lunes, 25 de mayo de 2020

TERESA, TIEMPOS DE PANDEMIA

Comparto un artículo del P. Daniel de Pablo Maroto, ocd, publicado en el blog De la rueca a la pluma, sobre un tema un tema de interés, ligado a la historia y a la situación actual

El ‘catarro universal’ (1580) y los ‘quehaceres’ de la ‘contagiada’ Teresa

En tiempos de pandemia, conviene buscar modelos de superación en la historia. Pues bien, entre tantas epidemias como ha sufrido la humanidad, recuerdo el “catarro universal” que sufrieron los españoles a comienzos de agosto de 1580; y lo hago porque santa Teresa de Jesús fue una de las “contagiadas” y su actitud puede ayudarnos a superar la crisis.

Situemos la vida de la madre Teresa en ese momento histórico. Llegó a Valladolid el día 8 de agosto cuando se había ya declarado la enfermedad: “Llegada a Valladolid —escribe— dióme una enfermedad tan grande que pensaron muriera. Quedé tan desganada y tan fuera de parecerme podía hacer nada” (Fundaciones, 29, 1). Pero venía ya algo tocada, como escribe a María de San José en Sevilla: “Yo ando razonable de salud con hartos cuidados y trabajos” (Carta del 6-agosto-80, n. 11).

Sus cartas de este tiempo —pocas en este período de agosto-diciembre— dibujan bien el cuadro patológico de la madre Teresa después del contagio. A partir del 9 de agosto, hay un silencio sospechoso en su correspondencia durante un mes, seguramente porque la enfermedad la obligó a la inactividad total o parcial. En septiembre, comienza a informar de su estado de salud: tiene “achaques ordinarios, en especial de la perlesía” (parálisis) y sin calentura (Cta. a Gaspar Daza, 8-septiembre-80, n. 3). “Yo estoy ya, podemos decir, buena […] y de la flaqueza también lo estoy”. Y se lamenta también de que su “cabeza” no está bien como para escribir de su mano (Carta al P. Gracián, 4-octubre-80, nn. 3 y 10). ¡Ojo, que han pasado casi dos meses del supuesto contagio! Y sigue poco después “con poca salud” (Carta a las Carmelitas de San José, 7-octubre- n. 1).



Es extraño que desde el 6 de agosto del año 1580 no haya escrito a María de San José en Sevilla hasta el 25 de octubre. Y no lo ha hecho por “la poca salud después que estoy en Valladolid” y se encuentra en ese momento “tan flaca la cabeza que no sé cuándo podré escribir de mi letra […]. Sepa —le dice también— que el mal ha sido tanto que no pensaron que viviera. Ya estoy sin calenturas días ha […]”. “La cabeza está tan flaca que aun de notar [dictar] me canso […]. Fue tan grande el hastío, que me enflaqueció más que las calenturas. (Ib. nn. 3, 4 y 11).

Y, finalmente, escribe al P. Gracián que está “buena”, pero “para acabar de estar”, es mejor que le escriba, le dice entre bromas y veras (2-8 noviembre-80, n. 7). Y ya el 20 de noviembre parece que se aleja la tempestad: “Estoy buena, gloria a Dios”, le comenta (n. 2). Eso mismo le dice a María de San José al día siguiente: “Yo estoy mejor, gracias a Dios. Voy tornando en mí, aunque no falta en qué padecer con mis continuas enfermedades y cuidados”. Y las últimas noticias de ese año fatídico: quisiera escribir de su mano, le dice a María de San José, pero “mi cabeza y las muchas ocupaciones […] no dan lugar”. Y se al despedirse: “Yo nunca he acabado de volver en mí del todo” (27-diciembre-80, nn. 1 y 7). El P. Gracián es un testigo excepcional de la decadencia de Teresa después de aquella fecha y lo expuso en algunas de sus obras, no obstante, siguieron dos años de mucha actividad.

