jueves, 13 de julio de 2023

MARÍA Y EUCARISTÍA

"Así como Iglesia y Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía. Por eso, el recuerdo de María en el celebración eucarística es unánime, ya desde la antigüedad, en las Iglesias de Oriente y Occidente.

En la Eucaristía, la Iglesia se une plenamente a Cristo y a su sacrificio, haciendo suyo el espíritu de María. Es una verdad que se puede profundizar releyendo el Magnificat en perspectiva eucarística. La Eucaristía, en efecto, como el canto de María, es ante todo alabanza y acción de gracias. Cuando María exclama « mi alma engrandece al Señor, mi espíritu exulta en Dios, mi Salvador », lleva a Jesús en su seno. Alaba al Padre « por » Jesús, pero también lo alaba « en » Jesús y « con » Jesús. Esto es precisamente la verdadera « actitud eucarística ».

Al mismo tiempo, María rememora las maravillas que Dios ha hecho en la historia de la salvación, según la promesa hecha a nuestros padres (cf. Lc 1, 55), anunciando la que supera a todas ellas, la encarnación redentora. En el Magnificat, en fin, está presente la tensión escatológica de la Eucaristía. Cada vez que el Hijo de Dios se presenta bajo la « pobreza » de las especies sacramentales, pan y vino, se pone en el mundo el germen de la nueva historia, en la que se « derriba del trono a los poderosos » y se « enaltece a los humildes » (cf. Lc 1, 52). María canta el « cielo nuevo » y la « tierra nueva » que se anticipan en la Eucaristía y, en cierto sentido, deja entrever su 'diseño' programático. Puesto que el Magnificat expresa la espiritualidad de María, nada nos ayuda a vivir mejor el Misterio eucarístico que esta espiritualidad. ¡La Eucaristía se nos ha dado para que nuestra vida sea, como la de María, toda ella un magnificat!".

Juan Pablo II, Iglesia en Eucaristía

viernes, 7 de julio de 2023

MARÍA: A MAYOR GLORIA DE DIOS

"María no es Dios. No es una diosa. No es ese sustitutivo «necesario» para salvaguardar la excesiva masculinización de lo divino. María es un personaje histórico. Es nuestra hermana. Pertenece a nuestra historia. Es verdad que los datos historiográficamente fiables que de ella tenemos son muy pocos. En no pocas ocasiones, lo único que podemos decir es que «confiamos razonablemente que detrás de no pocas consideraciones teológicas de la revelación hay acontecimientos históricos a los que no nos ha sido dado tener acceso y verificación». Pero, si la mariología no dispusiese de un fundamento histórico, podría convertirse en mariolatría, o en teología mítica. Ese ha sido el peligro que siempre ha amenazado y que en no pocas ocasiones habrá que seguir conminando. Los caminos para conseguirlo son varios y un poco complejos. 

 Una visión excesivamente patriarcal de Dios dentro del cristianismo repercute negativamente en la mariología. A Dios se le reservará la imagen paterno-masculina de lo divino; en María habrá que volcar compensatoriamente la imagen materno-femenina de lo divino, con la consiguiente equiparación a Dios. Hablar de María como «rostro materno de Dios», o el «rostro femenino de Dios», puede llevar a convertirla prácticamente en una diosa. De hecho, el culto a María en la época post-constantiniana y en el ámbito mediterráneo llegaba en no pocos lugares a configurarse como el culto a la Gran Madre, a las deidades femeninas.

 La única forma de conminar esta propensión idolátrica es desarrollar una visión del mundo no androcéntrica, una teología que utilice todas las metáforas, alegorías, símbolos humanos para hablar de lo divino, sin discriminaciones patriarcales. El día en que los creyentes clamemos a Dios «Padre, Madre» con naturalidad, ese día quizá nos preguntemos: «¿Y qué queda para María?». Habremos iniciado el camino de una auténtica mariología. Pero se necesita mucha audacia, creatividad, para lograr una imagen inclusiva de lo divino.


