Según San Juan de la Cruz, la noche es dinámica. La "noche oscura" es una entrada de Dios en el alma o, usando de los extraordinarios y paradójicos términos de Dionisio, es un rayo de oscuridad que alcanza y atraviesa el alma, dejándola herida, lastimada y pesarosa. La intensidad misma de la luz divina es lo que ciega al alma y la sume en esa torturante oscuridad, como la luz del sol ciega al murciélago y la excesiva luz del camino hacia Damasco cegó a San Pablo, dejándolo a tientas y perplejo en medio de las tinieblas.
Esto que digo no es mera teoría. Cuando entres en esa vía contemplativa, habrá momentos en que la noche oscura será como un inmenmso telón negro e inmovil, ante el cual permanecerás simplemente en silencio, sin saber qué hacer. Pero habrá también otros en que la oscuridad te asalte como el rayo de Dionisio, y gritarás de dolor, porque parecerá que esas tinieblas han llegado hasta tu corazón y lo están destrozando.
Sin embargo, será ese un tiempo de exquisita sabiduría. La noche oscura, repito, es una entrada de Dios en tu mente y en tu corazón. Es una sabiduría secreta o mística que supera cuanto las facultades humanas (memoria, entendimiento y voluntad) son capaces de comprender, una sabiduría que la conciencia humana no podrá jamás contener ni captar. Es una luz insoportable para el hombre. T.S. Elliot tenía razón: ¡el género humano no puede soportar demasiada realidad!
William Johnston
Enamorarse de Dios
Herder