Junto a este cuadro, el lector coloque en sincronía el de los “quehaceres” y quedará admirado al ver cómo una persona contagiada por una pandemia, con 65 años cumplidos, con un cuadro clínico de graves enfermedades crónicas, ha podido soportar una carga de problemas, trabajos y preocupaciones, que colmarían la vida de una persona joven, con excelente salud y muy activa. Selecciono los más complejos y que preocuparon a la madre Teresa causados por su familia natural y la mayoría que afectaron a su misión de fundadora. El arco cronológico es el mismo: desde agosto a diciembre de 1580 y la fuente son las mismas cartas.

Comencemos con unos antecedentes muy penosos para la madre Teresa como fue la muerte repentina de su hermano Lorenzo (“de un flujo de sangre”) en su finca de La Serna (Ávila) el 26 de junio de ese fatídico año, estando ella en Segovia. Él le había avisado que presentía su próxima muerte, como así fue (Carta a Lorenzo, 19-junio-80, n. 2). Teresa lo sintió no solo por parentesco cercano, sino porque había sido una ayuda providencial en su misión de fundadora y porque le había confiado la dirección de su alma como maestra de espíritus. La desaparición inesperada de Lorenzo complicó mucho la vida siempre agitada de su hermana que tuvo que resolver los problemas jurídicos y económicos de una hacienda tan complicada de un rico “Indiano” del cual había sido nombrada testamentaria.

Tiene que preocuparse de la hacienda que dejó Lorenzo en América; de la ida y la vuelta de la flota o la armada que traía noticias y dineros sirviéndose de los servicios de María de San José, priora en Sevilla; de la devolución de los dineros prestados, entre otros a las monjas de Sevilla; de la fábrica de la capilla de enterramiento en el convento de San José de Ávila; de ayudar a los dos hijos que Lorenzo tenía en España y uno en Las Indias. De Teresita con sus tentaciones y escrúpulos morales, monja en San José; y de Francisco, moviéndose entre el casorio o profesar en el Carmelo descalzo, iniciándose en el noviciado de Pastrana y abandonando poco después; problemas que se plantean si profesa qué sucede con la herencia del padre, a compartir también con su hermana Teresita. Finalmente, intentando el casorio de Francisco con una joven de Segovia que no llegó a buen puerto.

Por otra parte, su hermano Pedro, un pobre neurasténico que dio preocupaciones al bueno de su hermano Lorenzo y seguía en la misma situación con su hermana Teresa y su sobrino Francisco y ella tuvo que intervenir para solucionar el problema. Y todavía le quedaba tiempo para aconsejar a la priora de Sevilla, María de San José cómo tiene que cuidar sus “hinchazones” con “con infusión de ruibarbo” por la mañana; pero que, por si acaso, que consulte con el médico (Carta del 27-diciembre-80, n. 2).

Finalmente, le quedaba tiempo para dar la triste noticia al sobrino Lorenzo en Las Indias para recuperar la hacienda de su padre y dejando aquí una hija natural de la que también tuvo que ocuparse su tía Teresa, preocupada de que el padre le enviase dineros para su alimentación y crianza (Cf. Cartas a él, desde Valladolid, 27-XII-80; y Ávila, 15-XII-81, n.4-5).

Con razón, se lamentaba de tanta baraúnda de asuntos, lejos de su soñada vida de clausura en compañía de sus hijas y hermanas y que nos hace comprender su lamento: “¡Oh, mis hijas, qué cansancio y contiendas traen consigo estas haciendas temporales. Siempre lo pensé y ahora lo tengo visto por experiencia. Que, a mi parecer, que todos los trabajos que he traído en las fundaciones en parte no me han desabrido ni cansado tanto como estos; no sé si lo ha hecho la mucha enfermedad, que ha ayudado” (Carta a las monjas de San José, Valladolid, 7-octubre-80, n. 10).

No he recordado las preocupaciones previas vividas por la persecución de los calzados contra su Reforma de monjas y frailes y el seguimiento del proceso de los descalzos hasta conseguir la independencia de los provinciales de España cuyo documento papal ya se había recibido. Y, finalmente, la fundación de Palencia que, inaugurada pronto y sin grandes problemas, también era una preocupación en su cuerpo maltrecho.


