domingo, 19 de enero de 2020

CAMINANDO CON TERESA (21): AMOR A DIOS Y TEMOR DE OFENDERLE


En la entrada anterior comentamos los capítulos 38 y 39 de CAMINO, y la glosa de Teresa a las últimas peticiones del Padrenuestro; ahora prosigue esa glosa, en los dos capítulos siguientes, 40 y 41. En los dos anteriores pone Teresa el foco en la tentación básica, y en las tentaciones menores que la escoltan; ahora en estos dos, propondrá remedios, especialmente dos: amor y temor

"Pues, buen Maestro nuestro, dadnos algún remedio cómo vivir sin mucho sobresalto en guerra tan peligrosa. El que podemos tener, hijas, y nos dió Su Majestad, es amor y temor; que el amor nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará ir mirando adónde ponemos los pies, para no caer por camino adonde hay tanto en que tropezar, como caminamos todos los que vivimos... ¡Amor y temor de Dios! Son dos castillos fuertes, desde donde se da guerra al mundo y a los demonios" (1 y 2).

 Para Teresa son dos castillos fuertes el AMOR y el TEMOR, integrados en un sólo bastión; de estas dos actitudes de fondo resultará una especie de seguro de vida y de camino. Ya antes, en otro momento del libro, había hermanado otras dos virtudes: humildad y desasimiento

 Teresa hace, en este capítulo, un Elogio del Amor (#3):

"Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan,, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden; no aman sino verdades y cosa que sea digna de amar. ¿Pensáis que es posible, quien muy de veras ama a Dios, amar vanidades? Ni puede, ni riquezas, ni cosas del mundo, de deleites, ni honras, ni tiene contiendas, ni envidias; todo porque no pretende otra cosa sino contentar al Amado. Andan muriendo porque les ame, y así ponen la vida en entender cómo le agradarán más" (3).

A la pregunta de sus hermanas de cómo sabrán que tienen amor verdadero, ella responde que quien ama no lo puede esconder; los signos son visibles, como dice arriba, y luego pone los ejemplos de San Pablo y de la Magdalena, y afirma: "Como haya amor de Dios, siempre se entiende" (se nota, se ve). 

Por eso habla de cierta certeza y confianza, siempre que andemos en humildad, procurando buscar la verdad, sujetas a un confesor y tratando con él nuestro camino espiritual. Aunque el demonio ponga temores, si hay todo esto, iremos adelante. 

En el #8  hay una frase en la que me detengo con especial atención:
"Será gran cosa a la hora de la muerte ver que vamos a ser juzgados de quien hemos amado sobre todas las cosas. Seguras podremos ir con el pleito de nuestras deudas; no será ir a tierra extraña, sino propia, pues es a la de quien tanto amamos y nos ama". Si hay amor, hay ganancia, pero ¿Y si no?

 En el #9 la Santa nos presenta la posibilidad de no encontrar a Dios después de la muerte, cuando no hemos hecho un camino de amor en esta vida. Aquí vemos esa famosa frase de Teresa que tanto se cita: "Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aquí; todo es una noche la mala posada".  Invita a hacer penitencia, a aceptar las pruebas, y así viviendo en el amor, cruzaremos el umbral de la muerte con paz y esperanza. " Si vamos a recibir luego penas, sea donde con esperanza de salir de ellas las llevemos de buena gana y a donde no perdamos su amistad y gracia"


En el CAPÍTULO 41 hablará entonces del TEMOR DE DIOS y de como hemos de guardarnos de faltar a Dios, incluso en lo pequeño. Para leer adecuadamente este capítulo es importante recordar que la autora habla del "temor" en clave de "amor"; en el camino de la oración, a nuestro amor a Dios le acompaña o le sigue como una sombra benéfica el temor de Dios. En el léxico del libro, el "temor de Dios" es categoría bíblica, es el "principio de la sabiduría" (Proverbios 1,7; 9,10), y se contrapone al "miedo". En este capítulo Teresa hablará de ambos, del "temor" y del "miedo"; del primero, para inculcarlo, y del segundo, para exorcizarlo. 