María es, en otras ocasiones, excesivamente identificada con la Trinidad. Es paradigmático el desarrollo mariológico del medioevo. Se trata de un fenómeno complejo, aunque voy a reducirlo a una  brevísima descripción. La escolástica, en su sistematización del pensamiento griego, partía del supuesto de que lo femenino/materno era esencialmente pasivo. Dios, en cambio, es Acto puro, esencialmente activo. La imagen medieval de Dios como acto puro era, por consiguiente, poderosamente androcéntrica. El poder del Padre Dios se reflejaba en María. En este sentido, a ella eran dirigidos salmos e himnos a la divinidad adaptados a ella. En María contemplaba el pueblo la misericordia, mientras en Dios Padre contemplaba la justicia. Se veía en María la omnipotencia suplicante. Incluso se hablaba de ella como más misericordiosa que su Hijo. Era proclamada reina de la misericordia.

 En María emergía un nuevo principio de redención, de satisfacción, que no era plenamente identificable con el principio cristológico. Ya no en el medioevo, sino en nuestro tiempo, algunos han visto en Jesús la manifestación masculina de Dios Padre, mientras en María han visto su revelación femenina. Otros han interpretado que la mariología ha servido de equilibrio en una teología ausente de pneumatología. María se habría convertido en el sustitutivo del Espíritu Santo. De hecho, a María se le han atribuido no pocas funciones del Espíritu. La propuesta de Leonardo Boff de contemplar a María como hipostáticamente unida al Espíritu Santo (El rostro materno de Dios) revela los pasos zozobrantes de la teología actual para comprender adecuadamente la verdad sobre María. El avance de la cristología y la pneumatología han servido para resituar la mariología en su auténtico ámbito teológico.

 Mucho queda todavía por investigar. La Mujer, puesta en el centro de la historia, se ha convertido en correctivo a las imágenes de lo divino. Ella ha guardado todo aquello que nuestra limitación, nuestra prepotencia, había arrancado a lo divino. La devoción mariana y la teología mariológica son por ello ámbitos en los cuales podemos comprender el misterio santo de Dios con lenguaje y símbolos femeninos.

 María nos proyecta fuera de ella misma, a la trascendencia de Dios, al misterio insondable. La auténtica mariología es aquella que tiene como finalidad «ad maiorem Dei gloriam».

José C.R. García Paredes
Mariología

miércoles, 24 de mayo de 2023

TERESITA... EL CAMINITO

 


La expresión "caminito" o "petit voie" aparece sólo dos veces en los escritos de Teresa (si bien ella la utilizase en la comunicación oral). Y esas dos veces, aparece precisamente cuando la santa refiere en junio de 1887 su gran descubrimiento (que había ocurrido en el otoño de 1884): encontrar "un caminito muy recto y muy corto, un pequeño camino totalmente nuevo", distinto de la "dura escala de la perfección", que ella, retenida en su "pequeñez" y sus "imperfecciones", se halla "demasiado pequeña para subir". Esta nueva senda debe conducir a la "cumbre de la santidad", y consiste en hacerse conducir "como por un ascensor", por "los brazos" de Jesús.

Bajo esas múltiples imágenes, el dinamismo de esta pequeña senda brota de la confianza en la misericordia divina, en el amor salvador y santificante de Dios al que muy pronto Teresa se ofrecerá como víctima, el 9 de junio de 1895.

(Diccionario de Santa Teresa de Lisieux)

jueves, 11 de mayo de 2023

AVISOS DE TERESA DE JESÚS A SUS FRAILES

"Normalmente, la Madre, en sus obras, se dirige a sus monjas. Camino de Perfección es un tratadillo dedicado a instruirlas. En las Fundaciones, su perspectiva se abre a un auditorio mixto de manera explícita en diversos momentos:

«Ahora estamos todos en paz, Calzados y Descalzos. No nos estorba nadie a servir a nuestro Señor. Por eso, hermanos y hermanas mías, pues tan bien ha oído sus oraciones, prisa a servir a Su Majestad» (F 29, 32).

Sin embargo, existe un texto en el que Teresa tiene presentes exclusivamente a los varones de su Orden: los Cuatro avisos a los Padres Descalzos. Se trata de media página que ella insertó pegándola al final del capítulo 27 de las Fundaciones:

«Estando en San José de Ávila, víspera de Pascua del Espíritu Santo, en la ermita de Nazaret, considerando en una grandísima merced que nuestro Señor me había hecho en tal día como éste, veinte años había, poco más o menos, me comenzó un ímpetu y hervor grande de espíritu, que me hizo suspender. En este gran recogimiento entendí de nuestro Señor lo que ahora diré:

Que dijese a estos Padres Descalzos de su parte que procurasen guardar esas cuatro cosas, y que mientras las guardasen siempre iría en más crecimiento esta religión, y cuando en ellas faltasen entendiesen que iban menoscabando de su principio. La primera, que las cabezas estuviesen conformes. La segunda, que aunque tuviesen muchas casas, en cada una hubiese pocos frailes. La tercera, que tratasen poco con seglares, y esto para bien de sus almas. La cuarta, que enseñasen más con obras que con palabras.

