viernes, 31 de enero de 2020

LIBRO DE LA VIDA DE TERESA DE JESÚS

El manuscrito autobiográfico del LIBRO DE LA VIDA de santa Teresa se conserva todavía, íntegro, en la Real Biblioteca de San Lorenzo del Escorial, en España; son 450 páginas, escritas con una letra de caligrafía recta, pareja, impoluta. El libro, compuesto por Teresa en 1565, cuando contaba 50 años de edad, es el primero de los que escribiría, y también el más extenso y el más personal (más rico en datos autobiográficos).

 No se trata de una autobiografía al uso, y de hecho el título por el cual conocemos el libro no es de Teresa; se lo pusieron los bibliotecarios del Escorial, y sus primeros editores tampoco lo nombraron así. Se trata, decía, más que de una autobiografía: es una relación extensa sobre la vida espiritual de su autora, en el momento en que esta se le vuelve misteriosa y compleja, a causa de sus muchas experiencias místicas. Al escribir estas páginas, Teresa pretende clarificarse ella, discernir y entender lo que le pasa, y también darlas a conocer a sus asesores espirituales. Se trata, dirá ella misma, de "su alma", e integra el misterioso designio de Dios, que lleva a Teresa de la mano para convertirla además en fundadora. El protagonista de esta VIDA no es propiamente Teresa, sino Dios; ella es la autora del relato, pero Dios está siempre en el centro de esta historia, y de hecho en muchas páginas Teresa se dirige a Él, e incluso es Él quien habla por boca de Teresa.

 Con todo el libro nos adentra en el alma de una mujer, Teresa de Jesús, de su carácter y genio femeninos, y ella no deja de recordarnos que es mujer la que escribe y dialoga en el relato; mujer viva y religiosa, que ha seguido un camino y experimentado una conversión, y necesita el auxilio de letrados teólogos para su discernimiento. Este libro tiene como peculiaridad, a diferencia de los otros (Camino, Moradas, Fundaciones) que está destinado en primer lugar a hombres. Fue escrito dos veces por Teresa: una primera redacción en Toledo, en el palacio de Doña Luisa de la Cerda (1562), y luego la segunda ya en Ávila, en su querido "palomarcico" de San José, su primera fundación (probablemente en 1565). En ambos casos llevaba el mismo propósito de dar a conocer su alma a sus directores de conciencia, y en el segundo de hacerlo llegar al gran maestro espiritual de su época, San Juan de Ávila, a quien se lo enviará en 1568. Pero aquel manuscrito tuvo una vida azarosa, y cayó en manos de la inquisición (denunciado por la intrigante princesa de Eboli, en 1574), que lo retuvo secuestrado una docena de años (1575-1587), hasta después de la muerte de su autora. 

Fue una discípula de la Santa, Ana de Jesús, la que logró rescatar el autografo teresiano, para ponerlo en manos de Fray Luis de León, quien lo edita por primera vez en Salamanca al frente de "Los libros de la Madre Teresa de Jesús", en el año 1588. Cuatro años después, el autógrafo de VIDA ingresaba en la Biblioteca del Escorial, requerido por el rey Felipe II, y allí permaneció hasta la actualidad. 


Veamos un esquema general de la obra, siguiendo el trazado por el P. Tomás Álvarez:

1. Primera parte de la narración, capítulos del 1 al 10: Cuenta la vida de Teresa antes de su ingreso en la experiencia mística, desde la infancia hasta los 39 años de edad.  Con dos períodos bien definidos: los primeros 20 años de vida familiar, hogareña, y luego los 19 años como monja en el convento de la Encarnación de Ávila. Los tres primeros capítulos ofrecen una mirada más plácida e idealizada de su niñez y adolescencia, y ya luego del 4 al 9, incidentes y luchas espirituales. 

2. La segunda parte, los capítulos del 11 al 22, traen el tratado de los cuatro grados de oración, o cuatro manera de regar el huerto, pasando así del relato biográfico  al plano doctrinal, aunque sin perder el fondo experiencial de lo que comparte. Queda así estructurado: Primer grado (capítulos 11-13); Segundo grado (capítulos 14-15); Tercer grado (capítulos 16-17) y Cuarto grado (capítulos 18-21). Cierra con el famoso capítulo 22, sobre la Humanidad de Cristo y su lugar en la experiencia mística. 

3. La tercera parte, capítulos 23 al 31, retoma el relato para hablarnos ahora de la intensa jornada mística de la vida de Teresa. Describe aquí los sucesos y experiencias que al final motivaron la redacción del libro. Es narrada con dramatismo, en la confluencia de las experiencias que Dios regala a Teresa con la fuerte oposición que encuentra fuera, de parte de sus consejeros.

4. La cuarta parte del relato narra la fundación del Carmelo de San José de Ávila (Capítulos 32-36). Viene a ser una unidad aparte en el libro, pues Teresa acordó que en caso de que el libro no pasara la censura, estos capítulos se conservaran y entregaran a sus hermanas religiosas. Conecta el comienzo de esta cuarta parte con el final de la anterior, en la que hay insistentes alusiones a una noche oscura de Teresa; aquellas ráfagas de oscuridad y prueba enlazan ahora con el relato de su visión del infierno (32), suma humillación mística de Teresa. Pero justo de ahí parte su misión de fundadora (también en el 32, gracia de envío). 

5. Y la quinta, y última parte, los capítulos 37 al 40, es como un anexo, y habla de la vida de Teresa, su nueva vida, en el momento en que escribe. Hay un importante cambio de escena, y ella escribe apremiada por el tiempo, y sus ocupaciones, pero también con una mirada puesta en lo definitivo, en la esperanza del cielo. Narra nuevas experiencias, como ver a Cristo y su grandísima hermosura, su oración de intercesión, etc.

VALORACIÓN DEL LIBRO:

Dijimos que era el más extenso, denso y rico de los escritos teresianos, y ocupa un puesto de alto nivel en el concierto de la espiritualidad cristiana, e incluso universal. Es valioso tanto literaria, como doctrinalmente.  Es un documento incomparable de la lengua castellana; refleja el habla del pueblo en el siglo XVI, con una singular originalidad.  Y como documento religioso, es el testimonio de la presencia amorosa de Dios en la vida de Teresa.

miércoles, 29 de enero de 2020

NADA TE TURBE...

