Sigamos leyendo entonces el LIBRO DE LA VIDA de Teresa de Jesús, y el bloque referido a la fundación del primer convento de descalzas, en la ciudad de Ávila. Toca ahora repasar los capítulos 33 y 34, donde ella prosigue el relato de la fundación, trámites, ayudas humanas y sobrenaturales, su viaje a Toledo y estancia por seis meses en casa de una aristócrata, y su encuentro con el padre García. En los #s 1-5 del capítulo 33, hace Teresa un resumen de la situación:
Con las cosas ya muy preparadas, de pronto el padre provincial de los carmelitas cambió de parecer y dijo que no firmaba la patente, y entonces el confesor también torno atrás, que era disparate de mujeres, que había provocado escándalo, y levantado muchas murmuraciones. En su mismo monasterio, La Encarnación, las monjas murmuraban de ella, como si su proyecto las descalificara, que no tenía amor a su casa, y que debía andar buscando ayudas para ellas y no para otra casa, e incluso decían que debían ponerla en la cárcel conventual.
Ella se mostraba tranquila, porque sabía que era mandato del Señor, pero la mortifica mucho el parecer del confesor, que se mostró duro con ella (#3), diciendo que era todo sueño, , que debía enmendarse y estarse quieta, que había provocado escándalo, etc... "Me apretó tanto esto en tanto extremo, que estaba toda turbada y con grandísima aflicción; mas el Señor, que nunca me faltó me dijo entonces: que no me fatigase, que yo había mucho servido a Dios y no ofendido en aquel negocio; que hiciese lo que me mandaba el confesor en callar por entonces, hasta que fuese tiempo de tornar a ello. Quedé tan consolada y contenta, que me parecía todo nada la persecución que había sobre mí".
En el #4, afirma la Santa: "Aquí me enseñó el Señor el grandísimo bien que es pasar trabajos y persecuciones por Él..." y como en ese momento se acrecentó el amor de Dios en ella, y los ímpetus y arrobamientos de los que habló en capítulos anteriores. Las personas pensaban que estaba mal, pero era lo contrario, tenía paz, y aunque no hacía nada por el proyecto, doña Guiomar y el P. Ibáñez seguían haciendo gestiones con Roma.
En el #5, cuenta que fueron algunos a decirle que "andaban los tiempos recios y que podría ser me levantasen algo y fuesen a los inquisidores". Esos temores no carecían de fundamento, pues eran conocidos varios casos de iluminismo en la región, así como simpatizantes de las ideas luteranas, y la inquisición extremaba la vigilancia y llamaba a ser inflexibles contra la herejía, ya sea en lo doctrinal o en lo práctico, y en las manifestaciones de la vida de oración. Pero Teresa escribe: "A mí me cayó esto en gracia y me hizo reir, porque en este caso jamás yo temí, que sabía bien de mí que en cosa de la fe contra la menor ceremonia de la Iglesia que alguien viese yo iba, por ella o por cualquier verdad de la Sagrada Escritura, me pondría yo a morir mil muertes...".
Vayamos al #7: dice Teresa que estuvo en silencio, no hablando ni entendiendo del proyecto de fundación cinco o seis meses, y no volvió a sentir el mandato de fundar. Ella no sabía causa, pero no se quitaba del pensamiento que se debía de hacer, y siguió ayudándose de confesores, y su espíritu seguía con ímpetus grandes, impulsándola hacia adelante. Así, estando un día con pena, al parecerle que el confesor no la entendía, "díjome el Señor que no me fatigase, que presto se acabaría aquella pena"; así acaece un cambio de situación, con nuevas promesas del Señor (#s 8-10).
Y ya entonces entre los #s 11-16, se reanudan las obras: viene su hermana desde Alba (11), mediación de San José (12), de Santa Clara (13), experiencia mariofánica y confirmación de su carisma de fundadora (14-16).
