"El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con terribles portentos, con signos y prodigios, y nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel".
Es bueno recordar siempre el amor primero de Dios, el momento en que encontramos a Jesús y nos dijo: SÍGUEME, y acordarnos de que tierra sombría nos sacó el Señor, y de cuántas esclavitudes nos libró. "Si confiesas con la boca que Jesús es el Señor, y si crees que Dios lo resucitó de la muerte, te salvarás". Dos propósitos de este tiempo de gracia: HACER MEMORIA y PONER LOS OJOS EN LA META (CONFESAR). Y en medio de estas dos realidades, supongo, están las TENTACIONES, las muchas posibilidades de equivocar el camino, de torcer el rumbo, de apostar por lo no verdadero.
En el texto de Lucas para hoy Jesús es tentado: convertir las piedras en pan, arrodillarse delante del Malo a cambio de tenerlo todo, u obligar a Dios a intervenir y salvarlo de la muerte. ¿Corresponden estas tentaciones a la conocida tríada: ¿placer, tener, poder? Es posible; pero veo también ahora mismo que pueden leerse así: son tentaciones relacionadas con Dios, con su lugar en la vida, hablan de nuestra relación con lo sagrado. Hablarían de las tentaciones “religiosas” del Mesías, y por tanto del modo en que concebimos nuestra relación con Dios.
Tenemos que aprender a dejar a Dios ser Dios, y no tratar todo el tiempo de manipularlo a nuestro antojo, queriendo que esté al servicio de nuestras necesidades más inmediatas, incluso de nuestros caprichos. Las tres respuestas de Jesús al tentador son claras: No solo es el pan lo que nos alimenta; no pongamos a nada ni nadie en el lugar de Dios, adorando falsos dioses; y no tentemos a Dios, pidiendo milagros a cambio de nuestra fe. Son tentaciones “mesiánicas”, las tentaciones de quien vino de parte de Dios, y también son las tentaciones de la comunidad de discípulos; para comunidades concretas se escribieron los Evangelios y buscan responder problemas concretos de esas comunidades.
José María Castillo, comentando este texto, dice que son las tentaciones de la Iglesia: milagros, misterio, autoridad; es otro modo parecido de interpretarlo. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, también es tentada en el desierto que es su itinerario hacia la plenitud del Reino, y esas tentaciones pueden hacerle cambiar el rumbo, faltar a su misión, perder a Dios, de ahí la importancia de recordar una y otra vez de dónde venimos y cuál es la meta.