"Siempre es vano el conturbarse, pues nunca sirve para provecho alguno. Y así, aunque todo se acabe y se hunda y todas las cosas sucedan al revés y adversas, vano es el turbarse, pues, por eso, antes se dañan más que se remedian. Y llevarlo todo con igualdad tranquila y pacífica, no sólo aprovecha al alma para muchos bienes, sino también para que en esas mismas adversidades se acierte mejor a juzgar de ellas y ponerles remedio conveniente... En todos los casos, por adversos que sean, antes nos habemos de alegrar que turbar, por no perder el mayor bien que toda la prosperidad, que es la tranquilidad del ánimo y paz en todas las cosas adversas y prósperas, llevándolas todas de una manera".

San Juan de la Cruz
Subida al Monte Carmelo
Libro Tercero, capítulo 7, #3 y 4

jueves, 23 de enero de 2020

CAMINANDO CON TERESA (22): LA ÚLTIMA JORNADA

Agradeciendo a todos los que nos han acompañado en la lectura de "Camino de perfección", de Santa Teresa, y que han colaborado fielmente con su presencia, y de manera especial en esta última entrada con sus propias reflexiones: 

Y llegamos a la última estación de este CAMINO que hemos hecho, leyendo el libro de TERESA juntos. El último capítulo, el 42, lleva este título: "En que trata de estas postreras palabras del Paternoster: sed libera nos a malo, amen. Más líbranos del mal, amen"; es un eco prolongado de la oración de Teresa, y van a centrarse en las palabras "líbranos" y "amén", con las que la autora cierra su enseñanza en este libro.

 Como hace de modo habitual, ella comienza su interpretación partiendo de los sentimientos mismos de Jesús; él ora con nosotros en cada frase del Padrenuestro. Teresa parte de la experiencia de Jesús en la Última Cena, y su frase en Lc 22,15: "Con deseo he deseado cenar con vosotros", diciendo que muy cansado debía estar el Señor, cansado de esta vida y de vivir; ambas afirmaciones escandalizan al teólogo que revisa el manuscrito. Teresa se sumerge en el misterio del sufrimiento de Jesús, pero siempre desde el misterio del mucho amor que suscita estos sentimientos en el Señor.  Así, desde el cansancio de la vida y la visión de la muerte y males humanos, al decir al Padre: "líbranos", está dando paso al deseo y al amor, al deseo de los bienes eternos y al amor con que los pide Él para nosotros, refrendado por el "Amén". 

 Entonces Teresa pasa de los sentimientos de Jesús a los nuestros, o mejor, a los suyos, pues Teresa presenta espontáneamente aquí sus propios sentimientos, lo que despierta en ella la presencia del mal, en su vida y en la historia de su tiempo. Es un jirón de la vida de la Santa: cansancio de la vida, anhelo de Dios, incertidumbre de si le complace o no, tensiones...

"¡Cuán diferentemente se inclina nuestra voluntad a lo que es voluntad de Dios! Ella quiere queramos la verdad, nosotros queremos la mentira; quiere que queramos lo eterno, acá nos inclinamos a lo que se acaba; quiere queramos cosas grandes y subidas, acá queremos bajas y de tierra; querría quisiéramos sólo lo seguro, acá amamos lo dudoso" (4).


Teresa acaba pidiendo que no seamos burlados por las trampas de la vida, y que nos esforcemos a pedir a boca llena, pues "pedimos a poderoso", y que nos abandonemos a su voluntad. El censor frena los impulsos interiores de Teresa, que desbordan pasión a la hora de expresar todo lo que estas oraciones suscitan en ella, pero la diversidad de manuscritos y redacciones, nos permiten acceder a un texto más vivo (Camino, primera redacción, capítulo 72,4).


"Vosotras, hijas, pedid como os pareciese; yo no le hallo viviendo, y así pido al Señor que me libre de todo mal para siempre.  ¿Qué bien hallamos en esta vida, hermanas, pues carecemos de tanto bien y estamos ausentes de él? Libradme, Señor, de esta sombra de muerte, libradme de tantos trabajos, libradme de tantos dolores, libradme de tantas mudanzas, de tantos cumplimientos como forzado hemos de tener los que vivimos, de tantas, tantas, tantas cosas que me cansan y fatigan, que cansaría a quien esto leyese si las dijese todas. No hay ya quien sufra vivir. Debe de venirme este cansancio de haber tan mal vivido y de ver que aun lo que vivo ahora no es como he de vivir, pues tanto debo. ¡Oh Señor mío, libradme ya de todo mal y sed servido de llevarme ahora adonde están todos los bienes!".

 Para terminar, en el #5, Teresa cierra su discurso agradeciendo a Dios por haber puesto palabras en ella para compartir con sus hermanas la experiencia, y el haberles dado luz acerca de "lo mucho que pedimos cuando decimos esta oración evangelical... que encierra en sí todo el camino espiritual desde el principio hasta engolfar Dios el alma y darla abundosamente a beber de la fuente de agua vida que dije estaba al fin del camino". 

Se despide pues Teresa de sus lectoras, volviendo a recomendar la oración del Padrenuestro, reconociéndose humildemente puro instrumento de Dios, y anunciando que entregará el manuscrito a un censor para que lo revise y diga si es o no válido, autorizando su lectura. 

Cierra con una doxología: "Bendito sea y alabado el Señor, de donde nos viene todo el bien que hablamos y pensamos y hacemos. Amén".



Aquí cerramos, por el momento estas entradas dedicadas a acompañar la lectura de "Camino de perfección", guiados por la sabiduría de un venerable carmelita descalzo, el P. Tomás Álvarez, ocd (epd), a quien he tratado de resumir e interpretar del mejor modo posible, desde mi propia experiencia y lecturas de la Santa. Ojalá que este Camino que hemos hechos nos deje el deseo de seguir leyendo a Teresa, de seguir compartiendo su experiencia de vida interior, y cultivar el trato de amistad con Jesús que la llevó a ponerse enteramente en las manos de Dios.

Fray Manuel de Jesús, ocd.






domingo, 19 de enero de 2020

CAMINANDO CON TERESA (21): AMOR A DIOS Y TEMOR DE OFENDERLE


En la entrada anterior comentamos los capítulos 38 y 39 de CAMINO, y la glosa de Teresa a las últimas peticiones del Padrenuestro; ahora prosigue esa glosa, en los dos capítulos siguientes, 40 y 41. En los dos anteriores pone Teresa el foco en la tentación básica, y en las tentaciones menores que la escoltan; ahora en estos dos, propondrá remedios, especialmente dos: amor y temor

"Pues, buen Maestro nuestro, dadnos algún remedio cómo vivir sin mucho sobresalto en guerra tan peligrosa. El que podemos tener, hijas, y nos dió Su Majestad, es amor y temor; que el amor nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará ir mirando adónde ponemos los pies, para no caer por camino adonde hay tanto en que tropezar, como caminamos todos los que vivimos... ¡Amor y temor de Dios! Son dos castillos fuertes, desde donde se da guerra al mundo y a los demonios" (1 y 2).

