jueves, 24 de julio de 2014

CAMINO DE PERFECCIÓN

El Camino de perfección es un libro admirable. Aparentemente es un camino espiritual para creyentes en solitario, y resulta ser un manual para comunidades cristianas... Teresa hace de Camino no sólo un libro de espiritualidad para monjas de clausura, sino para todos los grupos cristianos que quieren vivir evangélicamente. El Camino es, además, un libro de historia. Lo histórico es una dimensión perdida, al menos no suficientemente explorada en profundidad, en el teresianismo.
 El Camino fue la primera obra teresiana que vio la luz pública. Desde esa fecha hasta nuestros días, cientos de ediciones en todas las lenguas cultas avalan el valor interno de este breve escrito. La Santa no puso título al libro. Se conformó con uno genérico que expresaba algo su contenido: "Avisos y consejos"... Ya posteriormente aparece con el título que se hará famoso: Camino de perfección, que equivale a los también usados por la santas: Camino de oración, y Camino de contemplación.

Estructura del libro:
1. Finalidad de la reforma teresiana (1-3).
2. Presupuestos de una ética comunitaria para construir la comunidad orante (4-15)
3. Amor fraterno, desasimiento y humildad; formas de oración activa y contemplativa y su repercusión en la vida comunitaria (16-18).
4. Grados y matices de la oración vocal, mental, recogimiento, quietud y principios de unión (19-32).
5. Desde el capítulo 27 hasta el final, glosa, a su manera, el Padrenuestro, que le sirve de soporte para demostrar la grandeza de la oración vocal y su equivalencia a la mental en una época en que estaba casi prohibida o mal vista. Al mismo tiempo es el hilo conductor para exponer ideas muy queridas: devoción al Santísimo Sacramento (33-35), superación del sentimiento de la honra y aceptación de las posibles injurias (36), dignidad de la oración del Padrenuestro (37), las tentaciones en que puede caer el ser humano: no reconocer los dones de Dios, desconfiar de Dios por la multitud de pecados, las penitencias irracionales (38-39), el amor-temor de Dios, reflejo del binomio ley-libertad (40-41), y la liberación del mal, que es el apego a la vida y a sus bienes temporales (42).

(Estas notas están tomadas de la introducción al libro en las OBRAS COMPLETAS de Teresa, editadas por EDE. Autor: Daniel de Pablo Maroto, ocd)

martes, 22 de julio de 2014

TERESA Y EL BARROCO

"Teresa de Avila es canonizada a sólo cuarenta años de su muerte. La canonización de Juan de la Cruz no se produce hasta 1726, es decir, ciento treinta y cinco años después de su muerte en 1591, y el solo proceso de beatificación se prolonga hasta 1675.
 La proclamación de santidad es en cierta medida un hecho social, aun cuando la sociedad sea en este caso la de los bienaventurados. Teresa queda situada como absoluta luminaria en la sociedad celeste de la Iglesia barroca. En buena medida, ciertas líneas profundas de la espiritualidad que ella representó iban a ser, cuando no clausuradas, sí consideradas con muy particular cautela por esa misma Iglesia.
El corazón llameante o incendiado por el dardo ígneo: la imagen por excelencia de Teresa en el cielo barroco... Teresa entra soberanamente en la gloria de la imagen, y, a la vez, en la fijación de la imagen: el corazón y el dardo, la visión seráfica.
El barroco no podía resistirse al espectáculo ni la Iglesia a la eficacia de éste como medio de propagación de la fe... El barroco es un arte de ver. Un arte de la manipulación y de la multiplicación de la imagen y de la visión... Al otro lado, sin embargo quedan las "moradas séptimas", el lugar adonde el barroco propiamente no podía llegar, lugar extremo donde cesan los medios, el lugar de la no representación".

