Comienza Octubre con la fiesta litúrgica de Teresa de Lisieux, y quiero recordar algunas ideas suyas, tomadas de sus cartas; los santos hablan en el lenguaje de su tiempo y experiencia, nos toca a nosotros reinterpretarlos para nuestro aquí y ahora: "No creamos poder amar sin sufrir, sin sufrir mucho. Nuestra pobre naturaleza está ahí, y está para algo. Ella es nuestra riqueza, nuestro instrumento de trabajo, nuestro medio de vida. Es tan preciosa, que Jesús vino a la tierra expresamente para poseerla" (Carta 65, a su hermana Celina, 26 de abril de 1889). Luego, más adelante, afirma: "La santidad no consiste en decir grandes cosas, ni siquiera en pensarlas, ni en sentirlas: consiste en aceptar el sufrimiento". ¿Hace la santa una apología del sufrir? A menudo en la espiritualidad cristiana hemos insistido tanto en el sufrimiento (que no en la alegría) como si fuera un fin, y no solo un medio para alcanzar a Dios y su plenitud. Creo que Teresita habla de ACEPTAR, de abrazar nuestra humanidad, en la que inevitablemente hay dolor e imperfección, y hacerlo desde la fuerza interior que nos da la fe. Por cada momento de dolor, de sufrir, aportar nosotros un acto de amor, de confianza, en Dios.
El 16 de julio de 1894 escribe Teresita a una amiga: "Pasaron, pues, para nosotras dos los días benditos de la infancia. Estamos ahora en lo serio de la vida. El camino que seguimos es muy diferente, sin embargo, el término es el mismo. No debemos tener ambas sino un mismo fin: santificarnos en el camino que Dios nos ha trazado". Y luego: "Qué bella es nuestra religión. En lugar de encoger nuestros corazones (como cree el mundo), los eleva y ensancha y los hace capaces de amar, de amar con un amor casi infinito, puesto que ha de continuar después de esta vida mortal..." (carta # 145). El camino de la vida es aventura y batalla, medio de transformación, para alcanzar la madurez en Cristo; esto solo es posible mediante la CONFIANZA absoluta en el amor de Dios, que es infinito, gratuito e incondicional.
Acerca de ese misterio hermoso que es la COMUNIÓN DE LOS SANTOS, escribe Teresita al Abate Belliere, a quien tenía como hermano espiritual: "Creo que los bienaventurados tienen una gran compasión de nuestras miserias; se acuerdan de que siendo como nosotros, frágiles y mortales, cometieron las mismas faltas, sostuvieron los mismos combates, y su ternura fraternal se hace más grande de lo que lo era en la tierra, por eso no cesan de protegernos y de rogar por nosotros" (Carta # 235). Los santos, esos cristianos que nos han precedido en la fe, y que la Iglesia nos propone como modelos e intercesores, son nuestros compañeros de camino; no están ahí simplemente para conceder milagros, sino para animar, sostener, compartir los esfuerzos cotidianos por crecer en Cristo.
EN EL DÍA DE LA FIESTA: "He aquí lo que pienso de la justicia de Dios: mi camino es todo de confianza y de amor, no comprendo a las almas que tienen miedo de tan tierno Amigo. A veces, cuando leo ciertos tratados espirituales en los que la perfección viene presentada a través de mil intrincadas dificultades, rodeada de una multitud de ilusiones, mi pobre espíritu se fatiga pronto, cierro el docto libro que me rompe la cabeza y me deseca el corazón, y tomo en mis manos la Escritura Santa. Entonces todo me parece luminoso, una sola palabra descubre a mi alma horizontes infinitos, la perfección se me hace fácil; veo que basta reconocer la propia nada y abandonarse como niño en los brazos de Dios" (Carta # 203, de Teresita al Abate Belliere, mayo de 1887).