 Para Teresa son dos castillos fuertes el AMOR y el TEMOR, integrados en un sólo bastión; de estas dos actitudes de fondo resultará una especie de seguro de vida y de camino. Ya antes, en otro momento del libro, había hermanado otras dos virtudes: humildad y desasimiento

 Teresa hace, en este capítulo, un Elogio del Amor (#3):

"Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan,, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden; no aman sino verdades y cosa que sea digna de amar. ¿Pensáis que es posible, quien muy de veras ama a Dios, amar vanidades? Ni puede, ni riquezas, ni cosas del mundo, de deleites, ni honras, ni tiene contiendas, ni envidias; todo porque no pretende otra cosa sino contentar al Amado. Andan muriendo porque les ame, y así ponen la vida en entender cómo le agradarán más" (3).

A la pregunta de sus hermanas de cómo sabrán que tienen amor verdadero, ella responde que quien ama no lo puede esconder; los signos son visibles, como dice arriba, y luego pone los ejemplos de San Pablo y de la Magdalena, y afirma: "Como haya amor de Dios, siempre se entiende" (se nota, se ve). 

Por eso habla de cierta certeza y confianza, siempre que andemos en humildad, procurando buscar la verdad, sujetas a un confesor y tratando con él nuestro camino espiritual. Aunque el demonio ponga temores, si hay todo esto, iremos adelante. 

En el #8  hay una frase en la que me detengo con especial atención:
"Será gran cosa a la hora de la muerte ver que vamos a ser juzgados de quien hemos amado sobre todas las cosas. Seguras podremos ir con el pleito de nuestras deudas; no será ir a tierra extraña, sino propia, pues es a la de quien tanto amamos y nos ama". Si hay amor, hay ganancia, pero ¿Y si no?

 En el #9 la Santa nos presenta la posibilidad de no encontrar a Dios después de la muerte, cuando no hemos hecho un camino de amor en esta vida. Aquí vemos esa famosa frase de Teresa que tanto se cita: "Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aquí; todo es una noche la mala posada".  Invita a hacer penitencia, a aceptar las pruebas, y así viviendo en el amor, cruzaremos el umbral de la muerte con paz y esperanza. " Si vamos a recibir luego penas, sea donde con esperanza de salir de ellas las llevemos de buena gana y a donde no perdamos su amistad y gracia"


En el CAPÍTULO 41 hablará entonces del TEMOR DE DIOS y de como hemos de guardarnos de faltar a Dios, incluso en lo pequeño. Para leer adecuadamente este capítulo es importante recordar que la autora habla del "temor" en clave de "amor"; en el camino de la oración, a nuestro amor a Dios le acompaña o le sigue como una sombra benéfica el temor de Dios. En el léxico del libro, el "temor de Dios" es categoría bíblica, es el "principio de la sabiduría" (Proverbios 1,7; 9,10), y se contrapone al "miedo". En este capítulo Teresa hablará de ambos, del "temor" y del "miedo"; del primero, para inculcarlo, y del segundo, para exorcizarlo. 

El temor de Dios se va afianzando en el orante, y con el amor conforman las dos virtudes finales del itinerario propuesto en Camino, y en el itinerario de todo orante y todo caminante cristiano. Tratar con Dios y practicar virtudes trae como resultado esa doble expresión del "sentido de Dios": amarlo a Él, pero temiendo a la vez la propia fragilidad. Amarlo y temer perderlo

"Cuando ya llega el alma a contemplación, el temor de Dios también anda muy descubierto, como el amor; no va disimulado, aún en lo exterior" (1).

"En todo se puede tratar y hablar con Vos como quisiéremos, perdido el primer espanto y temor de ver vuestra majestad, con quedar mayor (temor) para no ofenderos, más no por miedo del castigo, Señor mío, porque éste no se tiene en nada en comparación de no perderos a vos" (Vida 37,6) (Moradas VI,7,3).

El verdadero temor de Dios, ¿en qué consiste?: En la vida teologal tal como la entiende Teresa no tenemos un seguro de amor, ni un seguro de vida.  Ambas cosas (amor y vida de gracia) las vivimos en riesgo. "Llevamos este tesoro en vasijas de barro". Así, nuestro amor es frágil, por eso amamos a Dios, pero propiamente no le tememos a Él: tememos ofenderle, perderle, quedar sin su amor.  Así ese temor actúa como mensajero del amor, agudiza nuestra sensibilidad y capacidad de discernir el bien y el mal, afina el sentido del pecado... Aquí entran la vigilancia, la determinada determinación, la osadía y la libertad. El temor de Dios agudiza, fortalece, impulsa; no es mortificante ni paralizante como el miedo, Es liberador, fecundo como el amor, y tiene una fuerza catártica y potenciadora. 

Por el contrario, el MIEDO no es cristiano, no es un sentimiento auténtico frente al Padre de nuestro Señor Jesucristo o frente a Jesús. Teresa habla de él con claros términos: "encogimiento y apretamiento de ánimo", "amedrentarse y atemorizarse", etc. 

"No es menester andar tan encogidos ni apretados, que el Señor nos favorecerá, y ya la costumbre nos será de ayuda para no ofenderle; sino andar con una santa libertad, tratando con quien fuere justo y aunque sean distraídas" (4). "No os apretéis, porque si el alma se comienza a encoger, es muy mala cosa para todo lo bueno" (5). 

El miedo es una degradación del temor de Dios, con efectos deformantes: escrúpulos, inhabilita para el bien, atemoriza y ahoga, no deja respetar la libertad de los otros, mira mal la alegría santa y juzga. Teresa misma recuerda su propio miedo al Maligno, alimentado por algunos confesores, que al final superó, y comenta que ya no les tiene miedo, sino que ellos temen a Teresa. (Vida 25,20).