Esto fue año de 1579. Y porque es gran verdad, lo firmo de mi nombre».

¿Qué quería decir aquí Teresa de Jesús con esta especie de testamento para sus hijos, los carmelitas descalzos? 
Existe un magnífico comentario a estos avisos, y seguimos aquí las líneas que en él se marcan: Su autor es el P. Tomás Álvarez
«Sobre los “cuatro avisos” de la Santa» en la revista Monte Carmelo 114 (2006) 257-299.

El primero de los avisos es “que las cabezas estuviesen conformes”. “Las cabezas” alude a los responsables del grupo, y que estén “conformes” no significa –como bien subraya el P. Tomás Álvarez– que haya uniformidad, sino más bien que sean concordes, que haya unidad de criterios a la hora de orientar la Orden y de tomar decisiones, ya que ella, aunque fuera la Madre fundadora y líder espiritual, carecía de «poderes fácticos y jurídicos», todos en manos de los varones. Había problemas de jurisdicción, pero también había disensiones internas y celos entre las “cabezas” del grupo. Recordemos, por citar solo un caso, que la Madre Teresa le pide a Jerónimo Gracián que no sepa el P. Antonio cuántas cartas le manda a él, mientras al otro tan pocas, para que no se acrecienten las envidias. Tras la muerte de la santa, desgraciadamente, la rama masculina se vería pronto envuelta en disensiones y rivalidades.

El segundo aviso: “que aunque tuviesen muchas casas, en cada una hubiese pocos religiosos” hace referencia al deseo de Teresa de que en las comunidades masculinas, como ya sucedía en las femeninas, pudiese haber un ambiente familiar. Esta era una propuesta a contracorriente de lo que solían ser la vida religiosa en su tiempo, como se puede comprobar por las palabras de uno de los delatores de la santa ante la inquisición, el dominico Juan de Lorenzana, que se sirvió de este dato para demostrar la falsedad de sus revelaciones. Decía así:

«Este aviso no pudo ser de Dios, porque sabemos por experiencia clara que en las casas de muchos frailes se guarda mejor la religión y constituciones y hay grandísima ventaja en esto a las casas de pocos frailes»¹.

El tercer aviso: «traten poco con seglares, y esto para bien de sus almas». El verbo “tratar”, recordemos que es el mismo que usa la santa para referirse a la oración mental, trato de amistad con quien sabemos nos ama. El P. Tomás Álvarez, al referirse a este punto, trae también a colación esta frase del Libro de la Vida: «Aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo» (Vida 7, 20). Teresa busca fomentar la comunicación en el interior del grupo. Por otro lado, ya había dicho a las monjas en Camino de Perfección: «Que vuestro trato sea siempre ordenado a algún bien de quien hablareis» (C 20, 3-4). Y también había dado esta otra consigna: «procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar y no se atemoricen y amedrenten de la virtud» (C 41, 7). Viene a recordar a sus descalzos que su interés ha de ir siempre dirigido al bien espiritual de los demás.

Y el último aviso es de una claridad meridiana: «que enseñasen más con obras que con palabras». Es una consigna muy propia de Teresa. A sus monjas, en Camino de Perfección, les había hecho ver que un gesto de humildad, como es dejarse condenar sin culpa, puede cuestionar y ser un «toque de Dios» para quienes lo observan, más que muchas palabras:

«Más levanta una cosa de estas a las veces el alma que diez sermones. Pues todas hemos de procurar de ser predicadoras de obras, pues el Apóstol y nuestra inhabilidad nos quita que lo seamos en las palabras» (C 15, 3-6).

El tema de las obras como fruto de la relación de amistad con Dios lo encontramos también a lo largo de las Moradas. Es en el servicio a hermano necesitado donde se comprobará la calidad y la hondura de la propia vida espiritual:

«Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras» (7M 4, 6).