(Fragmentos de: Teresa in capella cornaro, en "Variaciones sobre el pájaro y la red", de José Ángel Valente)

domingo, 20 de julio de 2014

CASTILLO INTERIOR

"El Castillo Interior es una lección de teología espiritual, que suavemente se convierte en un tratado de teología mística, escrito por una mujer que ha experimentado y pensado a fondo el propio proceso espiritual y místico, y desde él es capaz de elevarse del plano narrativo al plano doctrinal, y codificar, a su modo, el itinerario del cristiano, hasta llegar a la plenitud de vida cristológica y trinitaria, en función de ser Iglesia.
 Desde las primeras líneas de la morada primera queda centrado el tema de la vida espiritual en términos originales: misterio del hombre dotado de alma capaz de Dios, y misterio de la comunicación con la divinidad que habita en él. Surge enseguida el intento de desembarazarse rápidamente de los temas introductorios, primeros pasos de la vida espiritual, para afrontar de lleno el tema difícil, de que tan poco se habla en los libros espirituales: últimas fases de la vida cristiana y pleno desarrollo de la santidad. De hecho, la autora despacha en solos cinco capítulos todo el tema ascético que había llenado casi íntegramente el Camino de perfección, y dedica el resto de la obra, 22 capítulos, a la jornada fuerte: entrada en la tierra santa de la vida mística (moradas cuartas), unión y santificación inicial (moradas quintas), el crisol del amor y sus manifestaciones más fuertes en el místico (moradas sextas), consumación en la experiencia de los misterios cristológico y trinitario, y plena disposición al servicio de los otros (moradas séptimas).
 En apariencia, el libro y su trazado se van improvisando sobre la marcha. Pero en realidad, la síntesis lograda en la obra cosecha en plena granazón la siembra de muchos años".

Tomás Álvarez
"Diccionario de santa Teresa"

viernes, 18 de julio de 2014

LOS OJOS EN EL CENTRO...

“Pues tornemos ahora a nuestro castillo de muchas moradas. No habéis de entender estas moradas una en pos de otra, como cosa en hilada, sino poned los ojos en el centro, que es la pieza o palacio adonde está el rey, y considerar como un palmito, que para llegar a lo que es de comer tiene muchas coberturas que todo lo sabroso cercan. Así acá, alrededor de esta pieza están muchas, y encima lo mismo”.

“A mi parecer jamás nos acabamos de conocer si no procuramos conocer a Dios; mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza; y mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes”.

Santa Teresa
(Moradas)

martes, 15 de julio de 2014

MARÍA, ESTRELLA DE LA ESPERANZA

"Con un himno del siglo VIII/IX, por tanto de hace más de mil años, la Iglesia saluda a María, la Madre de Dios, como "estrella del mar" : Ave maris stella. La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su « » abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Jn 1,14)?

