Tengo esta frase hace días dando vueltas: el anhelo de una vida simple...; expresa un deseo interior que ha ido tomando forma con el paso del tiempo. El tema salió en las charlas de la semana pasada con los estudiantes, reflexionando en los orígenes de la vida religiosa en la Iglesia. Nuestras estructuras como congregación, y nuestras actitudes como consagrados, tienen poco que ver con la simplicidad. Sin llegar a caer en el pauperismo, creo que podríamos vivir con mucho menos, y sin muchas cosas; eso, sin hablar de los seguros que pagamos, de nuestros intentos de adaptación a normas y conceptos sociales, etc. Es decir, que de alternativa real frente a la sociedad actual tenemos poco, y se supone que es la razón de ser de la vida consagrada en la Iglesia, y del Evangelio mismo. El llamado a una vida más sencilla vale para todos, pero algunos estamos más obligados que otros, o al menos eso me parece. La persona que vive " en el mundo", bien entendida la frase, tiene que implicarse inevitablemente en la dinámica social, con sus obligaciones... Pero si lo que llamamos "vida consagrada" no es una alternativa posible a esa realidad, entonces, ¿qué sentido tendría? Mi primera reflexión al respecto llegó en relación con el empeño porque los religiosos adquieran títulos académicos; luego, con mi experiencia en los últimos dos años, viendo los esfuerzos por acomodarnos a diversos requerimientos sociales, buscando seguridades, participando inevitablemente en el mismo entramado del que supuestamente salimos al abrazar la vida consagrada. Quede claro que con esta reflexión no juzgo a nadie, no soy quien para hacerlo; hablo de lo que siento yo, de lo que a mí me cuestiona, de lo que siento se me pide. Una vida simple, sencilla. ¿Idealista? Sí, es posible, pero cuando no lo sea no tendrá sentido vivir. En el contexto de la Iglesia Cubana me sentía más cercano a ese ideal de sencillez, impuesto muchas veces por el contexto, pero abrazado conscientemente. El encuentro con una realidad eclesial diferente ha puesto sobre el tapete nuevas cuestiones, me ha hecho reflexionar otra vez sobre el tema. Un interrogante se abre ante mí: ¿Cómo quiero vivir?