Comparto la carta del papa Francisco al obispo de Ávila, sobre Santa Teresa y el aniversario de su proclamación como doctora de la Iglesia:
Al querido hermano Mons. José María GIL TAMAYO
Obispo de Ávila
Han trascurrido ya cincuenta años desde que, un 27 de septiembre de 1970, mi predecesor san Pablo VI otorgase el título de doctora de la Iglesia a santa Teresa de Jesús. Ella fue la primera mujer en recibir ese título que reconoce el precioso magisterio que Dios nos ha regalado en sus escritos y en el testimonio de su vida. Después de ella otras mujeres han recibido también esta distinción.
A pesar de los cinco siglos que nos separan de su existencia terrena, la llama que Jesús encendió en Teresa sigue brillando en este mundo siempre necesitado de testigos valientes, capaces de romper cualquier muralla, sea física, existencial o cultural. Ella fue “una mujer excepcional”, como la definió san Pablo VI. Su arrojo, su inteligencia, su tenacidad, a los que unió una sensibilidad para lo bello y una maternidad espiritual hacia todos aquellos que se aproximaban a su obra, son un ejemplo eximio del papel extraordinario que la mujer ha ejercido a lo largo de la historia en la Iglesia y la sociedad.
La Santa de Ávila nos sigue hablando hoy a través de sus escritos y su mensaje está abierto a todos, para que al conocerlo y contemplarlo nos dejemos seducir por la belleza de la palabra y por la verdad del contenido, y pueda hacer brotar dentro el deseo de avanzar en el camino hacia la perfección. Tenerla como amiga, compañera y guía en nuestro peregrinaje terrenal confiere seguridad y sosiego en el alma. Su ejemplo no es sólo para aquellos hermanos y hermanas nuestros que sienten la llamada a la vida religiosa, sino para todos los que desean progresar en el camino de purificación de toda mundanidad, y que conduce al desposorio con Dios, a las elevadas moradas del castillo interior.
Querido hermano: Deseo animar a todos los miembros de esa Iglesia particular, sacerdotes, religiosos y laicos, como también a todos los organizadores y participantes en el Congreso internacional que se celebrará en la Universidad Católica Santa Teresa, para que sigan profundizando en el mensaje de la Santa abulense y difundiendo su enseñanza. Es hermoso recordar que todas las gracias místicas que recibía la trasladaban al cielo; pero ella supo trasladar el cielo a la tierra, haciendo de su vida una morada de Dios, en la que todos tenían cabida. Para que nuestra sociedad sea cada vez más humana, y todos podamos vivir en la fraternidad que viene de un mismo Padre, es todo un programa escuchar su invitación a «entrar en nosotros» para encontrar al Señor (Moradas 2,1,1), y así testimoniar que «sólo Dios basta».
En este Año jubilar que la Iglesia dedica a san José, bienaventurado Protector, no puedo terminar este mensaje sin recordar la gran devoción de la Santa andariega por él. Lo tomó como maestro, abogado e intercesor; a él se encomendaba, teniendo la certeza de que recibiría las gracias que le pedía. De su experiencia animaba a otros a que hicieran lo mismo (cf. Libro de la vida, 6, 6-8; Carta ap. Patris corde, 8 diciembre 2020). Tal fue su devoción que, con motivo de sus fundaciones, recorría las tierras de Castilla y de Andalucía acompañada por la imagen de san José. Los santos siempre van de la mano, y nos sostienen por la confianza puesta en su intercesión. Que ellos intercedan por ustedes.
Que el Señor los bendiga, y la Virgen Santa los cuide. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
Fraternalmente,
Francisco
Roma, San Juan de Letrán, 19 de marzo de 2021,
Solemnidad de san José, Patrono de la Iglesia universal.