Para cerrar el capítulo, Teresa recuerda algo importante: La virtud ha de ser atractiva; la virtud que repele no es virtud, e insiste en la afabilidad del orante. Dejemos hablar a Teresa:

"Procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar, y no se atemoricen ni amedrenten de la virtud. A religiosas importa mucho esto: mientras más santas, más conversables con sus hermanas" (7).

"Procurad entender de Dios en verdad que no mira a tantas menudencias como vosotras pensáis; y no dejéis que se os encoja el ánimas y el ánimo, que se podrán perder muchos bienes" (8).

"No dejéis arrinconar vuestra alma, que en lugar de procurar santidad, sacará muchas imperfecciones" (8).

 Así cierra Teresa este capítulo, con el #9, afirmando que con estas dos cosas, amor y temor de Dios, podemos ir por este camino sosegados y quietos, aunque, como el temor ha de ir siempre delante, no descuidados, que esta seguridad no la debemos tener mientras vivimos, porque sería gran peligro. Por eso, pedir siempre a Nuestro Enseñador: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal".

 (Resumen de lo escrito por el P. Tomás Álvarez, ocd)

sábado, 18 de enero de 2020

CAMINANDO CON TERESA (20): NO NOS DEJES EN LA TENTACIÓN


Y ya estamos, en este CAMINO que hacemos con Teresa, ante las últimas peticiones del Padrenuestro; son las dos que ponen la mirada en los peligros y males de la vida humana. Jesús pide con nosotros al Padre que no nos deje caer en la tentación y nos libre del mal o del Maligno (Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo). Es lo que leeremos en los capítulos 38 y 39 de Camino de perfección

Curioso que al hablar de tentaciones y peligros ella no se dirija a los principiantes, sino ante todo a los más avanzados en la senda de la contemplación. Sucede que, a quienes se adentran en el camino de la oración, le acechan dos peligros: la involución y la autosugestión; de ahí la alerta que llega, tanto de la teología espiritual como de la psicología religiosa, para que nuestra relación con Dios sea real, y no mera ilusión. Importante, porque podemos pensar que hablamos y oímos a Dios, cuando en realidad hablamos y nos escuchamos a nosotros mismos. 


 Para Teresa el problema no está en los escollos del camino, en las dificultades que podemos encontrar o en las batallas que tengamos que librar: "Los soldados de Cristo,  que son los que tienen contemplación y tratan de oración, no ven la hora de pelear; nunca temen muchos enemigos públicos; ya los conocen y saben que, con la fuerza que en ellos pone el Señor, no tienen fuerza, y que siempre quedan vencedores y con gran ganancia" (2). Ante las dificultades del camino la actitud del orante es la aceptación amorosa, y se crece ante ellas. "Nunca les vuelven el rostro".

El problema está en el interior del orante, el riesgo de la mentira y el ilusionismo en la oración. Creer que es de Dios lo que brota de los repliegues más profundos y oscuros de nuestra propia psiquis. 

"Los que temen, y es razón teman y siempre pidan los libre el Señor de ellos son unos enemigos que hay traidores, unos demonios que se transfiguran en ángel de luz; vienen disfrazados.  Hasta que han hecho mucho daño en el alma no se dejan conocer, sino que nos andan bebiendo la sangre y acabando las virtudes y andamos en la misma tentación y no lo entendemos. De éstos, pidamos hijas, y supliquemos muchas veces en el Paternóster que nos libre el Señor y que no consienta andemos en tentación, que nos traigan engañadas, que se descubra la ponzoña, que no os escondan la luz y la verdad. ¡Oh, con cuánta razón nos enseña nuestro buen maestro a pedir esto y lo pide por nosotros!" (2).

Lo peor no es que pensemos que ciertas experiencias y sensaciones en la oración son de Dios, cuando en realidad no lo son; puede que en esos casos nos sintamos más impulsados a orar y a perseverar en la amistad con el Señor, porque suscitan agradecimiento y fidelidad a Dios de parte del orante. Es un escollo relativo, que puede vencerse con las actitudes de fondo del orante: la humildad sincera, la intención recta y la fidelidad a Dios mismo

¿Dónde está entonces el principal escollo, la gran tentación? En la zona del engreimiento, en la imagen deformada que el orante tiene de sí mismo, en los modos en que la oración se inserta en los engranajes de la propia persona y de la vida. "Adonde el demonio puede hacer gran daño sin entenderle es haciéndonos creer que tenemos virtudes no las teniendo" (5). Pensamos que damos mucho a Dios, no que recibimos de Dios sino que él recibe de nosotros, y que ha de pagarnos; también, creyendo tener virtudes, dejamos de esforzarnos por alcanzarlas. Doble fallo radical: falta de humildad y de verdad. El remedio: "oración y suplicar al Padre Eterno que no permita que andemos en tentación" (5).  Teresa dice en VIDA: "Espíritu que no vaya fundado en verdad, yo más le querría sin oración" (13,16). No hay virtud en nosotros que no hayamos recibido, que no sea don, regalo de Dios, por eso la humildad. La verdadera oración nos conduce al conocimiento propio: "Humildad es andar en verdad" (Moradas).

 En los números 6-9 pone Teresa ejemplos de cómo pensamos tenemos virtudes, cuando en realidad no es tanto así; de ahí la necesidad de la humildad y de orar. "El verdadero humilde siempre anda dudoso en virtudes propias, y muy ordinariamente le parecen más ciertas y de más valor las que ve en sus prójimos" (9). Y sin embargo, al entrar en el capítulo siguiente, el 39, nos alerta de "unas falsas humildades que pone el demonio con gran inquietud de la gravedad de nuestros pecados" (1). Ello puede desalentar a la persona en su oración y camino espiritual, dejar de hacer el bien y dudar de la misericordia de Dios. Así, dice: "Algunas veces podrá ser humildad y virtud teneros por tan ruin, y otras grandísima tentación"(2). Con una claridad meridiana Teresa explica cómo diferenciar la verdadera de la falsa humildad (#s 2 y 3), cerrando con esta afirmación: "Procurad obedecer, pues en esto está la mayor perfección".

En el #4 alerta sobre las falsas seguridades: "Así que aunque más gustos y prendas de amor el Señor os dé, nunca tanto andéis seguras que dejéis de temer podéis tornar a caer, y guardaros de las ocasiones" (4).

 En el #5 invita a tratar siempre las mercedes y regalos que recibimos con quien nos dé luz, sin tener cosa secreta, y recordar, ya lo citamos antes, pero vale la pena repetirlo: "En principio y fin de la oración, por subida contemplación que sea, siempre acabéis en propio conocimiento", que si es de Dios, aunque no lo advirtamos, trae consigo humildad y deja con más luz para entender lo poco que somos. 