 Así, pues, la invocamos: 
Santa María, tú fuiste una de aquellas almas humildes y grandes en Israel que, como Simeón, esperó « el consuelo de Israel » (Lc 2,25) y esperaron, como Ana, « la redención de Jerusalén » (Lc 2,38). Tú viviste en contacto íntimo con las Sagradas Escrituras de Israel, que hablaban de la esperanza, de la promesa hecha a Abrahán y a su descendencia (cf. Lc1,55). Así comprendemos el santo temor que te sobrevino cuando el ángel de Dios entró en tu aposento y te dijo que darías a luz a Aquel que era la esperanza de Israel y la esperanza del mundo. Por ti, por tu « sí », la esperanza de milenios debía hacerse realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta misión y has dicho « sí »: « Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra » (Lc 1,38). Cuando llena de santa alegría fuiste aprisa por los montes de Judea para visitar a tu pariente Isabel, te convertiste en la imagen de la futura Iglesia que, en su seno, lleva la esperanza del mundo por los montes de la historia. Pero junto con la alegría que, en tu Magnificat, con las palabras y el canto, has difundido en los siglos, conocías también las afirmaciones oscuras de los profetas sobre el sufrimiento del siervo de Dios en este mundo. Sobre su nacimiento en el establo de Belén brilló el resplandor de los ángeles que llevaron la buena nueva a los pastores, pero al mismo tiempo se hizo de sobra palpable la pobreza de Dios en este mundo. El anciano Simeón te habló de la espada que traspasaría tu corazón (cf. Lc 2,35), del signo de contradicción que tu Hijo sería en este mundo. 
Cuando comenzó después la actividad pública de Jesús, debiste quedarte a un lado para que pudiera crecer la nueva familia que Él había venido a instituir y que se desarrollaría con la aportación de los que hubieran escuchado y cumplido su palabra (cf. Lc 11,27s). No obstante toda la grandeza y la alegría de los primeros pasos de la actividad de Jesús, ya en la sinagoga de Nazaret experimentaste la verdad de aquella palabra sobre el « signo de contradicción » (cf. Lc 4,28ss). Así has visto el poder creciente de la hostilidad y el rechazo que progresivamente fue creándose en torno a Jesús hasta la hora de la cruz, en la que viste morir como un fracasado, expuesto al escarnio, entre los delincuentes, al Salvador del mundo, el heredero de David, el Hijo de Dios. Recibiste entonces la palabra: « Mujer, ahí tienes a tu hijo » (Jn 19,26). Desde la cruz recibiste una nueva misión. A partir de la cruz te convertiste en madre de una manera nueva: madre de todos los que quieren creer en tu Hijo Jesús y seguirlo. La espada del dolor traspasó tu corazón. ¿Había muerto la esperanza? ¿Se había quedado el mundo definitivamente sin luz, la vida sin meta? Probablemente habrás escuchado de nuevo en tu interior en aquella hora la palabra del ángel, con la cual respondió a tu temor en el momento de la anunciación: « No temas, María » (Lc 1,30). ¡Cuántas veces el Señor, tu Hijo, dijo lo mismo a sus discípulos: no temáis! En la noche del Gólgota, oíste una vez más estas palabras en tu corazón. A sus discípulos, antes de la hora de la traición, Él les dijo: « Tened valor: Yo he vencido al mundo » (Jn 16,33). « No tiemble vuestro corazón ni se acobarde » (Jn 14,27). « No temas, María ». En la hora de Nazaret el ángel también te dijo: « Su reino no tendrá fin » (Lc 1,33). ¿Acaso había terminado antes de empezar? No, junto a la cruz, según las palabras de Jesús mismo, te convertiste en madre de los creyentes. Con esta fe, que en la oscuridad del Sábado Santo fue también certeza de la esperanza, te has ido a encontrar con la mañana de Pascua. La alegría de la resurrección ha conmovido tu corazón y te ha unido de modo nuevo a los discípulos, destinados a convertirse en familia de Jesús mediante la fe. Así, estuviste en la comunidad de los creyentes que en los días después de la Ascensión oraban unánimes en espera del don del Espíritu Santo (cf. Hch 1,14), que recibieron el día de Pentecostés. El « reino » de Jesús era distinto de como lo habían podido imaginar los hombres. Este « reino » comenzó en aquella hora y ya nunca tendría fin. Por eso tú permaneces con los discípulos como madre suya, como Madre de la esperanza. Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino.

Benedicto XVI
"Spe Salvi"
49-50
(2007)

lunes, 14 de julio de 2014

MADRE DE LA FE

"¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
 Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor".

Francisco
"Lumen fidei"

NI FORZAR, NI ARRINCONAR EL ALMA.

"El Señor, como es tan bueno, no nos fuerza: Antes da de muchas maneras a beber a los que le quieren seguir, para que ninguno vaya desconsolado ni muera de sed. Porque de esta fuente caudalosa (que es Cristo) salen arroyos, unos grandes y otros pequeños, y algunas veces charquitos para niños, que aquello les basta, y más, sería espantarlos ver tanta agua; estos son los que están en los principios. Así que, no tengan miedo de morir de sed; nunca falta agua de consolación en tal cantidad que no se pueda sufrir". 
(Camino)

"No os apretéis, porque si el alma se comienza a encoger, es muy mala cosa para todo lo bueno. Procuren ser afables y entender de manera con todas las personas que les traten, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar, y no se atemoricen y amedrenten de la virtud: mientras más santos, más conversables. No dejen arrinconar el alma, que en lugar de procurar santidad, sacará muchas imperfecciones". 
(Camino)