Tomado del blog "De la rueca a la pluma".
Firmado por MJ

martes, 25 de abril de 2023

TERESA DE LISIEUX: LA VERDADERA GRANDEZA Y LA VOCACIÓN DE ORAR POR LOS SACERDOTES

En el Carmelo Teresiano estamos repasando en comunidad  los escritos de nuestra hermana Teresa de Lisieux; leemos y comentamos, para actualizar su memoria y magisterio espiritual, pues ella es "doctora de la Iglesia", y supo traducir desde su experiencia personal, humana  y temporal, la validez eterna del Evangelio. La última lectura que hicimos en mi comunidad incluía el fragmento que comparto a continuación; Teresita sale al mundo y se confronta con la realidad, y de esa experiencia juvenil extrae intuiciones fundamentales para su camino espiritual...


"Tres días después del viaje a Bayeux, tenía que emprender otro mucho más largo: el viaje a la ciudad eterna... 

¡Qué viaje aquél...! Sólo en él aprendí más que en largos años de estudios, y me hizo ver la vanidad de todo lo pasajero y que todo es aflicción de espíritu bajo el sol... 

Sin embargo, vi cosas muy hermosas; contemplé todas las maravillas del arte y de la religión; y, sobre todo, pisé la misma tierra que los santos apóstoles y la tierra regada con la sangre de los mártires, y mi alma se ensanchó al contacto con las cosas santas... 

Me alegro mucho de haber estado en Roma; pero comprendo a quienes, en el mundo, pensaron que papá me había hecho hacer este largo viaje para hacerme cambiar de idea sobre la vida religiosa. Y la verdad es que hubo cosas en él capaces de hacer vacilar una vocación poco firme. 

Celina y yo, que nunca habíamos vivido entre gentes del gran mundo, nos encontramos metidas en medio de la nobleza, de la cual se componía casi exclusivamente la peregrinación. Pero todos aquellos títulos y aquellos «de», lejos de deslumbrarnos, no nos parecían más que humo...Vistos de lejos, me habían ofuscado un poco alguna vez, pero de cerca, vi que «no todo lo que brilla es oro» y comprendí estas palabras de la Imitación: «No vayas tras esa sombra que se llama el gran nombre, ni desees tener muchas e importantes relaciones, ni la amistad especial de ningún hombre». 

Comprendí que la verdadera grandeza está en el alma, y no en el nombre, pues como dice Isaías: «El Señor dará otro nombre a sus elegidos», y san Juan dice también: «Al vencedor le daré una piedra blanca, en la que hay escrito un nombre nuevo que sólo conoce quien lo recibe». Sólo en el cielo conoceremos, pues, nuestros títulos de nobleza. Entonces cada cual recibirá de Dios la alabanza que merece. Y el que en la tierra haya querido ser el más pobre y el más olvidado, por amor a Jesús, ¡ése será el primero y el más noble y el más rico...! 

La segunda experiencia que viví se refiere a los sacerdotes. Como nunca había vivido en su intimidad, no podía comprender el fin principal de la reforma del Carmelo. Orar por los pecadores me encantaba; ¡pero orar por las almas de los sacerdotes, que yo creía más puras que el cristal, me parecía muy extraño...! 

En Italia comprendí mi vocación. Y no era ir a buscar demasiado lejos un conocimiento tan importante... 

Durante un mes conviví con muchos sacerdotes santos, y pude ver que si su sublime dignidad los eleva por encima de los ángeles, no por eso dejan de ser hombres débiles y frágiles... Si los sacerdotes santos, a los que Jesús llama en el Evangelio «sal de la tierra», muestran en su conducta que tienen una enorme necesidad de que se rece por ellos, ¿qué habrá que decir de los que son tibios? ¿No ha dicho también Jesús: «Si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?»

 ¡Qué hermosa es, Madre querida, la vocación que tiene como objeto conservar la sal destinada a las almas! Y ésta es la vocación del Carmelo, pues el único fin de nuestras oraciones y de nuestros sacrificios es ser apóstoles de apóstoles, rezando por ellos mientras ellos evangelizan a las almas con su palabra, y sobre todo con su ejemplo...".

(Teresa de Lisieux, Historia de un alma)

jueves, 23 de marzo de 2023

CAMINO DE CONFIANZA Y AMOR

 

"Hermano mío, eso es lo que pienso de la justicia de Dios; mi camino es todo de confianza y amor, no comprendo a las almas que tienen miedo de un amigo tan tierno. A veces, cuando leo ciertos tratados espirituales en los que se presenta la perfección a través de mil dificultades, rodeada de una multitud de ilusiones, mi pobrecito espíritu se fatiga muy pronto, ciero el sabio libro que me rompe la cabeza y me reseca el corazón, y tomo la Escritura santa. Entonces todo me parece luminoso, una sola palabra descubre a mi alma horizontes infinitos, la perfección me parece fácil y veo que basta reconocer la propia nada y abandonarse como un niño en los brazos de Dios".

