miércoles, 28 de noviembre de 2018

DURUELO: ORIGEN Y META DEL CARMELO DESCALZO MASCULINO


DURUELO
28 de noviembre de 2018

Se cumplen hoy 450 años del comienzo de la vida de los carmelitas descalzos en su primera comunidad, Duruelo. Como sabemos, la fundación duró muy poco y puede ser considerada como un primer intento de establecer una vida carmelitano-teresiana masculina, necesitado todavía de muchas correcciones y ajustes. En este sentido, no podemos poner al mismo nivel la fundación del monasterio de San José de Ávila, planta robusta bien enraizada desde el inicio, con el pequeño brote de Duruelo, en busca de una identidad y un terreno propicio para su crecimiento. La historia de los carmelitas descalzos nace así –y quizás así permanece siempre caracterizada- de la provisionalidad y de la inquietud: somos exiliados, en camino hacia una patria que no se encuentra a nuestras espaldas, sino más bien delante de nosotros. Reconozcámoslo: no es fácil vivir en constante tensión, no es fácil atravesar el desierto con todos sus obstáculos, peligros y tentaciones, guiados solamente por la promesa de una tierra en la cual podremos habitar de modo estable.
Sin embargo, al decir estas palabras, nace en mi espíritu una especie de consuelo: ¿No es precisamente esta la experiencia de nuestro padre y hermano fray Juan de la Cruz? Si es cierto que no podemos contar con un lugar y una historia “encantada”, no nos falta, sin embargo, un alma, un rostro, un carisma en el cual reencontrarnos y asentarnos. Me atrevería a decir que la historia de los carmelitas descalzos no es tanto la que se puede reconstruir a partir de los documentos y de los archivos, cuanto aquella que cada hijo de santa Teresa emprende saliendo en la noche, sin otra luz que aquella que le arde en el corazón, hacia el objeto del deseo o, mejor: atraído por la fuerza de Aquél que lo desea y lo espera. Es la historia de una “dichosa ventura”, en la cual se gana más cuanto más se pierde; cuanto más uno se aleja, tanto más se acerca; cuanto menos se es protagonista, tanto más se participa en el protagonismo del Espíritu de Dios en la historia.
No debería maravillarnos que, en los orígenes de los carmelitas descalzos, no encontremos otra cosa que un punto sobre un mapa en un gran espacio vacío, una nada que dice que aquello que cuenta no se encuentra allí. Y entonces no tiene sentido detenerse, es necesario continuar caminando, buscando, interrogando e interrogándose. Este es el esfuerzo que lleva consigo ser carmelitas descalzos y esta es nuestra verdadera y profunda descalcez. ¡Y cuantos riesgos se esconden en ella! Como al pueblo de Israel en el desierto, el camino nos pesa, deseamos ser como los otros pueblos, con sus tranquilizantes divinidades, tenemos nostalgia del Egipto del cual hemos salido, nos rebelamos contra quienes nos guían, despreciamos los dones con los que el Padre nos sostiene en el camino y, finalmente, tenemos miedo de entrar en la tierra prometida.
¿Quién puede continuar en este éxodo? Solo quien se ha encontrado con el Dios vivo, solo quien ha hecho la experiencia del fuego que no se consume, de la “llama de amor viva”. En el origen de nuestro camino no hay muros ni estructuras: hay una llama que brilla en la noche
. Era la llama que ardía en el corazón de Teresa y que se encendió también en el corazón de Juan en aquel bendito encuentro en el monasterio de Medina. Fue allí donde se concibió nuestro modo de ser carmelitas, fielmente, pero también en modo diverso a como habíamos sido hasta entonces.
Teresa, después de cinco años de vida feliz en la comunidad de San José, siente su corazón dilatarse, escucha la voz del Señor que le dice: “Espera un poco y verás grandes cosas” (F 1,7-8). Sin que ella lo quiera, ya el Espíritu la está lanzando al mar espacioso de la Iglesia universal. Y el pequeño, jovencísimo fray Juan, se deja envolver en esta aventura, acepta el riesgo de una novedad que humanamente debía parecerle bastante frágil e insegura. No obstante, no se deja intimidar por las valoraciones humanas y los cálculos racionales: se fía de la palabra de Dios que siente resonar en la voz de una mujer experta y apasionada.
Y, de este modo, empiezan a caminar juntos. Esta es la otra condición para poder afrontar el camino hacia la tierra prometida: recorrerlo juntos. Quizás si todavía hoy, 450 años después de Duruelo, la meta nos resulta lejana, es porque hemos caminado en modo demasiado solitario, permitidme decirlo: demasiado masculino y demasiado clerical. Teresa debió presentir este riesgo y por ello quiso conducir consigo a fray Juan a Valladolid, para que experimentase el estilo de fraternidad propio de sus comunidades. Juan lo vio y, estoy convencido, lo comprendió y lo hizo suyo. Pero ¿consiguió transmitirlo también a sus hermanos? Los tiempos no eran fáciles, como nos enseña la historia. Hoy, sin embargo, hermanos, en medio de tantas dificultades, de tantas debilidades y fragilidades, tenemos una gran oportunidad. Hoy, después de tantos fracasos históricos y eclesiales y de tanta experiencia de gracia, nos es dado recomenzar no desde la fuerza, sino desde la debilidad, no desde la potencia, sino desde la impotencia ¡Bendita nuestra debilidad y nuestra impotencia si gracias a ellas renunciamos a nuestra autosuficiencia y nos abandonamos en las manos de los hermanos! Si cesamos de defendernos los unos de los otros, si comenzamos a hablarnos y a conocernos, entonces llegaremos a la meta, esa meta que Duruelo nos señala como una flecha, como una indicación que orienta en el camino. Desde aquí empezamos de nuevo, con el único equipaje que necesitamos para el camino: ser hermanos, ser descalzos, tener como hermana la Virgen María.


