lunes, 27 de mayo de 2019

EL PODEROSO SÍMBOLO DE LA NOCHE

La vida mística es un viaje sin mapas. Nadie puede darte una idea clara de lo que está sucediendo y menos aun de lo que sucederá. Por eso algunos místicos se callan, mientras otros hacen uso de símbolos, que son como un dedo que apunta a la luna. Entre tales símbolos, uno de los más poderosos y fascinantes es el de la noche. La mística, viaje sin mapas, es también un viaje a través de la noche.

 Todos sabemos que la noche puede ser un tiempo de profundas experiencias humanas. Muchos artistas, literatos y pensadores duermen con papel y lápiz al alcance de la mano para anotar las inspiraciones que puedan venirles a la mente y al corazón durante el sueño. Otros, más modernos, colocan un magnetófono junto a su cabeza. Saben que la noche es tiempo de gran sabiduría y creatividad, de vivas intuiciones que brotan del inconsciente en sueños o durante ese período nebuloso que se sitúa entre el sueño y el despertar. La noche ayuda a resolver problemas y es también un tiempo de crecimiento. ¡Cuántas veces nos hemos acostado con un problema en la mente, para despertarnos por la mañana con el problema resuelto!

 La noche favorece las experiencias religiosas. Jesús pasaba noches enteras en oración, y así lo hicieron muchos grandes ascetas, siguiendo su ejemplo. Piensa en San Pablo. Recuerda su visión nocturna de un hombre suplicándole que fuese a Macedonia. Y recuerda cómo, durante su viaje a Roma, habló con el ángel que se le apareció de noche para decirle que había de presentarse ante el César.

 Los sueños desempeñan un importante papel en toda la Biblia. El Espíritu actúa en nuestro corazón durante el día y  lo hace en sueños por la noche. Pero en ambos casos es muy necesatrio el discernimiento. No te fíes, sin más, de lo que te sugieren los sueños, sino distingue entre buenos y malos espíritus, sin olvidarte de tu miserable ego. A mi juicio, aunque no soñemos o recordemos lo soñado, la experiencia religiosa continúa. Si llevas una vida de constante oración, sobre todo contemplativa, esa oración continuará mientras duermes y el crecimiento seguirá adelante, como en el caso de aquel hombre que plantó la semilla y se fue a dormir, para comprobar después que la semilla había crecido sin que él supiera cómo. Así también, durante el sueño, el Espíritu continúa obrando misteriosamente en las partes más recónditas de tu corazón.

La noche puede asimismo fomentar todos los terrores. Las enfermeras te hablarán del pánico que se apodera de sus pacientes durante las horas nocturnas, cuando se enfrentan cara a cara con el inconsciente y su terrible contenido. A su vez los místicos han temido a la noche. Durante el día estaban en paz, pero de noche las tinieblas parecían entrarles hasta el alma, dejándolos angustiados, trémulos y desamparados. De noche solían tener lugar sus duros combates contra el diablo... cuando no contra los demonios de su propio inconsciente. Mas esta penosa lucha los purificaba y purgaba, arrancando de raíz su propensión al pecado, sita en las zonas subliminales de la mente.

La noche es tiempo de ceguera. Uno va a tientas, sumido en la ignorancia y la incertidumbre. Y da miedo no saber a dónde nos dirigimos o qué extraño ente surgirá ante nosotros en cualquier momento y en cualquier parte.

Pero la noche es también un tiempo de amor. ¡Tierna es la noche! Con su luna de plata y el titilar de las estrellas, se presta idealmente al romance, a la intimidad, a la comunión profunda, a la unión del esposo y la esposa en amoroso abrazo. ¡Tierna es la noche! Tales noches son más bellas y gozosas que el alba. Sólo el amor guía entonces a la esposa, quien no dispone de otra luz que la que arde en su corazón. ¡Cálida y tierna es la noche!

El día es el yang, la noche es el yin. El día es el sol, la noche es la luna. Es lo oscuro, lo femenino, lo silencioso, lo místico, lo profundo, lo unitivo: el yin.

Por todos estos motivos, la noche es un poderoso símbolo. Representa la oración mística sin imágenes ni conceptos, sin razonar ni pensar: la oración de lo desconocido. Es figura de un estado de conciencia ponderoso, denso, doloroso, deprimente. Y también una oración rebosante de amor, unión, éxtasis, deleite. Simboliza un tiempo de sabiduría, iluminación y creatividad.  En la noche, como en la oración mística, corren curiosamente parejas el júbilo y el temor. 

William Johnston
Enamorarse de Dios
(Herder)


FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...