Teresa de Lisieux, Carta # 226

 al P. Adolfo Roulland (9 de mayo de 1897).

miércoles, 15 de marzo de 2023

MARÍA Y JOSÉ EN "LAUDATO SI"

"María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este mundo herido. Así como lloró con el corazón traspasado la muerte de Jesús, ahora se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano. Ella vive con Jesús completamente transfigurada, y todas las criaturas cantan su belleza. Es la Mujer "vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza" (Ap 12,1). Elevada al cielo, es Madre y Reina de todo lo creado. En su cuerpo glorificado, junto con Cristo resucitado, parte de la creación alcanzó toda la plenitud de su hermosura. Ella no sólo guarda en su corazón toda la vida de Jesús, que « conservaba » cuidadosamente (cf Lc 2,19.51), sino que también comprende ahora el sentido de todas las cosas. Por eso podemos pedirle que nos ayude a mirar este mundo con ojos más sabios
Junto con ella, en la familia santa de Nazaret, se destaca la figura de san José. Él cuidó y defendió a María y a Jesús con su trabajo y su presencia generosa, y los liberó de la violencia de los injustos llevándolos a Egipto. En el Evangelio aparece como un hombre justo, trabajador, fuerte. Pero de su figura emerge también una gran ternura, que no es propia de los débiles sino de los verdaderamente fuertes, atentos a la realidad para amar y servir humildemente. Por eso fue declarado custodio de la Iglesia universal. Él también puede enseñarnos a cuidar, puede motivarnos a trabajar con generosidad y ternura para proteger este mundo que Dios nos ha confiado".

Francisco, LAUDATO SI # 241-242

jueves, 9 de marzo de 2023

SEÑORA DEL SILENCIO (UNA ORACIÓN A MARÍA)

"Madre del silencio y de la Humildad
tú vives perdida y encontrada en el mar sin fondo del Misterio del Señor. 
Eres disponibilidad y receptividad. 
Eres fecundidad y plenitud. 
Eres atención y solicitud por los hermanos. 
Estás vestida de fortaleza. En ti resplandecen la madurez humana y la elegancia espiritual.
 Eres señora de ti misma antes de ser señora nuestra. 
No existe dispersión en ti. En un acto simple y total, tu alma, toda inmóvil, está paralizada e identificada con el Señor. 
Estás dentro de Dios, y Dios dentro de ti. 
El Misterio Total te envuelve y te penetra, te posee, ocupa e integra todo tu ser. 
Parece que todo quedó paralizado en ti, todo se identificó contigo: el tiempo, el espacio, la palabra, la música, el silencio, la mujer, Dios.
 Todo quedó asumido en ti, y divinizado. 
Jamás se vio estampa humana de tanta dulzura, ni se volverá a ver en la tierra mujer tan inefablemente evocadora. 
Sin embargo, tu silencio no es ausencia sino presencia. 
Estás abismada en el Señor y, al mismo tiempo, atenta a los hermanos, como en Cana. 
Nunca la comunicación es tan profunda como cuando no se dice nada, y nunca el silencio es tan elocuente como cuando nada se comunica. 
Haznos comprender que el silencio no es desinterés por los hermanos sino fuente de energía e irradiación; no es repliegue sino despliegue; y que, para derramar riquezas, es necesario acumularlas. 
El mundo se ahoga en el mar de la dispersión, y no es posible amar a los hermanos con un corazón disperso. 
Haznos comprender que el apostolado, sin silencio, es alienación; y que el silencio, sin apostolado, es comodidad. 
Envuélvenos en el manto de tu silencio, y comunícanos la fortaleza de tu Fe, la altura de tu Esperanza y la profundidad de tu Amor. Quédate con los que quedan, y vente con los que nos vamos. 
¡Oh Madre admirable del Silencio!". 