Mensaje del P. Saverio Cannistrà, ocd, Prepósito General, con motivo del 450º aniversario de la fundación de Duruelo.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

EDITH STEIN Y EL MARTIRIO CRISTIANO


ALGUNAS NOTAS TOMADAS EN CONGRESO DE ALACAR, sobre EDITH  STEIN Y EL MARTIRIO CRISTIANO.

PRIMERA PARTE (Sandra, religiosa carmelita misionera de chile).

Cuando pertenecemos a Dios todo lo humano nos pertenece.
Tres niveles vocacionales: genérico (humano), específico (hombre/mujer), personal (individual).
La vida divina se comunica a cada uno según su condición.
Principio de complementariedad entre hombres y mujeres.
Maternidad /fecundidad martirial.
Llamada a la totalidad y a la armonía. Es una totalidad relacional.
Crear espacios libres para liberar.
Lo propio de la mujer es humanizar la realidad y las relaciones.
Un martirio humanizador.
Román Ingarden , amigo de Edith Stein, cartas.
Pueblo y pertenencia: cómo soy yo en medio de un pueblo, cuál es mi singularidad. Solidaridad con un pueblo, incluso cuando no compartimos sus elecciones. Personalización del pueblo.
Momentos de noche colectiva.
Edith toma sobre sí la cruz del pueblo de Israel en el holocausto, que para ella es la cruz de Cristo. Actitud discipular. Contempló a su nación como una realidad personal. Y la abrazó por amor cristiano. Ella murió por su pueblo, bajo el signo de la cruz.
La cruz alcanza un valor de humanidad, valor de sobre abundancia derramada. Reveladora de la verdad de un proyecto.
Identificarme con los pueblos que sufren. Recuperar individualidad e identidad. Recuperar la mística martirial, pero con carácter liberador y humanizador.

SEGUNDA PARTE (Saverio Canistrá, ocd, Prepósito General).

Dimensión martirial de la vocación cristiana y carmelitana.
En el siglo XX, muchos mártires.
El camino de Jesús tiene una dimensión martirial que no se puede obviar.
El mundo que rechazamos como cristianos son los anti valores, no la realidad.
El martirio es un acto de amor por Dios y por los hombres. El mártir acepta las consecuencias extremas de su opción bautismal.
No hay cristianismo sin esfuerzo.
El bautismo no es una elección del cristiano, sino consecuencia de su opción evangélica. No es tanto un soldado, sino un testigo. Es un hombre débil que recibe su fuerza de Dios.
Edith Stein acepta la cruz sin saber  cómo se realizará concretamente su donación. Ella sabe que es la entrega generosa de la vida a la voluntad de Dios lo que salvará al mundo.
Puede Dios exigirnos el martirio solo para su honor y gloria, o mira más bien el bien de los hombres? (Yo).
El testimonio de una viuda, de religión protestante, tocó la incredulidad de teresa; luego vino un largo proceso en el que hay que insertar la lectura de santa Teresa.

El descanso en Dios.
Pasar de la pasividad en sentido antropológico a la pasión de Cristo. Centralidad de la cruz en la espiritualidad de Edith Stein.
Cómo filósofa y como consagrada ella está buscando entregarse a la verdad.
Cómo puedo dedicar tiempo a cosas frívolas con la sed que tengo de conocer, estudiar, aprender...
Vocación eclesial, está el mundo ardiendo... En el Carmelo no venimos a huir de la batalla, sino a ponernos en el centro del combate. Su condición judía la coloca como palabra para las minorías actuales, incluso cuando no formaba parte comprometida de ella.
Estar en la presencia de Dios por todos, eso es expiación.
Entregarse al amor de Dios, no a su justicia... Ser un vaso vacío para la gracia de Dios. Martirio como acto de amor.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

TODOS LOS SANTOS DEL CARMELO

Los Santos del Carmelo son una inmensa muchedumbre de hermanos nuestros que consagraron su vida a Dios, abrazando las enseñanzas del divino Maestro e imitando su vida, y se entregaron al servicio de la Virgen María en la oración, la abnegación evangélica y el amor a las almas, sellado a veces con su sangre. Ermitaños del Carmelo, mendicantes de la Edad media, doctores y predicadores, misioneros y mártires; monjas que dilataron el pueblo de Dios con la misteriosa fecundidad de su vida contemplativa; religiosas que descubrieron el rostro de Cristo a sus hermanos con el apostolado sanitario o docente, sobre todo en tierras de misión; seglares que en medio del mundo supieron encarnar el espíritu de la Orden. Toda la familia del Carmelo de la patria con María, su madre, a la cabeza constituye en este día el motivo de nuestro gozo y nuestra alabanza al Padre. Recordamos a nuestros hermanos que ayer se dedicaban a la asidua oración en la tierra y hoy participan en la liturgia del cielo, y nos unimos espiritualmente a su gloria, mientras peregrinamos por los caminos que ellos, animosos, recorrieron, viviendo en obsequio de Cristo y siguiendo las huellas de nuestra Señora.

viernes, 9 de noviembre de 2018

SANTA TERESA EN DOROTHY DAY

La conexión más importante de Santa Teresa de Ávila con la cultura norteamericana ha sido su influencia en la periodista y activista social Dorothy Day (1897-1980). Forzada a abandonar sus estudios universitarios por motivos económicos, su fuerte conciencia social le llevó a ejercer el periodismo para abogar por la justicia de los trabajadores y los pobres. Sentimentalmente su vida parecía fuera de control: romances fallidos, embarazo de uno de ellos, aborto voluntario y, a continuación, convivencia con un ateo militante con quien tuvo una hija, que decidió bautizarla como católica. Esta decisión desencadenó su separación, bautizándose ella un día después (su familia originaria era protestante). Un año más tarde recibió la confirmación. Desde ese momento, Dorothy vivió humildemente como madre católica soltera y llevó una vida piadosa que culminaría a sus 58 años como Oblata benedictina.