Teresa de Jesús

jueves, 10 de julio de 2014

SOLEDAD EN SANTA TERESA

Teresa aprecia y propone la soledad al que comienza oración, la retiene como elemento esencial de la vida contemplativa, y aun más, la soledad adquiere dimensiones y honduras especiales en la experiencia mística de Teresa. Lemas frecuentes en sus escritos son: "Estar en soledad", "Deseo de soledad", "A solas con Dios", "Oración y soledad".
 Es curioso que Teresa, siendo una persona muy sociable, a la que se le dan fácil las relaciones, sea al mismo tiempo tan propensa a buscar la soledad. Parece contradicción, pero por supuesto que no lo es: Sociabilidad y soledad se integran y compensan. Ella misma se afirma "amiga de amigos", y a la vez: "mi inclinación natural es siempre estado de soledad, aunque no lo he merecido tener". Teresa gusta de la soledad desde la infancia, y esa inclinación se acentúa al entrar como carmelita, provocando incluso recelos en sus formadoras (4, 9). Para Teresa es connatural la soledad con la vocación al Carmelo, y dice: "De estar sola nunca me cansaría" (R 1, 6). Así, soledad y amistad son integrantes básicos de la psique de Teresa, predominando, según su propio parecer, la primera. Sobre ella se despliega su vida contemplativa, y desde ella elabora su pedagogía de la oración.
 Si para Teresa la oración es "amistad con Dios",  ahí está implícita la soledad: la oración es "amistad a solas". Un "a solas" amoroso, a solas con quien sabemos nos ama. Este amor es convicción de fe. Así, a los que se inician en este camino de amistad les aconseja presta: "han menester irse acostumbrando a soledad" (V 11, 9).
 La soledad en Teresa es el camino de la vida contemplativa, y la disponibilidad para la experiencia mística.


(Notas tomadas de: Diccionario de santa Teresa, Monte Carmelo)

SOLEDAD EN SAN JUAN DE LA CRUZ

La soledad: experiencia vital de san Juan de la Cruz. Padecida como niño y como hombre, radicalizada como místico. De una soledad impuesta a una soledad elegida, buscada y reclamada como llamada interior; componente secundario, pero esencial de su realización personal, que está centrada en la más estrecha intimidad con Dios en Cristo por el Espíritu. Juan ha gustado la soledad de la naturaleza y la ha cantado:

"Los valles solitarios nemorosos son quietos, amenos y frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y suave canto de aves, hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi amado para mí" (CB 14, 7)

La soledad tuvo valor humano y valor religioso para el Santo. su soledad tiene que ver con su búsqueda de absoluto, con la radicalidad de su camino; es consecuencia de su vocación y su resolución de aventurar su vida tras un único ideal.

La soledad es un símbolo primordial que carga sobre sí todas las valencias de lo positivo y lo deseado. Es al fin una gracia de Dios, un regalo para el hombre sanjuanista.

Las canciones 34-35 del Cántico contienen el mejor canto a la soledad.

(Notas tomadas de: Diccionario de san Juan de la Cruz, Monte Carmelo)


miércoles, 9 de julio de 2014

LIDERAZGO DE LA VIDA RELIGIOSA

"El liderazgo no supone, en absoluto, medidas de estrategia para un crecimiento mercantil, sino líneas de salud para una vida estable, serena y feliz. La armonía que debe proporcionar la vida religiosa en el seno del pueblo de Dios nace de su libertad frente a la tensión por querer ser el centro y poseer las reglas del juego. Su sitio, como don carismático, es el recuerdo de la libertad, tantas veces perdido en el seno de las relaciones humanas y eclesiales. Y esa aparente inestabilidad es su indiscutible liderazgo, no otro. Cuando se ha profesionalizado o se ha estabilizado en exceso, la vida religiosa ha perdido liderazgo evangélico porque, curiosamente, ha entrado en un campo que no es el suyo.
Nacieron las familias religiosas para inspirar caminos nuevos, ofrecer trayectorias impensadas, o responder ágilmente a necesidades que no tenían espera. Cuando esto se pierde, surge la institucionalización abigarrada que convierte las respuestas otrora evangélicas, en respuestas industriales fácilmente digeridas por una sociedad mundo-mercado que constantemente tiene que fabricar respuestas a las necesidades que ella misma crea y soluciona. El mayor desgaste de la vida religiosa viene, curiosamente, de haber perdido su liderazgo evangélico respecto a las pequeñas cosas de la vida, a las que alude el papa Francisco ("Evangelii Gaudium", 4). Porque ha nacido para eso, por eso y únicamente para testimoniar eso".