Ignacio Larrañaga, El silencio de María

miércoles, 15 de febrero de 2023

QUINTAS MORADAS: CAPÍTULOS 3 y 4

 
He publicado en este blog los resúmenes de los tres libros más importantes de Santa Teresa, de modo que puedan servir como guía para la lectura personal de esos textos. Esta semana, al tener que acudir a ellos para compartirlos con un grupo de novicios, caí en la cuenta de que me había saltado dos capítulos de las Quintas Moradas. Aquí está lo que faltaba de el resumen de MORADAS.

CAPÍTULO 3, “Ir adelante en el servicio de nuestro Señor y en el conocimiento propio”. El amor fraterno, dimensión apostólica de esta “unión con Dios por amor”.

Retoma Teresa la alegoría del gusano de seda, ya convertido en mariposa, llamándole “palomica”; ahora a esa mariposa recién salida del capullo le toca ir volando de flor en flor y echar simiente para que nazcan otras (1). Ahora le toca ser fecunda y benéfica. Aquí el cristiano, morador del castillo, comienza a “ser para los otros”. Ya no le basta recibir e incorporar a su haber los dones de Dios: los tiene que irradiar.

Teresa comparte su propia experiencia, en su caso agridulce, para hablar de una etapa de crecimiento que introduce en la madurez del creyente adulto, resaltando la importancia del vínculo con los otros (“amor al prójimo”). A la vez, nos alerta para que no dejemos de estar alertas, porque la vida sigue siendo combate y riesgo. La vigilancia es una dimensión ineludible de la vida cristiana.

Tipos bíblicos: Judas y Saúl.

Esta “unión” que experimenta el místico, Teresa en este caso, puede parecer inaccesible al cristiano común y corriente, o al creyente no dotado de gracias místicas especiales. Pero no es así, y Teresa quiere decir a ellos también que cualquier cristiano fiel a su vocación está llamado a vivir esta simbiosis entre lo humano y lo divino, la unión del ser humano con Dios. Lo explica en unas sencillas afirmaciones:

1. El cristiano llega a “la unión” cuando desde lo hondo de su voluntad “se conforma con la voluntad de Dios”, es decir, entra en empatía real con Su voluntad salvífica. Cuando pueda decir, no sólo con los labios sino con la vida y los hechos, “hágase tu voluntad”.

2. Esta conformidad con la voluntad de Dios es un acto de amor. Amor a Dios y a los hermanos, sensible y operativo. Esto no supone la impasibilidad; al cristiano le siguen doliendo los acontecimientos adversos de la vida, los golpes y fracasos; pero, a través de ellos, puede lograr la aceptación y sumisión del corazón, para acoger la incomprensible voluntad de Dios. Corazón macerado, pero entregado, anclado en la confianza y el amor, y regido por ellos.

3. El amor a Dios es la raíz, la fuente, pero el amor a los hermanos hace de parámetro (8): “la más cierta señal que hay si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor al prójimo”. Para Teresa, en Dios está fuente del amor humano (“Todos los demás amores dependen de este amor", Vida 40,4).

4. Y luego, hace un balance entre el modo de unión que augura a todo lector de MORADAS, con la otra unión otorgada a los místicos. Todo el valor de esta segunda depende de la primera. Y es muy sorprendente y reconfortante escucharlo de labios de una mística como Teresa: “Esta es la unión que toda mi vida he deseado; esta la que pido siempre a nuestro Señor, y la que está más clara y segura”. Es decir, amar a Dios en el amor a los hermanos, para hacer así su voluntad.

El gran espejismo que, a estas alturas, puede ocurrirle al lector o al orante, es pensar que tiene verdadero amor a Dios, sin mojarse las manos a fondo en el amor a los hermanos. Ocurre a veces con el llamado “hombre espiritual” o al entregado especialmente en la oración (#10).

Y en el #11, escribe una de las páginas más hermosas de su libro, para refrendar lo dicho: que el amor no es sentimiento ni emoción; que no hay amor sin obras. El amor verdadero es oblativo, sacrificado, realista, en comunión profunda con el Amigo y el Amado.



CAPÍTULO 4: EL SÍMBLO NUPCIAL Y LA VIDA MÍSTICA.