Junto con Maurin (modesto inmigrante francés que había abrazado el celibato, el espíritu franciscano de pobreza y el ideal de un orden social impregnado con los valores básicos del Evangelio) fundó el movimiento intelectual y social "Catholic Worker", que, aunque minoritario, todavía sigue hoy muy vivo y apoyado en los lugares más pobres de Estados Unidos. Esta plataforma proporciona casas de acogida para personas sin hogar y refugios para mujeres, niños maltratados e inmigrantes indocumentados. Su vida fue una continua búsqueda de Dios en los más necesitados, siendo declarada Sierva de Dios por Juan Pablo II e iniciada su causa de canonización en 2000.

Benedicto XVI la consideró un modelo de conversión. Esta se produjo en parte como resultado de su lectura de Santa Teresa de Jesús. Según Francis J. Sicius¹ –profesor de la St. Thomas University Miami Gardens (Florida)–, fue curiosamente el filósofo agnóstico William James quien le dio a conocer a la escritora abulense, identificándose con ella en su búsqueda de Dios: “Hubo hechos en la historia de su vida que me hizo amarla y sentirme cerca de ella… Santa Teresa sabía que estaba lejos de la vida que deseaba llevar cuando ella entró en el convento. Ella deseaba darse enteramente a Dios. Todo lo que hizo iba dirigido a ese fin”.

Además de la preocupación por el prójimo y su amor a los pobres, le atrajo la vida de oración y contemplación de la descalza, especialmente su énfasis en la encarnación de Cristo: “Santa Teresa de Ávila dijo que deberíamos meditar más por el amor que Dios tiene por nosotros [como se demuestra en la encarnación] en lugar de nuestro amor por Él”. Al igual que la Santa, quiso dedicarse totalmente a conocer a Dios. Esta visión de eternidad era lo que más le importaba en su vida y la fuente de su apasionamiento, razón por la que le frustró el hincapié puesto por la mayoría de sus seguidores en su beligerancia en las cuestiones sociales.

Cuanto más aprendió sobre la vida de la reformadora española más vio en ella un espíritu afín. Cuando Dorothy inició el movimiento "Catholic Worker" dijo que ella comenzó este proyecto porque quería ir más allá de las funciones superficiales de su compromiso religioso y, como Santa Teresa, quería ser valiente en su relación con Dios. Como la fundadora abulense, Dorothy pasó mucho tiempo visitando centros dedicados a sus ideales. En uno de sus viajes le vino a la memoria la comparación que aquella hizo de la vida como la estancia de una noche en una mala posada y añadió: “Las estaciones de autobús en estos días repletos de soldados, sus esposas, sus hijos, familias enteras en busca de trabajo, son cualquier cosa menos cómodos. El autobús es como una mala posada, todos durmiendo, unos sobre otros, una loca confusión de pies y piernas en el pasillo”.

Cuando Dorothy se ocupó de los asuntos financieros de su comunidad, también encontró compañía en la monja castellana. En 1950 escribió que la Santa “cambió la base financiera de los conventos y fundó uno de pobreza voluntaria”, de modo que “los conventos reformados de las Carmelitas Descalzas, fueron mantenidos por limosnas y trabajo manual de las monjas”. Siguiendo su estela, ella hizo igualmente del principio de pobreza voluntaria un concepto central en la fundación de las casas de su movimiento.

Y, en fin, el acompañamiento espiritual de la religiosa española no podía dejar de estar presente también en el quehacer literario de la activista norteamericana. En medio de sus constantes viajes y demás exigencias de sus comunidades, Dorothy encontró tiempo para escribir, tarea que, al igual que nuestra carmelita, hacía “como hija de la Iglesia…, pero también como periodista, las dos vocaciones no están en oposición”. El propósito de sus abundantes escritos era guiarse a sí misma, a los demás y tener una vida más profunda espiritualmente. No es de extrañar que –por todo ello– Dorothy encontrara en Santa Teresa una insustituible compañera espiritual.

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¹FRANCIS J. SICIUS, ´Santa Teresa de Ávila compañera espiritual de la Sierva de Dios, Dorothy Day´, en Actas del XXIII Simposio del Instituto Escurialense: Santa Teresa y el mundo teresiano del Barroco, celebrado del 3 al 6 de septiembre de 2015, con motivo del V Centenario del nacimiento de la Santa, San Lorenzo del Escorial, 2015, pp. 405-416.

Esta entrada está tomada del blog: "Teresa, de la la rueca a la pluma"
Autor: Pedro Paricio Ausejo.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

AL FINAL DE LAS SÉPTIMAS MORADAS...


A modo de resumen, Teresa ha querido cerrar el camino respondiendo a varias inquietudes de sus lectoras, y ahora las desglosamos:
1.     En estas moradas finales, ¿Ha llegado el místico a una paz imperturbable del alma y de la vida?El Castillo, dijimos, es un símbolo batallero, y Jesús en este último tramo del camino pone una profunda paz en el alma; pero esto no significa imperturbabilidad. A veces el Señor las deja en su natural y las cosas ponzoñosas del arrabal y del castillo se aprovechan para turbar al alma, aunque es breve, y la paz más interior permanece.
2.     Los moradores de estas Moradas: ¿poseen un seguro de vida eterna? Eso busca el místico, la certeza de que el amor no se quebrará, y parece por lo dicho antes por Teresa que nadie podrá ahora apartarla ahora de Dios. Pero aquí parece se filtran algunas discusiones teológicas de su tiempo, y ella acaba diciendo ahora que no pueden dejar de temer, ni sentirse seguras del todo.
3.     Parece que sus monjas le dicen que poco podrán ellas hacer para el servicio de Dios desde su situación particular (clausura, mujeres); anhelo del ideal apostólico de vivir, servir y morir por la Iglesia. A ellas Teresa les dice: HAZ BIEN LO QUE HACES.  No hay que refugiarse en el anhelo de cosas imposibles para dejar de lado las posibles. En el #14: “Algunas veces nos pone el demonio deseos grandes porque no echemos mano de lo que tenemos a mano para servir a nuestro Señor en cosas posibles y quedemos contentos con haber deseado las imposibles… No quieran aprovechar a todo el mundo, sino a quienes están en vuestra compañía, y así será mayor la obra”.