Al concluir esta accidentada y resumida historia, queda la pregunta: ¿Es posible seguir cuestionando el valor de la experiencia mística cristiana expuesta en las Moradas? Los que siguen pensando que los místicos viven en la región de Babia, en Las Batuecas, o perdidos en los Cerros de Úbeda, que lean las obras de santa Teresa, al menos las páginas que he utilizado para pergeñar este doloroso y luminoso panorama de la vida de Teresa de Jesús. La mística cristiana no aliena, sino que encarna en la historia a los místicos, es creadora de grandes empresas, como deja entrever este relato.

jueves, 21 de mayo de 2020

DIVINO FUEGO DE AMOR

"El aspirar del aire
el canto de la dulce filomena
el soto y su donaire
en la noche serena
con llama que consume y no da pena".

"Antes que este divino fuego de amor, que es el Espíritu Santo, se introduzca y una en la sustancia del alma haciéndola arder en suave amor, la embiste purgándola. Bien así como el mismo fuego que entra en el madero, que antes de transformarlo en sí lo primero que hace es comenzarle a secar, echándole la humedad fuera y haciéndole llorar el agua que en sí tiene, hasta disponerle con su calor, tanto que pueda entrar en él y transformarle en sí".

San Juan de la Cruz

miércoles, 6 de mayo de 2020

LO QUE NOS ENSEÑA TERESA...


Intentemos tener una mirada general sobre lo que hemos leído en las últimas semanas del LIBRO DE LA VIDA de Santa Teresa, y preguntémonos qué podemos aprender de esa lectura, qué enseñanzas para nuestra propia vida de fe nos regala Teresa con su magisterio espiritual. 

Este no es un libro devocional, no es una de esas historias de santos que buscan la empatía del lector, pero no la imitación, por lo extraordinario; ni tampoco un tratado moral que nos recuerda cuán buenos debemos ser. El libro de Teresa quiere interpelar, provocar, desafiar al lector, para que comience también su andadura hacia la interioridad. Debe el bautizado no quedarse en la superficie de unas prácticas religiosas de cumplimiento, sino, como dice el Evangelio, remar más adentro, para alcanzar esa morada en la que conversamos con nuestro Dios cara a cara. Cada uno puede hacer su propia revisión; yo, les propongo algunas ideas.

1. El libro está dividido en bloques que nos muestran la evolución de Teresa, su proceso de crecimiento espiritual. Eso es importante para nosotros: a menudo pensamos que ya hemos llegado, cuando no hemos recorrido ni la mitad del camino. El cristiano ha de caminar siempre, ha de buscar siempre; la fe es una aventura, un viaje interior.

2. La oración es el elemento fundamental de la propuesta de Teresa: no decir oraciones, sino orar, tratar de amistad, dialogar, caminar juntos, escuchar, y sobre todo amar. La oración es lo que define al buscador de Dios, y lo que logra transformar la vida del cristiano, en actitud de obediencia a la Palabra. Orar no es instalarse, orar es moverse, pero no con ese hiperactivismo desaforado de nuestro tiempo, sino dejarse llevar por la brisa del Espíritu. 

3. La importancia de la compañía en el camino o viaje espiritual: compañeros de camino, confesores, acompañantes espirituales, maestros. Es un viaje personal, pero justo persona implica relación; por ello necesitamos siempre el apoyo de una comunidad, de un amigo o amiga que nos ayude a clarificar y discernir lo que vamos viviendo. 

4. Dios está siempre deseoso de dar, y en la medida en que dejamos de decirle a Dios lo que debe hacer y le dejamos ser Dios, vamos a recibir sus regalos y sus dones, que quieren ayudarnos a crecer, a buscar, y sobre todo a encontrar aquello para lo que Dios nos ha llamado en esta vida. Nuestra misión.

5. No faltan obstáculos tampoco en este camino. La cercanía de Dios no nos quita tener que vivir lo que la vida nos trae en cada jornada. Esos momentos de prueba, de purificación, nos ayudan a crecer y a pasar a la etapa siguiente del camino. No hay que tener miedo, pues en esos momentos está Dios también cerca, dándonos recursos para no caer, para no rendirnos. 