Preámbulo: El Castillo interior es un libro místico; a Teresa le interesan, sobre todo, las etapas finales de la vida espiritual, y testificar en ellas su experiencia de Dios. Esas etapas finales corresponden en el libro, a las moradas quintas, sextas y séptimas. Para entrar en esa región del amor y la experiencia de Dios, Teresa recurre a dos símbolos:

a. Al comienzo de las moradas quintas (c. 2), el símbolo del gusano de seda que se transforma en mariposa. Este es eminentemente cristológico, y le sirve para decir cómo en la vida cristiana hay un momento en que estalla y se plenifica la mística bautismal del renacimiento en Cristo.

b. Al concluir la exposición (c. 4), el símbolo de los símbolos, el del Cantar de los Cantares: el del amor nupcial. Este, en cambio, es cristológico, teologal y trinitario. En este símbolo, apenas esbozado en estas quintas moradas, pero desarrollado en las otras dos, va a preconizar el primado del amor, resaltando uno de los matices diferenciales de la mística cristiana, como hecho eminentemente personal (relacional): simbiosis profunda entre la persona divina y la persona humana.

Al comenzar el capítulo algo deja traslucir Teresa de la difícil situación por la que pasa ella, algunos de los suyos (Gracian y Juan de la Cruz) y la misma reforma, pero mínimamente. Ella escribe desde la borrasca, instalada en su oasis del “nada te turbe, nada te espante, todo se pasa…”. Precede un momentáneo saludo de despedida a la “mariposica” del presente símbolo, para enseguida abrirse paso al nuevo símbolo nupcial.

“Ya tendréis oído muchas veces que se desposa Dios con las almas espiritualmente. ¡Bendita sea su misericordia que tanto se quiere humillar! Y aunque sea grosera comparación, yo no hallo otra que más pueda dar a entender lo que pretendo que el sacramento del matrimonio. Porque, aunque de diferente manera, porque en esto que tratamos jamás hay cosa que no sea espiritual (esto corpóreo va muy lejos, y los contentos espirituales que da el Señor, y los gustos, al que deben tener los que se desposan, van mil leguas lo uno de lo otro), porque todo es amor con amor, y sus operaciones son limpísimas y tan delicadísimas y suaves, que no hay cómo se decir, mas sabe el Señor darlas muy bien a sentir” (#3).

El símbolo en cuestión tiene evidentes resonancias bíblicas, y no hay que obviar la cercanía de San Juan de la Cruz, con el que ha compartido poemas gemelos sobre el tema, pero ella le da un toque de originalidad, buscando en la misma vida litúrgica de la Iglesia y el ritual profano referido al matrimonio, articulando el símbolo en tres tiempos: “vistas” (Moradas quintas), “desposorio (Moradas sextas)” y “matrimonio espiritual” (Moradas séptimas).

1. “Las vistas” (el noviazgo, diríamos hoy) corresponden a un proceso de fe y conocimiento.

2. “Desposorio”, es el paso del conocimiento al amor, y aparece por primera vez en el libro la palabra “enamorada” (4).

Teresa habla de amor esponsal, y usa materiales de calibre humano para referirse a la experiencia mística, con carga sensual y erótica, pero esto forma parte de la tradición mística cristiana, fundada en el texto bíblico ya mencionado antes (Cantares). Dios es amor, y es normal que asuma el parámetro y la parábola del amor humano para revelar comprensiblemente su amor divino.

Nos toma de sorpresa luego que la parte final del capítulo (5-10) vuelva sobre el tema de la vigilancia, partiendo de su propia experiencia y de experiencias ajenas. “Yo os digo que he conocido personas muy encumbradas, y llegar a este estado, y con la gran sutileza y ardid del demonio tornarlas a ganar (el demonio) para sí…” (6). Solemos asociar la vida y los estados místicos con la madurez y vigor espirituales, como si al místico cristiano lo acompañara un misterioso salvavidas o un seguro de gracia para el resto del camino. Pero no; dice Teresa que el riesgo está en todo el camino, y exige vigilancia permanente. Centinela de mística enamorada (que ayuda a distinguir la verdadera de la falsa mística, lo mismo que las virtudes y el amor de unas por otras).

martes, 3 de enero de 2023

LA RIQUEZA QUE TENEMOS DENTRO

"Es necesario volver hacia nosotros mismos para descubrir las riquezas que tenemos dentro; la primera de todas, el huésped que nos habita, la alteridad de la cual procedemos y hacia la cual nos dirigimos. Volver hacia nosotros mismos significa aprender a escuchar el diálogo interior que se desarrolla en nosotros, la relación fundamental sobre la cual nuestro ser se funda. Mirándonos en él es posible entrar sin miedo en nosotros mismos y afrontar las oscuridades, las heridas y los conflictos que forman parte de nuestra identidad".

Declaración sobre el carisma

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...