Para Teresa, lo mismo que para la Iglesia, la Cuaresma es el tiempo de la mortificación y la penitencia, así como tiempo de preparación para la Pascua. Ambas dimensiones de la fe están muy presentes en su vida y en sus escritos. La Cuaresma comienza con el miércoles de ceniza, y ella emprende viaje a veces ese día, pero de ordinario no le gusta viajar en tiempo cuaresmal, y su cuerpo se reciente a veces por las duras exigencias de la penitencia, habituales en la práctica religiosa de entonces. Cuida de manera especial el ambiente espiritual de sus hijas o hermanas en este período, y da normas concretas para la Cuaresma en las constituciones que entrega a sus hermanas en la comunidad de San José.
En lo espiritual, la santa intensifica su preparación para la Pascua de modo especial en la Semana Santa; durante muchos años celebra con devoción especial el Domingo de Ramos: comulga ese día, repartía comida a un pobre, etc. Mucho más fuerte era su práctica piadosa el viernes y el sábado de esa semana, compartiendo el dolor de Cristo y la soledad de la Virgen.
En los escritos de Teresa, siguiendo la tradición espiritual cristiana, la cruz ocupa un lugar especial, como realidad y como símbolo.
(Tomado de Diccionario de Santa Teresa, Tomás Álvarez)