"El liderazgo no supone, en absoluto, medidas de estrategia para un crecimiento mercantil, sino líneas de salud para una vida estable, serena y feliz. La armonía que debe proporcionar la vida religiosa en el seno del pueblo de Dios nace de su libertad frente a la tensión por querer ser el centro y poseer las reglas del juego. Su sitio, como don carismático, es el recuerdo de la libertad, tantas veces perdido en el seno de las relaciones humanas y eclesiales. Y esa aparente inestabilidad es su indiscutible liderazgo, no otro. Cuando se ha profesionalizado o se ha estabilizado en exceso, la vida religiosa ha perdido liderazgo evangélico porque, curiosamente, ha entrado en un campo que no es el suyo.
Nacieron las familias religiosas para inspirar caminos nuevos, ofrecer trayectorias impensadas, o responder ágilmente a necesidades que no tenían espera. Cuando esto se pierde, surge la institucionalización abigarrada que convierte las respuestas otrora evangélicas, en respuestas industriales fácilmente digeridas por una sociedad mundo-mercado que constantemente tiene que fabricar respuestas a las necesidades que ella misma crea y soluciona. El mayor desgaste de la vida religiosa viene, curiosamente, de haber perdido su liderazgo evangélico respecto a las pequeñas cosas de la vida, a las que alude el papa Francisco ("Evangelii Gaudium", 4). Porque ha nacido para eso, por eso y únicamente para testimoniar eso".
Luis A. Gonzalo Diez
"La vida religiosa en operación salida"
Vida Religiosa
(Monográfico 2/2014/Vol.116)