6. No temer ser creativos en lo espiritual. La Iglesia nos ofrece muchos recursos, los mismos santos y su experiencia están ahí para nosotros. Pero cada camino es único, y puedes y debes encontrar lo tuyo, tus armas, en esta aventura del espíritu. 

7. Teresa habla siempre de la humildad, y ya sabemos lo que eso significa; la misma oración, el diálogo con Jesús, nos ayuda a conocernos mejor, a trabajar en la confianza, el abandono, la compasión, la solidaridad.  Una frase bíblica puede iluminar: "No te cierres a tu propia carne". 

Cuando Cristo ocupa el centro en la vida de Teresa, todo empieza a cambiar; ella habla de una "vida nueva" a partir de su relación cercana, afectiva, con Jesús (oración). Dios empieza a hablar a Teresa palabras íntimas, palabras de amor, y Cristo se convierte en una presencia viva en ella, despertando grandes ímpetus de amor. Pero todo ello ha de pasar también por el horno de la purificación (noche oscura), de modo que Teresa salga fuerte y capaz de realizar el proyecto que suscita el Espíritu en ella, la fundación de una comunidad de mujeres orantes, sencillas, fraternas. Dios prepara a los suyos para que puedan cumplir la tarea que les encomienda. 

Creo que esta mirada más general sobre lo leído puede enriquecer la reflexión que hemos hecho de los capítulos 23-31 del Libro de la Vida de Santa Teresa. 

Fray Manuel de Jesús, ocd

martes, 5 de mayo de 2020

TERESA DE JESÚS: EN MEDIO DE LA NOCHE OSCURA (2)


Nunca antes, en este libro, se había detenido Teresa a detallar el lado oscuro de su alma, como lo hará en la segunda mitad de este capítulo 30, luego de hablarnos de la fuerte comunión espiritual que tuvo con Fray Pedro de Alcántara. No se trata ya de los momentos difíciles que pasó a causa de la oposición de los de fuera, sino de las rachas sombrías que la acosan y combaten desde dentro, desde su propio engranaje psicológico, y también desde el oleaje interior que provocan sus fuertes experiencias místicas. En fin, que ahora ella nos narra esa franja de noche oscura que acompaña cada jornada de experiencia mística. 

 Teresa no es una persona que sufra estados de ánimo variables, pero sí padece, a partir de sus fuertes momentos de amor y dolor, ofuscación mental y atrofia de sentimientos, como unos paréntesis de duración e intensidad variables, causados por todo lo que ha ido describiendo en los capítulos anteriores. Teresa describe acertadamente sus estados anímicos desde lo psicológico, y reconoce que las gracias que recibe no la libran de su fragilidad y debilidades, psíquicas o somáticas

 Habla de dos tipos de situaciones: primero, de los momentos depresivos en los que se le ofusca la mente y se siente profundamente disgustada de todo, incapaz de leer, pensar o desear, de tener buenas relaciones con los demás.Está totalmente vacía de motivaciones internas, y pasa por momentos de verdadera angustia.  Pero, por otro lado, sufre también las injerencias del demonio en sus estados de ánimo: "A mi parecer es un poco del traslado del infierno" (12); es el demonio quien, dice ella, le sugiere una falsa humildad demoledora, y se creía culpable del mal que veía fuera, por sus pecados, y  "me ha acaecido parecerme que andan los demonios como jugando a la pelota con mi alma" y no tener poder para librarse ella de ellos. De esto seguirá hablando en los capítulos siguientes.   


Y sin embargo, ni se le apaga la fe, ni le cesan el amor y los deseos de Dios, que siguen bullendo en su interior como una fuente (19). De todo ese mal que la agobia se alivia a veces Teresa cuando comulga, recuperando la serenidad, y lo ve como una humillación o prueba de su pobreza existencial: "ver mi bajeza", frente a esos momentos luminosos de experiencia mística totalmente gratuitos. 

En el capítulo siguiente, el 31, sigue Teresa contando episodios preternaturales de origen diabólico, ahora con un manojo de testimonios, no ya interiores como en el capítulo previo, sino "representaciones que le hacía el demonio y tormentos que le daba". Lo cuenta con sencillez y realismo, por más que al lector de hoy les resulten raros, estridentes, e incluso inverosímiles. Para Teresa el diablo es verdad, es decir, es un personaje real, que actúa y desempeña un rol en la vida espiritual, y que irrumpe concreta y dramáticamente en la suya. 

