“Vivimos en un tiempo cargado de incertidumbre, pero
también lleno de esperanza. Son tiempos de ocaso y de amanecer. Atravesamos un período de dolorosa
gestación en espera de alumbrar un nuevo estilo de vida religiosa, capaz de ser
más significativa en la actual coyuntura histórica. Situada la vida
religiosa en un contexto de cambios nunca visto, el viento del Espíritu la
sacude y remece empujándola a abandonar
estructuras obsoletas y anquilosadas que le hacen perder significabilidad para
el hombre de hoy, y la impulsa a dejarse recrear por el Espíritu. No
vivimos en una burbuja, sino que somos parte de una humanidad herida y medio
muerta, excluida y empobrecida, violentada e insegura, enferma y hambrienta
como el ser humano caído junto al camino de la violencia, las guerras y el
terror del egoísmo acaparador.
Y sin embargo, la solución está cerca. Es Jesús, el Resucitado y Señor de la historia que vive y actúa en
nuestro tiempo. Nosotros vivimos de una esperanza indomable”.