martes, 29 de septiembre de 2020

MIRADAS AL "CÁNTICO"... (5)

 A partir de la canción cuarta de CÁNTICO la realidad se vuelve clara y elocuente, enviando mensajes de la presencia y hermosura de Dios. Todo se convierte en mediación, ascendente y descendente, entre Dios y el hombre. Las estrofas están agrupadas en tres bloques: pregunta primero a las criaturas irracionales para quedar el alma insatisfecha (estrofas 4-6); pregunta luego a las criaturas racionales con una mayor insatisfacción (estrofas 7-8); pregunta e interpela directamente al Amado, el único que puede dar razón de sí (estrofas 9-12). 

En la entrada anterior comentamos las canciones 4 y 5; recordemos algunas ideas del santo:

"El alma mucho se mueve al amor de su Amado Dios por la consideración de las criaturas, viendo que son cosas que por su propia mano fueron hechas" (4,3). 

"Las criaturas son como rastro del paso de Dios, por el cual se rastrea su grandeza, potencia y sabiduría y otras virtudes divinas" (5,3).

 Queda claro pues, que en lo creado podemos ver el rastro de Dios, pues las criaturas están vestidas de hermosura y dignidad, ya que Dios las miró todas en su Hijo. En la contemplación de lo creado, vemos a Dios, y crece el anhelo en el alma por el Creador: "Cuanto más el alma conoce a Dios, tanto más le crece el apetito y pena por verle" (6,2). 


¡Ay, quién podrá sanarme! 
Acaba de entregarte ya de vero; 
no quieras enviarme de hoy más ya mensajero, 
que no saben decirme lo que quiero.

Las criaturas despiertan el deseo de la esposa porque le hablan del Amado, pero no son Él; por eso la canción reclama la presencia directa y ya no a través de mensajeros, de mediaciones.  Es que se ha despertado un amor que no se contenta con menos que Dios mismo; esto supone pasar a una etapa nueva en el camino espiritual, es una noche del deseo y el paso al predominio de la vida teologal. Un anhelo de plenitud que no puede saciarse nunca, y que pone a la persona en un nivel nuevo de existencia. No es que se desentienda de la realidad, es que tiene una libertad nueva frente a todo; frente a las cosas, frente a las criaturas, también frente a las mediaciones religiosas. 

 "Todo lo que de Dios en esta vida se puede conocer, por mucho que sea, no es conocimiento de veras" (6,5). 

Pasamos ahora a la canción 7: ahora ya no son las criaturas irracionales las que dejan al alma llagada, sino también las racionales: ángeles y hombres. Porque al contemplarlos, es tan grande la inmensidad que descubre, que muere de amor. 

Y todos cuantos vagan 
de ti me van mil gracias refiriendo, 
y todos más me llagan, y déjame muriendo 
un no sé qué que quedan balbuciendo.

Habla el texto de tres maneras de penar por el Amado: herida, llaga y muerte; la primera es breve y pasa pronto; la segunda, dura más; en la tercera, la llaga se hace fístula, permanente. "La cuál vive muriendo hasta que, matándola de amor, la haga vivir vida de amor, transformándola en amor" (7,4). No muere, pero vive muriendo, y a eso llama "un no sé qué...". 


En la canción 8, "el alma va adelante con su querella y habla con la vida de su alma", y le dice:

Mas ¿cómo perseveras, 
¡oh vida!, no viviendo donde vives, 
y haciendo porque mueras 
las flechas que recibes 
de lo que del Amado en ti concibes?

 En el comentario del santo a esta canción aparecen algunas ideas que deben ser contextualizadas: el lugar del cuerpo y de la vida terrena , que aquí parecen por momentos ser minusvalorados, desde un contexto histórico y espiritual muy diferente al nuestro. Por ejemplo, en el #1, el alma se queja de la duración de la vida temporal, y parece contraponer vida corporal y vida espiritual. Contraposición dualista también entre alma y cuerpo (cárcel del alma, según esa visión). En el #3 de nuevo, habla de dos contrarios: vida natural en el cuerpo y vida espiritual en Dios (Son contrarios entre sí, por cuanto repugna el uno al otro); en uno el alma pena, con tormento, y en otro reposa, que es vida sabrosa. 