Luis A. Gonzalo Diez
"La vida religiosa en operación salida"
Vida Religiosa
(Monográfico 2/2014/Vol.116)

ORACIÓN DEL QUINTO CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE SANTA TERESA


"Dios, Padre nuestro,

te alabamos y te bendecimos,

porque nos concedes la gracia de celebrar

el V centenario del nacimiento

de Santa Teresa de Jesús.

Señor Jesucristo, "amigo verdadero",

ayúdanos a crecer en tu amistad,

para que, como Teresa, hija de la Iglesia,

demos testimonio de tu alegría ante el mundo,

atentos a las necesidades

de la Humanidad.

Espíritu Santo,

ayúdanos a avanzar,

"con limpia conciencia y humildad",

en el camino de la vida interior,

cimentados en la verdad,

con renovado desprendimiento,

y amor fraterno incondicional.

Como Teresa de Jesús,

maestra de espiritualidad,

enséñanos a orar de todo corazón:

"Vuestra soy, Señor, para Vos nací

¿qué mandáis hacer de mi? 
Amén.

martes, 8 de julio de 2014

EL ANHELO DE UNA VIDA SIMPLE...

Tengo esta frase hace días dando vueltas: el anhelo de una vida simple...; expresa un deseo interior que ha ido tomando forma con el paso del tiempo. El tema salió en las charlas de la semana pasada con los estudiantes, reflexionando en los orígenes de la vida religiosa en la Iglesia. Nuestras estructuras como congregación, y nuestras actitudes como consagrados, tienen poco que ver con la simplicidad. Sin llegar a caer en el pauperismo, creo que podríamos vivir con mucho menos, y sin muchas cosas; eso, sin hablar de los seguros que pagamos, de nuestros intentos de adaptación a normas y conceptos sociales, etc. Es decir, que de alternativa real frente a la sociedad actual tenemos poco, y se supone que es la razón de ser de la vida consagrada en la Iglesia, y del Evangelio mismo. El llamado a una vida más sencilla vale para todos, pero algunos estamos más obligados que otros, o al menos eso me parece. La persona que vive " en el mundo", bien entendida la frase, tiene que implicarse inevitablemente en la dinámica social, con sus obligaciones... Pero si lo que llamamos "vida consagrada" no es una alternativa posible a esa realidad, entonces, ¿qué sentido tendría? Mi primera reflexión al respecto llegó en relación con el empeño porque los religiosos adquieran títulos académicos; luego, con mi experiencia en los últimos dos años, viendo los esfuerzos por acomodarnos a diversos requerimientos sociales, buscando seguridades, participando inevitablemente en el mismo entramado del que supuestamente salimos al abrazar la vida consagrada. Quede claro que con esta reflexión no juzgo a nadie, no soy quien para hacerlo; hablo de lo que siento yo, de lo que a mí me cuestiona, de lo que siento se me pide. Una vida simple, sencilla. ¿Idealista? Sí, es posible, pero cuando no lo sea no tendrá sentido vivir. En el contexto de la Iglesia Cubana me sentía más cercano a ese ideal de sencillez, impuesto muchas veces por el contexto, pero abrazado conscientemente. El encuentro con una realidad eclesial diferente ha puesto sobre el tapete nuevas cuestiones, me ha hecho reflexionar otra vez sobre el tema. Un interrogante se abre ante mí: ¿Cómo quiero vivir?

viernes, 4 de julio de 2014

VIDA RELIGIOSA, según santa Teresa

Una cosa importa: llegar a ser de Cristo. Para Teresa, la vida religiosa es configuración con Cristo.

Textos teresianos fundamentales sobre este tema:

Vida (4, 5, 7, 36)
Modo de visitar los conventos.
Camino de perfección.
Constituciones.

