¿Quién es Jesús? Es el Señor, el Mesías, el Cristo. ¿Qué significa eso? Ser mesías no es lo que piensa Pedro: ser liberado de las limitaciones humanas, y convertirte en una especie de superhombre, con dones extraordinarios, con poder político; más o menos lo que el Diablo le ofreció a Jesús en el desierto. Tampoco es eso la fe o la práctica religiosa: un camino para conseguir ventajas sobre los otros, que te libera de la cruz, de la lucha, de tu humanidad.
Un mesianismo triunfal, una religión de poder y ganancia, no es la religión de Jesús: él vino a dar y a darse, aceptó su humanidad plenamente, incluida la muerte, para mostrar que el camino hacia Dios es nuestra propia humanidad (nuestra finitud, nuestra fragilidad, nuestro sufrimiento). Rechazar ese camino es “satánico”, contrario al proyecto de Dios.
Es nuestra humanidad, la cruz, la que se convierte en el camino para ir a Dios. Nuestro sufrimiento no complace a Dios, ningún sufrimiento es querido por él; pero Dios sabe que para construir el Reino tenemos que rechazar nuestro egoísmo, nuestro afán de superioridad o poder, para ponernos de parte de los débiles, de los marginados, de los pecadores, y ahí toca sufrir, “cargar la cruz”, dar la vida “hasta el extremo”, como la dio Jesús. Dios no quiere más sufrimiento que el que nos viene por causa de nuestra lucha a favor de los que sufren. No pidamos ser liberados de lo que nos toca; no huyamos de la cruz.
Hagamos nuestras las palabras del profeta: “El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás”. ¿Cómo es esto posible? Porque confío en él: El Señor me ayuda, no quedaré defraudado, está cerca mi defensor.
Esa es también la fe de la que habla la segunda lectura, la que se expresa en obras concretas de amor y servicio a los demás, aunque nos cueste y nos duela, y es el camino que Jesús propone a los suyos: “El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. En la respuesta que, en la práctica, damos a esa invitación, a ese llamado, está también lo que respondemos al interrogante que está hoy en el centro de la Palabra que hemos compartido, y que han tenido que responder tantos a lo largo de la historia humana: ¿Quién es Jesús para ti? ¿Quién dices tú que es Jesús?
Él nos sigue diciendo hoy: “Quien pierda su vida su vida por mí y por el Evangelio la salvará”. Por la fe, creemos que eso es “caminar en presencia del Señor en el país de la vida”.
Fray Manuel de Jesús, ocd