En realidad es el "hombre viejo" el que ha de morir, para que nazca y crezca Cristo en nosotros. 

miércoles, 23 de septiembre de 2020

MIRADAS AL "CÁNTICO"...( 4)

 Conocimiento propio, y luego consideración y conocimiento de las criaturas; por ahí empieza el conocimiento de Dios... "Vestidos los dejó de su hermosura".

Las tres primeras estrofas del poema han cantado el ansia de la esposa en pos del Amado; la fuerza interior que le hace salir de sí, y ponerse en camino. Ahora, hasta la estrofa 10, el amor se hace interpelación. Ya sabe de antemano que sólo Él podrá serle suficiente, pero el mundo es Suyo, tiene algo de Él. También  interpelar, dialogar con las criaturas, le permite al alma un momento de reposo en su búsqueda. Puede hablar de Él, encontrar sus huellas. Busca al Creador en las criaturas, al Absoluto en lo relativo; ahora puede mirar más allá de lo inmediato, y no quedarse en la superficie de lo que mira, sino vislumbrar en la pequeña luz de las criaturas la Luz que les hace ser


¡Oh bosques y espesuras, 
plantadas por la mano del Amado! 
¡Oh prado de verduras, de flores esmaltado!
 Decid si por vosotros ha pasado. 

Mil gracias derramando 
pasó por estos sotos con presura, 
y, yéndolos mirando, con sola su figura
 vestidos los dejó de hermosura.

Una primera mirada al mundo es englobante, dilatada, abarcadora: admira su belleza y rastrea desde lejos la presencia del Amado; luego, se detiene en lo concreto, en solitario por los bosques, para mirar los detalles, las flores, y hablar de Él, anticipando el encuentro futuro. 

(Estaría bien volver a leer las primeras páginas bíblicas, el primer relato de la creación, y escuchar la voz que dice una y otra vez: Y vio que era bueno...)

Al trascender la finitud, en la mirada amorosa contemplativa, en la búsqueda enamorada del Único,recobramos la mirada limpia para contemplar la creación. Así, la reconciliación con el cosmos viene a ser el fruto consumado de la purificación y, a la vez, el test primero de que nuestra búsqueda es auténtica. 

 A la luz de la fe, el amor cristiano percibe el mundo como Obra admirable de Dios, lleno de belleza en su riqueza y variedad; desde las cosas va al creador, le mueven a la alabanza. La fe madura, desde la experiencia del Amor, percibe en la creación, más hondamente, los atributos de Dios, como huellas que va dejando a su paso el Creador.  

El contemplativo ve el mundo como el espacio de la Encarnación de Aquel por quien y para quien fueron creadas todas las cosas. La Encarnación del Hijo, su humanidad, ha elevado al mundo a reflejo de la dignidad y hermosura del Hijo, pues  el Padre ha querido que sea a través de su Humanidad donde se nos manifieste plena y definitivamente

Eso sí, como dice el Santo, su Presencia será "de paso y con prisa"; es decir, son mediaciones en las que nos detenemos solo lo necesario, pues, por hermosas que sean, nuestra meta está más allá.

Leamos despacio las estrofas del poema y el comentario del Santo, y dejemos que sus intuiciones se hagan nuestras, y despierten nuestra propia visión...


jueves, 17 de septiembre de 2020

MIRADAS AL "CÁNTICO"... (3)


  Seguimos leyendo el CÁNTICO de San Juan de la Cruz; lectura pausada, personal, no para descubrir profundidades literarias o teológicas, sino para escuchar al Espíritu, que nos habla en el testimonio, existencial o escrito, de quienes nos han precedido en la fe. Leemos el poema, cada canción de modo particular, e incluso escuchamos algunas versiones musicalizadas; y todo ello nos ayuda a interiorizar el mensaje, sirviéndonos de los comentarios del santo.

