El RECOGIMIENTO es el tema central de CAMINO, y de buena parte de la obra escrita de TERESA: para ella el arte de recogerse y entrar dentro de sí, ya lo hemos visto, es una especie de escalón intermedio entre la sencilla oración rezada y la pura contemplación, por lo que no es de extrañar que insista en el tema, que insista una y otra vez en lo mismo. El título del CAPÍTULO 28 es parecido al del capítulo 26; en ese capítulo y en el siguiente ella advierte que recogerse no es ensimismarse, ni enroscarse sobre sí, sino que, en clave cristiana, recogerse es ante todo centrarse en el Otro, en Cristo, poner mente y corazón en él. La oración cristiana es cosa de dos, y cuando entramos dentro de nosotros mismos no es para un monólogo, sino para un fecundo diálogo.
Ahora, capítulos 28 y 29, se trata de "CON ÉL, ENTRAR DENTRO DE SÍ". No es un mero ejercicio psicológico, ni la concentración que buscamos ante un examen o tarea importante. La Santa propone hacerlo desde la segunda frase del Padrenuestro: QUE ESTÁS EN LOS CIELOS. No en los cielos estrellados, sino en los cielos de mi alma o de mi vida, cielos espaciosos y dilatados del espíritu, o bien: "este cielo pequeño de nuestra alma". La interioridad del ser humano, que es morada o templo del Espíritu: Teresa contempla este misterio, y advierte que no es saberlo de oídas, ni siquiera creerlo, sino "procurar entenderlo por experiencia". En la medida en que oramos va Dios ensanchando el alma y vamos comprendiendo su anchura. El presupuesto base es este: "Mirad que os va mucho tener entendida esta verdad: que está el Señor dentro de vosotras, y que allí nos estemos con Él".
1. Recogerse es cosa del alma, es decir, del centro interior de la persona.
2. Es ella la que ha de convocar a ese centro sentidos y potencias. Educar, acostumbrarlos a no distraerse.
3. El alma misma se entra dentro de sí con su Dios: estar, quién con Quién. La presencia mutua barre obstáculos y abre posibilidades.
4. Dios actúa ahí, en ese trato mutuo: "viene con más brevedad a enseñarla su Divino Maestro".
5. Descubrimiento de un nuevo mundo interior, y con él una mirada nueva sobre todo: quietud contemplativa, mirada a lo vivido por Cristo o por el orante, pasión y Evangelio, problemas y salvación.
Para darnos pistas Teresa usa imágenes como estas: "Llegar a beber el agua de la fuente" (5); "Caminar mucho en poco tiempo" (5); es como viajar por mar (6 y 8); entrarse como las abejas en la colmena para labrar la miel (7)... y es el "castillo fuerte" (6) o el "palacio de oro y piedras preciosas" (9).
Teresa propone aquí un ejercicio para acostumbrarse a recogimiento, partiendo del supuesto inicial del "cielo de nuestra alma". Lo desglosamos en cinco pasos:
1. "Hagamos cuenta que dentro de nosotros está un palacio de grandísima riqueza...
2. Pero el palacio no es un fin para sí mismo, es morada de alguien; no está vacío, sino habitado (No estamos huecos por dentro, está un gran rey). De ahí que pasemos de la vacuidad interior a la densidad; dimensión religiosa y sacra: estamos hechos para ser morada, capacidad, de Dios. No es mera percepción psicológica, es actitud religiosa y orante.
3. Entrar dentro... implica siempre poner cierta barrera a lo que está fuera. Separar la interioridad de la exterioridad, balancearse entre el mundo de los sentidos y el mundo del espíritu; no para cancelar el primero, sino para centrarlo en el segundo, para lograr la unidad de la persona y no andar "derramados".
4. Ser receptivos a la acción de Dios que está en nosotros; Él no nos habita como el ídolo en el templo.Está ahí para la comunión, en la cual tiene siempre la iniciativa: Él dilata el palacio (la personas), la hace más libre, se le da a conocer, enriqueciendo la experiencia del orante.
5. El recogimiento no es meramente una práctica oracional, sino que implica y exige la vida entera y toda la persona. La oración de recogimiento desemboca en formas de oración profunda, comunión y contemplación, comprometiendo los distintos niveles de la vida del orante.
(Resumen de lo comentado por el P. Tomás Álvarez, ocd)