miércoles, 29 de abril de 2020

TERESA DE JESÚS: EN MEDIO DE LA NOCHE OSCURA

Llegamos  a los capítulos 30 y 31 del LIBRO DE LA VIDA de Teresa de Jesús; los capítulos anteriores han hecho un balance de gracias fuertes, oposición de consejeros adversos, angustias y dudas de Teresa misma.  Ahora, a ese cuadro, se añade algo más: en el capítulo 30, trances de desánimo, fondo oscuro de situaciones depresivas y estados de impotencia; en el capítulo 31, tribulaciones exteriores, unas de origen diabólico, otras originadas por la excesiva estima de los otros por sus gracias místicas. Les dejo acá el ESQUEMA de ambos capítulos:

CAPÍTULO 30:

#s  1-7: Intervención de Fray Pedro de Alcántara, que entiende a Teresa "por experiencia" y aporta una ráfafa de luz. "Veía que no me entendía nadie, que estoy muy claro lo entendía yo... Fue el Señor servido remediar gran parte de mi trabajo, y por entonces todo, con traer a este lugar al bendito Fray Pedro de Alcántara".

#s 7-21: Larga serie de factores de desfallecimiento por parte de Teresa misma. Falsas humildades, distinguiendo entre humildad falsa y humildad verdadera (7-10), momentos de ofuscación mental (11-13), desabrimiento (13-15), impotencia para pensar o leer (16-18), con breves momentos de claridad (14, 19-20). Aquí, referencia la mujer samaritana.

# 22: Relato minucioso requerido por García de Toledo: dice que se ha extendido porque así se lo ha requerido quien le mandó escribir


CAPÍTULO 31

#s 1-11: Una serie de episodios preternaturales: lo satánico en torno a Teresa ("Algunas tentaciones y turbaciones interiores y secretas que el demonio me causaba..."). En el #4 y 5, referencia al agua bendita y sus virtudes, y también en otros números. 

#s 12-17: Sus reacciones al verse estimada por las gracias que recibe ("Un alma dejada en las manos de Dios, no se le da más que digan bien que mal de ella, si entiende bien entendido, que no tiene nada de sí").

#s 18-22: Consignas prácticas a quienes tienen grandes deseos y escasas posibilidades ("Creo que se engañan muchas almas que quieren volar antes que Dios les dé alas").

#s 23-25: Recuerda las humildes prácticas a las que ella ha recurrido: preguntar al que sabe sin temer por la honra, saber decir que no sabe o que no puede hacer algo...

Y en medio del relato (#13), una consigna del interlocutor interior ("Estando una vez fatigada de esto, me dijo el Señor, que qué temía, que en esto no podía sino haber dos cosas: o que murmurasen de mí, o alabarle a Él" ).

Seguiré comentando estos capítulos en una próxima entrada...

lunes, 27 de abril de 2020

CUANDO LLEGA LA CRISIS... (1).

Al principio del viaje espiritual todo suele discurrir con suavidad, y el sol alumbrará el camino casi todo el tiempo; usando el lenguaje teresiano, una vez que hemos respondido al llamado de Dios para entrar en el castillo interior y adentrarnos en las primeras moradas (entrar-perseverar-ser humildes), vivimos experiencias luminosas y reconfortantes. Pero tarde o temprano en este camino vendrán las turbulencias: tormentas, lluvia, niebla, temblores de tierra, etc; esto también forma parte del camino espiritual y de la búsqueda que hemos emprendido. 

 Llegará el tiempo en que nos sobrevenga una profunda crisis, que afectará las raíces mismas de nuestro ser, y esto puede suceder una, dos, tres veces a lo largo de una vida. Se trata de un gran viraje, un momento de crecimiento y maduración de la persona, y por ello es importante reconocerlo de alguna manera, incluso cuando estés viviendo ese momento tan abrumador. 

 Las crisis pueden tener dos orígenes fundamentales: pueden ser ENDÓGENAS, es decir, originadas en el propio interior de la persona, o EXÓGENAS, por motivos externos. En el primer caso, pueden aparecer de pronto y sin motivo aparente: te despiertas una noche temblando de pies a cabeza, ignorando la causa de esta conmoción. Puede ser una experiencia terrible, porque es como si toda la vida de la persona se desmoronara, y además experimentas el mal como algo cercano, familiar. Lo que te hacía sentir seguro, desaparece; lo que procuraba satisfacción, parece no importarte; el estado anímico sufre inexplicables altibajos: estás ahora eufórico y luego deprimido. No puedes con tus 
nervios


En el segundo caso las causas de la crisis están fuera: un amor no correspondido o un rechazo o traición de parte de alguien muy cercano; fracaso laboral, pérdida de la buena fama, fuerte humillación que te hace sentir débil o estúpido ante los demás. También puede venir la crisis por una enfermedad o por la muerte de un ser querido; y lo que ahora experimentamos, una inesperado cambio social, desatado por una amenaza que rompe todos nuestros planes. Sea lo que fuere, pasamos noches en vela, angustiados, y con la vida y la fe por el suelo.