Ya hemos visto las tres primeras canciones: la primera, habla de búsqueda y de pérdida; la segunda, de acudir a mediaciones (pastores) para preguntar por el Amado; la tercera, es el momento ascético del poema, virtudes y renuncias.  De estas dos últimas canciones seguimos comentamos aquí:

Pastores, los que fuerdes

allá por las majadas al otero,

si por ventura vierdes

aquel que yo más quiero,

decilde que adolezco, peno y muero.

 San Juan de la Cruz presenta la segunda canción de este modo: “En esta canción el alma se quiere aprovechar de terceros y medianeros para con su Amado, pidiéndoles le den parte de su dolor y pena; porque propiedad es del amante, ya que por la

presencia no pueda comunicarse con el amado, de hacerlo con los mejores medios que puede; y así, el alma, de sus deseos, afectos y gemidos se quiere aquí aprovechar como de mensajeros que tan bien saben manifestar lo secreto del corazón a su Amado”. A esos mediadores les llama “pastores”, refiriéndose a sus propios deseos, afectos y gemidos, y también a los ángeles o mensajeros, que sirven de enlace entre nosotros y Dios. En este comunicar, advierte, ha de estar presente el “verdadero amor”. No se trata de manera formales que botan del mero cumplimiento, ni de un arrebato momentáneo: la búsqueda del Amado es un largo camino, de toda la vida, de la vida real, para que madure y sazone el amor.

 Advierte que, aunque a veces no nos lo parece, Dios acude siempre en el momento oportuno, y que la aparente demora no ha de acobardarnos; señal de amor verdadero es que el alma adolece, pena y muere por su amado. Estas tres realidades, refieren a las tres potencias del alma: entendimiento, voluntad y memoria. Luego las refiere también a las tres virtudes teologales: fe, caridad y esperanza.

 En fin, dice: “Es de notar que el alma en el dicho verso no hace más que representar su necesidad y pena al Amado; porque el que discretamente ama no cura (cuida) de pedir lo que le falta y desea, sino de representar su necesidad para que el Amado haga lo que fuere servido… Y esto por tres cosas: la primera, porque mejor sabe el Señor lo que nos conviene que nosotros; la segunda, porque más se compadece el Amado viendo la necesidad del que le ama y su resignación; la tercera, porque más seguridad lleva el alma acerca del amor propio y propiedad en representar la falta, que en pedir a su parecer lo que le falta. Ni más ni menos hace ahora el alma representando sus tres necesidades, y es como si dijera: decid a mi Amado que, pues adolezco, y él solo es mi salud, que me dé mi salud; y que, pues peno, y él solo es mi gozo, que me dé mi gozo; y que, pues muero, y él solo es mi vida, que me dé mi vida”.

 La tercera canción dice así:

Buscando mis amores,

iré por esos montes y riberas;

ni cogeré las flores,

ni temeré las fieras,

y pasaré los fuertes y fronteras.

Pero al alma no le bastan gemidos y oraciones, ni mediación de terceros, sino que tiene que hacer las diligencias de su parte que le corresponden; “porque el alma que de veras a Dios ama, no empereza hacer cuanto puede por hallar al Hijo de Dios, su Amado; y aun después que lo ha hecho todo, no se satisface ni piensa que ha hecho nada”. Así pues, aquí aparece el modo en que esa alma, transida de amor, ha de buscar al Amado, y es de dos maneras: ejercitándose en virtudes y ejercicios espirituales de la vida activa y contemplativa. Como antes dije, esta es la estrofa ascética del poema, que no desentona para nada, porque nada hay más exigente y radical que el amor.

Porque, la persona ha de salir de sí, obrar lo que le corresponde, determinada a salir de sus gustos, consuelos y quereres inútiles, con tal de tener consigo a Dios. Porque, “el que busca a Dios, queriéndose estar en su gusto y descanso, de noche le busca, y así no le hallará”.

En ese salir, buscando mis amores, ha de ir por montes (virtudes) y riberas (mortificaciones), procurando tener un corazón desnudo y fuerte; por ello, ni cogeré las flores, ni temeré las fieras. Por flores entiende los gustos, contentamientos y deleites de esta vida (temporales, sensuales y espirituales), pues si se queda en ellos con apego pueden ocupar el corazón, quitarle libertad, impedirle avanzar. Advierte el santo que: “no sólo los bienes temporales y deleites corporales impiden y contradicen el camino de Dios, mas también los consuelos y deleites espirituales, si se tienen con propiedad o se buscan, impiden el camino de la cruz del Esposo Cristo”.