El #6 es una oración al Padre, pidiendo ayuda, no para quitar los obstáculos externos, sino esas tentaciones interiores con las que nos engañamos. "Ya sabéis que por este camino no van los muchos; y si han de ir con tantos miedos, irán muy menos". 

El último número (7) vale la pena leerlo con detenimiento, porque suena muy actual, dadas las pruebas por las que ha tenido que pasar la Iglesia en los últimos tiempos. Teresa resuelve así, con fina ironía, los miedos y prevenciones contra los orantes: la gente suele admirarse más (y condenar), cuando cae uno de los buenos, que de los muchos que caen y no oran. La bondad no suele ser noticia.

 (Notas tomadas a partir de textos del P. Tomás Álvarez, y lectura personal de los textos de la Santa).

jueves, 16 de enero de 2020

SANTA TERESA Y LA EUCARISTÍA 1


Santa Teresa, desde su experiencia y práctica de vida, valora y comenta en sus libros acerca de la Eucaristía, como aspecto fundamental de su camino interior y vida comunitaria. Veamos algo de su itinerario personal que nos permita comprender mejor sus enseñanzas en torno a la relación existente entre vida, voluntad de Dios, oración y eucaristía. 

 La fe, y su práctica litúrgica o devocional, comenzó para Teresa en su propio hogar, y según las costumbres de su tiempo, previo al Concilio de Trento: misa dominical, comunión de familia en la liturgia pascual y en especiales momentos de familia, procesiones y solemnidades populares, grandes escenificaciones con ocasión del Corpus, etc. Sin embargo, no parece que la Eucaristía como tal tuviese especial significado o importancia decisiva en la infancia y adolescencia de Teresa.  No queda constancia de la fecha de su primera comunión, y no está el hecho entre los recuerdos tan vívidos que ella rememora en sus libros. En VIDA hay que recorrer muchas páginas para llegar a una primera mención del sacramento (4,9; 5,4; 7,11; 6,6; 7,21...). Alusiones no del todo positivas: misas del cura de Becedas; devociones de misas pero ya en un período tardío; confesión y comunión después del terrible colapso que sufrió (5,10) a los 24 años. 

 Ya en el monasterio de la Encarnación, Teresa vive la piedad eucarística  normal de una comunidad religiosa de su tiempo. Según la Regla del Carmen, la celebración de la Misa es el acto comunitario por excelencia, que reunía a los ermitaños dispersos en la montaña del Carmelo, cada día en la mañana. También la comunidad donde vive Teresa, en el monasterio, asiste cada mañana a la celebración de la Misa, sin embargo son pocas las fechas en las que se permite que las religiosas comulguen. En las Constituciones de aquel tiempo se prescribía que las monjas comulgaran regularmente en la primera dominica de Adviento, y en la Natividad de Nuestro Señor, en la primera dominica de Cuaresma, en el Jueves de la Cena, y en el día de Pascua siguiente y en el día de la Ascensión, en Pentecostés, Corpus, fiesta de Todos los Santos y de Nuestra Señora, el día que recibe el hábito y el día en que hace profesión. Si hay devoción en el convento o algunas religiosas, el confesor o la priora deben autorizarlo, previo consejo.  Es decir, estamos lejos aún de la comunión frecuente. 


Teresa, según cuenta en VIDA, se alejó más de la comunión en sus tiempos de mengua espiritual; no se mantuvo fiel a la comunión dominical, si es que antes la había practicado. Cuando muere su padre, tres o cuatro años después de su paroxismo, Teresa se propone una revisión de vida, y acoge la propuesta de su confesor de comulgar cada quince días. Se da así un tímido florecimiento de su piedad eucarística, alentando la vida espiritual de Teresa en los años duros y difíciles que vivirá a continuación, entre los 29 y 39 años de edad.  En la Encarnación florece por esas fechas un grupo de devotas del sacramento, con reglamento y prácticas propias, y Teresa forma parte de él. Es un semillero fecundo, que va a producir indudables frutos espirituales en las religiosas, y de modo particular en  Teresa y su posterior relación con el sacramento. 

 Otro factor a tener en cuenta en el itinerario eucarístico de la Santa son los libros. Su interés por los libros, las buenas lecturas; tal vez encontró alguno en la biblioteca de su tío, y ella misma tenía su misal en castellano, en su época de fundadora.  Lo mismo influiría de seguro el precioso clásico "Imitación de Cristo", o como ella lo llama: "Contemptus mundi", que leyó y cuya influencia se deja sentir en las páginas de CAMINO. Otra lectura fundamental, el "Cartujano", que propone ella junto al anterior como libros que han de estar en las bibliotecas de sus conventos; parece que tuvo que ver con ciertas prácticas personales de la Santa, relacionadas con el Domingo de Ramos y la Eucaristía. 

 Pero, como en otros procesos importantes de su vida espiritual, también la piedad eucarística de Teresa no se entiende sin el paso por la experiencia mística, centrada en el misterio de Cristo (Vida 27), con especial atención a su Sacratísima Humanidad (Vida 22 y Moradas 6,7). Era entonces natural que la Eucaristía pasase a ocupar un lugar fundamental en la piedad cristológica de Teresa. 

(Ideas tomadas del DICCIONARIO DE SANTA TERESA)

miércoles, 15 de enero de 2020

CAMINANDO CON TERESA (19): PERDONADOS PARA PERDONAR


Al glosar y orar las peticiones del Padrenuestro, Teresa  las va emparejando; así, la tercera y la cuarta, para aceptar y hacer la voluntad de Dios, necesitamos el pan de la Eucaristía.  Ahora reúne en un nuevo díptico las peticiones cuarta y quinta: quien nos da el pan de cada día, nos dará también el perdón y la capacidad de perdonar. La oración va recorriendo tres planos decisivos de la vida cristiana: la voluntad de Dios, la Eucaristía y el perdón; va de la mística a la práctica, y evocamos parte de su ideario ascético, cuando refiere a lo mundano, a base de tres antivalores: placeres, honra y dineros (deleites, honores y riquezas). (Ver: VIDA 20, 26-28 y CAMINO 40, 3).

