Mensaje del Padre General con motivo de la fiesta de la Virgen del Monte Carmelo.
                
Fr. Saverio Cannistrà
Os saludo con gran 
alegría a todos vosotros, hermanos y hermanas del Carmelo Teresiano, 
cuando nos disponemos a celebrar la fiesta de María, la Madre del 
Carmelo. Nos acercamos a Ella a pie descalzo para "procurar caminar 
mejor el camino, para contentar mejor al Señor y hallarle más presto, 
para animarnos a andar con fortaleza" (F 4,4).
En estos días de 
gracia, nuestra familia teresiana, haciendo suyos los dolores y gozos de
 la humanidad, convoca al pueblo de Dios a peregrinar hacia el misterio 
de María. Así, andamos este camino en comunidad ampliada, junto a miles 
de cristianos sencillos, buscando en la cristalina fuente de María el 
rostro de Dios y nuestro rostro, para un encuentro de amor que da 
plenitud a toda vida.
La Madre del Carmelo, la mujer nueva que 
tiene los ojos fijos en Jesús, se convierte para todos nosotros en 
tienda de encuentro donde se recrea la belleza y compromiso de la fe, en
 icono de la Palabra creadora donde leer al Dios de la bondad -"que es 
muy bueno este Bien nuestro" (3M 2,5), en una llamada evangelizadora a 
una nueva narración de la gracia.
A medida que avanza nuestra 
marcha, ya no hablamos de Ella, hablamos con María, le cantamos. Al 
canto de uno se unen los cantos de los otros. Crece la fiesta. Dios nos 
visita. Hay alegría en el corazón y danzas en las calles. Dan ganas de 
ser de verdad "esos tales que habremos de ser" (C 4,1).  
¡Flor 
del Carmelo! Tu vida huele a bienaventuranza. Nuestros límites, que 
tanto desazonan, se convierten en horizonte infinito al dar con tu 
mirada. Nuestro hastío, por tanto vivir lo que no es vida, se cambia en 
gozo al encontrarnos con tus ojos misericordiosos. El enigma doloroso de
 la muerte se aclara en la dulzura de tu abrazo. Tú nos enseñas a 
movernos, confiados, por el ancho mar de Dios que nos envuelve. Junto a 
Ti, todo es gracia.
¡Virgen fecunda! Tu silencio nos abre a la 
Palabra creadora y se convierte en un Magnificat sonoro. Tu soledad nos 
hace descubrir una Presencia que deja nuestra dibujada en nosotros la 
ternura. Excavas una sed muy honda en los adentros y tu fuente, que mana
 sin cesar, nos enamora. Nos metes en la interior bodega y allí nos 
muestras al Dios, que es tan amigo de dar y de darse por entero. Así 
despiertas en nosotros la belleza y el gozo de ser todo de Dios. 
Buscadora de amores, orientas nuestros ojos hacia Jesús, plenitud 
insospechada de todas nuestras búsquedas. Nos invitas a ser casa de 
acogida de todos los clamores de la tierra.
¡Atráenos, Virgen 
María! Porque nuestra historia no termina en el pecado, llámanos y 
llévanos a donde están todos los bienes. Porque la lentitud en el 
esfuerzo es extraña a la gracia del Espíritu, da fuerza a nuestras manos
 para tejer, con muchos, una túnica nueva para los pobres de este mundo,
 Métenos en ese misterio de amor que Dios y Tú, en alianza, os mostráis 
dándoos las manos. Pon nuestros pies sobre la tierra no pisada para un 
anuncio de paz y de evangelio, adéntranos en esa novedad nunca antes 
vista que Dios nos tiene preparada en la plegaria. Llévanos a Jesús.
Caminaremos
 en pos de ti. Sin volver la vista atrás, iremos contigo para vivir para
 Dios y su reino de santidad y justicia. Andaremos cada día los caminos a
 tu lado, con una mirada de paz hacia todos los que nos son confiados. 
Seguiremos tus huellas para encontrar una comunión con el Padre, el Hijo
 y el Espíritu, para entregar a la humanidad gratuitamente la compasión y
 ternura que Tú nos regalas en cada una de tus miradas. Iremos junto 
contigo hacia una plenitud.
Muy unido a todos vosotros, hermanos y hermanas, os deseo a todos una feliz fiesta de Nuestra Señor del Monte Carmelo.