Teresa no presenta una doctrina abstracta, sino práctica viva, experiencia propia. Es la misma Teresa la que aparece ante nosotros como realidad evangélica, en unas circunstancias de vida y santidad muy concretas de la historia de la Iglesia. Sabe que lo espiritual necesita concretarse en una forma determinada, y de ahí nace su primer comunidad en San José de Ávila, y luego las otras. Es el llamado “estilo” teresiano, recogido en sus escritos y el testimonio de sus compañeros de camino. El estilo ayuda a vivir el espíritu; si se desvirtúa el estilo, el espíritu se empobrece. Cuando se desfigura, se pierde identidad. Por eso Teresa insiste mucho en guardar la Regla y las Constituciones, porque contienen un espíritu y son exponentes del estilo de vida que ella propone.

No se trata del cumplimiento estricto de lo establecido, sino de descubrir un espíritu que se pretende vivir. Entender ese ESPÍRITU puede requerir tiempo, por eso es importante ir familiarizándonos con él desde los comienzos de nuestro camino vocacional. Las leyes no han de sacralizarse nunca; la riqueza carismática de nuestros fundadores no puede encerrarse en normas ni cumplimientos, ni es producto del pensamiento de unos u otros intérpretes. Por eso, no ha de hablarse de “vida religiosa” el simple hecho practicar algo establecido de antemano, porque no se trata de un mero cumplimiento.

Teresa nos invita compartir un PROYECTO DE VIDA. Ese proyecto toma como punto de partida en nuestro caso la Regla y las Constituciones, elaboradas para expresar ese ESTILO teresiano del que antes hablamos, y al que luego hemos de aportar nuestra impronta personal. El espíritu fundacional tiene que ser encarnado, configurado. Requiere expresarse con formas que distingan y se diferencien de otras formas de vida.

Teresa introdujo una forma nueva de hacer el camino de seguimiento de Cristo, con estilo propio, con manera nueva de hacer fraternidad.

Dos textos teresianos que ayudan a entender el propósito de Teresa:

Moradas 1, 2, 17. (Amor a Dios y al prójimo)

Camino 4, 1. (¿Qué tales habremos de ser?)



“VIVIR EN OBSEQUIO DE JESUCRISTO”

1. La vocación: La autenticidad de la vida religiosa la expresa Teresa en términos de “ser”, nunca de “estar”, o de “ser número”. Dice en carta a Ana de Jesús (451): “No está nuestra ganancia en ser muchos los monasterios, sino en ser santas las que estuviesen en ellos”. No es un “estado”, sino una vida, cuyo objetivo concreto es caminar hacia la fuente que es Cristo. 

2. El camino: Para Teresa, la vida religiosa es entrega, crecimiento en el servicio de Dios, hasta alcanzar la madurez de la vida cristiana: “No venimos aquí a otra cosa… así que a pelear como fuertes hasta morir en la demanda” (Cartas 16, 12; 18, 3; 20, 2). Teresa inicia su vida religiosa con alegría y entusiasmo, decidida, dispuesta a todo. Vocación para ir al seminario, o para estar en tal o cual convento no tiene nadie, sino para “seguir a Cristo”, para no regirse por otra norma que la del amor. Dios nunca llama a estar. La vocación es un proceso de vida….

3. Ser o no ser: … Y por eso tiene su historia propia, sus altas y bajas, sus crecientes y sus declives, hasta que la persona se determina a entregarse de verdad. Teresa conoció lo que era vivir altibajos en su camino como religiosa. Supo lo que era prometer y luego no cumplir, y sufrió la tentación de “andar como los muchos”. Se resiste a la llamada de Dios, que la quiere para cosas más grandes (Vida 8, 12).

4. Revisión de vida: En esa lucha cotidiana por responder a la llamada de Dios, Teresa tiene momentos de revisión de vida, de comparar lo que profesó con la vida que lleva. Teresa es crítica con ella misma y con algunos ambientes en los que ha de vivir su vida vocacional. Teresa, en Vida 7, 5, usa palabras duras sobre la vida religiosa de su tiempo. Teresa sufre en su propia carne todo esto, y sabe que ello repercute en la Iglesia. “La misión de la vida religiosa es hacer presente a Cristo mediante el testimonio personal” (Vita consecrata 72).

