lunes, 29 de junio de 2020

TERESA DE JESÚS: EL FINAL DEL LIBRO DE LA VIDA

En nuestra lectura del LIBRO DE LA VIDA, llegamos al segmento final, capítulos 37 al 40; se presenta esta sección como un anexo al "discurso de su vida" que parecía concluir con la fundación del convento reformado de San José de Ávila. Por eso, comienza esta última parte del libro con esta frase de Teresa: "De mal se me hace decir más..."; o sea, que le cuesta tener que seguir escribiendo, añadiendo cosas, pero se lo exige la obediencia, y hasta el mismo Señor se lo manda. Y luego termina la sección (40, 23) diciendo: "De esta manera vivo ahora, señor y padre mío", en diálogo con el dominico García de Toledo, aludiendo a la tensión escatológica entre vida y muerte, de la que habla en 40, 20-22). 

 La escena en que Teresa ha narrado su historia cambió; la fundación de la nueva casa implicó esfuerzo y batalla, y tuvo a Teresa en vilo, pero ahora está encerrada  en su "rinconcito" de San José, en una vida calma, de talante contemplativo. Pero sus asesores espirituales le han pedido, al parecer, que escriba más, que cuente los regalos que le ha hecho el Señor, y así lo hará en esta última parte del libro. Es un recorrido por su mundo interior, por la geografía espiritual de Teresa; reaparecen los personajes de la etapa anterior, pero ahora desde otra perspectiva, y de preferencia por supuesto, el Señor, y la doctrina que se saca de todo eso. 

Presentamos un esquema general, amplio, de esta parte final del LIBRO DE LA VIDA:

CAPÍTULO 37: Reanuda el relato de las gracias interiores, por mandato de Cristo y de sus confesores. El punto de arranque es el recuerdo de la experiencia referida en el capítulo 27:, su visión de Cristo,y los grandes efectos que esto tuvo en ella: libertad afectiva, amor crecido, sentido de la grandeza de Dios, frente a lo vano de ciertas grandezas humanas. En el centro del capítulo, dos momentos de intensa vivencia: soliloquios (#s 6 y 8) que transmiten al lector el nuevo sentido de Dios que embarga a Teresa: estupor ante su majestad, a la vez que intimidad y confianza (8-9). Al final (9-12), contraste con las grandezas humanas. 

CAPÍTULO 38: Grandes mercedes y secretos del cielo. Humanidad de Cristo, "la más subida visión que el Señor me hizo". Entre las gracias recibidas, su padre y su madre, las primeras personas que ve en el cielo (1), a sacerdotes amigos (12-14 y 30-31), a su provincial (26-28), a monjas carmelitas (28-29). Descuellan tres gracias incomparables: ve el Espíritu Santo en forma de paloma sobre su cabeza (9-11), visión excelsa de la humanidad de Cristo, y experiencias vinculadas a la Eucaristía (19-22). Teresa destaca los efectos que esas gracias producen en ella: libertad interior, pérdida del miedo a la muerte, sentido de la otra patria. Hacia el final del relato va cediendo a la emoción, con momentos fuertes de oración, intercalados en los números 19, 21, 22 y 23. 

CAPÍTULO 39: Sigue el tema del capítulo anterior, enumerando episodios de su mundo interior, exponiendo su nueva relación con Dios, a partir sobre todo de la eficacia de la oración de intercesión de la santa. Recibe la promesa de que sus súplicas serán atendidas y ella misma se asombra ante los casos que narra. El capítulo se enmarca entre dos series de palabras fuertes de su misterioso Interlocutor: # 1, y #s 20, 23 y 24. Teresa debe interrumpir varias veces su redacción, asediada como está de trabajo y pobreza. En mitad del relato intercala una pausa doctrinal para recalcar que no hay proporción entre los méritos del hombre y los dones que recibe de Dios. Entre los números 17 y 27, visión de Cristo (17), promesa de asistencia divina (20-21), comunión (22-23), Trinidad (25) y Asunción de María (26). 

CAPÍTULO 40: Última asomada al panorama de la propia alma, hablando desde ese lugar tan encerrado donde Teresa vive. Prevalece lo místico: la Biblia (1-3), la dignidad del alma (5-6), la divinidad que nos envuelve (9-11), y la Iglesia y sus instituciones (12-16).  En ese mosaico de gracias y acontecimientos misteriosos, adquiere especial relieve las últimas palabras que Teresa recibe de Dios, consignas diversas, cerrando el cuadro con un bosquejo de su propia alma, que, serena, "mira desde lo alto". Teresa valora la vida y sus cosas de un modo nuevo, en espera de Dios, pero lista para hacer lo que Él le mande (tensión escatológica). 
Siguen dos números de epílogo (23 y 24), para entregar el libro a quienes le mandaron escribir. 