Pero también habla de fieras, fuertes y fronteras, a los que no hay que temer; aquí refiere a los famosos tres enemigos del alma: mundo, demonio y carne.  San Juan de la Cruz ha escrito sobre ellos en sus CAUTELAS y AVISOS A UN RELIGIOSO, pueden acudir a esos textos para entender a lo que se refiere, y leer en este propio texto las explicaciones referidas a estos tres términos.

 En resumen: que el alma para salir a buscar a su Amado, necesita constancia y valor para no detenerse y bajarse a coger las flores, y ánimo y valor para no temer las fieras, y fortaleza interior para pasar los fuertes y fronteras; entiendo que ha de ir por los montes y riberas de virtudes y purificaciones.

 Para entender adecuadamente lo anterior, recordar: 

1. Que se trata de un camino de amor lo que se nos propone; si no fuera el amor lo que nos impulsa, no entenderíamos ni sería posible asumir todas estas exigencias. 

2. Que el santo asume el seguimiento con radicalidad: sí o no, blanco o negro; pero que entre ambos extremos hay un proceso, una gradualidad, una progresión.  

3. Que Dios no actúa según nosotros, sino según Él, y por eso nos acompaña siempre, aun escondido, en esta búsqueda.  No es un camino que hacemos solos.

4. Que no se trata de dar la espalda al mundo, a la realidad, sino de ser libres, frente a dependencias de toda índole que nos lastran; para subir alto, necesitamos un equipaje ligero. 

En las propuestas de nuestro santo, propias de un religioso de talante contemplativo, y en un contexto diferente al nuestro, puede faltar la dimensión social de la fe, y esa tenemos que añadírsela nosotros.

Sigamos leyendo…

lunes, 7 de septiembre de 2020

SALÍ TRAS TI CLAMANDO...

"Por haberse, pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar alguna luz en general, pues V. R. así lo ha querido. Y esto tengo por mejor, porque los dichos de amor es mejor dejarlos en su anchura, para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un sentido a que no se acomode todo paladar. Y así, aunque en alguna manera se declaran, no hay para qué atarse a la declaración; porque la sabiduría mística (la cual es por amor, de que las presentes canciones tratan) no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma...".
San Juan de la Cruz
Cántico B, prólogo 2

Ya lo dice el santo: el poema contiene ya los dichos de sabiduría mística en toda su anchura; comentarlos es abreviarlos, empobrecerlos. Así parece el santo desacreditar su propia obra de comentador: lo que dirá allí no corresponde a la realidad, es un fracaso previsto. No obstante, y aunque el comentario  no es ni sombra del poema, nos acercamos a él con la certeza de que algo nos alumbrará Juan de la Cruz con sus reflexiones, que mucho de su propia experiencia espiritual tendrán.

"La primera estrofa: A dónde te escondiste, la canta un alma llena de heridas místicas, pidiendo gloria a las claras, según el comentarista. Pero cada uno de nosotros siente que, repitiéndola desde las ansias más pobres y turbias de la propia existencia (sin llagas místicas), la canción expresa con total fidelidad lo que pensamos, sentimos, anhelamos. Como si la hubiera compuesto para la situación personal de cada uno" (Federico Ruiz). 

sábado, 5 de septiembre de 2020

MIRADAS AL "CÁNTICO"... (2)