El temor de Dios se va afianzando en el orante, y con el amor conforman las dos virtudes finales del itinerario propuesto en Camino, y en el itinerario de todo orante y todo caminante cristiano. Tratar con Dios y practicar virtudes trae como resultado esa doble expresión del "sentido de Dios": amarlo a Él, pero temiendo a la vez la propia fragilidad. Amarlo y temer perderlo

"Cuando ya llega el alma a contemplación, el temor de Dios también anda muy descubierto, como el amor; no va disimulado, aún en lo exterior" (1).

"En todo se puede tratar y hablar con Vos como quisiéremos, perdido el primer espanto y temor de ver vuestra majestad, con quedar mayor (temor) para no ofenderos, más no por miedo del castigo, Señor mío, porque éste no se tiene en nada en comparación de no perderos a vos" (Vida 37,6) (Moradas VI,7,3).

El verdadero temor de Dios, ¿en qué consiste?: En la vida teologal tal como la entiende Teresa no tenemos un seguro de amor, ni un seguro de vida.  Ambas cosas (amor y vida de gracia) las vivimos en riesgo. "Llevamos este tesoro en vasijas de barro". Así, nuestro amor es frágil, por eso amamos a Dios, pero propiamente no le tememos a Él: tememos ofenderle, perderle, quedar sin su amor.  Así ese temor actúa como mensajero del amor, agudiza nuestra sensibilidad y capacidad de discernir el bien y el mal, afina el sentido del pecado... Aquí entran la vigilancia, la determinada determinación, la osadía y la libertad. El temor de Dios agudiza, fortalece, impulsa; no es mortificante ni paralizante como el miedo, Es liberador, fecundo como el amor, y tiene una fuerza catártica y potenciadora. 

Por el contrario, el MIEDO no es cristiano, no es un sentimiento auténtico frente al Padre de nuestro Señor Jesucristo o frente a Jesús. Teresa habla de él con claros términos: "encogimiento y apretamiento de ánimo", "amedrentarse y atemorizarse", etc. 

"No es menester andar tan encogidos ni apretados, que el Señor nos favorecerá, y ya la costumbre nos será de ayuda para no ofenderle; sino andar con una santa libertad, tratando con quien fuere justo y aunque sean distraídas" (4). "No os apretéis, porque si el alma se comienza a encoger, es muy mala cosa para todo lo bueno" (5). 

El miedo es una degradación del temor de Dios, con efectos deformantes: escrúpulos, inhabilita para el bien, atemoriza y ahoga, no deja respetar la libertad de los otros, mira mal la alegría santa y juzga. Teresa misma recuerda su propio miedo al Maligno, alimentado por algunos confesores, que al final superó, y comenta que ya no les tiene miedo, sino que ellos temen a Teresa. (Vida 25,20).

Para cerrar el capítulo, Teresa recuerda algo importante: La virtud ha de ser atractiva; la virtud que repele no es virtud, e insiste en la afabilidad del orante. Dejemos hablar a Teresa:

"Procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar, y no se atemoricen ni amedrenten de la virtud. A religiosas importa mucho esto: mientras más santas, más conversables con sus hermanas" (7).

"Procurad entender de Dios en verdad que no mira a tantas menudencias como vosotras pensáis; y no dejéis que se os encoja el ánimas y el ánimo, que se podrán perder muchos bienes" (8).

"No dejéis arrinconar vuestra alma, que en lugar de procurar santidad, sacará muchas imperfecciones" (8).

 Así cierra Teresa este capítulo, con el #9, afirmando que con estas dos cosas, amor y temor de Dios, podemos ir por este camino sosegados y quietos, aunque, como el temor ha de ir siempre delante, no descuidados, que esta seguridad no la debemos tener mientras vivimos, porque sería gran peligro. Por eso, pedir siempre a Nuestro Enseñador: "No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal".

 (Resumen de lo escrito por el P. Tomás Álvarez, ocd)

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...