Conocimiento propio, y luego consideración y conocimiento de las criaturas; por ahí empieza el conocimiento de Dios... "Vestidos los dejó de su hermosura".
Las tres primeras estrofas del poema han cantado el ansia de la esposa en pos del Amado; la fuerza interior que le hace salir de sí, y ponerse en camino. Ahora, hasta la estrofa 10, el amor se hace interpelación. Ya sabe de antemano que sólo Él podrá serle suficiente, pero el mundo es Suyo, tiene algo de Él. También interpelar, dialogar con las criaturas, le permite al alma un momento de reposo en su búsqueda. Puede hablar de Él, encontrar sus huellas. Busca al Creador en las criaturas, al Absoluto en lo relativo; ahora puede mirar más allá de lo inmediato, y no quedarse en la superficie de lo que mira, sino vislumbrar en la pequeña luz de las criaturas la Luz que les hace ser.
Una primera mirada al mundo es englobante, dilatada, abarcadora: admira su belleza y rastrea desde lejos la presencia del Amado; luego, se detiene en lo concreto, en solitario por los bosques, para mirar los detalles, las flores, y hablar de Él, anticipando el encuentro futuro.
(Estaría bien volver a leer las primeras páginas bíblicas, el primer relato de la creación, y escuchar la voz que dice una y otra vez: Y vio que era bueno...)
Al trascender la finitud, en la mirada amorosa contemplativa, en la búsqueda enamorada del Único,recobramos la mirada limpia para contemplar la creación. Así, la reconciliación con el cosmos viene a ser el fruto consumado de la purificación y, a la vez, el test primero de que nuestra búsqueda es auténtica.
A la luz de la fe, el amor cristiano percibe el mundo como Obra admirable de Dios, lleno de belleza en su riqueza y variedad; desde las cosas va al creador, le mueven a la alabanza. La fe madura, desde la experiencia del Amor, percibe en la creación, más hondamente, los atributos de Dios, como huellas que va dejando a su paso el Creador.
El contemplativo ve el mundo como el espacio de la Encarnación de Aquel por quien y para quien fueron creadas todas las cosas. La Encarnación del Hijo, su humanidad, ha elevado al mundo a reflejo de la dignidad y hermosura del Hijo, pues el Padre ha querido que sea a través de su Humanidad donde se nos manifieste plena y definitivamente.
Eso sí, como dice el Santo, su Presencia será "de paso y con prisa"; es decir, son mediaciones en las que nos detenemos solo lo necesario, pues, por hermosas que sean, nuestra meta está más allá.
Leamos despacio las estrofas del poema y el comentario del Santo, y dejemos que sus intuiciones se hagan nuestras, y despierten nuestra propia visión...