Sigo leyendo CÁNTICO, ahora a partir del #10 de la primera canción: Llamados a la intimidad con Dios, a buscarle en nuestro interior; a escondernos con Él, que está escondido, a crecer en amor. Somos llamados a vivir en intimidad y comunión con Dios ya en esta vida, como adelanto de la futura, y Dios nos irá comunicando sus secretos; debemos buscarle en fe y en amor, porque en esta vida nunca le conoceremos plenamente, aun cuando vivamos buscando su voluntad (Ex 33, 22). Dice Juan que estos son como dos mozos de ciego que nos guían, para ir por dónde no sabemos, hasta lo escondido de Dios. La fe son los pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que la encamina. Porque le buscamos escondido, dic e: “nunca te quieras satisfacer en lo que entendieres de Dios, sino en lo que no entendieres de él; y nunca pares en amar y deleitarte en eso que entendieres o sintieres de Dios, sino ama y deléitate en lo que no puedes entender y sentir de él; que eso es, como habemos dicho, buscarle en fe” (#12). Dios nunca deja de ser misterio, y cuanto más cerca estemos de él, más nos parecerá tiniebla; por eso lo mejor es tenerle siempre por “escondido” (o por descubrir).

En el # 13 comenta la frase: “Amado, y me dejaste con gemido”. El trato con Dios es trato de amor: “Cuando Dios es amado, con grande facilidad acude a las peticiones de su amante”, y “De Dios no se alcanza nada si no es por amor”. Dice entonces que algunos llaman a Dios Amado, y no lo es de verdad, porque no tienen en él su corazón, y por ello su suplica tiene menos valor para Dios, y no la alcanzan. Esto no lo entiende bien, porque parecería que el amor que Dios nos tiene depende de nuestro amor a él, que no es incondicional. La ausencia del Amado causa una herida en el amante, y de ahí el gemido, porque con nada se contenta quien anhela a Dios, porque, “la satisfacción del corazón no se halla en la posesión de las cosas, sino en la desnudez de todas ellas y pobreza de espíritu”. Ese gemido no cesa ni siquiera en aquel que vive acá cerca de él, aunque es un gemido pacífico y no penoso, en esperanza de lo que falta… porque “donde hiere el amor, allí está el gemido de la herida clamando siempre en el sentimiento de la ausencia”.

 Porque, de alguna manera, alguna comunicación ha recibido el alma de parte de su Amado, pero como es algo temporal, como un toque, ella queda luego sola y seca, y por eso dice: Como el ciervo huiste… Por la presteza de mostrarse y esconderse, por las visitas que hace (para regalarlas y animarlas), y luego las ausencias y desvíos (para probarlas y humillarlas y enseñarlas), el alma queda herida (habiéndome herido), “Que es como si dijera: no sólo me bastaba la pena y el dolor que ordinariamente padezco en tu ausencia, sino que, hiriéndome más de amor con tu flecha y aumentando la pasión y apetito de tu vista, huyes con ligereza de ciervo y no te dejas comprehender algún tanto” (#16).

 El santo describe a continuación una experiencia que conocemos bien en Teresa, y que suele llamarse “transverberación”. La visita del Amado con “unos escondidos toques de amor, a manera de saeta de fuego, hieren y traspasan el alma y la dejan toda cauterizada con fuego de amor”.; el santo les llama “heridas de amor”. Los apetitos y afectos de la persona en esas experiencias se conmueven y mudan en divinos, y “el alma por amor se resuelve en nada, nada sabiendo sino amor” (#18). El alma se queja, no de la herida, que es salud para ella, sino que no la hiriese más hasta matarla de amor, y fundirse con el Amado.

 Son heridas espirituales de amor, que avivan el deseo de ver a Dios, el salir de sí para entrar en él: “Salí tras ti clamando y eras ido”. En el #20 leemos: “En las heridas de amor no puede haber medicina sino de parte del que la hirió; y, por eso, esta herida alma salió en la fuerza del fuego que causó la herida tras de su Amado que la había herido, clamando a él para que la sanase”. Este salir se entiende de dos maneras: saliendo de todas las cosas (aborrecimiento y desprecio de ellas), y saliendo de sí misma (por olvido de sí).  

 Queda entonces la última frase: “Y eras ido”. Porque habiendo renunciado a todo por el Amado, desasida de lo uno y lo otro, ahora pena porque el Amado no se le ha entregado, provocándole una enorme pena y tormento.