En fin, hermanas, que no hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen” (#15). Y que como hagamos cada día lo que nos toca, el Señor hará que vayamos haciendo cada día más y más. Realismo de lo concreto, pero con apertura de horizontes: “irá pudiendo cada día más y más”.

MODELOS FINALES DE TERESA: Jesús (siervo) y María (esclava); servicio y esclavitud con raigambre evangélica. Se acaba pasando de la tensión de los deseos  (sextas moradas) a la tensión de los servicios. Así fue también la última etapa de la vida de Teresa: no está caracterizada por los éxtasis, sino por el mucho bregar y los quehaceres. Vale como resumen final un pasaje de las Relaciones:

Tiene tanta fuerza este rendimiento a ella, que la muerte ni la vida se quiere, si no es por poco tiempo cuando desea ver a Dios; mas luego se le representa con tanta fuerza estar presentes estas tres Personas, que con esto se ha remediado la pena de esta ausencia y queda el deseo de vivir, si Él quiere, para servirle más; y si pudiese, ser parte que siquiera un alma le amase más y alabase por mi intercesión, que aunque fuese por poco tiempo, le parece importa más que estar en la gloria”.
(66,10 en mi libro; 6,9 en otras versiones).


EPÍLOGO TERESIANO 


1. Este espacioso mundo interior, el propio de cada uno, está abierto y en espera, misterioso y prometedor. Lo que importa no es saberlo, sino entrar, y deleitarse en ese castillo interior. 

2. Que en la vida del alma hay cosas y moradas al alcance de la mano, asequibles a nuestro esfuerzo, pero las más y mejores son puro regalo de Dios, que las da gratis y por amor. No vale alegar derechos, ni ostentar billetes de entrada, porque “Él es muy amigo de humildad”. El amor no se compra, se recibe. 

3. Que la vida interior es una aventura en escalada, con programa secreto de más y más, y siempre más, sin otro límite que Dios, que nos creo a su imagen y semejanza. 

4. Y que adentrarse en el castillo de la interioridad no es alejarse de lo de fuera, ni retirar las manos del servicio a los hermanos. Al contrario, una vez acostumbrados a gozar de este castillo, en todas las cosas hallarán descanso, aunque sean de mucho trabajo, y trabajando por Él la puerta del Señor estará siempre abierta. 


Para cerrar, Teresa hace nos tres peticiones: Que alaben mucho a Dios, que trabajemos por la Iglesia, y que no dejemos de rezar por ella. Cuando escribe la última línea de su libro Teresa se acerca a los 63 años.

EN LAS SÉPTIMAS MORADAS TERESIANAS (2)


CAPÍTULO TERCERO: El paisaje humano de las séptimas moradas (Trata de los grandes efectos que causa esta oración). El primer número de este capítulo dice así: “Ahora, pues, decimos que esta mariposica ya murió, con grandísima alegría de haber hallado reposo y que vive en ella Cristo. Veamos qué vida hace o qué diferencia hay de cuando ella vivía; porque en los efectos veremos si es verdadero lo que queda dicho”. Recordemos que esa “mariposica” era el hombre nuevo, liberado de la reclusión y ataduras del capullo. Esa “alma” nueva ha volado, grácil y libre, desde las quintas a las sextas moradas, y ahora en las séptimas sufre un cambio radical: muere, con grandísima alegría, y vive, pero es otro quien vive en ella.

Sintonicemos los pasos previos del tríptico con que Teresa analiza la situación final del cristiano en plenitud: hecho trinitario en la Inhabitación (1), plena inserción en el misterio cristológico (2), y ahora, aterriza en el hecho humano, es decir, cómo es por dentro y cómo actúa el cristiano así agraciado por la Trinidad y por Cristo. Es bueno recordar lo que dijimos al principio de este itinerario de Moradas: mientras Teresa escribe estas páginas, está viviendo ella y su familia religioso momentos turbulentos; ninguno de ellos se filtra en el libro, como si la santa lo mirara todo desde esa, su “morada interior”. Tampoco Teresa menciona en Moradas el término “perfección”, propio de su tiempo y contexto; para ella la santidad es el resultado de su relación con Dios, efecto, y la plena comunión del hombre con Dios.
Dos momentos en el texto: la nueva manera de ser, vivir y actuar del cristiano (#s1/8) y el particular cuidado que Dios tiene de comunicarse con él (#s9/15). Lo primero, aspecto psicológico y ético: lo segundo, el aspecto teologal.

EFECTOS:
1.     Olvido de sí (2): no se acuerda que para ella ha de haber cielo, ni vida, ni honra, porque toda está empleada en alabar a Dios, y cree que él se encargará de lo demás como le prometió.
2.     Un deseo de padecer grande (4), pero no como antes, sino con libertad (Si Dios quiere, bien, y si no, no lo busca).
3.     Gran gozo interior (5) cuando son perseguidas, con mucha paz y sin ninguna enemistad con los que le hace mal; antes les cobra un amor particular.
4.     Ya no quiere morirse (6), sino vivir para servirle y padecer trabajos por Él y que sea alabado.Toda su gloria está en ayudar si pudiera en algo al Crucificado.
5.     Ofrece a Dios el querer vivir (7), como una ofrenda, la más costosa para ella, aunque temor ninguno tiene de la muerte.
6.     Los deseos de estas almas no son ya de regalos ni de gustos, porque tienen consigo al Señor (8). Un desasimiento grande de todo y deseos de aprovechar siempre a otros, aunque esté sola. No sequedades ni trabajos interiores, sino  con una memoria y ternura con nuestro Señor, que nunca querría estar sino alabándole.