 En este texto que leemos Teresa vuelve a referirse a la honra y nuestro apego a ella, pues es un punto importante en el ideario espiritual de Teresa, por razones sociales, culturales y de época, pero también porque para ella es uno de los engranajes mejor montados de nuestro egoísmo. El ser humano se encierra en sí mismo y en sus derechos, sin que sea capaz de desbordarlos o trascenderlos, sintiéndose ofendido, devaluado, menospreciado... Teresa va a dar ahora una lección que ensamble esas tres piezas: oración, honra y perdón. Lo que para Teresa impide que perdonemos es el orgullo, causado por la honra.

 El capítulo es de los más largos, pero fácil de leer y comprender. Los #s 1 y 2 presentan el planteamiento inicial, y luego va desarrollando el tema, hasta afrontarlo de ello en los #s del 8 al 13. Lo más importante es el radicalismo evangélico de esta petición, emparejando el perdón de Dios con el nuestro. Teresa resalta la enorme  desproporción que hay entre los dos perdones, el de Dios y el nuestro; el misterio tremendo de lo que Dios le ha perdonado a ella; y la paradoja de lo mucho que a nosotros nos cuesta perdonar. 
Pero a nivel práctico toda la atención de la Santa se desplaza hacia el plano de la convivencia: la oración verdadera ¿es o no es un generador de perdón incondicional y de amor a ultranza? ¿Qué efectos sobre la capacidad de perdonar del orante produce su oración?

 La "gran señal" para Teresa está en la vida del orante, en los efectos que produce la oración en su espíritu: capacidad de perdón, fortaleza para encajar golpes, facilidad para cancelarlos de la memoria y del corazón... Quien no constate estos efectos, dirá: "No se fie mucho de su oración". No era verdadera oración, ni proviene de Dios. La oración aterriza siempre en la vida, entre sus flores y entre sus espinas.

El siguiente capítulo, el # 37 es un ELOGIO DEL PADRENUESTRO. Dirá Teresa:

"Espántame ver que en tan pocas palabras está toda la contemplación y perfección encerrada, que parece no hemos menester otro libro, sino estudiar en este" (#1).

"Es muy amigo (Dios) de que tratemos con Él con verdad; tratando con llaneza y claridad (que no digamos una cosa y nos quede otra), siempre da más de lo que pedimos" (#4).

Orar con la oración del Padrenuestro, recibida del "buen Maestro y buen Enseñador", escribe en el #5: "Es todo el bien que un alma espiritual puede acá desear, porque es gran seguridad".

(Notas resumidas de lo escrito por el P. Tomás Álvarez, ocd)




lunes, 13 de enero de 2020

CAMINANDO CON TERESA (18): ORACIÓN Y EUCARISTÍA

Los capítulos 33, 34 y 35 de CAMINO DE PERFECCIÓN los dedica Teresa a glosar (o comentar) esta petición del Padrenuestro: "Danos hoy nuestro pan de cada día" (Panem nostrum quotidianum da nobis hodie). Teresa sabe que , en principio, esa petición de la oración dominical refiere al alimento material, necesario siempre, y que Dios no niega ni a las aves del cielo. Pero, como ella escribe a una comunidad orante, enseguida traslada su reflexión a otro plano: el espiritual. 

Así remite al pan por excelencia que sostiene nuestra indigencia en el camino de la fe: la Eucaristía. Presentado el tema a modo de tríptico, el más importante es el del centro: el capítulo 33, a modo de preludio, introduce al lector en el misterio de la Eucaristía y su sentido trinitario; el 34 explicará al lector cómo ha de ser su oración eucarística, cómo interiorizarla y enriquecerla; y en el 35, presentará el sentido eclesial de la oración eucarística. El primero y el tercero culminan con sendas "exclamaciones", oraciones de asombro dirigidas al Padre a favor del Hijo, presente en el sacramento. 

LA ORACIÓN ANTE EL MISTERIO DE LA EUCARISTÍA:

 Para Teresa, queda claro que el Padrenuestro y la Eucaristía son los dos pilares en que se apoya el orante, y por eso quiere ensamblarlas en su comentario. Parte de una breve reflexión doctrinal, para pasar a la oración vivida. Estas son las ideas básicas que propone Teresa como pórtico de entrada, convicciones fuertes como base para el orante: 

1. Que sin la Eucaristía sería imposible hacer la voluntad del Padre; quedaría frustrada la petición central del Padrenuestro: "Hágase tu voluntad".

2. Que es el Padre mismo quien nos da el pan de la Eucaristía, y en ella nos da a su Hijo, para que prolongue su presencia entre los hombres hasta el fin del mundo.

3. Que en esa petición, Jesús se asocia a nosotros para pedir al Padre el don del pan eucarístico. Nos dirigimos al Padre, por y con el Hijo, para pedirle la presencia de este en medio de nosotros, y así poder adherirnos a su voluntad. 

 De cada tesis Teresa pone ejemplos bíblicos, argumenta, siempre atraída por el misterio de la interioridad de Jesús. Y para cerrar su reflexión, una oración exclamativa al final del capítulo 33.

LA EUCARISTÍA, MANÁ DE LA HUMANIDAD:

Si en el capítulo anterior Teresa invita a pedir al Padre ese pan para alimentar la vida, ahora en la formación del orante es indispensable sabe que  es fundamental educar su sentido eucarístico, motivar a fondo su piedad y vivencia del sacramento.  Teresa pasará en este capítulo, una de las páginas más hermosas y densas del libro, de lo vivido a lo enseñado.

 El capítulo 34 está formado por 13 números, y los dos centrales (6 y 7) comienzan con el típico recurso del anonimato para hablar de "experiencias". No es raro, porque Teresa se ha desbordado ya en VIDA para compartir sus experiencias místicas relacionadas con la Eucaristía.  Recomiendo leer la Relación 26 para asomarnos a la fidelidad eucarística de Teresa.

 Al comenzar el capítulo 34, Teresa parece enredarse en una pequeña disquisición exegética: ¿Por qué se pide en la oración el "pan de cada día" y el "pan para hoy"?.Para ella indican dos vertientes del plan de Dios. El Padre nos ha dado al Hijo "para siempre", y ahora le pedimos el pan de la Eucaristía para el "hoy" de la vida temporal. Teresa afirma que la Eucaristía es el maná de la humanidad a lo largo de la historia, usando imágenes del Evangelio de Juan. 

En la pedagogía teresiana de la oración como "trato de amistad" es fundamental la presencia del amigo; en la Eucaristía el orante o el simple creyente  topan con un hecho de presencia casi desconcertante, que desborda nuestra comprensión: está "disfrazado"; en cierto modo cosificado y sujeto a límites y condicionamientos como símbolo sacramental.