  

jueves, 3 de septiembre de 2020

MIRADAS AL "CÁNTICO"... (1)

"¿A dónde te escondiste, Amado/ y me dejaste con gemido?/ Como el ciervo huiste, habiéndome herido;/ salí tras ti clamando, y eras ido" (San Juan de la Cruz)

Palabras clave: Amor/herida-búsqueda/ausencia

 La canción anterior brota indudablemente de un corazón enamorado. El anhelo del alma (de la persona) es unirse a Dios, el Amado, porque ha comprendido que  únicamente Él colma, llena; y quiere unirse no de modo exterior o accidental, sino esencialmente. No se conforma ya con una práctica religiosa meramente formal, ni con un cumplimiento superficial de ciertas normas o preceptos: quiere más. Ese deseo brota de una herida, de una ausencia, que el alma percibe cuando “cae en la cuenta”, cuando despierta, cuando “ve”. Cristo está, dice la Palabra, en el seno del Padre, y para encontrarle, tenemos que crecer y ahondar en la comunión con él, es decir, entrar, ser parte, en esa intimidad de amor

Esto es fundamental: este es un camino, un viaje, que implica una decisión, una elección, una toma de partido radical. Ahora voy entendiendo que debo ser capaz de dejar, incluso lo bueno, por alcanzar lo mejor; porque me mueve el amor, y porque voy con la fe, es decir, con la certeza de que ese amor que busco y recibo al mismo tiempo, que es presencia y ausencia, no me falta nunca. Y el alma ya no pide saber simplemente: pide participar de esa comunión de amor en que viven el Padre y el Hijo por el Espíritu.

 “El Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma; por tanto, el alma que le ha de hallar le conviene salir de todas las cosas según la afección y voluntad y entrarse en sumo recogimiento dentro de sí misma, siéndole todas las cosas como si no fuesen” (6). 

Esto no implica un despojo total, ni tampoco no reconocer nuestras necesidades humanas elementales; Juan de la Cruz habla personas consagradas en primer lugar, pero su propuesta vale también para quienes siguen a Cristo en medio de las vicisitudes cotidianas. Podemos y tenemos que usar los bienes materiales (comer, vestirnos, cuidarnos), y también necesitamos recibir y dar amor, para crecer humana y espiritualmente. Pero el santo nos invita (como lo hace Teresa) a que lo hagamos con libertad interior (“como si no fuesen”), huyendo de posesiones y afectos que nos esclavicen y limiten en nuestra subida al monte de Dios. 

Pero, podemos preguntar: Está bien, yo renuncio voluntariamente a muchas cosas, pero luego, cuando busco a Dios, no le encuentro, no le siento. Dice Juan que Dios está: ¿Cómo es ese estar de Dios? Porque a veces me parece estar sin él… Y Juan responde:

Por grandes comunicaciones y presencias, y altas y subidas noticias de Dios que un alma en esta vida tenga, no es aquello esencialmente Dios, ni tiene que ver con él, porque todavía, a la verdad, le está al alma escondido, y por eso siempre le conviene al alma sobre todas esas grandezas tenerle por escondido y buscarle escondido… Porque ni la alta comunicación ni presencia sensible es cierto testimonio de su graciosa presencia, ni la sequedad y carencia de todo eso en el alma lo es de su ausencia en ella” (3).

Entonces: “Está, pues, Dios en el alma escondido, y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo”. De eso trata precisamente la propuesta de Juan: emprender un camino de interiorización, para ahondar en el conocimiento propio, y adentrarse, por el camino de la oración, hacia ese lugar secreto donde Dios y el alma pueden conversar sin velos. 

Aquí entonces la mirada positiva sobre el ser humano y su condición: “¡Oh, pues, alma hermosísima entre todas las criaturas, que tanto deseas saber el lugar donde está tu Amado, para buscarle y unirte con él! Ya se te dice que tú misma eres el aposento donde él mora y el retrete y escondrijo donde está escondido; que es cosa de grande contentamiento y alegría para ti ver que todo tu bien y esperanza está tan cerca de ti, que esté en ti, o, por mejor decir, tú no puedas estar sin él”. 

Dos citas bíblicas para confirmarlo:  Que el reino de Dios está dentro de vosotros, y Vosotros sois templo de Dios”. En eso radica la dignidad del ser humano; ahí está la certeza que nos sostiene en el camino de la fe: Dios está, Dios nunca nos falta. No podemos ser, estar ni existir sin Él.

