"Me parece que la actitud de la Virgen y de San José durante los meses transcurridos entre la anunciación y el Nacimiento son el modelo de las almas interiores; de esos seres que Dios ha escogido para vivir dentro de sí, en el fondo del abismo sin fondo. ¡Con qué paz, con qué recogimiento María y José se sometían y se prestaban a todas las cosas! ¡Cómo, aun las más vulgares, eran divinizadas por Ellos! Porque a través de todo, no dejaban de ser adoradores del don de Dios. Esto no les impedía entregarse a las cosas de fuera cuando se trataba de ejercitar la caridad. El Evangelio nos dice que María subió con toda diligencia a la montaña de Judea para ir a casa de Isabel (Lc 1, 39-40). José la acogió y cuidó con todo su ser. Jamás la visión inefable que Ellos contemplaban en sí mismos disminuyó su caridad exterior..."
(adaptado Sta. Isabel de la Trinidad- El cielo en la fe).