5. Estar a la escucha: Lo que salvó a Teresa fue estar a la escucha. Actitud fundamental de la vida espiritual. La vida religiosa es respuesta a una llamada a la santidad, al servicio del Señor, al amor, desde la práctica de los consejos evangélicos, desde la oración, desde la vivencia de la conversión plena, desde la renuncia de uno mismo para vivir totalmente en el Señor, para que Dios sea todo en todos. Esto es lo que llama Teresa: “Una determinada determinación”. Pide coherencia de vida; ella misma no quiere ser monja sólo de nombre, sino de verdad. La vida religiosa sin dinamismo interior, sin fuerza renovadora, sin respuesta a la llamada, es vivir a nuestro antojo, a base de comodidades, de búsquedas personales, de caprichos. Y eso no es vida. Teresa entro para caminar, y no para vivir parara, en permanente indecisión, esquivando riesgos y dificultades. Por eso llega el momento, ¡luego de 20 años de vida religiosa!, en que Teresa tiene que decidirse, y Dios pudo en Teresa.

6. Conexión con Dios en la oración: En las diversas disyuntivas de la vida lo que salva es mantener la conexión con Dios, estando siempre a la escucha de su Palabra. LO que salva a Teresa es el hecho de que, en la derrota o en la lucha, aprendió a no dejar de escuchar. No se insensibilizó a la llamada. Y por ahí la fue Dios llevando hasta lo que Él tenía preparado para ella. Repasar el capítulo 9 de VIDA, momento de su “conversión”.

7. Centralidad de Cristo: El proyecto, el estilo, el camino de Teresa, es esencialmente cristocéntrico. La vida religiosa para Teresa es “estar en Cristo y con Cristo”. Cristo es el punto de partida, de arranque, de toda vida religiosa: convertirse a Cristo. Hasta que Cristo no entra de verdad en la vida del vocacionado a la vida religiosa, se está a la deriva. Cristo es el centro. (Varios textos de Teresa: Vida 26, 6; Vida 22, 6-7, 12, 14).

8. Programa de Teresa: Toda llamada espera siempre una respuesta. Cuando Teresa se rinde a Dios y centra su vida en hacer el camino de Cristo, cae en la cuenta de que “ser monja” es hacer de la vida una respuesta de amor a Jesucristo. Ante todo, antes que hablar de cumplir lo establecido o abrazar los trabajos que se presenten, está el amor de un Dios que llama y el de Teresa (y el nuestro) que responde. Algunas consignas válidas de Teresa para todo vocacionado: enamorarse de Cristo, libertad interior, radicalidad en el seguimiento, alegría en la vida cotidiana, sencillez y sobriedad, pobreza; centrarse en las virtudes teologales, más que en una ascesis que tensiona. Poner toda la confianza en Cristo. Algo necesario a todo progreso vocacional es el vivir en estado de renovación permanente

9. Seguimiento: No es esta una palabra que aparezca en los escritos teresianos, pero si aparece el “seguir a Cristo”, que en la teología de la vida consagrada implica “hacer los caminos de Jesús”, adherirse totalmente, en fe y obediencia, a su persona; más que a una enseñanza moral y espiritual, compartir el destino de Jesús, dar la vida. Muchos textos teresianos manifiestan este propósito en Teresa, citamos algunos:

Por este camino que fue Cristo han de ir los que le quieren seguir” (V 11, 5)

“Da de muchas maneras a beber a los que le quieren seguir”
(C 20, 2)

Fundaciones 29, 32.

Y sobre todo fijar el texto de Camino: Todo CAMINO es el vademécum de la vida religiosa y manual de iniciación para cuantos se arriesgan a hacer el camino de Cristo.

Fijarnos en Camino 4, 4: amor (radicalidad), desasimiento (pobreza, personal y comunitaria), humildad (ser reales)

“Aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar”.

“No consintamos que sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino del que la compró con su sangre”.

“Acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración, y pues este ha de ser el cimiento de esta casa, es menester traer estudio en aficionarnos a lo que a esto más nos ayuda”.