En el capítulo vamos viendo que Teresa se debate entre luces y sombras, momentos de desánimo y momentos de confianza y certeza interior. Resalta su capacidad de aceptar la situación, de callar y obedecer, y también el modo en que asume la amenaza de la inquisición. Abundan las gracias místicas, y entre ellas la intervención de San José, de quien era tan devota (12), y la mariofanía del día de la Asunción, que refrenda el carisma de fundadora de Teresa, pues la Virgen le recuerda que ha sido Cristo quien le ha confiado la misión de fundar. En esta visión la Virgen se aparece acompañada de San José, la revisten de blanco, y le dicen que está limpia de sus pecados, poniéndole en el cuello un collar de oro y piedras preciosas, como símbolo de la gracia que recibe Teresa. De ese modo esta mariofanía tiene un aspecto personal para Teresa y un aspecto carismático.
Pasemos al capítulo 34, que introduce un gran paréntesis en el relato de la fundación de San José, para referir dos episodios de la biografía personal de Teresa, relacionados con la amistad. Primero, su ida a Toledo y su relación con Doña Luisa, quedándose alrededor de seis meses en su casa; esta pausa le sirve para tramitar y esperar el breve pontificio que faculte la fundación. Luego, en segundo lugar, narra su encuentro con el padre García de Toledo, que animó a Teresa a escribir el libro que seguimos. Ellos, Doña Luisa y García de Toledo, son los dos protagonistas de este capítulo, al lado de Teresa.
Los #s 1-5: Viaje a Toledo y estancia en el palacio de doña Luisa.
Los #s 6-17: Encuentro con el P. García de Toledo y el progreso espiritual de este.
A modo de apéndice, los #s 18 y 19, algunos episodios de carácter profético.
En el caso de su visita al palacio de doña Luisa: Teresa no pertenece a la aristocracia, y su viaje a Toledo le permite asomarse a un mundo que no es el suyo, que no conoce bien. Su comentario sobre esta experiencia es muy lúcido, además de simpático; en Camino (primera redacción: 37,1) cuenta que se preparó para esa visita, aprendiendo las reglas de cortesía, y luego allí encuentra "la verdad" de los señoríos de este mundo (#4). Doña Luisa está también implicada en la historia del Libro de la Vida, por diversas razones; será ella la que llevé el autógrafo al maestro Juan de Ávila y lo devuelva luego a Teresa, y además le ofrecerá más tarde casa para una de sus fundaciones.
En el caso de su encuentro con García de Toledo: Teresa parece que se regodea narrando su encuentro, o reencuentro con este sacerdote, a quien hacía muchos años no veía. Este había sido conquistador en México, y allí se había hecho dominico; Teresa sintoniza muy bien con él, le abre su alma y le cuenta su vida, y este no solo la escucha, sino que se contagia de su deseo de crecer en la vida interior. García de Toledo interviene una y otra vez en la redacción de la autobiografía teresiana, pidiendo detalles y le anima en este proyecto. A él se la envía Teresa en primer lugar, una vez terminada, y además proseguirá de lector y censor de cuanto ella escriba en ese período.
¿Por qué Teresa se detiene en este capítulo, con detalles acerca de estas dos personas? Suponemos que por dos razones; para ratificar, con ejemplos concretos, dos de las tesis doctrinales de su libro: la importancia de las amistades espirituales y la eficacia de las gracias místicas. Ella habló antes de "hacerse espaldas unos a otros", "ser gran mal un alma sola entre tantos peligros", "son menester amigos fuertes de Dios". Ahora lo ratifica (#17) al decir que ve a Cristo contento de sus pláticas espirituales con este padre.
Luego, la segunda intención doctrinal tiene un calado más hondo: Teresa está convencida de la fuerza de las gracias místicas y la experiencia de Dios, que no impone grandes esperas para concederlas, y que consiguen transformar a las personas. El ejemplo es el propio García de Toledo, rápidamente introducido en experiencias místicas profundas.
Todavía, en el siguiente capítulo, el 35, Teresa contará de otro encuentro que tuvo en casa de Doña Luisa, y que le abrió horizontes en relación con la vivencia de la pobreza... Se trata de la andaluza María de Jesús, a quien ella cree analfabeta, y que ha regresado de Roma "a pie y descalza"; tiene 40 años, es viuda y con un hijo. Las dos mujeres, con diferente bagaje cultural, se encuentran y conversan acerca de sus experiencias espirituales; a Teresa le impresiona, sobre todo, el ideal de pobreza evangélica que la otra le presenta.