Pero, ¿y el pecado?: “Grande contento es para el alma entender que nunca Dios falta del alma, aunque esté en pecado mortal, cuánto menos de la que está en gracia”. El esfuerzo y la confianza de la mano; luchar cada día por vencer el pecado, no para que..., sino porque... 

 Pregunta nuestro santo entonces: ¿Qué más se puede pedir?:

 “¿Qué más quieres, qué más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino, que es tu Amado, a quien desea y busca tu alma? Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora, y no le vayas a buscar fuera de ti, porque te distraerás y cansarás y no le hallarás ni gozarás más cierto, ni más presto, ni más cerca que dentro de ti. Sólo hay una cosa, que, aunque está dentro de ti, está escondido. Pero gran cosa es saber el lugar donde está escondido para buscarle allí a lo cierto. Y esto es lo que tú también aquí, alma, pides cuando con afecto de amor dices: ¿Adónde te escondiste?”.

En resumen: hermosura del alma, misterio del amor infinito que mora en ella; invitación a no estar derramados, sino a buscar en lo interior, a recoger los sentidos, a estarse con Él en intimidad, a “esconderse”. Esto no es una invitación a escapar de lo real, a alienarse, ni a dar la espalda a las necesidades de nuestro prójimo o a las injusticias del mundo presente. Esto significa que no podemos ayudar ni aportar si no partimos de esa intimidad con Aquel que lo sostiene todo. 

Ahora, vamos a detenernos brevemente en una palabra: ESCONDIDO/Esconderse...

Puesto que está en mí el que ama mi alma, ¿cómo no le hallo ni le siento? La causa es porque está escondido, y tú no te escondes también para hallarle y sentirle. Porque el que ha de hallar una cosa escondida, tan a lo escondido y hasta lo escondido donde ella está ha de entrar, y, cuando la halla, él también está escondido como ella.” (9)

Que Dios está, pero está escondido, significa que su dar pide una respuesta de parte nuestra, una esfuerzo, un disponerse (que no contradice  lo gratuito del don). Para encontrar hay que buscar; para ganar hay que perder. Para vivir hay que morir. Esa aparente contradicción está en el misterio de la vida, que se gana dándola. 

Dios está hay, delante de nosotros, pero "escondido". ¿dónde? Por ejemplo: en la creación, en el prójimo, en la alegría y en el dolor, en la historia, en los desafíos, en la enfermedad; en los momentos hermosos de nuestra historia personal, y en los tristes y difíciles también. 

Así terminamos esta primera lectura, escuchando a San Juan de la Cruz decirnos: “¡Ea, pues, alma hermosa!, pues ya sabes que en tu seno tu deseado Amado mora escondido, procura estar con él bien escondida, y en tu seno le abrazarás y sentirás con afección de amor”.

 Les propongo que leamos detenidamente el texto compartido, y luego lo confrontemos con el primer capítulo de las MORADAS de Teresa; hay muchos elementos en común, y con otros pasajes de la obra teresiana. Aunque nuestros dos santos escriben desde experiencias diferentes y con diferente lenguaje, coinciden en lo esencial. Y eso esencial es el fundamento necesario a todo proyecto de vida espiritual, o vida de oración, que queramos vivir. 

miércoles, 2 de septiembre de 2020

ALGUNAS IDEAS SOBRE EL CÁNTICO, de San Juan de la Cruz


Introducción
: El título del libro no es original del santo; le puso ese nombre un editor, pensando en su relación con el Cantar de los Cantares bíblico. En los códices aparece como “Declaración de las canciones que tratan del ejercicio de amor entre el alma y el esposo Cristo”. Aunque el santo tiene otros poemas o canciones, cuando se dice Las Canciones… se refiere a este libro en particular. 

La obra ha llegado a nosotros en dos redacciones: Cántico A y Cántico B; ambas son auténticas. El poema no nació todo junto, de un golpe de inspiración, sino que se escribió en diferentes etapas; las primeras 31 canciones en la cárcel de Toledo; las tres siguientes cuando era rector del colegio de Baeza; las cinco últimas posiblemente siendo prior en Granada. 

