miércoles, 8 de enero de 2020

CAMINANDO CON TERESA (17): ORACIÓN DE QUIETUD Y CONTEMPLACIÓN PERFECTA


Retomemos la lectura de CAMINO, luego de la pausa navideña, y ya entramos en la recta final, nos quedan apenas 12 capítulos; lo dejamos en el 29, y Teresa está comentando las peticiones del PADRENUESTRO, y mostrando el camino de la oración. Ya vimos que no avanza mucho, sino que insiste en las mismas cosas fundamentales que quiere fijen sus hermanas, y nosotros también. Entre los capítulos 19 y 32, Teresa habla de los grados y matices del camino oracional: vocal, mental, recogimiento y principio de unión. Ahí seguimos.

CAPÍTULO 30: "Dice lo que importa entender lo que se pide en la oración", y lo hace comentando esta petición del Padrenuestro: santificado sea tu nombre, venga tu reino (Santificetur nomen tuum, adveniat regnum tuum), y aplicándolas a la oración de quietud. Se trata de evitar una oración mecánica, rutinaria; pide atención, saber lo que pedimos, a quién y para qué. No se trata simplemente de atención mental, sino de involucrar a toda la persona, para que entre en un diálogo interpersonal, en comunión. 

Es importante que las palabras rezadas y repetidas tengan el peso necesario para sentirnos en conexión con el Padre y adentrarnos en su reino. "Porque estamos ciegos y con hastío para no poder comer los manjares que nos han de dar vida" (#3).

 Teresa une estas dos peticiones del Padrenuestro, y las aplica a la oración de quietud, de la que este capítulo breve es apenas un esbozo. Comunica una experiencia personal, lo que ella entiende, y da libertad para buscar en otra parte si no complace.  En el #5 la santa nos traslada a su visión del reino, del gran bien que hay allí, y pone este estado en relación con la oración que quiere presentar; debemos pedirle a Dios su reino, para poder alabarle y glorificarle como se hace en en cielo

 La persona ha de prestar atención y disponerse, para que deje paso a la acción del Otro, que viene a poner sosiego y quietud en el alma (#6), pero esto en principio sucederá sólo a ratos y siempre con el favor de Dios. Así pasa el orante de la oración vocal del Padrenuestro a la hondura contemplativa, que no es nunca el resultado de técnicas, sino de la intervención normal, gratuita y amorosa de Quien va ocupando el centro de la vida del que ora, gracias a su atención y a la virtud de las palabras del Señor. 

Escribe: "Sé que muchas personas, rezando vocalmente, las levanta Dios, sin entender ellas cómo, a subida contemplación" (#7). Y cierra con una simpática advertencia: No piensen los que son enemigos de contemplación que están libres de vivir esta experiencia, si rezan vocalmente como se debe, y con limpia conciencia

IMPORTANTE: Al orar, prestar más atención al Padre que a lo que pedimos, y siempre en compañía del Maestro que nos enseñó esta oración. Compañía orante, sintiendo su cercanía y su presencia cuando oramos. Cristo ora con nosotros cuando decimos el Padrenuestro, él sigue orando a través de nosotros. 

CAPÍTULO 31: Un capítulo más largo, para explicar más detenidamente la ORACIÓN DE QUIETUD; nos acercamos con Teresa al agua viva de la oración contemplativa. Este capítulo sigue glosando las dos peticiones del Padrenuestro del capítulo anterior. Por el tema que trata, este capítulo fue suprimido de las primeras ediciones del libro, sospechoso de acercarse a la doctrina de los "alumbrados". Es un capítulo fundamental en la pedagogía teresianas para iniciarnos en la experiencia contemplativa.

 Para Teresa, la oración de quietud es "principio de contemplación" y por eso mismo, la entrada en el Reino que pedimos en el Padrenuestro; lo dirá de modo reiterado: el orante empieza a sentir que por fin ha entrado en el palacio del Rey, que empieza a recibir el reino. Si al inicio el orante tiene la impresión de llevar la iniciativa en el diálogo con Dios, ahora se produce un cambio, y se experimenta la irrupción del misterioso interlocutor de toda oración. 

 Teresa lo describe como en tres planos o niveles, que el P. Tomás Álvarez designa del siguiente modo: un nivel TEOLOGAL (básico y decisivo: Dios interviene con su gracia en nuestra oración); un nivel PSICOLÓGICO (la gracia de la experiencia contemplativa remueve y transforma la interioridad del orante, su palabra, su amor, su psiquis...); y un nivel EXISTENCIAL (la vida común y corriente del orante; es una experiencia que como una onda expansiva, alcanza la acción, e impregna lo cotidiano). 

Es este un capítulo denso a nivel doctrinal, que debe ser leído despacio, con detenimiento, para poder entenderlo y asimilar su enseñanza, contenida en la experiencia de Teresa, en ejemplos bíblicos, y en los muchos símbolos, imágenes y comparaciones que ella utiliza. 