(Notas sacadas de los comentarios al Libro de la Vida de Tomás Álvarez, ocd)
Pasemos al capítulo 34, que introduce un gran paréntesis en el relato de la fundación de San José, para referir dos episodios de la biografía personal de Teresa, relacionados con la amistad. Primero, su ida a Toledo y su relación con Doña Luisa, quedándose alrededor de seis meses en su casa; esta pausa le sirve para tramitar y esperar el breve pontificio que faculte la fundación. Luego, en segundo lugar, narra su encuentro con el padre García de Toledo, que animó a Teresa a escribir el libro que seguimos. Ellos, Doña Luisa y García de Toledo, son los dos protagonistas de este capítulo, al lado de Teresa.
Los #s 1-5: Viaje a Toledo y estancia en el palacio de doña Luisa.
Los #s 6-17: Encuentro con el P. García de Toledo y el progreso espiritual de este.
A modo de apéndice, los #s 18 y 19, algunos episodios de carácter profético.
En el caso de su visita al palacio de doña Luisa: Teresa no pertenece a la aristocracia, y su viaje a Toledo le permite asomarse a un mundo que no es el suyo, que no conoce bien. Su comentario sobre esta experiencia es muy lúcido, además de simpático; en Camino (primera redacción: 37,1) cuenta que se preparó para esa visita, aprendiendo las reglas de cortesía, y luego allí encuentra "la verdad" de los señoríos de este mundo (#4). Doña Luisa está también implicada en la historia del Libro de la Vida, por diversas razones; será ella la que llevé el autógrafo al maestro Juan de Ávila y lo devuelva luego a Teresa, y además le ofrecerá más tarde casa para una de sus fundaciones.
En el caso de su encuentro con García de Toledo: Teresa parece que se regodea narrando su encuentro, o reencuentro con este sacerdote, a quien hacía muchos años no veía. Este había sido conquistador en México, y allí se había hecho dominico; Teresa sintoniza muy bien con él, le abre su alma y le cuenta su vida, y este no solo la escucha, sino que se contagia de su deseo de crecer en la vida interior. García de Toledo interviene una y otra vez en la redacción de la autobiografía teresiana, pidiendo detalles y le anima en este proyecto. A él se la envía Teresa en primer lugar, una vez terminada, y además proseguirá de lector y censor de cuanto ella escriba en ese período.
¿Por qué Teresa se detiene en este capítulo, con detalles acerca de estas dos personas? Suponemos que por dos razones; para ratificar, con ejemplos concretos, dos de las tesis doctrinales de su libro: la importancia de las amistades espirituales y la eficacia de las gracias místicas. Ella habló antes de "hacerse espaldas unos a otros", "ser gran mal un alma sola entre tantos peligros", "son menester amigos fuertes de Dios". Ahora lo ratifica (#17) al decir que ve a Cristo contento de sus pláticas espirituales con este padre.
Luego, la segunda intención doctrinal tiene un calado más hondo: Teresa está convencida de la fuerza de las gracias místicas y la experiencia de Dios, que no impone grandes esperas para concederlas, y que consiguen transformar a las personas. El ejemplo es el propio García de Toledo, rápidamente introducido en experiencias místicas profundas.
Todavía, en el siguiente capítulo, el 35, Teresa contará de otro encuentro que tuvo en casa de Doña Luisa, y que le abrió horizontes en relación con la vivencia de la pobreza... Se trata de la andaluza María de Jesús, a quien ella cree analfabeta, y que ha regresado de Roma "a pie y descalza"; tiene 40 años, es viuda y con un hijo. Las dos mujeres, con diferente bagaje cultural, se encuentran y conversan acerca de sus experiencias espirituales; a Teresa le impresiona, sobre todo, el ideal de pobreza evangélica que la otra le presenta.
(Notas sacadas de los comentarios al Libro de la Vida de Tomás Álvarez, ocd)