(Notas tomadas a partir del Diccionario de Santa Teresa)


CARTA DEL PRIOR GENERAL O.CARM. CON MOTIVO DE LA SOLEMNIDAD DE LA VIRGEN DEL CARMEN 2014

Queridos hermanos y hermanas de la Familia Carmelita:

Se acerca la fiesta de Nuestra Madre del Carmen y, un año más, quisiera haceros llegar mi más cordial felicitación. Esta fecha significa para todos nosotros un momento entrañable y festivo, en el que, con gozo, celebramos nuestra devoción por la Madre del Señor, bajo la advocación tan popular de la Virgen del Carmen. Un año más, quisiera poner bajo su intercesión nuestros proyectos e ilusiones, nuestras misiones y apostolados, nuestras alegrías y también nuestras preocupaciones. Que María, Nuestra Madre y Hermana, nos ilumine, nos guíe y nos acompañe para que seamos fieles a nuestra vocación y para que sepamos responder con generosidad a la llamada insistente que está haciendo el Papa Francisco a toda la Iglesia a ser verdaderos evangelizadores.

Como quizás recordaréis, el año pasado os sugería una posible interpretación de un imagen típica de la devoción a la Virgen del Carmen: la Virgen que desciende al Purgatorio y que salva, con su escapulario, a los que sufren. Os pedía entonces que, a imitación de María, también nosotros descendamos a los purgatorios de la existencia y de forma solidaria y compasiva ayudásemos a los que sufren a salir de esos purgatorios de todo tipo que no faltan en nuestro mundo.

En esta ocasión os pediría que todos los carmelitas (frailes, monjas, religiosas de vida activa, terciarios, cofrades, laicos de los diversos grupos que forman la “familia carmelita”), nos unamos para contemplar, compartir y acrecentar, la belleza que (a veces, muy escondida) existe a nuestro alrededor. Desde sus orígenes, el Carmelo está vinculado a la belleza. El Monte Carmelo es sinónimo de ello en el Primer Testamento y todavía nosotros hoy llamamos a María, Mater et Decor Carmeli (“Madre y hermosura del Carmelo”). Nuestra Orden se ha caracterizado a lo largo de los siglos por esa tendencia a lo poético, a lo artístico… a lo hermoso.

Por ello, os pediría que nuestras vidas constituyesen una alabanza a Dios por la hermosura que nos rodea, y también un compromiso generoso para que esa hermosura no se vea ensombrecida y afeada por el mal, por el pecado, por el sufrimiento de tantos inocentes que padecen las consecuencias del egoísmo y de todas sus ramificaciones (injusticia, violencia, desigualdad…).

Que nuestras vidas como carmelitas, cada cual desde su condición específica, se conviertan en un canto de alabanza al creador y que -como María- también nosotros sepamos proclamar con humildad las maravillas que el Señor ha hecho y hace en nuestras vidas (Lc 1, 46-55). Quizás unos de los mayores dramas que vive el mundo moderno es su incapacidad para generar belleza y para descubrir la belleza. En otras ocasiones, la belleza queda reducida a un mero gozo estético, egoísta e insolidario, y entonces deja de ser tal, no es auténtica y produce hartazgo y vacío. Y es que, como decían los antiguos escolásticos, lo bueno y lo bello, el bonum y el puchrum (si son tales) siempre coinciden.

Cuando queremos descubrir lo bello, María, mistagoga y maestra de espiritualidad, orienta nuestras miradas en otra dirección: hacia lo pequeño, hacia lo humilde, hacia lo que no cuenta… María nos invita a descubrir la hermosura en los entresijos de la vida, en lo heroico y noble que a veces no somos capaces de descubrir en la existencia cotidiana.

Que el día del Carmen, nuestras novenas y cultos, nuestras liturgias y celebraciones sean también un canto humilde y sereno a la belleza. No caigáis en lo rutinario, ni en unas celebraciones desganadas, tributo a un pasado tan glorioso como lejano. No caigamos tampoco en una mera belleza exterior, reducida a rúbricas y pompas, sino que ese día, nuestro corazón sea capaz de elevarse -a través de la serena belleza de la liturgia- sobre las miserias humanas y mirar a la “estrella del mar” para que Ella nos guíe a Jesucristo, Nuestro Señor…

¡Feliz fiesta del Carmen! Que María, Madre y Hermana Nuestra os acompañe siempre. Con afecto fraterno

Fernando Millán Romeral O.Carm.
Prior General

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...