 Ya al final del capítulo pasa la Santa al aspecto práctico y ofrece algunos avisos a quienes viven esta experiencia; avisos sencillos, como un "manual para aprender a recibir":

1. No forzar a Dios, no intentar prolongar la gracia o experiencia contemplativa; es Dios el que da (6).
2. Es bueno procurar soledad y lugar al Señor y dejarle obrar como en cosa suya (7). 
3. No desasosegarse porque el pensamiento y la fantasía se nieguen a compartir la paz de la voluntad (8).
4. Disponerse implica humildad, creciendo en libertad interior, desasiéndose de todo lo que sobra (11). 
5. Obras son amores, es decir, que de la experiencia surja el compromiso (12).
6. Recordar que esta oración de quietud es solo el inicio de la experiencia contemplativa; vendrá luego la oración de unión (10). 

Teresa hablara de ORACIÓN DE QUIETUD en otras partes de su obra, incluso mejor que acá; podemos consultar en VIDA (14 y 15) y en MORADAS (cuartas). 


CAPÍTULO 32: Aquí Teresa comenta las siguientes palabras del Padrenuestro: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Fiat voluntas tua sicut in coelo et in terra), y lo mucho que hace quien dice estas palabras con toda determinación y cuán bien se lo paga el Señor. Es la cima de la escalada que comenzó con las peticiones anteriores; "hágase tu voluntad" es abrirse al don de la contemplación perfecta, al pleno don de Dios en amistad consumada. Esto implica llegar a la "fuente de agua viva", anunciada y anhelada desde capítulos anteriores (19) y entrar en la misteriosa experiencia de la "unión". 

Este es otro capítulo importante, que debemos leer con mucho detenimiento; Teresa no ofrece una exégesis pensada, sino que comunica experiencia, el sentido de lo que ella misma ora y vive.  Las frases están concatenadas: si Él no nos diera su reino, ¿cómo podríamos santificar su nombre? ¿cómo podríamos darle efectivamente nuestra voluntad? Nada de esto es posible si Jesús no ora con nosotros, si no es él quien habla en nosotros al Padre. Teresa en la misma medida en que enseña, también va orando a lo largo del capítulo.

Ahora, decirle al Padre: "Hágase tu voluntad" es ofrecerle la nuestra. Supone el don de uno mismo, y nos lleva al Maestro y su oración en el huerto de Getsemaní: "Que se haga tu voluntad y no la mía". El escollo está en temor de entregarse del todo a Dios, ya sea por miedo o superficialidad; en ese caso, dice Teresa, mejor no decirlo. Es un miedo comprensible en cierto momento, pero superable, y ella misma lo ha experimentado, para acabar diciendo: "Vuestra soy, para vos nací: ¿qué queréis, Señor, de mí?

Radicalismo de amor, porque en esta entrega confiada está todo; "Todo lo que les he avisado en este libro va dirigido a este punto de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya y desasirnos de las criaturas" (#9). Aquí entra en juego una de las consignas teresianas que bien conocemos: "una determinada determinación". No juguemos con Dios, si le hemos de dar y así lo hemos prometido, démosle de verdad. Esta exigencia brota necesariamente de la dinámica del amor (9); Teresa subraya este radicalismo con palabras claras: dar nuestra voluntad del todo, para que Él haga la suya en todo, sin lo cual nunca habrá agua viva de la fuente

"Esto es contemplación perfecta", dice Teresa. Es el resultado de haber hecho el don de sí al Padre; haberlo hecho desde la raíz de la voluntad, de haberlo hecho en Cristo, en comunión con sus sentimientos, ratificando y personalizando la entrega que hace él de nuestra voluntad al enseñarnos a orar. Contemplación perfecta es la gracia que sobreviene al hecho de darnos del todo a Dios. 

En los # 10 y 11, Teresa ora y habla a sus hermanas de este darse. Y ya luego el resto del capítulo lo dedica a apuntar los tres aspectos fundamentales de la contemplación perfecta

1. Una mayor asimilación a Cristo, en todo sentido; cuando el orante supera sus miedos y es capaz de decirle al Padre: hágase tu voluntad, está seguro de cuál será esta.No una menguada felicidad terrena, sino aquello que dió a su hijo, porque "la medida de llevar gran cruz o pequeña es la del amor" (7).
2. La unión profunda a Dios: ahí se da la santificación plena del orante, y no por sus esfuerzos, sino por la presencia del Dios santo en él (11).
3. Desarrollo sin fin de la contemplación mística: horizontes abiertos, porque "Su Majestad  nunca se cansa de dar" (12 y 13). Insiste en que aquí ya no hay méritos ni técnicas que valgan; el contemplativo a entrado en el reino de la gratuidad, del amor, de la gracia. "Aquí la pobre alma, aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede nada sin que se lo den, y esta es su mayor riqueza". 


 (Resumen realizado a partir de las ideas del P. Tomás Álvarez, ocd).

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...