Al principio del viaje espiritual todo suele discurrir con suavidad, y el sol alumbrará el camino casi todo el tiempo; usando el lenguaje teresiano, una vez que hemos respondido al llamado de Dios para entrar en el castillo interior y adentrarnos en las primeras moradas (entrar-perseverar-ser humildes), vivimos experiencias luminosas y reconfortantes. Pero tarde o temprano en este camino vendrán las turbulencias: tormentas, lluvia, niebla, temblores de tierra, etc; esto también forma parte del camino espiritual y de la búsqueda que hemos emprendido.
Llegará el tiempo en que nos sobrevenga una profunda crisis, que afectará las raíces mismas de nuestro ser, y esto puede suceder una, dos, tres veces a lo largo de una vida. Se trata de un gran viraje, un momento de crecimiento y maduración de la persona, y por ello es importante reconocerlo de alguna manera, incluso cuando estés viviendo ese momento tan abrumador.
Las crisis pueden tener dos orígenes fundamentales: pueden ser ENDÓGENAS, es decir, originadas en el propio interior de la persona, o EXÓGENAS, por motivos externos. En el primer caso, pueden aparecer de pronto y sin motivo aparente: te despiertas una noche temblando de pies a cabeza, ignorando la causa de esta conmoción. Puede ser una experiencia terrible, porque es como si toda la vida de la persona se desmoronara, y además experimentas el mal como algo cercano, familiar. Lo que te hacía sentir seguro, desaparece; lo que procuraba satisfacción, parece no importarte; el estado anímico sufre inexplicables altibajos: estás ahora eufórico y luego deprimido. No puedes con tus
nervios
Pero en esas condiciones nuestro mundo inconsciente está aflorando también a la superficie, despertando los niveles subliminales, las fuerzas interiores más profundas, barriendo lo consciente; es como si se rompiera una barrera que separa ambos niveles, y por ello todo lo que he ocultado, reprimido, ignorado, sale de pronto a flote, a la superficie: miedos, ansiedades, heridas,m dolores. Y todo eso nos violenta y nos asusta. Puede concretarse, por ejemplo, en violencia, claustrofobia,, tendencias suicidas, etc. Usando un término conocido: es como si despertaran nuestros demonios interiores, y la pregunta es entonces:
¿Qué podemos hacer?
LO PRIMERO: encontrar a alguien con quien hablar de lo que estás viviendo, y esa persona aparece siempre. "Cuando el discípulo está presto, aparece el maestro", dice un viejo refrán. Y esa persona es la que nos dirá que estemos tranquilos, que lo que vivimos es parte del camino, que nos limitemos a ser, a estar ahí, a no luchar, sino a ACEPTAR. Es un proceso necesario, purificador, para aquel que anda en la vía espiritual. Debemos ir integrando esta realidad que nos ayudará a convertirnos, gradualmente, en una persona más entera y cabal. Irá desapareciendo la fisura entre los niveles consciente e inconsciente, y detrás de todos esos demonios que te angustian irá aflorando tu verdadero yo, como una perla de gran valor o un tesoro escondido. Por supuesto que en el momento en que vives la crisis será difícil entender todo eso, pero lo importante es saber esperar, aceptar las palabras del maestro o consejero que te acompaña, y confiar.
En una próxima entrada hablaremos un poco más sobre este tema, que pretende introducirnos en los capítulos 30 y 31 del LIBRO DE LA VIDA de Santa Teresa, en la que ella nos relata una fuerte crisis espiritual, una noche oscura, que la preparó para la siguiente etapa de su vida...