ACCIÓN DE DIOS: Particular cuidado que Dios tiene de comunicarse con nosotros y rogarnos que nos quedemos con Él, con toques de su amor, suaves y penetrativos. Nunca dejen de responder a estos llamados, aunque estén ocupados exteriormente y conversando con otros (actos interiores de amor). En esta morada ya casi nunca hay sequedad ni alborotos interiores, sino que está el alma en quietud casi siempre. Dios hace todos estos regalos, sin ninguna ayuda del alma, salvo que esta se disponga y entregue toda a Dios. “En este templo de Dios, en esta morada suya, sólo Él y el alma se gozan con grandísimo silencio” (11). Las potencias no se pierden, pero están como espantadas, no obran; los arrobamientos se le quitan, salvo alguna vez y nunca en público ni con grandes efectos de devoción; será porque halló reposo el alma en esta morada, por la buena compañía, o porque su Señor la ha fortalecido y ensanchado y habilitado.

En el #13 ofrece modelos bíblicos para este estado (besos de Cantares, el agua de la cierva, el tabernáculo de Dios, la palomica de Noé…y habla de la profunda paz que tiene el alma aquí. En el #14 dice que el alma anda con mucho cuidado para no ofender a Dios, otra vez consciente de que la cruz nunca falta, aunque ya no les inquiete, ni quite la paz (#15).

CAPÍTULO CUARTO: La última lección del castillo, ¿Para qué la santidad cristiana? (Acaba dando a entender que pretende nuestro Señor en hacer tan grandes mercedes al alma, y como es necesario que anden juntas Marta y María). Enlaza el principio de este con el fin del anterior, recordando nuestra fragilidad, y como Dios permite que en este estado la experimentemos alguna vez, aunque breve, “porque quiere nuestro Señor que no pierda la memoria de su ser, para que siempre esté humilde” (2). Y tampoco implica que no haya pecados; tal vez mortales no, con el auxilio de Dios, pero veniales sí. Nunca estar tan seguros del todo: “La que se viera de vosotras con mayor seguridad en sí, esa tema más” (3).



RECAPITULEMOS ENTONCES: Estamos ya al final de estas Moradas, tratando de la santidad en el castillo del alma. Teresa, sin grandes alardes teológicos, nos ha presentado lo esencial: si el cristiano llega a ser santo, es porque la Trinidad habita en él (Capítulo 1); es porque Cristo llega a ser vida plena del alma (Capítulo 2); es porque el hombre nuevo desarrolla todas las potencialidades de su condición bautismal (Capítulo3). Faltaba entonces un cuarto factor: el cristiano es santo en la Iglesia, para servir a sus hermanos, y esto solo es posible configurándose con Cristo, que fue el siervo de los siervos, siervo de Dios y de los hombres. Esto es lo que Teresa desarrolla en este último tramo del libro, completando así su respuesta a la pregunta que está de fondo: ¿En qué consiste la santidad cristiana? Cuatro capítulos y cuatro respuestas: La santidad cristiana es ante todo un hecho trinitario acontecido en el hombre; es un hecho cristológico de plena incorporación a Cristo; es un hecho antropológico de plenitud y madurez humana; y finalmente, es un hecho eclesiológico, un carisma otorgado a la persona para edificar el cuerpo de Jesús en la tierra, al servicio de los hermanos.

 Del título del capítulo, podemos extraer tres ideas fundamentales:
1.     Que la vida no es un azar, una jornada a la ventura, sino que lleva inscrita un propósito de Dios; no es que se nos imponga un destino, sino de que hay una misteriosa presencia orientadora de lo divino en las mismas entrañas de lo humano, que se sostiene y alimenta con grandes mercedes o regalos de parte de Dios.
2.     Andan juntas Marta y María”, que son dos símbolos alternativos de la vida humana; una es la acción, la otra la contemplación. Llegar a la fusión de ambas será lograr la unificación de estos dos planos de la persona.
3.     Es muy provechoso”. Es un capítulo importante, no de teoría, sino e práctica, a nivel espiritual y existencial.

Dice en el #4: ¿Cuál es el fin para el que el Señor nos hace tantas mercedes?No piense alguno que es solo para regalar estas almas, que sería grande yerro”, sino para fortalecer nuestra flaqueza, e imitara Cristo en el mucho padecer” (aquí padecer es sinónimo de amar). Ese es el efecto que hacen todas esas visiones y mercedes, que disponen al alma para salir de sí y servir (Si está mucho con Dios, poco se acuerda de sí). De nada sirve mucho tiempo en la oración, proponiendo y prometiendo, si luego al salir lo hago todo al revés (#7).

EL PUNTO CENTRAL DEL CAPÍTULO (#8): “Pongan los ojos en el Crucificado y todo les  hará poco… ¿Saben lo que es ser espirituales de verdad? Hacerse esclavos de Dios”… “Miren como pueden ser la menor de todas y esclava suya, mirando cómo pueden hacer placer y servir”.
En el #9: “Es menester no poner vuestro fundamento solo en rezar y contemplar; porque, si no procuran virtudes y hay ejercicio de ellas siempre, se quedarán enanas”, y aun decrecerán, porque, “saben que quien no crece, descrece”. Una invitación a pasar al compromiso, al servicio, a padecer, pues ese es el propósito de todo este esfuerzo contemplativo: no gozar, sino servir. Marta Y maría han de ir siempre juntas.


(Continúa).

EN LAS SÉPTIMAS MORADAS TERESIANAS (1)


Presentación general: La santidad como estado terminal, plenitud de la vida nueva. Llegamos al centro del castillo, centro del alma, centro de uno mismo.  Plena unión del espíritu humano con el Espíritu Divino: Matrimonio místico. Dos gracias de ingreso en esa fase final: una cristológica y otra Trinitaria.  Aquí se comunican al alma todas tres personas divinas. Nunca más se fueron de con ella”. Notas psicológicas y éticas que caracterizan a ese hombre en plenitud: olvido de lo creado, gran gozo interior, deseo de servir, paz profunda, cesan los arrebatos místicos.  Plena configuración con Cristo. Pleno rendimiento en la acción y el servicio: “que nazcan siempre obras, obras”.

