Al leer los textos bíblicos para hoy me puse a reflexionar sobre los votos en la vida religiosa, sobre todo estimulado por un pasaje de Dürckheim que leí como complemento: “Desde siempre, cuando un alumno rechaza los términos con los que el maestro le trasmitió la verdad, ha sido como un signo del despertar a esa misma verdad: el alumno había comprendido. Muchas veces el alumno ha quemado el libro que contenía la doctrina considerada como sagrada, porque, comparada con el fruto que ha madurado interiormente, todo escrito le parecía paja, y cuando el maestro es un verdadero maestro, se alegra de la ofensa” (El Maestro Interior, 82).
En la vida religiosa: Pobreza (necesidad), Castidad (deseos), Obediencia (voluntad). Los votos religiosos deben ser caminos de libertad, no de subordinación; no implica renuncia a la responsabilidad, ni renuncia a la libertad individual. No se trata de cosas hechas, sino por hacer; no hablan de satisfacciones, sino de trabajo cotidiano. No son valores en sí mismos, sino que están en función de un proyecto de comunidad. Son raíles de crecimiento dentro de un proyecto fraterno común, que tiene su fuente y su fin en el ejercicio del amor. A menudo cosificamos los votos, los convertimos en mero cumplimiento (cumplo y miento); no son caminos de crecimiento, sino de inmadurez de acomodamiento, de falta de compromiso real con la transformación, propia y estructural de la realidad.
Me permito compartir algunos elementos negativos que me vienen a la mente a partir de experiencias concretas en la práctica de los votos:
En la vida real de nuestras comunidades la CASTIDAD parece ser la reina de todas las virtudes, pero pocas veces los más jóvenes reciben de quienes les preceden en este camino la trasmisión de la experiencia necesaria para vivir la renuncia voluntaria al ejercicio de la sexualidad con gozo y apertura afectiva hacia quienes le rodean, ya sea dentro o fuera de su propia comunidad. Parece primar esta máxima: de eso no se habla, tú te las arreglas como puedas, como mismo hice yo antes. Lamentablemente experimentamos con frecuencia aquello de: viven juntos, pero no se aman; y es que la afectividad entre hermanos o hermanas ha sido vista a menudo como sospechosa.
La OBEDIENCIA es entendida como la aceptación pasiva de todo lo que dice un superior, a cualquier nivel, sin que primen la escucha, el interés de la comunidad o el diálogo. Se supone que uno no debe pensar, razonar, sino pasivamente obedecer, asumir, y eso es visto como virtud. Pero obedecer es escuchar, y en ambas direcciones, y en el proyecto de Jesús adquiere una dinámica peculiar, porque todos somos hermanos, todos tenemos el Espíritu, y juntos buscamos vivir en la Verdad.
Finalmente, la POBREZA, la hija menor del proyecto, porque parece que con los bienes materiales se puede sublimar, o se soporta, la castidad y la obediencia. Hablamos de ser pobres en particular, aunque nuestras congregaciones o institutos sean ricos y poderosos. Pedimos constantemente dinero para luego utilizarlo en cosas innecesarias. No idealizo, ya me ha acusado alguno de esto antes, no hablo de vivir en la miseria, sino de no estar pendiente de consumir lo último del mercado, o de cambiar sin necesidad los muebles de la casa, pero sobre todo, de saber compartir con otros aquello que recibimos, y de estar siempre abiertos y ser solidarios, no sólo en lo material, sino en el espíritu mismo de nuestras comunidades religiosas.
Al final, los votos, como dije antes, no son fines sino medios, modos, maneras de construir un espacio fraterno en el que vivamos el proyecto de Jesús, con la inevitable imperfección de ser humanos, pero siempre compasivos, capaces de perdonar y de entender al otro, en su alteridad y diferencia. Es la fraternidad perfecta lo que se persigue, siguiendo a Jesús, al resaltar los llamados “consejos evangélicos” y en ese sentido han de ser siempre motor impulsor y renovador de nuestras comunidades, pero en lo concreto construir la fraternidad es un ejercicio arduo, difícil, que no termina nunca, y que está mucho más allá del mero cumplimento de los tres votos.