 Teresa es hija de su tiempo, de su cultura, y se sitúa a medio camino entre la visión popular y los recelos de los letrados e inquisidores respecto a estos temas. Ella no comparte ni el miedo supersticioso del pueblo llano, ni los prejuicios de los doctos, pero no dejan de influirle de alguna manera, proyectando miedos y sombras sobre sus experiencias místicas. Por eso rechaza más lo segundo que lo primero, y ya ha clamado antes, diciendo: "No entiendo estos miedos ¡demonio, demonio! adonde podemos decir ¡Dios, Dios! y hacerle temblar" (25, 22).

Lo relevante en el caso de Teresa es la actitud con que aborde estos episodios y temores, pues en aquella atmósfera de miedo es capaz de reírse del diablo (3), adquiriendo inmunidad respecto a este asunto. Afirma, acerca de los demonios, que "no se me da más de ellos que de moscas" (25,20), y que no les tenía miedo; antes ellos a ella, quedando con un señorío grande (26,1). Eso es lo que también afirma ahora:"Estaba tan en oración, que no les tenía miedo" (6) (9), y aconseja al respecto en el # 10. 

Dos datos: Teresa comparte relatos de episodios que le han sucedido a ella misma, y otros que están vinculados a la oración de personas amigas. Y luego, la presencia del maligno la percibe Teresa místicamente: "Pocas veces le he visto tomando forma, y muchas sin ninguna forma, como la visión que sin forma se ve ve claro está allí, como he dicho" (10). 

¿Qué armas usa Teresa para combatir lo satánico? Pues las tradicionales dentro de la Iglesia: la cruz y el agua bendita.; de la segunda habla mucho en estas páginas. Pero también añade ella dos más por su cuenta: la oración, sobre todo en los casos de intercesión, y el desprecio al diablo, con la convicción de que este se crece con nuestros miedos y se acobarda con nuestros desprecios. 

 Para cerrar este bloque del LIBRO DE LA VIDA que hemos estado siguiendo, los números 12-17 de este capítulo 31  nos traen una confidencia de Teresa: la reacción que provoca en ella el que algunos de estos episodios místicos, específicamente los arrobos, provocan reacciones en su entorno. Le ocurren en público y dan que hablar. Vemos, de su parte, una escala de reacciones: sonrojo, fugarse, y finalmente aceptación: si es Él quien decide, nos toca aceptarlo, más allá de lo que piensen o digan otros. Esas gracias son a la vez místicas y carismáticas, desbordan a Teresa, llegando a los de su entorno con su halo de misterio.

Y, finalmente, y luego de habernos contado las "grandes cosas" que Dios ha obrado en ella, termina refiriéndonos las "naderías" que esa hace por Dios; ciertos ejercicios ascéticos e intentos de servicio a los demás, que califica de insignificantes: "Pajitas que pongo al fuego, que no soy yo para más" (23-24). Y así, contando detalles, orando a su Señor (25) y con un sonoro "Amén", termina esta sección de su autobiografía.

(Resumen de lo escrito por el P. Tomás Álvarez, ocd)

viernes, 1 de mayo de 2020

CUANDO LLEGA LA CRISIS... (2)

 
Vamos a examinar más de cerca, de la mano de William Johnston, todo ese material que aflora a la mente consciente de una persona en el momento de la CRISIS, causándole terribles sufrimientos.  

Hablemos de tres realidades: la SOMBRA, la SEXUALIDAD y la MÁSCARA

1. En primer lugar, la SOMBRA, esa parte de nuestra personalidad que no hemos aceptado, que rechazamos y odiamos contemplar. Esa sombra puede salir a la superficie, sobre todo en los sueños, y causarnos mucha inquietud y angustia. Que importante es que cuando eso sucede tengas a mano una persona comprensiva que te escuche, y te recuerde que todo eso forma también parte de ti, y es el momento de reconocerlo e integrarlo. Lo sano es que te reconcilies con tu sombra.

