El lugar de María en la obra de Dios es sólo perceptible con los ojos de la fe, sólo es comprensible desde el corazón. Qué bien si María se nos revelara en toda su belleza durante estas últimas jornadas de Adviento. No equivocarnos al poner los ojos en la belleza de lo exterior: el adorno, el vestido o las joyas que a menudo ponemos en sus imágenes. La belleza de María es espiritual, interior, y es la belleza que queremos reproducir en nosotros mismos, la belleza de la fe.