 Pero en esas condiciones nuestro mundo inconsciente está aflorando también a la superficie, despertando los niveles subliminales, las fuerzas interiores más profundas, barriendo lo consciente; es como si se rompiera una barrera que separa ambos niveles, y por ello todo lo que he ocultado, reprimido, ignorado, sale de pronto a flote, a la superficie: miedos, ansiedades, heridas,m dolores. Y todo eso nos violenta y nos asusta. Puede concretarse, por ejemplo, en violencia, claustrofobia,, tendencias suicidas, etc. Usando un término conocido: es como si despertaran nuestros demonios interiores, y la pregunta es entonces:
¿Qué podemos hacer?

 LO PRIMERO: encontrar a alguien con quien hablar de lo que estás viviendo, y esa persona aparece siempre. "Cuando el discípulo está presto, aparece el maestro", dice un viejo refrán. Y esa persona es la que nos dirá que estemos tranquilos, que lo que vivimos es parte del camino, que nos limitemos a ser, a estar ahí, a no luchar, sino a ACEPTAR. Es un proceso necesario, purificador, para aquel que anda en la vía espiritual. Debemos ir integrando esta realidad que nos ayudará a convertirnos, gradualmente, en una persona más entera y cabal. Irá desapareciendo la fisura entre los niveles consciente e inconsciente, y detrás de todos esos demonios que te angustian irá aflorando tu verdadero yo, como una perla de gran valor o un tesoro escondido. Por supuesto que en el momento en que vives la crisis será difícil entender todo eso, pero lo importante es saber esperar, aceptar las palabras del maestro o consejero que te acompaña, y confiar

  En una próxima entrada hablaremos un poco más sobre este tema, que pretende introducirnos en los capítulos 30 y 31 del LIBRO DE LA VIDA de Santa Teresa, en la que ella nos relata  una fuerte crisis espiritual, una noche oscura, que la preparó para la siguiente etapa de su vida...

miércoles, 15 de abril de 2020

TERESA DE JESÚS: GRANDES ÍMPETUS DE AMOR

Luego de una pausa, volvamos a reencontrarnos con Teresa, y su LIBRO DE LA VIDA; estamos en el capítulo 29. Ella ha tenido reiteradas visiones de Cristo a lo largo de dos años y medio, y comienza explicando por qué se ha extendido en el tema: quiere probar que sus visiones no son suyas, no tienen que ver con su deseo ni su voluntad (#1). Luego, en el #2 dice: "Habrá más de tres que tan contínuo me la quitó de este modo, con otra cosa más subida...", y reafirma que "aquí no hay querer y no querer. Quiere el Señor que no haya sino humildad y confusión y tomar lo que nos dieren y alabar a quien lo da". Y en el #4: "Quiere el Señor que veamos muy claro no es ésta obra nuestra, sino de su Majestad".

 El capítulo enlaza con el anterior, sigue hablando de sus visiones, defendiendo que no es imaginación suya, sino don, regalo de Dios, pero también enlaza cuando habla de quienes siguen oponiéndose  a sus experiencias (#s 4-7). Es un cuadro de luces y sombras, fuertemente contrastantes. Teresa agraciada, iluminada, pero llena de sombras por fuera; los buenos consejeros se han ido, le quedan los peores, los agoreros. Le recomiendan conjuros, como a una poseída, que se santigüe ante la imagen interior de Cristo como si fuera un espíritu del mal al que hay que ahuyentar con la cruz, le prohíben  oración en soledad. Teresa obedece en todo lo que puede, sufre horrores con todo eso, porque supone rechazar al ser más querido, incluso con vulgaridades, pero esa onda misteriosa que la inunda no puede pararla nadie. Cuanto más oposición, más crecen los regalos y mercedes que Teresa recibe. 

Veamos algunos textos: el #4 es una descripción de sus visiones; habla de que "casi siempre se le representaba el Señor así resucitado, y en la Hostia lo mismo, si no eran algunas veces para esforzarme si estaba en tribulación, que me mostraba las llagas, algunas veces en la cruz y en el Huerto, y con la corona de espinas pocas; y llevando la cruz también algunas veces para, como digo, necesidades mías y de otras personas, más siempre la carne glorificada".

"Yo me veía crecer en amarle muy mucho; me iba a quejar a Él de todos estos trabajos; siempre salía consolada de la oración y con nuevas fuerzas". 

Sobre los consejeros: "A ellos no los osaba contradecir, porque veía era todo peor, que les parecía poca humildad. Con mi confesor trataba; él siempre me consolaba mucho, cuando me veía fatigada".

En el # 6 y 7 habla de la reacción de Jesús a todo su sufrimiento con los confesores: que obedeciera pues Él haría ver la verdad; que prohibirle oración ya era tiranía.  Cuenta una experiencia mística al rezar el Rosario, y cómo en la medida en que  experimentaba todo esto crecían las mercedes. "En queriéndome divertir, nunca salía de oración; aun durmiendo me parecía estar en ella". 