Tampoco el comentario a los poemas, la prosa, se escribió de un golpe; las carmelitas le fueron obligando a comentar una u otra canción, según iba pasando por sus conventos y él se las declaraba. Nacieron del diálogo espiritual entre ellos. 

Los libros de San Juan de la Cruz no tuvieron la misma fortuna que los de Teresa, de la que conservamos varios autógrafos; ninguna de las versiones del Cántico se conserva de la mano del Santo, pero sí disponemos de muchas copias, muy bien validadas, e incluso con notas y tachaduras de su autor. 

El santo dedicó este libro a la Madre Ana de Jesús (Lobera), que estableció con Juan una fuerte amistad espiritual, sobre todo ya en el período en que ambos coincidieron en Granada. Es ella la que luego en años posteriores fundaría el Carmelo Descalzo en Francia y Bélgica. 

El tema de este libro es el AMOR: emerge sin restricciones, con toda la fuerza de una vocación; en él “todo se mueve por amor y en el amor”. Cántico es la obra predilecta de Juan, su creación más querida y laboriosa, a juzgar por los cuidados constantes que le dedica. La obra es un reflejo de la propia alma del santo, pues ha vivido su vida, su camino espiritual, en clave de amor, con luces y tinieblas; amor no solamente al final, en la unión plena con el Amado, sino en cada tramo del camino. Sin el amor como sostén del camino y meta final no se entenderían las renuncias que el santo proponer, ni valdría la pena imitarle en esta búsqueda. 

Nosotros vamos a seguir el CÁNTICO B, o segunda redacción, el que ha recibido más atención, por ser más completo, más amplio y claro doctrinalmente. Suele ser el preferido de los lectores que buscan en esta obra experiencia y mística y guía espiritual. 

En el prólogo de su obra San Juan de la Cruz nos propone unas claves para poder entender su propuesta

1. La sabiduría y el amor de Dios son inmensos y, por lo mismo, inefables. 

2. La experiencia que de ellos hace el alma, movida por el Espíritu Santo, participa de esa misma inmensidad e inefabilidad. 

3. Renuncia, en principio, a toda expresión adecuada. 

4. Por lo que tratará de dar un pálido reflejo de la realidad viva a base del símbolo, como hace la Escritura en el Cantar de los cantares. 

5. El símbolo encuentra su marco apropiado en la poesía. 

6. La experiencia se degrada ulteriormente al ser explicada con términos conceptuales y en prosa. 

7. Dentro de esos límites, Juan se propone otros más restringidos: explicará solamente algunos puntos elevados de oración. 

8. Invita al lector a que se ayude del comentario, con toda libertad y vaya luego directamente al poema, y allí vislumbre la realidad mística. 

9. Así el lector dispone de una doble vía de acceso: la teología y la experiencia mística; la segunda muy superior a la primera. 

10. El prólogo de la obra ayuda lo mismo para la lectura del poema y del comentario. 

Algunos autores han querido hacer coincidir el proceso vivencial del santo con el proceso redaccional del poema o del comentario, lo cual parece difícil de sostener; lo cierto es que Cántico tiene un fondo abundante de experiencia personal depurada de detalles y anécdotas, y enriquecida con el estudio, la experiencia ajena y la reflexión del santo. 

ESQUEMA: 

El orden que llevan las canciones, según la mente de su autor, abarcan desde que el alma empieza a servir a Dios hasta que llega a su último estado de perfección (matrimonio espiritual). 

#Vía purgativa… Principiantes… Canciones 1-5 

#Vía iluminativa…Aprovechados… Canciones 6-12 

#Vía unitiva… Perfectos (desposorio y matrimonio) … 

Canciones 13-35 

#Estado beatífico… Canciones 36-40 

También podemos entenderlo de este otro modo

Canciones 1-12: Búsqueda ansiosa. 

Canciones 12-21: Encuentro de amor 

Canciones 22-35: Unión plena 

Canciones 36-40: Aspiración a gloria.

(Tomado de la introducción al libro, en OBRAS COMPLETAS de San Juan de la Cruz, y otros textos). 

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...