lunes, 13 de enero de 2020

CAMINANDO CON TERESA (18): ORACIÓN Y EUCARISTÍA

Los capítulos 33, 34 y 35 de CAMINO DE PERFECCIÓN los dedica Teresa a glosar (o comentar) esta petición del Padrenuestro: "Danos hoy nuestro pan de cada día" (Panem nostrum quotidianum da nobis hodie). Teresa sabe que , en principio, esa petición de la oración dominical refiere al alimento material, necesario siempre, y que Dios no niega ni a las aves del cielo. Pero, como ella escribe a una comunidad orante, enseguida traslada su reflexión a otro plano: el espiritual. 

Así remite al pan por excelencia que sostiene nuestra indigencia en el camino de la fe: la Eucaristía. Presentado el tema a modo de tríptico, el más importante es el del centro: el capítulo 33, a modo de preludio, introduce al lector en el misterio de la Eucaristía y su sentido trinitario; el 34 explicará al lector cómo ha de ser su oración eucarística, cómo interiorizarla y enriquecerla; y en el 35, presentará el sentido eclesial de la oración eucarística. El primero y el tercero culminan con sendas "exclamaciones", oraciones de asombro dirigidas al Padre a favor del Hijo, presente en el sacramento. 

LA ORACIÓN ANTE EL MISTERIO DE LA EUCARISTÍA:

 Para Teresa, queda claro que el Padrenuestro y la Eucaristía son los dos pilares en que se apoya el orante, y por eso quiere ensamblarlas en su comentario. Parte de una breve reflexión doctrinal, para pasar a la oración vivida. Estas son las ideas básicas que propone Teresa como pórtico de entrada, convicciones fuertes como base para el orante: 

1. Que sin la Eucaristía sería imposible hacer la voluntad del Padre; quedaría frustrada la petición central del Padrenuestro: "Hágase tu voluntad".

2. Que es el Padre mismo quien nos da el pan de la Eucaristía, y en ella nos da a su Hijo, para que prolongue su presencia entre los hombres hasta el fin del mundo.

3. Que en esa petición, Jesús se asocia a nosotros para pedir al Padre el don del pan eucarístico. Nos dirigimos al Padre, por y con el Hijo, para pedirle la presencia de este en medio de nosotros, y así poder adherirnos a su voluntad. 

 De cada tesis Teresa pone ejemplos bíblicos, argumenta, siempre atraída por el misterio de la interioridad de Jesús. Y para cerrar su reflexión, una oración exclamativa al final del capítulo 33.

LA EUCARISTÍA, MANÁ DE LA HUMANIDAD:

Si en el capítulo anterior Teresa invita a pedir al Padre ese pan para alimentar la vida, ahora en la formación del orante es indispensable sabe que  es fundamental educar su sentido eucarístico, motivar a fondo su piedad y vivencia del sacramento.  Teresa pasará en este capítulo, una de las páginas más hermosas y densas del libro, de lo vivido a lo enseñado.

 El capítulo 34 está formado por 13 números, y los dos centrales (6 y 7) comienzan con el típico recurso del anonimato para hablar de "experiencias". No es raro, porque Teresa se ha desbordado ya en VIDA para compartir sus experiencias místicas relacionadas con la Eucaristía.  Recomiendo leer la Relación 26 para asomarnos a la fidelidad eucarística de Teresa.

 Al comenzar el capítulo 34, Teresa parece enredarse en una pequeña disquisición exegética: ¿Por qué se pide en la oración el "pan de cada día" y el "pan para hoy"?.Para ella indican dos vertientes del plan de Dios. El Padre nos ha dado al Hijo "para siempre", y ahora le pedimos el pan de la Eucaristía para el "hoy" de la vida temporal. Teresa afirma que la Eucaristía es el maná de la humanidad a lo largo de la historia, usando imágenes del Evangelio de Juan. 

En la pedagogía teresiana de la oración como "trato de amistad" es fundamental la presencia del amigo; en la Eucaristía el orante o el simple creyente  topan con un hecho de presencia casi desconcertante, que desborda nuestra comprensión: está "disfrazado"; en cierto modo cosificado y sujeto a límites y condicionamientos como símbolo sacramental.

 Teresa responde a quienes quisiera verlo ahora de otro modo, pues cuando lo estuvo apenas unos pocos le reconocieron, y no le trataron bien. En cambio, en la Eucaristía el Señor está cercano y asequible. "Debajo de aquel pan está tratable..." (#9). Está ahí para que "nos lleguemos a Él", y para entrar "dentro de mí" (#8); pues si estando en el mundo, sanó a enfermos, dice, cuánto hará estando dentro de nosotros.  Y está además, no solo para comunicar sus grandezas, sino para comunicarse a sí mismo, de persona a persona. La Eucaristía, a pesar del disfraz, es cristofanía, pues en ella se  revela, ahonda y prolonga la revelación iniciada en el bautismo. 

Y por supuesto, La presencia eucarística es invitación a "tratar" (amistad en acto) y "negociar" (interceder) con Él, según el sentido que Teresa da a ambos términos (#9, 10 y 12).

En RESUMEN: El capítulo comenzó con enfoque trinitario, y concluye con una orientación insistente hacia lo hondo del misterio: comer ese maná es entrar en una profunda comunión personal con Cristo, que aquilata nuestra fe, se nos revela más y más, y nos introduce en el diálogo amoroso de la oración de recogimiento. 

LA PLEGARIA EUCARÍSTICA DE TERESA:

Los capítulos 33 y 34 han desarrollado los motivos y el alcance de la oración eucarística, ya sea cuando Teresa o la comunidad piden al Padre el "Pan de cada día", o sea cuando celebran y comulgan el sacramento. Ahora, en este capítulo 35 la santa elabora una especie de canon eucarístico. Antes,  dedica todavía unas palabras a recapitular lo que antes había expresado:

1. Que la oración eucarística es interiorizante, que ofrece una ocasión y toda una pedagogía del recogimiento. Que el rito mismo de la comunión es un gesto de interiorización que conlleva a la recepción amorosa de Cristo en la posada interior, desarrollando una interior dinámica de unión por amor (objetivos de la oración y de la comunión eucarística).

2. Importancia de los deseos y del amor; comunión sin deseos es comida de inapetentes. La Eucaristía es incentivo de amor, irradia calor, ganas de tener a Cristo en sí con amor.

3. La Eucaristía no la concibe como momento aparte, o reducto desconectado de la vida y de lo cotidiano. La Eucaristía, como la oración, ha de ser contínua y prolongarse en la vida; impregnar la vida.  

4. Tanto la oración como la Eucaristía nos disponen mejor para que el Señor obre en nosotros, nos regale sus dones, y ello exige trabajo de parte nuestra, constancia.

LUEGO: Teresa, varias veces en este libro,  hace el gesto de convocar al pequeño grupo de lectoras, a ser Iglesia orante, y lo hace aquí de manera especial, en los números del 3 al 5.  Es una oración al Padre del cielo, por Cristo Jesús: en pro de él y por su mediación, en favor de la Iglesia y del mundo.


(Resumen de texto del P. Tomás Álvarez, ocd)







FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...