Entonces Teresa cambia de pronto de tema y en el #8 empieza a contar la nueva experiencia o gracia que está recibiendo y que había mencionado a comienzos del capítulo. De lo exterior a lo más hondo: la crecida del amor y el ímpetu de los deseos. 
"Veíame morir con deseo de ver a Dios, que no sabía quién me le ponía... veíame morir con deseo de ver a Dios y no sabía adónde había de buscar en esta vida si no era con la muerte".
La experiencia es tan fuerte, que ya no habla en términos idílicos, sino traumáticos: se veía morir

De estos ímpetus de amor volverá a hablar años después, en Relaciones 5, 13, y en Moradas Sextas. Aquí  los describe en los #s 10, 11 y 12, que invito a leer detenidamente; Teresa, al hablar de cosas místicas, utiliza imágenes: leña y fuego, llaga que duele, saeta en las entrañas, llaga que causa dolor y pena...el alma no sabe que quiere, pero al mismo tiempo es una pena sabrosa, no hay deleite tan grande en la vida. "Siempre querría el alma estar muriendo de este mal".

¿De dónde proviene este mal irremediable que Teresa describe con tantas imágenes y que le hace desear morir? De la "herida de amor", que describe Teresa en la última parte de este capítulo, los #s 13 y 14, sobre el primero. Es lo que suele conocerse como "la gracia del dardo" o la transverberación

"Veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal... Le veía en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego, Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas; al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo en algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento". 

Teresa recibe esta gracias más de una vez, habla de ella en sus poemas y escritos posteriores, Relaciones y en Moradas Sextas (2 y 11). Destaca entre los muchos regalos espirituales que ella recibió, una de sus muchas heridas de amor de parte de Cristo.

Como siempre, cierra el capítulo con una de esas frases suyas tan expresivas de lo que fue su vida espiritual: " Sea bendito por siempre, que tantas mercedes hace a quien tan mal responde a tan grandes beneficios". 

Fray Manuel de Jesús 
(De la mano del P. Tomás Álvarez)

jueves, 9 de abril de 2020

MÍSTICA Y COMPROMISO CRISTIANO

 "Por esa manía perezosa —¿malintencionada?— de identificaciones simplistas, hemos relegado al místico al cielo imperturbable de una interioridad poblada de sueños, sin contenido ni presencia de «mundo», y a quienes les pesa y urge la historia como misión evangélica les hemos convertido en locos agitadores de nuestras tierras. Aquellos sin historia, sin tierra. Estos sin Espíritu, sin cielo. Espíritu e historia, cielo y tierra, contemplación del rostro de Dios y acción por la justicia, planos contrapuestos. De uno a otro sólo hay viaje para la curiosidad mental, para la literatura apócrifa y la esgrima intelectual. «Bajar» el Espíritu a la historia, o «subir» ésta al Espíritu es obra de teólogos espurios y, cuando de afirmaciones existenciales se trata, de desubicados vocacionales. ¿Seremos capaces de unir, intelectual y existencialmente, en la plural unidad de la Iglesia y en la vida personal de fidelidad a la fe, contemplación y compromiso, experiencia de Dios y peso del mundo, salvación divina o historia humana?.

Si descubrimos que en una y en otra experiencia —en toda experiencia cristiana y su necesaria traducción— estamos «a vueltas con Dios», nos situaremos en el camino de la solución definitiva. ¿Quién es el Dios del místico? ¿Quién es el Dios del liberador? ¿Quién es Jesús, palabra pronunciada por el Padre, y siempre «nueva», por oír y por decir por los que le confesamos como el comienzo último, absoluto, pleno de la historia? ¿Cómo y dónde se nos revela Dios hoy? 

Si llegamos a ver que el Dios «agitador» del contemplativo y el Dios «gratuito» del liberador es el único Dios que nos reveló Jesús, abriremos nuestra vida, mística y liberación, Espíritu e historia, trascendencia e inmanencia, gratuidad y eficacia a una unidad dialéctica, expresiones esenciales, inalienables de la fe. El Dios de la historia nunca se revela mejor, con más viveza que en el silencio contemplativo, de la amistad y de la comunión «alienante» del «sistema» y de la plaza pública de los intereses personales egoístas. Y el Dios de la contemplación y del arrebato místico nunca aparece tan real como en el clamor de la historia, siempre en dolores de alumbramiento y de fecundidad infinita, insaciable

La pluralidad y el radicalismo de voces revelan la inabarcabilidad de Dios y la insaciabilidad del amor, tanto como su pobreza y precariedad. Cuando la historia se nos envejece entre las manos, la confesión festiva del amor, «perenne novedad que es Dios», como cantó san Juan de la Cruz, y la verificación en la praxis de ese amor personal que nos funda y «termina», se nos presentan como dos sílabas de una palabra, gracia y compromiso de la vocación cristiana"

Maximiliano Herraiz, ocd

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...