 Teresa responde a quienes quisiera verlo ahora de otro modo, pues cuando lo estuvo apenas unos pocos le reconocieron, y no le trataron bien. En cambio, en la Eucaristía el Señor está cercano y asequible. "Debajo de aquel pan está tratable..." (#9). Está ahí para que "nos lleguemos a Él", y para entrar "dentro de mí" (#8); pues si estando en el mundo, sanó a enfermos, dice, cuánto hará estando dentro de nosotros.  Y está además, no solo para comunicar sus grandezas, sino para comunicarse a sí mismo, de persona a persona. La Eucaristía, a pesar del disfraz, es cristofanía, pues en ella se  revela, ahonda y prolonga la revelación iniciada en el bautismo. 

Y por supuesto, La presencia eucarística es invitación a "tratar" (amistad en acto) y "negociar" (interceder) con Él, según el sentido que Teresa da a ambos términos (#9, 10 y 12).

En RESUMEN: El capítulo comenzó con enfoque trinitario, y concluye con una orientación insistente hacia lo hondo del misterio: comer ese maná es entrar en una profunda comunión personal con Cristo, que aquilata nuestra fe, se nos revela más y más, y nos introduce en el diálogo amoroso de la oración de recogimiento. 

LA PLEGARIA EUCARÍSTICA DE TERESA:

Los capítulos 33 y 34 han desarrollado los motivos y el alcance de la oración eucarística, ya sea cuando Teresa o la comunidad piden al Padre el "Pan de cada día", o sea cuando celebran y comulgan el sacramento. Ahora, en este capítulo 35 la santa elabora una especie de canon eucarístico. Antes,  dedica todavía unas palabras a recapitular lo que antes había expresado:

1. Que la oración eucarística es interiorizante, que ofrece una ocasión y toda una pedagogía del recogimiento. Que el rito mismo de la comunión es un gesto de interiorización que conlleva a la recepción amorosa de Cristo en la posada interior, desarrollando una interior dinámica de unión por amor (objetivos de la oración y de la comunión eucarística).

2. Importancia de los deseos y del amor; comunión sin deseos es comida de inapetentes. La Eucaristía es incentivo de amor, irradia calor, ganas de tener a Cristo en sí con amor.

3. La Eucaristía no la concibe como momento aparte, o reducto desconectado de la vida y de lo cotidiano. La Eucaristía, como la oración, ha de ser contínua y prolongarse en la vida; impregnar la vida.  

4. Tanto la oración como la Eucaristía nos disponen mejor para que el Señor obre en nosotros, nos regale sus dones, y ello exige trabajo de parte nuestra, constancia.

LUEGO: Teresa, varias veces en este libro,  hace el gesto de convocar al pequeño grupo de lectoras, a ser Iglesia orante, y lo hace aquí de manera especial, en los números del 3 al 5.  Es una oración al Padre del cielo, por Cristo Jesús: en pro de él y por su mediación, en favor de la Iglesia y del mundo.


(Resumen de texto del P. Tomás Álvarez, ocd)







miércoles, 8 de enero de 2020

CAMINANDO CON TERESA (17): ORACIÓN DE QUIETUD Y CONTEMPLACIÓN PERFECTA


Retomemos la lectura de CAMINO, luego de la pausa navideña, y ya entramos en la recta final, nos quedan apenas 12 capítulos; lo dejamos en el 29, y Teresa está comentando las peticiones del PADRENUESTRO, y mostrando el camino de la oración. Ya vimos que no avanza mucho, sino que insiste en las mismas cosas fundamentales que quiere fijen sus hermanas, y nosotros también. Entre los capítulos 19 y 32, Teresa habla de los grados y matices del camino oracional: vocal, mental, recogimiento y principio de unión. Ahí seguimos.

CAPÍTULO 30: "Dice lo que importa entender lo que se pide en la oración", y lo hace comentando esta petición del Padrenuestro: santificado sea tu nombre, venga tu reino (Santificetur nomen tuum, adveniat regnum tuum), y aplicándolas a la oración de quietud. Se trata de evitar una oración mecánica, rutinaria; pide atención, saber lo que pedimos, a quién y para qué. No se trata simplemente de atención mental, sino de involucrar a toda la persona, para que entre en un diálogo interpersonal, en comunión. 

Es importante que las palabras rezadas y repetidas tengan el peso necesario para sentirnos en conexión con el Padre y adentrarnos en su reino. "Porque estamos ciegos y con hastío para no poder comer los manjares que nos han de dar vida" (#3).

 Teresa une estas dos peticiones del Padrenuestro, y las aplica a la oración de quietud, de la que este capítulo breve es apenas un esbozo. Comunica una experiencia personal, lo que ella entiende, y da libertad para buscar en otra parte si no complace.  En el #5 la santa nos traslada a su visión del reino, del gran bien que hay allí, y pone este estado en relación con la oración que quiere presentar; debemos pedirle a Dios su reino, para poder alabarle y glorificarle como se hace en en cielo

 La persona ha de prestar atención y disponerse, para que deje paso a la acción del Otro, que viene a poner sosiego y quietud en el alma (#6), pero esto en principio sucederá sólo a ratos y siempre con el favor de Dios. Así pasa el orante de la oración vocal del Padrenuestro a la hondura contemplativa, que no es nunca el resultado de técnicas, sino de la intervención normal, gratuita y amorosa de Quien va ocupando el centro de la vida del que ora, gracias a su atención y a la virtud de las palabras del Señor. 

Escribe: "Sé que muchas personas, rezando vocalmente, las levanta Dios, sin entender ellas cómo, a subida contemplación" (#7). Y cierra con una simpática advertencia: No piensen los que son enemigos de contemplación que están libres de vivir esta experiencia, si rezan vocalmente como se debe, y con limpia conciencia

IMPORTANTE: Al orar, prestar más atención al Padre que a lo que pedimos, y siempre en compañía del Maestro que nos enseñó esta oración. Compañía orante, sintiendo su cercanía y su presencia cuando oramos. Cristo ora con nosotros cuando decimos el Padrenuestro, él sigue orando a través de nosotros. 

CAPÍTULO 31: Un capítulo más largo, para explicar más detenidamente la ORACIÓN DE QUIETUD; nos acercamos con Teresa al agua viva de la oración contemplativa. Este capítulo sigue glosando las dos peticiones del Padrenuestro del capítulo anterior. Por el tema que trata, este capítulo fue suprimido de las primeras ediciones del libro, sospechoso de acercarse a la doctrina de los "alumbrados". Es un capítulo fundamental en la pedagogía teresianas para iniciarnos en la experiencia contemplativa.