Teresa hablará aquí de la santidad cristiana, ese es el tema de estas moradas: la santidad de la vida, posible ya acá en la tierra, como culminación natural de la vida de gracia, de todo un camino de crecimiento, maduración y santificación. Y lo hace, no desde esquemas teológicos, sino desde lo vivido y experimentado por ella; respuesta cuádruple, en cuatro capítulos consecutivos:
1.     Ante todo, la santidad es un hecho trinitario que acontece en el alma del cristiano y le transforma la vida (Respuesta del capítulo 1).
2.     La santidad del cristiano deriva de la santidad de Cristo y realiza la plenitud de relación del hombre con Él (Respuesta del capítulo 2).
3.     La santidad en su dimensión antropológica, es un hecho de plenitud humana: adultez y madurez del “hombre nuevo” en el desarrollo de su vida nueva (Respuesta del capítulo 3).
4.     La santidad es algo que desborda los estrechos límites del sujeto: es gracia para los otros, para la comunidad humana, para asumir la condición de “siervo de Yahvé” que caracterizó la existencia de Jesús. Es decir, que la santidad cristiana tiene un sentido eclesial, y por ello implica un carisma de servicio a los hermanos (Respuesta del capítulo 4).

CAPÍTULO PRIMERO: En el umbral de la morada más profunda (Trata de mercedes grandes que hace Dios a las almas que han llegado a entrar en estas moradas). Comenzar leyendo el párrafo #1 de este capítulo, que es como el pórtico de esta morada última: parecería que todo ya está dicho, pero queda mucho por decir, porque la grandeza de Dios no tiene término, y tampoco sus obras. Todo el deseo de Teresa es que se conozcan las misericordias de Dios con las almas, y anima a sus hermanas a celebrar este “matrimonio espiritual” que tantos bienes trae consigo.

En el #3, dice Teresa que Dios mete al alma en su morada, la séptima, luego de lo que esta ha padecido por su deseo, habiéndola ya tomado por Esposa; “porque, así como la tiene en el cielo, debe tener en el alma una estancia adonde solo su majestad mora, y digamos: otro cielo. Porque nos importa mucho, hermanas que no entendamos es el alma alguna cosa oscura… (Hay un Sol de Justicia en ella dándole el ser)… sino un mundo interior adonde caben tantas y tan lindas moradas como habéis visto”.

En el #6 narra una profunda experiencia trinitaria: “se le muestra la Santísima Trinidad, todas Tres Personas…una nube de grandísima claridad… entiende con grandísima claridad ser todas tres personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios”. Pero se atreve a decir más: “De manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma, podemos decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del cuerpo ni del alma, porque no es visión imaginaria.  Aquí se le comunican todas Tres Personas y le hablan, y le dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: que vendría Él y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos (Jn 14,23)”. Y Teresa dice que le espanta ver que esa presencia trinitaria se ha quedado en ella, que sigue en su interior, en lo más hondo, aunque no sabe explicar cómo, porque no tiene letras… “pero siente en sí esta divina compañía”. En otro lugar (Relaciones 45) describe esta realidad diciendo que se experimenta a sí misma “como una esponja que embebe el agua en sí”; esta imagen de la esponja sumergida en el agua de lo divino tiene carta de ciudadanía en la tradición espiritual cristiana.

De esta experiencia, deriva una manera de vida, que Teresa apunta aquí con rasgos sueltos: estado de asombro y estupor como el que mira la realidad con ojos nuevos; crece la capacidad de admiración ante las personas, acontecimientos, percibiendo lo divino debajo de lo cotidiano; siente siempre esa Divina Compañía en el interior de su alma; mayor dinamismo en el hacer y servir; vinculación de lo presente con lo escatológico (8): “tiene gran confianza que no la dejará Dios”. 

CAPÍTULO SEGUNDO: Nuestro vivir es Cristo (Dice la diferencia que hay de unión espiritual a matrimonio espiritual). Aquí se va a tratar del  divino y espiritual matrimonio”, aunque precisa que esta merced no se cumple a perfección mientras vivimos, pues si nos apartamos de Dios este gran bien se pierde. En el #1 habla de transformación en Cristo, recordando su propia experiencia, que ha narrado antes en la Relación 25. Aquí dice: “Se le representó el Señor, acabando de comulgar, con la forma de gran resplandor y hermosura y majestad, como después de resucitado, y le dijo que ya era tiempo de que sus cosas tomase ella por suyas y Él tendría cuidado de las suyas, y otras palabras que son más para sentir que para decir” (Leer aquí también el texto de Relaciones 25).

Teresa aquí nos adentra aun más en lo hondo del castillo del alma, es decir, de nuestra vida de gracia, y nos muestra la santidad, no tanto a nivel ético, cuanto teologal: misterio de Dios en el hombre. Si antes trató el aspecto trinitario (Inhabitación), ahora pone el foco en el aspecto cristológico de esta fase cimera de la vida, en la que finalmente se pone de manifiesto que “nuestra vida es Cristo”. Que en última instancia la vida cristiana no consiste en una mera relación o imitación o seguimiento de Jesús, sino en una compenetración de las dos vidas, la de Él y la nuestra, y esto por una unión misteriosa de ambas vidas y ambas personas (Gálatas 2,20). (Ver aquí texto de Tomás, página 278).

En el #3 describe esta experiencia, citamos algunas imágenes: Pasa esta secreta unión en el centro muy interior del alma, que debe ser adonde está el mismo Dios, y a mi parecer, no necesita puerta para entrar…se aparece en este centro del alma sin visión imaginaria, sino intelectual, aunque más delicada que las dichas, como se apareció a los apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: paz a ustedes. Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante y el grandísimo deleite que siente el alma que no sé a qué compararlo, sino a que quiere manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo… Queda el alma hecha una cosa con Dios… de tal manera ha querido juntarse con la criatura que ya no se quiere apartar de ella.

En el #4 explica la diferencia entre unión y desposorio con el matrimonio espiritual: aquellos son momentos que luego pasan, y este último es permanente: “Siempre queda el alma con su Dios en el centro”, y pone ejemplos. Es aquí, dice (#5) donde la mariposilla muere, y con grandísimo gozo, porque su vida ya es Cristo. Cristo es como un espejo en el que contemplamos nuestra imagen esculpida (#8); este texto debe leerse en paralelo con Vida 40,5, que es el texto cristológico cumbre de ese libro.

