor y el sentido del perdón y la reconciliación sin que se presten al fatalismo, la inercia, la injusticia o en otro polo, la intolerancia y la violencia. Perdón frente a venganza, pero sin olvido. Perdón sin olvido. Hay que descubrir el valor y el sentido del perdón desde la verdad y a pesar de los conflictos inevitables y las luchas legítimas. Nunca más la guerra ni la condena a la pena de muerte. La verdadera superación de los conflictos exige diálogo y negociación transparente, sincera y paciente.

8.- Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo. Las religiones fundamentan la fraternidad humana en la filiación divina. Y de ahí la igualdad en dignidad y derechos de todos los seres humanos. Para los cristianos el manantial de la dignidad humana y de la fraternidad universal está en el Evangelio de Jesús de Nazaret.

Oración al Creador y Oración cristiana ecuménica. Así acaba la Encíclica Fratelli Tutti.

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...