Cuando Teresa termina su autobiografía, corre el año de 1565, a finales, y ella tiene 50 años

Antes de cerrar, insistir en algunos aspectos de esta parte que hemos reseñado o resumido con brevedad

1. Resalta que la primera gracia o merced que Teresa evoca es que "ha visto a Cristo": que  ha tenido esa gracia varias veces, resalta su grandísima hermosura, y que esa hermosura que vió quedó también impresa en ella, hasta el momento en que escribe, y con efectos abundantes (37,8). Destacable, que con Él "puedo tratar como amigo, aunque es Señor"; tres verbos se repiten: ver, mirar, tratar. 

2. En el mismo capítulo 37, llama la atención que tras una primera parte, muy mística, pase Teresa a una crítica de la sociedad de su tiempo. Teresa contrasta su trato con Cristo con el modo en que se relaciones las personas socialmente. El contraste entre: "con Él puedo tratar como amigo, aunque es Señor", que dijimos antes, con la actitud que contrapone: "Porque entiendo no es como los que acá tenemos por señores, que todo el señorío ponen en autoridades postizas". 

3. Así como hay una geografía física, podemos decir que hay una geografía interior, y hemos tenido la suerte de poder acceder al alma de esta increíble mujer, a su rico paisaje interior. Para hablar de lo interior usamos imágenes y comparaciones tomadas de lo exterior, pero es importante recordar que se trata de una realidad totalmente diferente. No hay que entenderlo siempre de modo literal, sino buscar lo que significan (sobre estas experiencias diremos algo más en una próxima entrada del blog).

4. Teresa se descubre como intercesora (Capítulo 39): descubre, entre sorprendida y agradecida, la fuerza de su oración de intercesión por personas queridas o por problemas eclesiales.  Descubre en ello una misión personal, a modo de sacerdocio orante, para acompañar a enfermos, a personas en riesgo espiritual, a amigos y conocidos.  Hace esta oración en unión con Cristo, y percibe cuando sus peticiones están  en sintonía con Su corazón. 

5. En el capítulo 40, Teresa recibe tres grandes gracias místicas, por las que ahonda ella la fe y el conocimiento de Dios: experimenta la Verdad de Dios, ve la propia alma como un reflejo del misterio de Cristo, y experimenta la inmensidad de Dios y su presencia misteriosa, pero real, en todas las cosas. Sus experiencias anteriores tenían un alto componente afectivo (como la gracia del dardo), o de tipo estético (como su visión de la gran hermosura de Cristo) o emotivas (como los ímpetus de deseos que le arrebatan el alma). Pero ahora estas tres experiencias tienen carácter gnoseológico, de conocimiento profundo: "Entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la misma verdad" (3).



Muchas cosas más se pueden decir y entender de estos capítulos finales del LIBRO DE LA VIDA de Teresa de Jesús, pero más que explicaciones o introducciones, ameritan una buena y pausada lectura espiritual. No obstante, tal vez todavía digamos algo más en una próxima entrada. 

(Notas tomadas a partir de los escritos del P. Tomás Álvarez, ocd)

viernes, 26 de junio de 2020

TERESA, FUNDADORA (5): EL PRIMER CARMELO TERESIANO

Y llegamos al capítulo 36 de VIDA, el último de este bloque dedicado a la fundación del primer convento de descalzas en la ciudad de Ávila; en el título se habla de "grandes contradicciones y persecuciones" desde fuera, y de "grandes tentaciones y trabajos" interiores de ella, hasta la victoria e idilio final. Cuatro planos: Teresa, las carmelitas de la Encarnación, la comunidad de San José, y los habitantes de Ávila. Y sobre todo, siempre el Protagonista secreto, que se hace presente en momentos puntuales y entrañables... Muchos personajes  en torno a esta primera empresa de Teresa, colaboradores, como es el caso de su cuñado, JUan de Ovalle, San Pedro de Alcántara, el obispo de la ciudad, don Álvaro de Mendoza, y otros. 

Presentamos una breve cronología de los hechos: Teresa salió de Toledo, camino a Ávila, a finales de junio o primeros de julio de 1562, y ese mismo mes llega de Roma el breve con la licencia de fundación, con fecha 7.2.1562.  
También en julio  interviene San Pedro de Alcántara ante el obispo abulense, don Álvaro de Mendoza. (Fray Pedro morirá el 18 de octubre de ese mismo año). 
El día 22 de agosto las obras del futuro conventico son denunciadas al consejo de la ciudad, y dos días después, el 24 de agosto, tiene lugar la erección  del nuevo Carmelo. 
Ese mismo día Teresa es reclamada por la priora la Encarnación.
 Los días 25, 26, 29 y 30, reuniones del Consejo de la ciudad en contra del nuevo convento, y el último día deciden apelar al Rey contra el breve pontificio de fundación. 
El 12 de septiembre el Consejo envía un delegado a Madrid para activar la causa ante el Consejo Real, y el asunto se mantendrá activo en la ciudad durante todo ese año. 
Finalmente, tal vez noviembre,el Provincial da licencia a Teresa para regresar al convento recién fundado. 

Así está estructurado el capítulo:
#s 1-4: regreso de Teresa a Ávila.
#s 5-10: erección del nuevo convento.
#s 10-14: Teresa abandona el convento y regresa a la Encarnación.
#s 15-22: oposición de la ciudad. 
#s 23-29: Teresa vuelve a San José, ideal de vida en el nuevo Carmelo.

Recordamos que el capítulo anterior  terminaba con la palabra interior que intimaba a Teresa a regresar a Ávila, y su respuesta inmediata; acertada, porque coincide con la llegada del breve pontificio, que pudo caer en otras manos. Ese breve es como como la carta natal del Carmelo Teresiano, y ella encontró quien  se lo tradujera en confianza (estaba en latín), para facilitar su ejecución. 

Fue un momento de alegría la erección de la nueva casa, la toma de hábito de las cuatro primeras religiosas, y algunos amigos presentes; se puso el Santísimo,  y estuvo Teresa presente para animar a sus hermanas (#5).  Las primera religiosas fueron: Antonia de Henao, María de la Paz, Úrsula de Revilla, y María de Ávila; les impuso el hábito, en nombre del obispo, el maestro Gaspar Daza

Pero enseguida pasa la calma y llega la borrasca: primero, en su interior, pues se llena de dudas, una verdadera batalla espiritual que Teresa atribuye al demonio (# 7). Luego, desde fuera, de parte de sus propias hermanas de hábito, y después, la tenaz oposición de la ciudad (la gente y el Consejo ciudadano). Se enreda la madeja por el asunto de la pobreza absoluta, ya que la fundación dependía de la gente de la ciudad, porque recibe algún consejo desacertado, y porque las cuatro pioneras están solas, y ella en la Encarnación sin poder ayudarlas. Esto duró tres o cuatro meses, aunque la oposición del Consejo dura mucho más. Y Teresa escribe: "Espantábame yo de lo que ponía el demonio contra unas mujercitas" (#19). 

Así: erigir el convento, levantar sus paredes, construir una iglesia dedicada a San José, era lo primero, y lo material; pero, lo importante en la empresa que se iniciaba era el objetivo espiritual: el ideal de vida que Teresa y sus hermanas proponen. No muy definido en un comienzo, se va luego perfilando poco a poco; cuando Teresa escribe estas páginas llevan apenas tres años de andadura.  Ya luego cuando escriba CAMINO lo tendrá y dejará más claro y definido. 

 En estas páginas, resaltan unos pocos aspectos fundamentales: 

1. Un grupo reducido (no más de trece, pocas y selectas). Frente a los monasterios multitudinarios, llenos de mujeres que buscaban remedio, esta era una opción contracorriente, y apenas la Santa muera, será uno de los puntos cuestionados y denunciados a la inquisición (#29).

2. Opción por la "primitiva regla del Carmen". Deseo de empalmar con los orígenes. Algo sobre todo simbólico, pues Teresa en realidad está optando por la Regla carmelitana aprobada por el papa Inocencio IV (#26).

3. Pobreza de la casa y de la comunidad. Opción también categórica, con referencia al Jesús pobre y a los consejos evangélicos. Como dice luego en CAMINO: "desasimiento  de todo lo creado". 

4. Ideal contemplativo. Oración, soledad, sentido cristológico esponsal. "No es su lenguaje otro sino hablar de Dios, y así no entienden ni las entiende sino quien habla el mismo" (#26). En CAMINO  le dará a esta opción sentido apostólico: oración y vida consagrada serán por y para la Iglesia. 

(En el # 29: fijación del carisma teresiano)

Y por encima de todo lo anterior, insistirá en el origen carismático de la fundación: "Señor, esta casa no es mía: por Vos se ha hecho...". De ahí la singular conclusión del capítulo, pidiendo al destinatario de su escrito que, si decide destruirlo, salve estas páginas y las entregue a sus hermanas (#29). Es lo primero que Teresa escribe para sus monjas

En el último número del capítulo, como para cerrar y dejar las cuentas claras, escribe: "Y quien le pareciere áspero eche la culpa a su falta de espíritu y no a lo que aquí se guarda... y váyase a otro monasterio, adonde se salvarán conforme a su espíritu". 

(Notas tomadas de los comentarios de P. Tomás Álvarez, ocd, al LIBRO DE LA VIDA, de Teresa de Jesús)

martes, 23 de junio de 2020

TERESA, FUNDADORA (4): EL DESAFÍO DE LA POBREZA

Al inicio de CAMINO DE PERFECCIÓN, Teresa, evocando los comienzos de su obra fundacional, hace una decidida defensa de la pobreza religiosa, y evocará la figura de Santa Clara para confirmar sus propias convicciones y la realidad de aquellos comienzos (Vida 33, 13; Camino 2, 8). También en Camino (2, 3.7) distinguirá claramente la pobreza material externa y la pobreza espiritual interna. Antes de llegar a unas formulaciones de su pensamiento, Teresa ha pasado por una experiencia personal de la pobreza , y de esa progresiva experiencia encontramos un ejemplo en lo que nos relata el capítulo 35 de VIDA; preparando la fundación del primer monasterio, San José de Ávila, surge el binomio rentas/pobreza absoluta

 En un principio Teresa quiere contar con un capital estable (rentas), y vimos que la obra pensaba sustentarse en lo que ofrecía doña Guiomar de Ulloa, su amiga y confidente; pero en su encuentro con otra fundadora, en la casa de Doña Luisa, en Toledo, se entera de que los primitivos del Monte Carmelo vivían en "pobreza absoluta", al día, sin dejar nada para el día siguiente. Y entonces cambiará su parecer, removerá cielo y tierra para conseguir que su primera fundación y las demás sigan esta línea (Vida 35, 2-6; 36, 15), de modo que sus monjas vivan del trabajo propio (Vida 10, 7) y de limosnas, e incluso se admita sin dote a las candidatas (Vida 36, 6).

Luego, en los años maduros, y ante la realidad de los hechos, llegará a un compromiso: en las poblaciones grandes vivirán en "pobreza absoluta", y en los lugares pequeños, con rentas fijas. "Siempre soy amiga de que sean los monasterios, o del todo pobres, o que tengan de manera que no hayan menester las monjas importunar" (Fundaciones 9, 3, y 24, 17). 

Teresa va a resumir su pensamiento en consignas breves y densas

"Grandes muros son los de la pobreza" (C 2, 8)
"Trece pobrecillas, cualquier rincón les basta"
"Oh, riqueza de los pobres" (V 38, 21)
"Pobres y regaladas no lleva camino" (C 11, 3)
"Son nuestras armas la santa pobreza" (C 2, 7)
"Una pobre monja de San José pueda llegar a señorear toda la tierra" (C 19, 4)
"La pobreza que es tomada por sólo Dios, la verdadera pobreza, trae una honra consigo que no hay quien la sufra" (C 2, 6

El punto de mira de la pobreza teresiana será Cristo Jesús: "Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa sino en el portal de Belén adonde nació y la cruz adonde murió"; por eso invita a vivir en casas pobres, que al caerse no hagan ruido, nunca casa grande ni curiosa (C 2, 9). Vivir en "pobreza absoluta", para Teresa, es fiarse de la providencia, concretada en el trabajo manual y las limosnas.

Siguiendo el capítulo 35 de VIDA, los #s del 1 al 6 narran el encuentro de Teresa con María de Jesús Yepes, "una beata de nuestra orden", a quien había movido el Señor, al mismo tiempo que a ella para fundar un monasterio. Esta le cuenta, como dijimos antes, acerca del Carmelo primitivo, y Teresa se entusiasma; ya ella había asumido la pobreza personal, pero creía que no debía imponerlo a todas. Ahora empieza a cambiar de parecer, hace consultas, incluso consulta con fray Pedro de Alcántara, y este la confirma en su decisión de fundar en pobreza; este le recrimina andar consultando con teólogos, pues "en la perfección de la vida no se ha de tratar sino con los que la viven". Así, Teresa acaba determinada a "vivir de por amor de Dios" (#6).

 Y luego, a mitad de este capítulo,, Teresa cambia de registro y emprende el vuelo. El Provincial le levanta el mandato de estar en casa de doña Luisa, y se avecinan elecciones en la Encarnación: Teresa se debate entre quedarse o irse, lo narra con detalles, pero acaba entendiendo que es voluntad de Dios que regrese a su monasterio (# 7-12). 

El capítulo cierra con una oración.

(Notas tomadas a partir de la lectura del Diccionario de Santa Teresa y de los comentarios a VIDA de Tomás Álvarez, ocd)

lunes, 22 de junio de 2020

TERESA FUNDADORA (3): ENTRE LUCES Y SOMBRAS

Sigamos leyendo entonces el LIBRO DE LA VIDA de Teresa de Jesús, y el bloque referido a la fundación del primer convento de descalzas, en la ciudad de Ávila.  Toca ahora repasar los capítulos 33 y 34, donde ella prosigue el relato de la fundación, trámites, ayudas humanas y sobrenaturales, su viaje a Toledo y estancia por seis meses en casa de una aristócrata, y su encuentro con el padre García. En los #s 1-5 del capítulo 33, hace Teresa un resumen de la situación: 

Con las cosas ya muy preparadas, de pronto el padre provincial de los carmelitas cambió de parecer y dijo que no firmaba la patente, y entonces el confesor también torno atrás, que era disparate de mujeres, que había provocado escándalo, y levantado muchas murmuraciones. En su mismo monasterio, La Encarnación, las monjas murmuraban de ella, como si su proyecto las descalificara, que no tenía amor a su casa, y que debía andar buscando ayudas para ellas y no para otra casa, e incluso decían que debían ponerla en la cárcel conventual. 

Ella se mostraba tranquila, porque sabía que era mandato del Señor, pero la mortifica mucho el parecer del confesor, que se mostró duro con ella (#3), diciendo que era todo sueño, , que debía enmendarse y estarse quieta, que había provocado escándalo, etc... "Me apretó tanto esto en tanto extremo, que estaba toda turbada y con grandísima aflicción; mas el Señor, que nunca me faltó me dijo entonces: que no me fatigase, que yo había mucho servido a Dios y no ofendido en aquel negocio; que hiciese lo que me mandaba el confesor en callar por entonces, hasta que fuese tiempo de tornar a ello. Quedé tan consolada y contenta, que me parecía todo nada la persecución que había sobre mí". 

En el #4, afirma la Santa: "Aquí me enseñó el Señor el grandísimo bien que es pasar trabajos y persecuciones por Él..." y como en ese momento se acrecentó el amor de Dios en ella, y los ímpetus y arrobamientos de los que habló en capítulos anteriores. Las personas pensaban que estaba mal, pero era lo contrario, tenía paz, y aunque no hacía nada por el proyecto, doña Guiomar y el P. Ibáñez seguían haciendo gestiones con Roma. 

En el #5, cuenta que fueron algunos a decirle que "andaban los tiempos recios y que podría ser me levantasen algo y fuesen a los inquisidores". Esos temores no carecían de fundamento, pues eran conocidos varios casos de iluminismo en la región, así como simpatizantes de las ideas luteranas, y la inquisición extremaba la vigilancia y llamaba a ser inflexibles contra la herejía, ya sea en lo doctrinal o en lo práctico, y en las manifestaciones de la vida de oración. Pero Teresa escribe: "A mí me cayó esto en gracia y me hizo reir, porque en este caso jamás yo temí, que sabía bien de mí que en cosa de la fe contra la menor ceremonia de la Iglesia que alguien viese yo iba, por ella o por cualquier verdad de la Sagrada Escritura, me pondría yo a morir mil muertes...".

Vayamos al #7: dice Teresa que estuvo  en silencio, no hablando ni entendiendo del proyecto de fundación cinco o seis meses, y no volvió a sentir el mandato de fundar. Ella no sabía causa, pero no se quitaba del pensamiento que se debía de hacer, y siguió ayudándose de confesores, y su espíritu  seguía con ímpetus grandes, impulsándola hacia adelante.  Así, estando un día con pena, al parecerle que el confesor no la entendía, "díjome el Señor que no me fatigase, que presto se acabaría aquella pena"; así acaece un cambio de situación, con nuevas promesas del Señor (#s 8-10). 

Y ya entonces entre los #s 11-16, se reanudan las obras: viene su hermana desde Alba (11), mediación de San José (12), de Santa Clara (13), experiencia mariofánica y confirmación de su carisma de fundadora (14-16). 

En el capítulo vamos viendo que Teresa se debate entre luces y sombras, momentos de desánimo y momentos de confianza y certeza interior. Resalta su capacidad de aceptar la situación, de callar y obedecer, y también el modo en que asume la amenaza de la inquisición. Abundan las gracias místicas, y entre ellas la intervención de San José, de quien era tan devota (12), y la mariofanía del día de la Asunción, que refrenda el carisma de fundadora de Teresa, pues la Virgen le recuerda que ha sido Cristo quien le ha confiado la misión de fundar. En esta visión la Virgen se aparece acompañada de San José, la revisten de blanco, y le dicen que está limpia de sus pecados, poniéndole en el cuello un collar de oro y piedras preciosas, como símbolo de la gracia que recibe Teresa. De ese modo esta mariofanía tiene un aspecto personal para Teresa y un aspecto carismático.  

Pasemos al capítulo 34, que introduce un gran paréntesis en el relato de la fundación de San José, para referir dos episodios de la biografía personal de Teresa, relacionados con la amistad.  Primero, su ida a Toledo y su relación con Doña Luisa, quedándose alrededor de seis meses en su casa; esta pausa le sirve para tramitar y esperar el breve pontificio que faculte la fundación. Luego, en segundo lugar, narra su encuentro con el padre García de Toledo, que animó a Teresa a escribir el libro que seguimos. Ellos, Doña Luisa y García de Toledo, son los dos protagonistas de este capítulo, al lado de Teresa.

Los #s 1-5: Viaje a Toledo y estancia en el palacio de doña Luisa.
Los #s 6-17: Encuentro con el P. García de Toledo y el progreso espiritual de este.
A modo de apéndice, los #s 18 y 19, algunos episodios de carácter profético. 


En el caso de su visita al palacio de doña Luisa: Teresa no pertenece a la aristocracia, y su viaje a Toledo le permite asomarse a un mundo que no es el suyo, que no conoce bien. Su comentario sobre esta experiencia es muy lúcido, además de simpático; en Camino (primera redacción: 37,1) cuenta que se preparó para esa visita, aprendiendo las reglas de cortesía, y luego allí encuentra "la verdad" de los señoríos de este mundo (#4).  Doña Luisa está también implicada en la historia del Libro de la Vida, por diversas razones; será ella la que llevé el autógrafo al maestro Juan de Ávila  y lo devuelva luego a Teresa, y además le ofrecerá más tarde casa para una de sus fundaciones. 

En el caso de su encuentro con García de Toledo: Teresa parece que se regodea narrando su encuentro, o reencuentro con este sacerdote, a quien hacía muchos años no veía. Este había sido conquistador en México, y allí se había hecho dominico; Teresa sintoniza muy bien con él, le abre su alma y le cuenta su vida, y este no solo la escucha, sino que se contagia de su deseo de crecer en la vida interior. García de Toledo interviene una y otra vez en la redacción de la autobiografía teresiana, pidiendo detalles y le anima en este proyecto. A él se la envía Teresa en primer lugar, una vez terminada, y además proseguirá de lector y censor de cuanto ella escriba en ese período. 

¿Por qué Teresa se detiene en este capítulo, con detalles acerca de estas dos personas?  Suponemos que por dos razones; para ratificar, con ejemplos concretos, dos de las tesis doctrinales de su libro: la importancia de las amistades espirituales y la eficacia de las gracias místicasElla habló antes de "hacerse espaldas unos a otros", "ser gran mal un alma sola entre tantos peligros", "son menester amigos fuertes de Dios". Ahora lo ratifica (#17) al decir que ve a Cristo contento de sus pláticas espirituales con este padre


Luego, la segunda intención doctrinal tiene un calado más hondo: Teresa está convencida de la fuerza de las gracias místicas y la experiencia de Dios, que no impone grandes esperas para concederlas, y que consiguen transformar a las personas. El ejemplo es el propio García de Toledo, rápidamente introducido en experiencias místicas profundas. 

Todavía, en el siguiente capítulo, el 35, Teresa contará de otro encuentro que tuvo en casa de Doña Luisa, y que le abrió horizontes en relación con la vivencia de la pobreza... Se trata de la andaluza María de Jesús, a quien ella cree analfabeta, y que ha regresado de Roma "a pie y descalza"; tiene 40 años, es viuda y con un hijo. Las dos mujeres, con diferente bagaje cultural, se encuentran y conversan acerca de sus experiencias espirituales; a Teresa le impresiona, sobre todo, el ideal de pobreza evangélica que la otra le presenta. 

(Notas sacadas de los comentarios al Libro de la Vida de Tomás Álvarez, ocd)

miércoles, 17 de junio de 2020

ELÍAS, UN PROFETA COMO EL FUEGO...

"Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido. Les quitó el sustento del pan, con su celo los diezmó; con el oráculo divino sujetó el cielo e hizo bajar tres veces el fuego. ¡Qué terrible eras, Elías!; ¿quién se te compara en gloria? Tú resucitaste un muerto, sacándolo del abismo por voluntad del Señor; hiciste bajar reyes a la tumba y nobles desde sus lechos; ungiste reyes vengadores y nombraste un profeta como sucesor. Escuchaste en Sinal amenazas y sentencias vengadoras en Horeb. Un torbellino te arrebató a la altura; tropeles de fuego, hacia el cielo. Está escrito que te reservan para el momento de aplacar la ira antes de que estalle, para reconciliar a padres con hijos, para restablecer las tribus de Israel. Dichoso quien te vea antes de morir, y más dichoso tú que vives. Elías fue arrebatado en el torbellino, y Eliseo recibió dos tercios de su espíritu... " (Eclesiástico 48, 1-15).

"La familia carmelitana tiene a Elías como inspirador y padre de su espiritualidad, apreciando en él tanto su aspecto contemplativo, su marcha por el desierto y su encuentro con Dios en el Monte Horeb, como su acción decidida en defensa de Dios y de los derechos humanos. Todos podríamos aprender esta doble dimensión de Elías: la oración y la acción, el desierto y la ciudad, la unión con Dios y la solidaridad con los que sufren" (Pan de la Palabra, 2020).

El profeta intransigente, que lleno de celo por Dios, se ha enfrentado a todos, autoridades y sacerdotes de Baal, está siendo perseguido, y corre a esconderse en una cueva en lo alto del monte de Dios. Él, que ha sido viento huracanado, terremoto y fuego en su ministerio profético, acaba entendiendo que Dios es brisa suave, y escucha que debe desandar sus pasos, volver al desierto, y terminar su misión. El inspirador del carisma del Carmelo, busca el rostro de Dios, y termina cercano al Padre de Jesús, brisa que alienta y refresca, que trasmite una vida diferente, más allá de intolerancias e imposiciones. Así es el Espíritu del Señor, y ha de ser el de sus seguidores (yo, comentario a la liturgia del 12 de junio 2020).

sábado, 13 de junio de 2020

TERESA Y EL INFIERNO


El tema del infierno aparece con frecuencia en las obras de Santa Teresa (84 veces); acabamos de leer su visión en el capítulo 32 de VIDA (1-3). Es anterior a su visión del CIELO, relatada más adelante (Vida 38). Son dos gracias más o menos paralelas, que forman parte de una serie de dones místicos que la Santa fue recibiendo, como acabamos de leer nosotros en nuestro grupo de lectura. Ambas visiones giran en torno a una vivencia íntima personal de la Santa y a un hecho exterior clave en su misión, la fundación de San José de Ávila

La visión del infierno precede a este  hecho y lo determina; es el detonante de su preocupación por las almas que se pierden y el deseo de hacer algo por Dios. La visión del cielo sigue al hecho fundador, coincidiendo con los años de bonanza y sosiego espiritual que vive Teresa en su primer palomarcito, y es como la coronación de su proyecto fundacional, y el anuncio de la gloria que Dios reserva a los que se acogen a él.

De ahí, la visión del infierno de Teresa hay que leerla en clave salvífica, es decir, dentro de la economía de la gracia y la salvación que implicó además su conversión. Es el triunfo de Cristo en la vida de Teresa, pero es un recordatorio de que esa gracia se puede frustrar, a causa del pecado.

Así entiende Teresa el infierno: la consecuencia del pecado, que aparta de Dios y conduce a la perdición eterna, la posibilidad de que la voluntad salvífica de Dios, que no se impone, caiga en saco roto. En esas dos dimensiones se mueve su reflexión: "Grandísima pena que me da las muchas almas que se condenan" (V 32,6) y su deseo de hacer algo para remediarlo: "Pensaba qué podría hacer por Dios" (V 32,9). 


Destaca el énfasis de Teresa en "las muchas almas que se pierden", en varios de sus escritos; juicios que hoy pueden parecer exagerados, a la luz de la universalidad de la salvación de la que habla Pablo (1 Timoteo 2,4). El Concilio Vaticano II, en GS 22, dice que todos los hombres de buena voluntad han sido asociados al misterio pascual de Cristo.  Teresa comparte la visión de su época, que parece infravalorar el triunfo de la acción misericordiosa de Dios, pues presenta como dos caminos paralelos: salvación para unos y perdición para otros (Vida 15, 12: "Tornen a pensar que todo se acaba y que hay cielo e infierno"). Pero el fin es uno solo: la salvación; según nuestra fe la historia no tiene dos fines, sino uno, que es la salvación (Juan 3,17). 

En el tiempo de Teresa dominaba la idea de un Dios justiciero y la llamada apocalíptica de las realidades últimas, de ahí la vivísima descripción que hace la Santa de las penas del infierno, inspirada con toda seguridad en las imágenes y predicaciones que se usaban entonces para amedrentar al pecador. Pero la tradición y teología de la Iglesia habla sobre todo de la pena de no estar con Dios, de ser excluido de su compañía, que es lo contrario de lo que experimenta y vive Teresa: una profunda comunión con Dios. 

Finalmente, lo más llamativo de la experiencia "infernal" de Teresa  es la reacción saludable que desencadena, y ella la vive como una de las grandes mercedes que Dios le hizo (Vida 32,4). Sus consecuencias no se quedan ella, sino que se extiende al ámbito de su servicio apostólico, desencadenando su actividad fundadora. 


"Pensaba qué podría hacer por Dios. Y pensé que lo primero era seguir el llamamiento que su majestad me había hecho a religión, guardando mi regla con la mayor perfección que pudiese" (Vida 32, 9). 

(Resumen hecho de la entrada INFIERNO, en el Diccionario de Santa Teresa.

miércoles, 10 de junio de 2020

TERESA, FUNDADORA (2): VISIÓN DEL INFIERNO Y MANDATO DE CRISTO

"Despuès de mucho tiempo, que el Señor me habìa hecho ya muchas de las mercedes que he dicho y otras muy grandes, estando un dìa en oraciòn, me hallè en un punto toda, sin saber còmo, que me parecìa estar metida en el infierno. Entendì que querìa el Señor que viese el lugar que los demonios allà me tenìan aparejado, y yo merecido por mis pecados. Ello fue en brevìsimo espacio. Màs, aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidàrseme" (1).


 Asì comienza el capìtulo 32 de VIDA: capìtulo importante, porque en èl narra la Santa el origen mìstico de su carisma de fundadora. Carisma que va precedido por una suma experiencia de humillaciòn, de abajamiento: la visiòn del infierno, donde dice hubiera ella terminado de no haber encontrado a Jesùs y apartàdose del pecado. Esa experiencia purificadora, que hace de colofòn a su "noche oscura" es el pòrtico para llamarle a desempeñar una especial misiòn en la Iglesia. 

Es un capìtulo por el que desfilan todo un sinfìn de personajes: las jòvenes compañeras de Teresa en la Encarnaciòn, su amiga viuda Doña Guiomar, el confesor Baltazar Àlvarez, el provincial carmelita Àngel de Salazar, su amigo Fray Pedro de Alcàntara, el teòlogo dominico Pedro Ibàñez y otros viejos amigos de Teresa.  Pero, por supuesto, el actor decisivo y verdadero protagonista de toda esta aventura es el Señor, que segùn cuenta Teresa interviene "muchas veces" misteriosamente en la consumaciòn de la obra. 

El capìtulo se divide en tres momentos: visiòn del infierno (1-8), misiòn carismàtica de Teresa (8-12. 14.18) y primeros tràmites de la fundaciòn (13-18). 

Visiòn del infierno:  Le ocurre a Teresa luego de grandes experiencias mìsticas, fuertes gracias cristològicas, de sus incontenibles deseos de Dios, de la gracia del dardo... Pero ahora, para cerrar, una gracia mìstica oscura y dolorosa, que ella experimenta como los rigores del infierno. Aunque descrita en un lenguaje terrorìfico y con imàgenes dantescas, esa visiòn dilata el horizonte de Teresa: le abre a una mayor comprensiòn de la misericordia de Dios, y a una inmensa compasiòn por las almas que no han tenido su suerte (6). Pero tambièn induce en Teresa una resoluciòn especial: ser cristiana y carmelita a fondo, de verdad: "No nos contentemos con menos de hacer todo lo que pudièramos de nuestra parte. No dejemos nada... (7). Y esto no se queda en un buen deseo, sino que se traduce en decisiones concretas: 

"Pensaba què podrìa hacer por Dios. Y pensè que lo primero era seguir el llamamiento que Su Majestad me habìa hecho a religiòn, guardando mi Regla con la mayor perfecciòn que pudiese" (9).  Y tambièn: " Ìmpetus grandes de aprovechar almas" (6). Eran los años en que llegaban al convento noticias de la Reforma encabezada por Lutero, y el rey enviò carta a todos los monasterios de España, pidiendo oraciones para tan grandes males. 

Carisma de fundadora: Teresa narra que, a partir de entonces, le entrò un desasosiego que no podìa venir sino de Dios, y aunque "tenìa tan grandìsimo contento en la casa que estaba, porque era muy a mi gusto y la celda en que estaba, hecha muy a mi propòsito", decidiò con las otras involucradas en el deseo de una mayor perfecciòn, "encomendarlo mucho a Dios". Asì, un dìa, acabando de comulgar, vino la voz interior, apremiàndola a que emprendiese el proyecto (11): "Que lo procurase con todas mis fuerzas", y que el monasterio se harìa, que  Cristo andarìa con ellas, y que se lo comunicase al confesor. Asì, la insistencia de la palabra interior venciò la resistencia de Teresa, que acabò escribièndole a su confesor, y este, aun cuando no veìa claro el asunto, diò paso libre al proyecto.

Manos a la obra, los primeros pasos: Asì comienza Teresa la obra, convencida y a la vez acosada por resistencias interiores; segura de que la obra se harà, pero a la vez pensando que, humanamente, es desatino. Envìa Doña Guiomar a que hable con el Provincial de los Carmelitas, ofreciendo rentas para la fundaciòn, y se asesora con consejeros autorizados y conocedores de esos asuntos. Escribe a Fray Pedro y este la confirma en sus propòsitos; el teòlogo dominico, primero se resiste, y luego aprueba. Compra una casa, por medio de su hermana y cuñado, pero entonces surge la oposiciòn en la ciudad y en su propio monasterio, y el Provincial se vuelve atràs, y Teresa no puede seguir actuando.

 Asì, en suspense, queda el capìtulo...

(Notas tomadas del comentario del P. Tomás Álvarez, ocd, al LIBRO DE LA VIDA)


martes, 2 de junio de 2020

TERESA, FUNDADORA (1)

En el relato de VIDA, el episodio de la fundación del primer carmelo teresiano es unidad aparte, y ocupa los capítulos del 32 al 36. Teresa dejo dicho que en caso de quemar o destruir el manuscrito, estos cinco capítulos deberían quedar a salvo, y ser entregados a las pioneras del nuevo Carmelo. 

El período místico de la sección anterior que compartimos en la lectura terminaba con insistentes alusiones a la noche oscura que vivió la santa. Esos momentos de oscuridad y de prueba empalman ahora con la visión del infierno, suma humillación mística de Teresa. Y precisamente de ahí parte la dimensión operativa de su experiencia mística, su misión de fundadora. 

El nacimiento del Carmelo de San José de Ávila no solo es expresión intensa de su vida interior, sino que surge de una profunda y terrible experiencia, en lo más pleno de su noche oscura. Por eso el relato será un trenzado de gracias interiores y de episodios externos, con más de una docena de actores: Pocos por el lado místico: el Señor, la Virgen y San José, Santa Clara; y por el lado humano, Teresa y sus amigos, los opositores de antaño que ahora se han vuelto colaboradores. Veremos a Teresa desplazarse al la casa de doña Luisa, y al consejo de la ciudad alarmado, y revueltas las monjas de la Encarnación. A favor, un discípulo entrañable, el P. García de Toledo, otra fundadora analfabeta y audaz, mensajeros de Indias, Roma, Fray Pedro y otros...

 El relato comienza con la "gracia del envío" (32,11) y termina con el idilio de la vida nueva en San José (36, 25-29): un grupo pequeño y selecto de mujeres jóvenes, atraídas por Teresa; en principio cuatro. Esa será la primera célula de la futura familia teresiana

Esquema del bloque que vamos a leer:

Cap. 32: visión del infierno y gracia del envío (1560).
Cap. 33: primeras peripecias y gran mariofanía (1560/61). 
Cap. 34: viaje a Toledo. Pausa en la empresa. Encuentro con el P. García (1562).
Cap.35: encuentro con otra fundadora. Regreso a Ávila, reanuda la obra (1562).
Cap. 36: se realiza la fundación, inaugurada el 24 de agosto de 1562. 

(Tomado de los comentarios del P. Tomás Álvarez, ocd)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...