"Hermano mío, eso es lo que pienso de la justicia de Dios; mi camino es todo de confianza y amor, no comprendo a las almas que tienen miedo de un amigo tan tierno. A veces, cuando leo ciertos tratados espirituales en los que se presenta la perfección a través de mil dificultades, rodeada de una multitud de ilusiones, mi pobrecito espíritu se fatiga muy pronto, ciero el sabio libro que me rompe la cabeza y me reseca el corazón, y tomo la Escritura santa. Entonces todo me parece luminoso, una sola palabra descubre a mi alma horizontes infinitos, la perfección me parece fácil y veo que basta reconocer la propia nada y abandonarse como un niño en los brazos de Dios".
Teresa de Lisieux, Carta # 226
al P. Adolfo Roulland (9 de mayo de 1897).