sábado, 2 de marzo de 2019

TOMÁS ÁLVAREZ EN LA MEMORIA

Compartimos aquí, algo tarde ya, parte de las palabras de Fray Miguel Márquez en la despedida del P. Tomás Álvarez, que son el homenaje de este blog a un entrañable amigo de Santa Teresa y a quien conocimos también, recibiendo como tantos, su magisterio espiritual

Nos empeñamos en pensar que las grandes historias de amor pertenecen a épocas pasadas, que los mejores relatos se escribieron antaño. Creemos que la épica tiene que ver con aventuras de antiguos caballeros andantes, princesas y castillos encantados. Tan difícil nos resulta tener fe y reconocer a los héroes, a los santos en la puerta de al lado, como dice el Papa Francisco. Pero ellos están, siempre han estado, los que nunca aparecieron en los periódicos y no hicieron ruido entregando la vida y los que, ocupando el primer plano, fueron humildes sin pretender nada, sin esconderse y dando valor y voz al protagonismo de otros. Desaparecieron en cada palabra y en cada letra para hacer brillar el verdadero Mensaje y Mensajero, esta fue la vida del P. Tomás Álvarez. 

Se nos están yendo los viejos guerreros, poco a poco retornan al descanso merecido de los justos, labradores sacrificados que han arrancado a la dura tierra de las desolaciones el fruto precioso y la maravilla, no solo la perla y el diamante del alma de Teresa, sino de su propia alma. Pero no os engañéis, no os equivoquéis. No estamos aquí para alimentar la pena, la decadencia inminente, para llorar y lamentar la pérdida insustituible. No hemos venido a encumbrar sus hazañas y disculpar nuestras miserias. ¡Donosa manera de honrar y homenajear la luz y la gracia que nos dejaron! Nos devuelven la Fe y la Mirada en la dirección de la Vida que nace. Teresa de Jesús y Tomás (de Teresa) no son la luz, pero sí reflejo límpido de aquella luz que nos habla de historia de amistad, de encuentro con el Capitán del amor, en estos tiempos recios, con Cristo, Amigo y Compañero, y nos animan a reinventar la audacia de dejarle estrenar en nosotros una nueva historia de amor, no menos apasionante que la suya. ¡Cuánta dignidad!, ¡cuánta elegancia!, ¡cuánta nobleza!, ahora podemos decírtelo sin que te incomode tu timidez y tu pudor a los homenajes. ¡Qué altura y qué manera de pisar tierra! ¡Qué tesoro de ciencia y sabiduría y qué poco alarde! ¡Cuánta entrega en cuerpo y alma, en tiempo y sacrificio a cada documento, cada papel, a cada persona, en la oración, a las preocupaciones de los otros y en lo ordinario y qué vacíos tus bolsillos de ti mismo! 

En la infinidad de mensajes que han llegado estos dos días alguien ha dicho: “En estos momentos no hay mucho que decir. La muerte es una realidad que nos desafía al silencio”. En ese silencio sobrecogidos guardamos silencio respetuosos, porque sucede la Vida. Inevitable nos resulta pensar, imposible no querer imaginar, emocionados, cómo habrá sido el encuentro entre aquella mujer de la que se enamoró, (recuerdo que comenzó una vez una conferencia diciendo simpático: ‘Tengo que confesarles que me he enamorado de una mujer… Teresa de Jesús’), y que le habrá salido al encuentro tan agradecida con sonajas y panderos rodeada de sus hijas e hijos, regalándole un abrazo de madre, hermana, amiga, compañera y confidente. Y ¿cómo habrá sido y será aquella fiesta, querido Padre Tomás, que solo pensarlo anima a aventurar la vida, a arriesgarlo (arriscar, diría Teresa) todo por el Señor de todos los señores, por aquellos lindos ojos de Jesús, los únicos que traen belleza y descanso al castillo del alma. Solo oí tantas veces de un carmelita decir esta expresión: “Era un caballero”. 

Desde que entré en la Orden sentía yo el orgullo y el privilegio de pertenecer a la misma familia teresiana que el padre Tomás. Y como era un caballero honraba como a príncipe o princesa a quien mendigaba de él alguna atención. Se hacía llano y sencillo como vasallo, sin reclamar nada, o como caballero sin sueldo, que ayuda a su Señor a llevar la cruz, la que llevaba en su nombre de fraile con honor. Grande entre los amigos de Teresa. Si algún poder tuviéramos te daríamos con Juan de la Cruz y Jerónimo Gracián, a la par que ellos y no en inferior peldaño, el título de los mejores amigos de Teresa que ha conocido la historia. Humilde Tomás, decía no hace mucho a un hermano: “Ahora parece que voy entendiendo algo a la Santa”. Enséñanos ahora, Tomás, la ciencia de Teresa, la ciencia del amor a Jesús, a la Iglesia, a los hermanos, enséñanos ahora lo que más nos conviene, lo importante, y desengáñanos, porque no deseamos otra cosa que se cumpla lo que Él desea, y querer con decisión, lo que Él quiere.

FRANCISCO HABLA DE TERESA

“En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida ...