En nuestra lectura del LIBRO DE LA VIDA, llegamos al segmento final, capítulos 37 al 40; se presenta esta sección como un anexo al "discurso de su vida" que parecía concluir con la fundación del convento reformado de San José de Ávila. Por eso, comienza esta última parte del libro con esta frase de Teresa: "De mal se me hace decir más..."; o sea, que le cuesta tener que seguir escribiendo, añadiendo cosas, pero se lo exige la obediencia, y hasta el mismo Señor se lo manda. Y luego termina la sección (40, 23) diciendo: "De esta manera vivo ahora, señor y padre mío", en diálogo con el dominico García de Toledo, aludiendo a la tensión escatológica entre vida y muerte, de la que habla en 40, 20-22).
La escena en que Teresa ha narrado su historia cambió; la fundación de la nueva casa implicó esfuerzo y batalla, y tuvo a Teresa en vilo, pero ahora está encerrada en su "rinconcito" de San José, en una vida calma, de talante contemplativo. Pero sus asesores espirituales le han pedido, al parecer, que escriba más, que cuente los regalos que le ha hecho el Señor, y así lo hará en esta última parte del libro. Es un recorrido por su mundo interior, por la geografía espiritual de Teresa; reaparecen los personajes de la etapa anterior, pero ahora desde otra perspectiva, y de preferencia por supuesto, el Señor, y la doctrina que se saca de todo eso.
Presentamos un esquema general, amplio, de esta parte final del LIBRO DE LA VIDA:
CAPÍTULO 37: Reanuda el relato de las gracias interiores, por mandato de Cristo y de sus confesores. El punto de arranque es el recuerdo de la experiencia referida en el capítulo 27:, su visión de Cristo,y los grandes efectos que esto tuvo en ella: libertad afectiva, amor crecido, sentido de la grandeza de Dios, frente a lo vano de ciertas grandezas humanas. En el centro del capítulo, dos momentos de intensa vivencia: soliloquios (#s 6 y 8) que transmiten al lector el nuevo sentido de Dios que embarga a Teresa: estupor ante su majestad, a la vez que intimidad y confianza (8-9). Al final (9-12), contraste con las grandezas humanas.
CAPÍTULO 38: Grandes mercedes y secretos del cielo. Humanidad de Cristo, "la más subida visión que el Señor me hizo". Entre las gracias recibidas, su padre y su madre, las primeras personas que ve en el cielo (1), a sacerdotes amigos (12-14 y 30-31), a su provincial (26-28), a monjas carmelitas (28-29). Descuellan tres gracias incomparables: ve el Espíritu Santo en forma de paloma sobre su cabeza (9-11), visión excelsa de la humanidad de Cristo, y experiencias vinculadas a la Eucaristía (19-22). Teresa destaca los efectos que esas gracias producen en ella: libertad interior, pérdida del miedo a la muerte, sentido de la otra patria. Hacia el final del relato va cediendo a la emoción, con momentos fuertes de oración, intercalados en los números 19, 21, 22 y 23.
CAPÍTULO 39: Sigue el tema del capítulo anterior, enumerando episodios de su mundo interior, exponiendo su nueva relación con Dios, a partir sobre todo de la eficacia de la oración de intercesión de la santa. Recibe la promesa de que sus súplicas serán atendidas y ella misma se asombra ante los casos que narra. El capítulo se enmarca entre dos series de palabras fuertes de su misterioso Interlocutor: # 1, y #s 20, 23 y 24. Teresa debe interrumpir varias veces su redacción, asediada como está de trabajo y pobreza. En mitad del relato intercala una pausa doctrinal para recalcar que no hay proporción entre los méritos del hombre y los dones que recibe de Dios. Entre los números 17 y 27, visión de Cristo (17), promesa de asistencia divina (20-21), comunión (22-23), Trinidad (25) y Asunción de María (26).
CAPÍTULO 40: Última asomada al panorama de la propia alma, hablando desde ese lugar tan encerrado donde Teresa vive. Prevalece lo místico: la Biblia (1-3), la dignidad del alma (5-6), la divinidad que nos envuelve (9-11), y la Iglesia y sus instituciones (12-16). En ese mosaico de gracias y acontecimientos misteriosos, adquiere especial relieve las últimas palabras que Teresa recibe de Dios, consignas diversas, cerrando el cuadro con un bosquejo de su propia alma, que, serena, "mira desde lo alto". Teresa valora la vida y sus cosas de un modo nuevo, en espera de Dios, pero lista para hacer lo que Él le mande (tensión escatológica).
Siguen dos números de epílogo (23 y 24), para entregar el libro a quienes le mandaron escribir.
Cuando Teresa termina su autobiografía, corre el año de 1565, a finales, y ella tiene 50 años.
Antes de cerrar, insistir en algunos aspectos de esta parte que hemos reseñado o resumido con brevedad:
1. Resalta que la primera gracia o merced que Teresa evoca es que "ha visto a Cristo": que ha tenido esa gracia varias veces, resalta su grandísima hermosura, y que esa hermosura que vió quedó también impresa en ella, hasta el momento en que escribe, y con efectos abundantes (37,8). Destacable, que con Él "puedo tratar como amigo, aunque es Señor"; tres verbos se repiten: ver, mirar, tratar.
2. En el mismo capítulo 37, llama la atención que tras una primera parte, muy mística, pase Teresa a una crítica de la sociedad de su tiempo. Teresa contrasta su trato con Cristo con el modo en que se relaciones las personas socialmente. El contraste entre: "con Él puedo tratar como amigo, aunque es Señor", que dijimos antes, con la actitud que contrapone: "Porque entiendo no es como los que acá tenemos por señores, que todo el señorío ponen en autoridades postizas".
3. Así como hay una geografía física, podemos decir que hay una geografía interior, y hemos tenido la suerte de poder acceder al alma de esta increíble mujer, a su rico paisaje interior. Para hablar de lo interior usamos imágenes y comparaciones tomadas de lo exterior, pero es importante recordar que se trata de una realidad totalmente diferente. No hay que entenderlo siempre de modo literal, sino buscar lo que significan (sobre estas experiencias diremos algo más en una próxima entrada del blog).
4. Teresa se descubre como intercesora (Capítulo 39): descubre, entre sorprendida y agradecida, la fuerza de su oración de intercesión por personas queridas o por problemas eclesiales. Descubre en ello una misión personal, a modo de sacerdocio orante, para acompañar a enfermos, a personas en riesgo espiritual, a amigos y conocidos. Hace esta oración en unión con Cristo, y percibe cuando sus peticiones están en sintonía con Su corazón.
5. En el capítulo 40, Teresa recibe tres grandes gracias místicas, por las que ahonda ella la fe y el conocimiento de Dios: experimenta la Verdad de Dios, ve la propia alma como un reflejo del misterio de Cristo, y experimenta la inmensidad de Dios y su presencia misteriosa, pero real, en todas las cosas. Sus experiencias anteriores tenían un alto componente afectivo (como la gracia del dardo), o de tipo estético (como su visión de la gran hermosura de Cristo) o emotivas (como los ímpetus de deseos que le arrebatan el alma). Pero ahora estas tres experiencias tienen carácter gnoseológico, de conocimiento profundo: "Entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la misma verdad" (3).
Muchas cosas más se pueden decir y entender de estos capítulos finales del LIBRO DE LA VIDA de Teresa de Jesús, pero más que explicaciones o introducciones, ameritan una buena y pausada lectura espiritual. No obstante, tal vez todavía digamos algo más en una próxima entrada.
(Notas tomadas a partir de los escritos del P. Tomás Álvarez, ocd)
4. Teresa se descubre como intercesora (Capítulo 39): descubre, entre sorprendida y agradecida, la fuerza de su oración de intercesión por personas queridas o por problemas eclesiales. Descubre en ello una misión personal, a modo de sacerdocio orante, para acompañar a enfermos, a personas en riesgo espiritual, a amigos y conocidos. Hace esta oración en unión con Cristo, y percibe cuando sus peticiones están en sintonía con Su corazón.
5. En el capítulo 40, Teresa recibe tres grandes gracias místicas, por las que ahonda ella la fe y el conocimiento de Dios: experimenta la Verdad de Dios, ve la propia alma como un reflejo del misterio de Cristo, y experimenta la inmensidad de Dios y su presencia misteriosa, pero real, en todas las cosas. Sus experiencias anteriores tenían un alto componente afectivo (como la gracia del dardo), o de tipo estético (como su visión de la gran hermosura de Cristo) o emotivas (como los ímpetus de deseos que le arrebatan el alma). Pero ahora estas tres experiencias tienen carácter gnoseológico, de conocimiento profundo: "Entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la misma verdad" (3).
Muchas cosas más se pueden decir y entender de estos capítulos finales del LIBRO DE LA VIDA de Teresa de Jesús, pero más que explicaciones o introducciones, ameritan una buena y pausada lectura espiritual. No obstante, tal vez todavía digamos algo más en una próxima entrada.
(Notas tomadas a partir de los escritos del P. Tomás Álvarez, ocd)