Los efectos de esta experiencia sobre la persona (#s 9/11): No hay movimientos en el alma, potencias e imaginación, que la perjudiquen o quiten su paz; parece está el alma en seguridad, pero ella no se tiene por segura y anda con mucho más temor que antes, guardándose mucho de ofender a Dios, pero no deja de haber tiempos de guerra, trabajo y fatigas, más no quitan la paz ni mueven de lugar. Tiene grandes deseos de servirle, y el hacer penitencia le causa deleite. Es como el árbol que está su raíz en las corrientes de aguas, y está más fresco y da más fruto.

Leer el #11 íntegro (comparación final). La vida, aun en esta postrera morada, sigue siendo riesgo, pero este estado hace que amemos la cruz, cuya presencia resulta ineludible. Teresa ha recorrido un largo camino para terminar con un Cristo interior, instalado en el centro orbital de su espíritu y de su vida, y lo reafirma, diciendo: “Piensen lo que quieran: todo es verdad lo que he dicho” (#11).

(Continúa).

martes, 6 de noviembre de 2018

MORADAS: BIBLIA Y SEGUIMIENTO DE CRISTO


MORADAS debe ser leído como un itinerario de seguimiento evangélico. La obra se sustenta en dos pilares: experiencia de Teresa y la Biblia. Su vivencia mística corre paralela a su vocación apostólica. La experiencia mística de Teresa es puro evangelio; el relato teresiano es un compuesto armónico de Biblia y experiencia íntimamente trabado.  Su mística se identifica simplemente con la radicalidad cristiana, y no coincide con la así llamada mística universal, de claro sabor neoplatónico, y que sigue infiltrando hoy muchas formas de religiosidad, incluso en la misma espiritualidad de las iglesias cristianas. Se ha llegado a afirmar, incluso, que en el campo de espiritualidad hasta la llegada de Santa Teresa la mística no fue del todo cristiana.

 Las Moradas teresianas son la narración de un viaje a la profundidad del ser humano, donde mora el Resucitado. Las Moradas se presentan como modos de relación; ello significa una forma o estilo de seguimiento. Así, el alma del justo se  está convirtiendo en el paraíso del Génesis, y el ser humano está configurado a imagen de Dios.
 El libro de Moradas narra una forma de acceso a la madurez cristiana, e implica un doble aspecto: ontológico y moral o psicológico espiritual.  Para entrar dentro, en lo hondo del yo, se impone el seguimiento. Sin el seguimiento de Jesús, sin la experiencia de su vida y el amor al prójimo, no hay hondura posible. Y si pareciera que la hubiera, sería una profundidad soñada, experiencia de vacío. Esto es para Teresa una experiencia peligrosa, porque le parece al alma que está llena de Dios y no es así. Es que para Teresa (igual que para Rahner), todo acto religioso debe tener “estructura encarnatoria”; es decir, que debe hallarse presente la Humanidad de Cristo. Y Humanidad de Cristo y seguimiento son dos realidades que se reclaman mutuamente. Moradas representa un progresivo estado de conciencia crístico; la maduración progresiva de la persona, guiada por la Biblia para llegar a ser imagen de Cristo. La mística teresiana se empapa de Biblia y más en concreto de cristología



SOBRE MORADAS (Secundino Castro) en artículo de la revista ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS (julio/septiembre 2015).

lunes, 5 de noviembre de 2018

MIRAR A JESÚS

"No os pido ahora que penséis en Él ni que saquéis muchos conceptos ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis. Pues ¿quién os quita volver los ojos del alma, aunque sea de presto si no podéis más, a este Señor? Pues podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podréis mirar la cosa más hermosa que se puede imaginar? Pues nunca, hijas, quita vuestro Esposo los ojos de vosotras. Haos sufrido mil cosas feas y abominaciones contra El y no ha bastado para que os deje de mirar, ¿y es mucho que, quitados los ojos de estas cosas exteriores, le miréis algunas veces a El? Mirad que no está aguardando otra cosa, como dice a la esposa, sino que le miremos. Como le quisiereis, le hallaréis. Tiene en tanto que le volvamos a mirar, que no quedará por diligencia suya."

SANTA TERESA DE JESÚS
"Camino de Perfección", 
capítulo 26, párrafo 3º.

sábado, 3 de noviembre de 2018

EN LAS SEXTAS MORADAS TERESIANAS: Rumbo al final del camino, siempre con Cristo.


CAPÍTULOS CUARTO Y QUINTO: Teresa habla del éxtasis, de dos clases de éxtasis. En Vida 24,5, primera experiencia de éxtasis o arrobamiento, con efecto sobre su afectividad. Ella describe dos tipos: uno se produce desde lo hondo del alma (3) por atracción hacia un centro interior que está más allá de ella misma, y el otro (Vuelo del Espíritu) es la salida de sí mismo, atraído por Dios, que es capaz de elevar el espíritu humano, como una paja. No vamos a adentrarnos en profundidad en este tema, que llevaría más tiempo del que disponemos; es el capítulo más sobrenatural de las experiencias teresianas, y exige una lectura atenta y respetuosa. El éxtasis es para hacer posible la unión, hito cimero del proceso espiritual: saca a la persona de sí misma, superando nuestro angosto espacio  vital y funcional, sirve como un crisol de fuego, y siempre pasajero, preparando al sujeto humano para la plenitud de las séptimas moradas (Como el purgatorio necesario para entrar en el cielo).  Importante: Teresa inserta estas experiencias como parte de un proceso espiritual progresivo y complejo; al margen de esto no sería comprensible ni evaluable (es una joya falsificable, y se ha de evitar incurrir en una frívola curiosidad).