2. En segundo lugar, la SEXUALIDAD. Todos tenemos en nuestro inconsciente  una figura "contrasexuada", anima o animus, y ello también puede subir a la superficie en esos momentos en que se resquebraja el dique que separa lo consciente de lo inconsciente. Esto sucede con frecuencia también en los sueños, despertando viejas inquietudes o suscitando sentimientos de culpa en la persona. Aquí, lo mismo que en el caso anterior, es fundamental estar abiertos para que esos dos polos que habitan en nosotros se integren, se unan.

3. El problema de la MÁSCARA: solemos llevar todos una máscara, representar un papel, ya sea el de tu profesión, o el de tu lugar en la familia, en la sociedad o en el grupo al que perteneces.  Ese papel me eleva en un pedestal, me pone por encima, me ofrece seguridad, pero en el momento de la crisis esa máscara se desprende, o el pedestal se desmorona, y me veo como desnudo delante de los otros. Parece terrible, pero en realidad es el camino para que descubras tu auténtico yo, que no necesita máscara ni pedestal.

En este camino, cuando todo eso que está en el inconsciente personal, aflore a la superficie, también lo hará la sombra arquetípica del inconsciente colectivo, que es aún más profundo. Entonces nos veremos cara a cara con la muerte y la existencia misma. Todo esto forma parte de lo que podemos llamar "crisis de desarrollo", de hacernos adultos; un proceso doloroso en verdad, pero muy necesario en el viaje espiritual. Nuestra personalidad se va definiendo en el camino hacia la plenitud. 

 MUY IMPORTANTE es ver a la persona, verte a ti, o al otro en caso de que acompañes a alguien, de manera holística, es decir integral, en sus dimensiones física, psicológica y religiosa

1. FÍSICA: El cuerpo también participa en la crisis, y puedes sentir agotamiento, insomnio, hipertensión o úlceras; puedes deprimirte y sentir dolores musculares y óseos. Puedes estresarte mucho. De ahí la importancia de cuidar la salud, y esto incluye la sana alimentación, los ejercicios, el aire fresco, caminatas en lugares naturales. También la respiración profunda, descanso, tomar vacaciones. Eso sí, evita cuanto puedas medicarte mucho, solo lo que el médico te aconseje y con prudencia. 

2. PSICOLÓGICA: Puedes necesitar un consejero profesional que te acompañe durante este período para ayudarte a integrar todo eso que aflora y con lo que necesitas amigarte, porque forma parte de ti, de tu historia, de tu ser. Hablar de tu infancia, tus relaciones con tus padres, tu sexualidad, tus traumas con la autoridad, etc. 

3. RELIGIOSA: Pero más allá de lo anterior, no olvides que toda esta crisis tiene una importante dimensión religiosa; en ella te encuentras cara a cara con el insondable misterio de la persona y la existencia humana. La psicología te ayuda, pero es Jesús quien te salva, y necesitar poner toda tu fe en él. No son tiempos de poder hacer una oración larga o profunda tal vez, pero aférrate al Señor, y gritale, como hicieron aquellos que en los Evangelios precisaron de él. "Señor Jesús, ten piedad de mí". Acude con frecuencia la Eucaristía,  que te alimentará para poder recorrer este tramo del camino. Tal vez ahora tu oración sea el silencio, el caminar, el hacer algún trabajo. No alimentes culpas, simplemente déjate hacer.


No te dejes llevar por el reduccionismo: unos te dirán que lo que sucede es que estás cansado; otros que necesitar ir al médico o al psicólogo, y otros que debes rezar mucho. Las tres cosas son importantes, pero ninguna por sí sola te ayudará a salir al otro lado del túnel; es una crisis que incluye cuerpo, psiquis y espíritu, y necesitas atender integralmente esas diversas dimensiones de tu persona. Lo esencial, y definitivo: CONFÍA EN DIOS, confía en el proceso que estás viviendo, que es también Dios. 

 Toda crisis es tiempo pascual, tiempo de muerte y resurrección, tiempo en el que Dios te lleva entre sus brazos. Recuerda que la vida es un viaje, un largo viaje hacia la plenitud que es Dios.

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...