 Para Teresa, la oración de quietud es "principio de contemplación" y por eso mismo, la entrada en el Reino que pedimos en el Padrenuestro; lo dirá de modo reiterado: el orante empieza a sentir que por fin ha entrado en el palacio del Rey, que empieza a recibir el reino. Si al inicio el orante tiene la impresión de llevar la iniciativa en el diálogo con Dios, ahora se produce un cambio, y se experimenta la irrupción del misterioso interlocutor de toda oración. 

 Teresa lo describe como en tres planos o niveles, que el P. Tomás Álvarez designa del siguiente modo: un nivel TEOLOGAL (básico y decisivo: Dios interviene con su gracia en nuestra oración); un nivel PSICOLÓGICO (la gracia de la experiencia contemplativa remueve y transforma la interioridad del orante, su palabra, su amor, su psiquis...); y un nivel EXISTENCIAL (la vida común y corriente del orante; es una experiencia que como una onda expansiva, alcanza la acción, e impregna lo cotidiano). 

Es este un capítulo denso a nivel doctrinal, que debe ser leído despacio, con detenimiento, para poder entenderlo y asimilar su enseñanza, contenida en la experiencia de Teresa, en ejemplos bíblicos, y en los muchos símbolos, imágenes y comparaciones que ella utiliza. 

 Ya al final del capítulo pasa la Santa al aspecto práctico y ofrece algunos avisos a quienes viven esta experiencia; avisos sencillos, como un "manual para aprender a recibir":

1. No forzar a Dios, no intentar prolongar la gracia o experiencia contemplativa; es Dios el que da (6).
2. Es bueno procurar soledad y lugar al Señor y dejarle obrar como en cosa suya (7). 
3. No desasosegarse porque el pensamiento y la fantasía se nieguen a compartir la paz de la voluntad (8).
4. Disponerse implica humildad, creciendo en libertad interior, desasiéndose de todo lo que sobra (11). 
5. Obras son amores, es decir, que de la experiencia surja el compromiso (12).
6. Recordar que esta oración de quietud es solo el inicio de la experiencia contemplativa; vendrá luego la oración de unión (10). 

Teresa hablara de ORACIÓN DE QUIETUD en otras partes de su obra, incluso mejor que acá; podemos consultar en VIDA (14 y 15) y en MORADAS (cuartas). 


CAPÍTULO 32: Aquí Teresa comenta las siguientes palabras del Padrenuestro: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Fiat voluntas tua sicut in coelo et in terra), y lo mucho que hace quien dice estas palabras con toda determinación y cuán bien se lo paga el Señor. Es la cima de la escalada que comenzó con las peticiones anteriores; "hágase tu voluntad" es abrirse al don de la contemplación perfecta, al pleno don de Dios en amistad consumada. Esto implica llegar a la "fuente de agua viva", anunciada y anhelada desde capítulos anteriores (19) y entrar en la misteriosa experiencia de la "unión". 

Este es otro capítulo importante, que debemos leer con mucho detenimiento; Teresa no ofrece una exégesis pensada, sino que comunica experiencia, el sentido de lo que ella misma ora y vive.  Las frases están concatenadas: si Él no nos diera su reino, ¿cómo podríamos santificar su nombre? ¿cómo podríamos darle efectivamente nuestra voluntad? Nada de esto es posible si Jesús no ora con nosotros, si no es él quien habla en nosotros al Padre. Teresa en la misma medida en que enseña, también va orando a lo largo del capítulo.

Ahora, decirle al Padre: "Hágase tu voluntad" es ofrecerle la nuestra. Supone el don de uno mismo, y nos lleva al Maestro y su oración en el huerto de Getsemaní: "Que se haga tu voluntad y no la mía". El escollo está en temor de entregarse del todo a Dios, ya sea por miedo o superficialidad; en ese caso, dice Teresa, mejor no decirlo. Es un miedo comprensible en cierto momento, pero superable, y ella misma lo ha experimentado, para acabar diciendo: "Vuestra soy, para vos nací: ¿qué queréis, Señor, de mí?

Radicalismo de amor, porque en esta entrega confiada está todo; "Todo lo que les he avisado en este libro va dirigido a este punto de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya y desasirnos de las criaturas" (#9). Aquí entra en juego una de las consignas teresianas que bien conocemos: "una determinada determinación". No juguemos con Dios, si le hemos de dar y así lo hemos prometido, démosle de verdad. Esta exigencia brota necesariamente de la dinámica del amor (9); Teresa subraya este radicalismo con palabras claras: dar nuestra voluntad del todo, para que Él haga la suya en todo, sin lo cual nunca habrá agua viva de la fuente

"Esto es contemplación perfecta", dice Teresa. Es el resultado de haber hecho el don de sí al Padre; haberlo hecho desde la raíz de la voluntad, de haberlo hecho en Cristo, en comunión con sus sentimientos, ratificando y personalizando la entrega que hace él de nuestra voluntad al enseñarnos a orar. Contemplación perfecta es la gracia que sobreviene al hecho de darnos del todo a Dios. 

En los # 10 y 11, Teresa ora y habla a sus hermanas de este darse. Y ya luego el resto del capítulo lo dedica a apuntar los tres aspectos fundamentales de la contemplación perfecta

1. Una mayor asimilación a Cristo, en todo sentido; cuando el orante supera sus miedos y es capaz de decirle al Padre: hágase tu voluntad, está seguro de cuál será esta.No una menguada felicidad terrena, sino aquello que dió a su hijo, porque "la medida de llevar gran cruz o pequeña es la del amor" (7).
2. La unión profunda a Dios: ahí se da la santificación plena del orante, y no por sus esfuerzos, sino por la presencia del Dios santo en él (11).
3. Desarrollo sin fin de la contemplación mística: horizontes abiertos, porque "Su Majestad  nunca se cansa de dar" (12 y 13). Insiste en que aquí ya no hay méritos ni técnicas que valgan; el contemplativo a entrado en el reino de la gratuidad, del amor, de la gracia. "Aquí la pobre alma, aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede nada sin que se lo den, y esta es su mayor riqueza". 


 (Resumen realizado a partir de las ideas del P. Tomás Álvarez, ocd).

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...