CAPÍTULO SEXTO: Habla de la vida del místico cuando ha regresado del éxtasis, de sus pulsiones y tensiones internas, de su nuevo modo de encarar la vida, los acontecimientos. Queda, dice Teresa, un grandísimo deseo de gozar de Dios, provocándole un tormento sabroso,  y ansías grandísimas de morirse.  Se debate en la alternativa de fugarse al desierto o dar voces en las plazas, es decir, atraída a la altura contemplativa de estar a solas con Dios, o lanzarse, como profeta, en el barrullo de la vida para hablar de la grandeza de Dios (3). Cierra, contando otra de esas mercedes que el Señor le ha dado, y que escribe como “unos júbilos extraños”: gozo interior, la locura y embriaguez del amor.

CAPÍTULO SIETE: El misterio del mal humano ante la mirada del místico, y la Humanidad de Cristo en la vida del cristiano. Este es uno de los pasajes más decisivos del libro; dice ella: “de mucho provecho”.  Teresa, como vemos, empareja dos temas: pecados del hombre y humanidad de Cristo, presentados  uno detrás del otro, como un diálogo abierto de Teresa con sus hermanas. ¿Por qué, a estas alturas del camino, volver al tema del pecado? Puro realismo teresiano: por muy alto y raudo que sea su vuelo, Teresa nunca pierde de vista la tierra que pisa y en la que nosotros nos batimos. El dolor de los pecados crece cuánto más cerca se está de Dios, pero al mismo tiempo esto le sirve, no para culpabilizaciones inútiles, sino para entender la grandeza y bondad de Dios. También muchos místicos han vivido esta experiencia como un modo de solidarizarse con los pecados de sus hermanos, de su tiempo, de la humanidad.

Luego viene el tema de la Humanidad de Cristo, al nivel del capítulo 22 de Vida. Para Teresa, la Humanidad de Jesús constituye el centro insuperable de la vida cristiana. Su cristocentrismo implica que la fe y la existencia cristiana no están fundadas en abstracciones ni en filosofías, sino en la existencia singularísima de una persona histórica que se llama Cristo Jesús.  Él es el centro orbital de nuestra vida (que es “vida en Cristo”). Sin Él la vida del cristiano se descentra, se desorbita, y eso es lo que quiere inculcar Teresa. Cada grado oracional (meditación, recogimiento, unión) acontece en relación con el misterio de Cristo y su humanidad. Aquí hace al final una mención a la Virgen, que también llegó a la plenitud por su especial relación con la humanidad santa de su hijo Jesús.

CAPÍTULO OCTAVO: De lo anterior se desprende, pues, que CRISTO es el hecho decisivo para Teresa, no solo doctrinal, sino también experiencialmente.  Habla también en este capítulo de la visión intelectual y espiritual. Este capítulo y el anterior forman una especie de díptico cristológico categórico; Lo primero, se asienta la tesis a nivel doctrinal: Cristo, Dios y hombre, es mediador de todas las gracias, tanto en escala ascendente como descendente. Y segundo, la prueba de esto: lo que Teresa llama “visión intelectual” de su Humanidad, en la que ahora mismo no vamos a detenernos, ustedes pueden leerlo. Eso sí, no pasemos de largo ante esta frase de Teresa en el # 10 y final de este capítulo: “No piense que, por tener una hermana cosas semejantes, es mejor que las otras; lleva el Señor a cada una como ve que es menester”.

CAPÍTULO NOVENO: Cristofanías en las sextas moradas, o visiones de Cristo en el desarrollo de la vida mística. “Trata este capítulo de cómo se comunica el Señor al alma por visión imaginaria y avisa mucho se guarden de desear ir por este camino”. Teresa habla, en el capítulo anterior, de la experiencia exquisitamente espiritual de la presencia de Cristo Jesús en su vida y en la de todo cristiano, más allá de lo sensible, como misterio de fe. Ahora, en este, pasa de la llamada “visión intelectual” a las “visiones imaginarias”, una nueva y prolongada cristofanía dentro de las experiencias del místico, que advierte Teresa que no debemos pedir estas visiones, por humildad (ya que no las merecemos) y porque puede ser peligroso (nuestra imaginación puede hacer ver lo que queremos, o el demonio, siempre presto, engañarnos por ahí). Dicen en el #16: “Créanme que es lo más seguro no querer sino lo que Dios quiere, que nos conoce más que nosotros mismos y nos ama. Pongámonos en sus manos para que sea hecha su voluntad en nosotras y  no podremos errar”.


CAPÍTULO DÉCIMO: La verdad los hará libres. Empieza la preparación para la morada siguiente y última, la de los grandes secretos, y para ello debe el orante pasar por dos zonas, una de luz y otra de fuego. Primero por la luz de la Verdad, y de ella trata este capítulo 10. Luego por la tensión de los deseos incontenibles, y de ellos tratará el CAPÍTULO ONCE. Así pues, VERDAD Y DESEOS son las dos alas con que emprender el vuelo a la región misteriosa de la última morada del castillo, donde pasan las cosas de más secreto entre Dios y el alma.

Leer en el Capítulo 10, el #3, y luego frases del 4 y el 6 (“Este gran Dios no nos ha dejado de amar a nosotras, aunque le hemos mucho ofendido”; “Andemos en verdad delante de Dios y de las gentes de cuantas maneras pudiéremos”; y en el #7 repite una vez más que “la humildad es andar en verdad”). Antes había citado el episodio de Jesús y Pilato, para dolerse diciendo: Cuán poco entendemos acá de esta Suma Verdad.

Luego, empieza así el 11: “Aunque haya muchos años  que reciba estos favores siempre gime y anda llorosa, porque de cada uno de ellos le queda mayor dolor. Es la causa de cómo a conociendo más y más las grandezas de su Dios y se ve estar tan ausente y apartada de gozarle, crece mucho más el deseo, porque también crece el amor mientras más se le descubre lo que merece ser amado este gran Dios y Señor. Y viene en estos años creciendo poco a poco este deseo, de manera que la llega a tan gran pena como ahora diré”. Estos grandes deseos hacen que Dios se experimente más como ausencia, despertando incontenibles anhelos… “Vivo sin vivir en mí”, los poemas de Teresa y de Juan describiendo esta experiencia, común a ambos. 

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...